Los termómetros ya asfixian con sus 40 grados a Euskal Herria.
Las olas de calor inundan el norte y dejan un julio abrasado y seco.
Ya ni lluvia —o no tanta—.
Ocho días por encima de los 30 grados.
Lunes 18 de julio de 2022: hasta 43 grados en las calles de Bilbao.
Más que en Sevilla.
El cambio climático que tan palpable se ha hecho estas semanas nos ciega, con las persianas bajadas, y nos hace preguntarnos cómo será esta tierra en el futuro, si es que seguirá viva, si aguantará las llamas o quedará bajo el mar.
Los incendios queman Aizkorri, Andollu, Baroja, Mendiola, Villaluenga, Arrigorriaga, Areso.
El verano empezó mordiendo a Nafarroa: 5.000 hectáreas perdidas en Valdizarbe y El Perdón.
Pastos, cultivos, arbustos, casas. Las costas, dicen los informes, están en peligro: la Bahía de Txingudi, Urdaibai o los aledaños de la ría de Bilbao podrían quedar anegados en los próximos años si las previsiones se cumplen.
Y últimamente no paran de cumplirse.
Mientras los gobiernos presentan sus planes contra los efectos del cambio climático, en Euskal Herria todavía colea la catástrofe que supuso el derrumbe del vertedero de Zaldibar.
A ello, se le suman grandes proyectos como el tren de alta velocidad (TAV) o la Supersur.
Tampoco ayudan instalaciones como la incineradora de Zubieta, que ha sido acusada de verter residuos a los riachuelos de la zona.
En julio, la plataforma GuraSOS denunció que durante “tres días de manera consecutiva” a lo largo de la semana se habían detectado “líquidos ocre-rojizos” y “espuma” saliendo de un tubo de “gran diámetro que desagua en la regata Arkaitzerreka”.
Situación que se repite a lo largo y ancho del territorio y que pone en evidencia, con una hilera de episodios similares, los métodos y la gestión de las instituciones.
Más agua Año 2100.
Peligro de maremotos.
En el peor de los casos, 80 centímetros más.
El nivel del mar, en la mejor de las situaciones, será 53 centímetros mayor.
El 70% de las playas vascas, sepultadas por el Cantábrico.
La Concha, Zumaia, Lekeitio, Ea y Aia. Getxo, Erandio, Bakio, Bilbao, Zumaia, Zarautz, Irun, Hondarribia, en peligro. El Plan Territorial Sectorial de Protección y Ordenación del Litoral de la Comunidad Autónoma del País Vasco es así de claro.
Este proyecto del Gobierno vasco, que se aprobará en 2023, que avisa, con la perspectiva del cambio climático incorporada, de los riesgos del aumento de la pleamar, también recogerá las medidas a adoptar.
La afección, según los escenarios que se han tenido en cuenta, podría afectar a casi la mitad de las viviendas vascas, desde el punto de vista del urbanismo, y al 58% de las personas que residen en el territorio, desde el prisma poblacional.
Si en 2021 se contaban 15 días al año y una cota de inundabilidad del 4%, la superación de los umbrales de oleaje en 2045 serían 33 días, 197 jornadas en 2100.
Parece que ni el cumplimiento de la Agenda Urbana Bultzatu 2050 para concienciar y anticipar los escenarios desastrosos impedirán que la costa vasca se vea empequeñecida.
“El 70% de las playas vascas desaparecerán debido a la subida del nivel del mar”
La costa de Euskadi abarca desde la Bahía de Txingudi hasta la punta de Kobaron, con un total de 275,5 kilómetros, de los que el 81% son zonas rocosas o acantilados, el 1% rías o estuarios, el 8% playas y el 10% restante infraestructuras, sobre todo puertos.
El Plan incluye también a aquellos municipios a los que llegan las mareas, cuyos efectos pueden prolongarse hasta puntos como el centro de Bilbao o Astigarraga, por los cauces fluviales y estuarios.
No hace falta proyectarse hacia 2100, el verano de este 2022 ya encadena olas de calor de récord.
Si en 2019 el atlas climático que elabora Ihobe —sociedad de gestión ambiental dependiente del Gobierno vasco con datos diarios desde 1971— vaticinaba que hasta 40 municipios vascos experimentarán fenómenos climáticos extremos, la situación climática presente hace esperar que el escenario será aún peor.
