Las guerras en el siglo XXI están marcadas por métodos no
convencionales para intervenir, invadir y desmantelar los
Estados-Naciones bajo una bien definida tipología en la que no faltan el
coloniaje y neocoloniaje intelectual, la aculturación y la destrucción
de los valores culturales, que atentan contra la etnicidad,
principalmente de la sociedad afrodescendiente.
La pretensión es
perpetuar la cosificación, esclavización, el tratamiento del hombre como
mercancía, y como mano de obra casi esclavizada, en los procesos de
fabricación de los componentes tecnológicos armamentísticos de las
corporaciones.
El modelo penitenciario de Estados Unidos es patente de la realidad
antes denunciada, pues la situación llega al extremo en que las
corporaciones multinacionales de la industria militar, se sirve de la
población mayoritariamente afrodescendiente e hispana.
El incremento del racismo contra los afrodescendientes e hispanos en
la sociedad estadounidense, además de evidenciar violaciones
fundamentales de los Derechos Humanos, genera todo un sistema formal del
modelo penitenciario, que exterioriza, adicionalmente, una problemática
estructural más grave, profunda e irreversible: la crisis del sistema
capitalista.
En la estructura del sistema capitalista, todo debe ser manejado para
que cualquier actividad empresarial o social, sin ningún límite, genere
lucro o ganancia, se convierta en un negocio, proscribiendo al pasado
cualquier indicio de humanidad.
De esta manera el sistema penitenciario, llamado a ser un proceso de
saneamiento social, donde los ciudadanos obtengan la oportunidad de
rehabilitarse, transformarse y retribuir a la sociedad el daño causado,
responde a los ánimos de explotación capitalista de los poderes,
específicamente la industria militar, la cual también recibe beneficios
de la explotación a los privados de libertad.
Un trabajo de investigación realizado por el periodista
norteamericano, Justin Rohrilch, reveló que la mayoría de los
prisioneros de las cárceles en los Estados Unidos han sido instrumento
productivo de la explotación por el Pentágono y las industrias militares
multinacionales para la fabricación de piezas y componentes
electrónicos de armamentos de la Fuerza Armada de ese país.
Para tales
fines, las fuerzas de trabajo que emplea son de prisioneros
afrodescendientes e hispanos que representan un 70%, proporcional a una
población penitenciaria de 2.319.258 internos.
Ellos además de ser
explotados, sustituyen el mercado laboral que debía ser contratado con
las previsiones sociales de estas empresas multinacionales de la
Industria Bélica, controlado por una tristemente célebre contratista
llamada UNICOR.
Esos prisioneros que trabajan no reciben ni protección sindical, ni
pago de horas extras, no poseen días de vacaciones, pensiones,
beneficios de salud o Seguro Social. Por otro lado, la remuneración y su
disfrute efectivo carecen de transparencia y de los estándares legales
de la Organización Internacional del Trabajo. Más que claras las
condiciones de esclavitud.
Las empresas contratistas
El trabajo en las cárceles es contratado por UNICOR, el cual se
constituye como el trigésimo noveno mayor contratista del gobierno de
EE.UU. Cuenta con 110 fábricas en 79 centros penitenciarios federales,
en donde existen 23.000 prisioneros.
En 14 fábricas que se encuentran en
las prisiones, más de 3 mil prisioneros elaboran piezas para los
equipos electrónicos de la comunicación por tierra, mar y aire, de los
misiles y de las bombas para la empresa transnacional BAE Systems.
BAE Systems plc es el segundo mayor contratista militar del mundo,
además de ser una constructora aeronáutica comercial. BAE es una
compañía británica con base en Farnborough, Hampshire y con intereses
por todo el mundo, particularmente en Norteamérica a través de su
subsidiaria BAE Systems Inc.
BAE se formó el 30 de noviembre de 1999 con la fusión de British
Aerospace (BAE) y Marconi Electronic Systems (MES), la filial de defensa
de General Electric (GEC). Como resultado de la fusión, BAE Systems es
el sucesor de gran parte de los más famosos aviones y sistemas de
defensa británicos.
En el modelo penitenciario de los Estados Unidos se establecen
jugosos negocios económicos por el complejo Industrial Militar. Según su
propio informe, en 2010, la empresa UNICOR recaudó 772 millones de
dólares.
Emiratos Árabes Unidos, en 2011, realizó un acuerdo de
adquisición de armas a Estados Unidos por el monto de 7 mil millones de
dólares, la mitad del dinero se gastaría en misiles Patriots, que
cuestan aproximadamente 5.9 millones de dólares cada uno.
Las industrias
de las cárceles estadounidenses, producen ganancias hasta de $ 30 mil
millones de dólares al año, mientras que los reclusos ganan entre 23
centavos hasta $ 1.00 por hora.
En las fábricas de las cárceles estadounidenses, dirigidas por la
empresa UNICOR, se elaboran diferentes piezas de armamentos y
componentes electrónicos de alta tecnología para ser vendidas a las
Corporaciones Multinacionales de la Industria Militar:
- Componentes de los misiles Patriot Advanced Capability 3, y sus lanzadores de misiles TOW.
- Componentes de los Misiles anti-tanques dirigidos por cable y con seguimiento óptico y otros sistemas guiados.
- Componentes de aviones de combate F-15 de la Mcdonnell Douglas/Boeing.
- Componentes electrónicos de los aviones F-16 de la General Dymnamics/Lockeheed Martin.
