Británicos acuden en zonas de ocio de la costa levantina española.
EFE
Los ciudadanos británicos pueden asentarse en otro estado miembro de
la UE hasta el 31 de diciembre, por lo que muchos están pensando en
mudarse para conservar sus derechos como europeos
Activistas en favor de los derechos
de los británicos que viven en España aseguran que ha aumentado la
cantidad de consultas de personas que están planificando mudarse a este
país antes de que "se eleve el puente levadizo" del Brexit. "Es real y
está pasando", asegura Sue Wilson, fundadora del grupo Bremain en
España. El colectivo indica que están notando que hay británicos que
están "acelerando sus planes" de jubilarse o mudarse para trabajar en
España.
Según lo establecido en el acuerdo del Brexit,
los ciudadanos británicos pueden asentarse en otro estado miembro de la
Unión Europea hasta el 31 de diciembre y así adquirir derechos
vitalicios como ciudadanos europeos.
"Muchas personas nos preguntan sobre la normativa y les
decimos que mientras se muden antes del 31 de diciembre, tendrán los
mismos derechos que los que vivimos aquí desde antes. Eso establece el
acuerdo de salida", señala Wilson. "Incluso si no tienes edad de
jubilarte pero tienes la cantidad necesaria de años cotizados, tienes
derecho a una pensión actualizada de por vida, según el acuerdo del
Brexit".
Sin embargo, el acuerdo no garantiza todos
los derechos de estos ciudadanos y el grupo Británicos en Europa ha
pedido a Bruselas y a Londres que se aseguren aquellos que aún no han
sido negociados, como la libertad de circulación y el derecho a regresar
a Reino Unido junto a un familiar de la UE después del Brexit.
Pero los
derechos a estudiar, trabajar y jubilarse serán los mismos para quienes
se muden antes del 2021.
The Guardian ha hablado con algunas personas que ya han dado el salto:
Andrew Dutton, 51 años, Costa del Sol
"Me
hice una planilla a las cuatro de la madrugada y llegué a la conclusión
de que probablemente podíamos mudarnos ahora. Eso fue exactamente lo
que hicimos". Andy y su mujer vendieron su casa y se mudaron de
Manchester a España el pasado octubre. "Siempre habíamos hablado de
jubilarnos en España, pero el Brexit nos obligó a hablar de ello de
forma más concreta.
La forma en que se ha llevado a cabo el proceso de
salida nos hizo entrar en pánico y tomar la decisión de mudarnos",
cuenta este director inmobiliario.
"Yo tenía la idea
vaga de jubilarme entre los 55 y los 60 años. Nuestro presupuesto es
limitado, así que tendré que trabajar, pero estoy feliz por la decisión
que hemos tomado. No nos gusta la retórica, y el tipo de acuerdo que
promueven personas como el ministro de Exteriores, Dominic Raab, no nos
cuadra.
No había a quién preguntarle nada. No podíamos llamar al
Gobierno y preguntar: '¿Esta será la postura del gobierno? ¿Esto es
inamovible? ¿Podemos confiar en vosotros?".
"No somos
migrantes económicos. Hace muchos años pensamos en mudarnos a Australia
pero era más complicado por el trabajo. La libertad de circulación es
esencial. La frontera entre España y Francia se puede cruzar sin ningún
problema, puedes trabajar sin inconvenientes. Por eso elegimos
asentarnos aquí", señala.
"A nivel emocional, ha sido
bastante difícil. Lo más complicado ha sido dejar a nuestros amigos y
nuestra familia. Quisiéramos tenerlos a todos aquí con nosotros. Han
pasado tres meses y hay días en que echamos de menos, pero tenemos
Facetime y Skype", agrega Andy.
Sin embargo, él y su
mujer no se arrepienten. "Nuestro miedo era que elevaran el puente
levadizo y no pudiéramos tener los mismos derechos que antes del
Brexit".
Lesley Gibson, 62, Torrevieja
Lesley y
su marido Colin se mudaron en marzo de 2019 desde Coventry, una ciudad
donde dos de cada tres personas votaron a favor de abandonar la Unión
Europea. Lesley, que antes votaba a los conservadores, ahora apoya a los
Liberal demócratas, aunque en las últimas elecciones votó a los
laboristas por razones estratégicas.