Iñaki Arriola, el por entonces consejero de Medio Ambiente del Gobierno vasco, afirmaba que “hay muchos motivos para movilizarse contra el cambio climático” en la Conferencia Internacional de Cambio Climático Change the Change, que se celebró en el Kursaal donostiarra en marzo de 2019.
En aquellos informes, se auguraba que a partir de 2020, el número de días helados en invierno disminuirá a la mitad y desaparecerá el fenómeno de las olas de frío.
En verano se esperan olas de calor más largas y un ligero aumento de su frecuencia. Entre los años 2020 y 2050 las olas de calor pueden suponer el 30% de los días de verano, pudiendo llegar al 50% a finales de siglo.
En cuanto a las precipitaciones, el consejero advertía de que los pronósticos auguraban para el año 2100 una reducción general de las lluvias del 15% al 20%, si bien en invierno aumentarán del 5% al 20% y en verano disminuirán del 30% al 50%, todo ello con más días de chubascos muy intensos y menos de pluviosidad moderada.
La realidad es que la primavera de 2021 fue la más seca de los últimos 50 años. Este pasado mes de julio, las precipitaciones han sido extremadamente bajas según los datos de la Agencia Vasca de Meteorología.
Pero las inundaciones no solo se producen en la costa. Bien lo saben en Nafarroa, donde un episodio histórico de lluvias y deshielo y la falta de alertas en diciembre de 2021 dejó pueblos aislados y calles anegadas.
La pregunta frecuente es si este incremento de frecuencias y caudales tiene que ver con el cambio climático.
El calentamiento global está reteniendo más agua en la atmósfera, provocando precipitaciones puntualmente más intensas.
Esto afecta a las cuencas hidrográficas llegando también hasta la costa.
El cambio climático ya está afectando a las comunidades de todo el mundo.
Los debates sobre su impacto en el medio humano tratan de averiguar qué hacer al respecto.
Una estrategia es alejarse de los peligros, no exponerse.
Es la más antigua y efectiva, pero a menudo se pasa por alto.
De mantenerse el ritmo actual de degradación del medio ambiente natural y las presiones insostenibles sobre los recursos hídricos mundiales el 45% del PIB global, el 52% de la población mundial y el 40% de la producción de cereales estará en riesgo para 2050, afirma el informe de la Unesco sobre el desarrollo de los recursos hídricos publicado en 2019
No dejar a nadie atrás.
Un sistema poco sostenible
Las energías renovables son la apuesta de futuro para paliar el cambio climático y generar electricidad de una forma más sostenible.
En Euskal Herria, eso choca de lleno con la construcción de gigantescos molinos y miles de placas fotovoltaicas que amenazan con ocupar montes y cientos de hectáreas de terreno rural. Además, el sistema centralizado por el que se rigen las renovables en el Estado español propicia las macroconstrucciones para generar y transportar la energía, algo que rechazan los grupos locales y ecologistas. La lucha vecinal se enfrenta esta vez contra gigantes como la eléctrica Iberdrola o la constructora Sacyr. En Araba ya se han parado dos polígonos eólicos, pero la amenaza de muchos otros sigue latente, sobre todo en Nafarroa. En los próximos meses se verá si la apuesta es por el medio ambiente y la sostenibilidad o por los beneficios de las grandes eléctricas.
A este modelo energético poco sostenible, se le suma el de las macrogranjas altamente contaminantes.
La mayor instalación de vacas de Europa está en Caparroso, en el sur navarro.
Produce tanta leche como la que se consume en esa comunidad al año.
Desde su puesta en marcha, Policía Foral, Guarderío Forestal, Seprona, Ganadería y Medio Ambiente le han incoado decenas de procedimientos sancionadores por incumplimientos de todo tipo.
Los nitratos que acaban en los ríos de la zona o el consumo desaforado de agua son algunos de los motivos por los que este método de ganadería es tan nocivo para el medio ambiente.
En los montes de Euskal Herria un árbol poco ecológico copa el lugar que han dejado los enfermos pinos.
El eucalipto, que ya ocupa cientos de hectáreas, tiene efectos hidrófobos, afecta negativamente a la biodiversidad y en lugares de alta densidad puede propiciar incendios peligrosos.
Son algunas de las conclusiones del estudio sobre esta especie en la península ibérica realizado por la UPV/EHU y la Sociedad de Ciencias Aranzadi para el Departamento de Medio Ambiente del Gobierno Vasco en el año 2020.