- Componentes electrónicos de los helicópteros Cobra de la Bell/Textron.
- Piezas para gafas de visión nocturna, chalecos anti-balas, uniformes
de camuflajes, equipos de radios, comunicación y sistemas de
iluminación, componentes para cañones anti-aéreos de 300 mm a 30 mm,
rastreadores de minas terrestres, equipos electro-ópticos para el
telemetro laser del vehículo Bradley de combate, de la BAE Systems.
La mayoría de las producciones generadas por UNICOR, sus productos y
servicios son contratados por el Departamento de Defensa del Gobierno de
los Estados Unidos. Las Corporaciones Multinacionales compran partes de
las ensambladoras Raytheron y Lockheed Martin, ambas norteamericanas.
Estas no son las únicas contratistas de defensa que dependen de la
mano de obra de las cárceles. En su estructura financiera internacional,
UNICOR enlaza con otras empresas suministradoras de armamento europeo,
como por ejemplo, la BAE Systems de Reino Unido y Finmeccanica de
Italia, que son países que integran la OTAN, generando así un oligopolio
de las industrias bélicas a nivel Mundial.
No solo las antes denunciadas tienen beneficios directos e indirectos
sobre las poblaciones carcelarias en EE.UU. Las Corporaciones
Transnacionales de Seguridad como la Whackenhut, y Group Security G4S,
también tienen beneficios económicos por las cárceles privadas en los
Estados Unidos, principalmente en la construcción, reconstrucción y/o
remodelación.
También la Whackenhunt ha fabricado cárceles en Israel. Al respecto,
las cárceles estadounidenses, las grandes corporaciones multinacionales
de seguridad y de las industrias militares, son quienes ganan riquezas
por el producto de la mano de obra de los prisioneros afrodescendientes e
hispanos en los Estados Unidos.
El uso de presos como fuerza laboral en EE.UU. sigue preocupando a
varias organizaciones sociales y de derechos humanos. Mientras, no solo
las compañías privadas de las prisiones gozan de ese tipo de empleados,
sino también las grandes empresas de alimentos y de telecomunicaciones,
que lo hacen a fin de reducir sus costes de fabricación.
Las cárceles privadas son ya la tercera “empresa empleadora” de los
EE.UU. (solo General Motors y Wal-Mart emplean más gente). Según ha
dicho Gary Ross, guionista y director de Los Juegos del Hambre, “En
Estados Unidos el sistema penal se usa para conseguir esclavos gratis”.
Los presos se rebelan
Los presos de 40 cárceles estadounidenses iniciaron el 9 de
septiembre de 2016 una huelga masiva en protesta por la esclavitud a la
que están sometidos.
El Comité Organizador de Trabajadores Encarcelados (IWOC) comunicó
que esta iniciativa, la más amplia en la historia del país, se realizaba
en centros de detención ubicados en 24 estados norteamericanos. Phillip
Ruiz, un miembro de dicho comité, señaló que los reclusos participaban
en una sentada, conjuntamente, realizaban una huelga laboral y de
hambre.
Esta organización, que vela por los derechos de los presos, explicó
que duras condiciones de vida, largas temporadas, incluso años, en
celdas de aislamiento, precarias condiciones médica, cárceles
sobrepobladas, ataques violentos y trabajos forzosos como esclavos, han
motivado a los presos a iniciar esta huelga masiva.
La esclavitud en la actualidad aún está viva en el sistema
penitenciario (de Estados Unidos)… pero a finales de este año ya no
existirá”, indicó el Comité Organizador de Trabajadores Encarcelados
(IWOC) en un comunicado emitido.
Los defensores de los derechos de los prisioneros también
consideraron esta medida como un llamamiento para poner fin a la
esclavitud en el país norteamericano.
La huelga masiva coincidió con el 45º aniversario de la rebelión de
1971 de los prisioneros del Centro Correccional de Attica, en Nueva
York, donde los prisioneros asumieron la dirección del centro
penitenciario, tomando como rehenes a los guardianes.
Los activistas lamentaron que las demandas de los presos en aquel
año, aún se encuentren entre las reivindicaciones de las personas
encarceladas en la actualidad.
Por desgracia, al final las expectativas de los huelguistas se vieron
frustradas como tantas otras veces ha ocurrido en el pasado. En la
actualidad el trabajo esclavo carcelario no solo continúa, sino que se
ha incrementado significativamente.
Por ello, para el movimiento abolicionista contemporáneo acabar con
las prisiones implica, necesariamente, la transformación de la sociedad
en su conjunto. Las crisis de la encarcelación masiva de personas en
Estados Unidos es al mismo tiempo una del orden racial.
Los
abolicionistas contemporáneos de Estados Unidos defienden esa
transformación para que se genere un mundo, no solamente sin explotación
de clases y dominación racial, sino también uno en el cual se
modifiquen los regímenes de disciplinamiento y castigo.
En un país que alardea de ser el mayor defensor de los derechos
humanos, el trabajo esclavo en sus prisiones no solo es una brutal
violación de los más elementales derechos de los reclusos y sus
familiares, así como una flagrante transgresión de los Tratados y
Acuerdos internacionales vigentes sobre la materia, sino además, una
oprobiosa afrenta a la dignidad del pueblo norteamericano, que muestra
descarnadamente la naturaleza explotadora del imperialismo yanqui.
Por Miguel Angel García Alzugaray