"No tenía pensado
jubilarme hasta dentro de varios años, pero el Brexit nos obligó a
tomar la decisión en marzo de 2019. Llegamos a España a principios de
marzo y nos dimos prisa por hacer los papeles de residencia antes del 29
de marzo, para que nuestros derechos quedaran asegurados", recuerda.
"Trabajé en la sanidad pública durante 25 años, y como me mudé antes de
tiempo tengo menos dinero, pero soy más feliz".
Ella y
Colin, un excamionero, ya habían puesto en venta su casa cuando se
celebró el referéndum, pero no tenían planes de trasladarse
definitivamente a España. Pensaban comprarse una autocaravana y
disfrutar de su jubilación viajando por Europa.
Pero Colin ya tenía edad
de jubilarse y estaba cobrando una pensión estatal, y la normativa de
reciprocidad en la atención sanitaria con la UE establece que él seguirá
recibiendo asistencia médica pagada por Reino Unido en España.
"Me
alegro de que hayamos tomado la decisión, pero a la vez me siento
enfadada y triste, no tanto por mí, sino por mis nietos. Siento que las
generaciones más jóvenes saldrán perdiendo. Me siento mal por
ellos", apunta Lesley.
Keith Browning, 67, Valencia
Keith
se mudó a España antes de lo planeado, en febrero de 2018, por el
Brexit. "Hace casi dos años, entré en pánico por el Brexit. Quería
mudarme a la UE y sentí que tenía que darme prisa", sostiene.
"Trabajé
durante 40 años en la industria farmacéutica y estoy acostumbrado a
planificar las cosas con un año y medio o dos de anticipación. Pensé: si
no nos mudamos en menos de seis meses, nos cerrarán la puerta",
recuerda.
A su edad y tras un divorcio, para Keith era
difícil comprar una propiedad en Londres, donde vive su hija, pero en
España, donde alquila un piso por 600 euros, tiene más posibilidades.
"No solo puedo pagar el alquiler, sino que tengo la posibilidad de
comprar".
Peter Waugh, 67, Norwich
Peter fue
teniente coronel del Ejército en Estados Unidos, Canadá, Sudán y
Turquía. Viaja a Cartagena dos o tres veces al año y a España desde los
21 años.
Hacía tiempo que Peter pensaba en mudarse a
España, pero lo posponía porque a su hija no le convencía la idea.
"Entonces vino el referéndum", relata. Peter puso su casa en venta y
piensa mudarse antes de que termine el período de transición.
"Me
partirá el corazón dejar Reino Unido. A menudo me pongo a pensar por
qué me afecta tanto marcharme de mi país. Esto lo dice todo, porque no
he dicho 'por qué me afecta tanto mudarme a España'.
La realidad es que
quiero marcharme de Reino Unido porque siento que ya no pertenezco a
aquí, por cómo han debilitado la democracia. Y desde que Boris Johnson
es primer ministro, mis temores han aumentado", explica.
"Suelo
preguntarme si no será que me he puesto demasiado sensible porque me
estaban quitando algo que yo quería. Pero no es así. Estoy enfadado
desde el 24 de junio de 2016 y no ha pasado nada que me haya hecho
sentir mejor", agrega.
"Los votantes a favor del Brexit pedían el 100% y
parece que cumplirán sus deseos con una ruptura total con la Unión
Europea. ¿Qué nos han ofrecido a cambio a los que votamos a favor de
quedarnos en la UE? Nada".
"Cuando miro el caos que se
ha montado por el Brexit, pienso en que lo dejaría absolutamente todo
y trasladaría mi pensión a Europa", señala.
"Desde 2016 me he convertido en activista. Me uní a los Liberal Demócratas y ahora leo The Guardian.
Antes leía el Daily Telegraph
y voté a los conservadores durante 40 años.
Me considero de
centroderecha, pero cuando lo analizo a fondo, soy un socialdemócrata.