“A nivel europeo se ha visto que el eucalipto es de los tipos de bosque que más efectos hidrológicos tiene: hace que el suelo sea más impermeable, provocando que el agua circule por la superficie.
Cuando llueve mucho las crecidas son más rápidas y cuando deja de llover la sequía es más prolongada, porque el agua no ha entrado en la tierra”, explica Arturo Elosegi, coautor del informe.
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Arbolada de eucaliptos en Bizkaia.
Estos nuevos inquilinos forestales presentan un tronco marrón claro, que se descascarilla con facilidad y que, si no se limpia, tapa la superficie con sus desechos.
Además, destaca la merma que generan estos árboles en la biodiversidad ya que “son bosques muy pobres en hongos, líquenes, plantas y anfibios”.
A lo que hay que añadir que la falta de agujeros en los troncos evita que los pájaros puedan hacer nidos por lo que “en estos bosques viven muy pocas especies y hay poca abundancia de los individuos”.
Por su parte, Keko Alonso, biólogo y miembro del grupo Kolore Guztietako Basoak, critica que se apueste por un modelo que propicia la pérdida de diversidad y el cambio climático. Mala gestión ambiental A pesar de tener un plan desde 2015, el Gobierno vasco sigue fomentando la producción en fábricas y plantas industriales altamente contaminantes como Sader.
Es más, se calcula que hasta 100.000 toneladas de residuos con esta catalogación provienen en exclusiva de esta factoría situada en Burtzeña hasta el momento, pues lleva en proceso de cierre desde 2015.
Ese año, en junio, Lakua aprobó la Estrategia de Cambio Climático 2050 del País Vasco, KLIMA 2050, con el objetivo de contribuir, explicitan, “de manera solidaria y coordinada a los compromisos marcados en el panorama internacional en materia de cambio climático”.
El Ayuntamiento de Bilbao y Sader ponen fecha de caducidad a la última fábrica con vía libre para contaminar con su producción de fertilizantes: 2018.
A día de hoy sigue expulsando grandes columnas de humo, sin parar.
No obstante, en 2015 el Gobierno vasco se había fijado un doble objetivo con respecto al cambio climático.
Por un lado, “reducir las emisiones de gases de efecto invernadero un 80% con respecto a 2005”.
Por otro, “asegurar la resiliencia del territorio ante los impactos del cambio climático, combinando así objetivos de mitigación y adaptación”.
Los datos de 2019, el año previo a la pandemia, revelan que la cantidad de estos gases emitidos a la atmósfera no ha parado de crecer en el territorio vasco.
Las decisiones no son de calado, sino más bien greenwashing.
Así, además, el lindane —pesticida agrícola cancerígeno según la OMS y prohibido en Europa— está presente en los suelos y árboles de Bizkaia. Hasta la Agencia Vasca del Agua reconoce que se incumplen “sistemáticamente” los índices por lindane en la cuenca del Nervión-Ibaizabal.
Hay una “contaminación crónica” por esta sustancia.
La incineradora de Zabalgarbi, a pleno rendimiento, fue considerada ilegal por Ekologistak Martxan.
Mala calidad del aire en Donostia, Bilbao, Llodio, Barakaldo.
Respirar en estas localidades es malo para la salud, se alerta.
Cinco banderas negras por mala gestión ambiental de espacios naturales.
Gernika y Murueta, en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, entre ellos. Un lugar que será destrozado para alargar la sombra de la turistificación a través del efecto Guggenheim.
La asociación vecinal Zain Dezagun Urdaibai denunció que será el fin de la Reserva con daños permanentes e irreversibles.
“Las cada vez más acuciantes sequías y las más probables inundaciones carcomerán Euskal Herria”
“Mientras nos atengamos a la infraestructura, la movilidad y la planificación de nuestras ciudades, siempre habrá margen de maniobra para responder”, declaraba en una entrevista para Berria la investigadora del Centro Vasco de Investigación sobre el Cambio Climático BC3, Marta Olazabal.
Las claves pasan por las políticas públicas reflexionadas y con perspectiva climática, no por el incentivo a la producción de fertilizantes ni por la destrucción de zonas naturales.
Mucho menos por esconder la contaminación de ríos y aire.
Mientras, tanto las cada vez más acuciantes sequías (con sus incendios) como las más probables y voraces inundaciones carcomerán Euskal Herria.