Ellos se han movido hacia la derecha, convirtiéndome a mí en
centroizquierda", indica.
"Este no es el mismo país
que el que era cuando yo nací.
Sé que sueno exagerado, pero ya no me
siento cómodo de ninguna forma aquí".
Apartir del 1 de febrero, el día posterior al brexit, ya no
habrá más eurodiputados ni altos cargos británicos en las instituciones
europeas. Sin embargo, en Estrasburgo y Bruselas, frente a las máquinas
expendedoras de café y las salas de reuniones, cualquier persona ajena
continuará teniendo la sensación de que se encuentra en una organización
internacional donde la lengua que habla casi todo el mundo –quizás
exagerando un poco– es el inglés.
Tras la salida del Reino Unido de la
Unión Europea (UE), la situación será tal que así: los británicos harán
las maletas, pero se dejarán una por el camino, el inglés. Los otros 27
Estados miembro de la UE tendrán que posicionarse respecto al estatus
que tendrá esta lengua después del brexit. Se trata de una
cuestión especialmente delicada, ya que alude implícitamente al respeto
(o a la falta de respeto) por la propia naturaleza de la UE, tal como
pone de manifiesto su lema: “Unida en la diversidad”.
El régimen lingüístico de las instituciones europeas fue
grabado en piedra cuando se firmó el Tratado de Roma en 1957, por el
cual se constituyó la Comunidad Económica Europea (CEE), que pasó a
llamarse Unión Europea (UE) en 1993. El Reglamento nº 1, del 15 de abril
de 1958, introdujo la regla de la unanimidad del Consejo para la toma
de decisiones, la cual otorga el derecho de veto tanto a los Estados
miembro más representativos como a los menos influyentes.
Por aquel
entonces, la CEE estaba integrada por sus seis miembros fundadores
(Alemania, Francia, Italia y los tres países del Benelux), en los cuales
se habla una o varias de las cuatro lenguas siguientes: el alemán, el
francés, el italiano y el neerlandés. Todas ellas, en estricta condición
de igualdad, poseían el estatus de lengua oficial y lengua de trabajo.
Sin embargo, el Reino Unido tuvo que esperar a ingresar en la CEE, en
1973, para que el inglés pudiera gozar de esta categoría. Con el tiempo,
la UE fue ampliando su cartera de miembros, pero con la salida del
Reino Unido, en la comunidad habrá 27 Estados miembro y se hablarán 23
lenguas oficiales.
La diferencia entre el número de miembros y la
cantidad de idiomas se debe a que varios Estados comparten la misma
lengua.
Por ejemplo, el alemán es la lengua común de Alemania y de
Austria.
Para poder entender la situación actual, hay que recordar que cada
Estado posee la soberanía para determinar cuál es su lengua oficial
dentro de la UE, aunque no sea necesariamente la lengua más hablada
entre los ciudadanos comunitarios. Después del brexit, el Reino
Unido matará dos pájaros de un tiro, pues también borrará el inglés del
catálogo de lenguas de la UE.
Por el contrario, poco les faltó a otros
Estados –la República de Irlanda y Malta– para que aseguraran la
preservación del estatus de sus lenguas. En 2005, el Gobierno irlandés
decidió –por motivos relativos a su política interna– que su lengua
oficial en la UE dejaría de ser el inglés y pasaría a ser el gaélico
irlandés.
Lo mismo hizo Malta con el maltés. A partir del brexit,
el inglés, debido a la falta de presencia territorial, será –en
términos jurídicos– una lengua tan “exótica” dentro de la UE como lo son
el chino o el árabe.
El derecho es una cosa, pero la realidad es otra muy distinta, dado que el inglés ocupa, de facto,
una posición dominante en casi todos los órganos de la UE, lo cual
concede al Reino Unido una ventaja considerable en comparación con otros
miembros. Cuesta imaginar que Boris Johnson renuncie a semejante
privilegio.
Es más, el primer ministro tratará sin duda de sacar a
colación este tema en las futuras negociaciones sobre las relaciones
entre el Gobierno de Londres y la UE. El inglés dejará de ser una de las
lenguas oficiales en las instituciones comunitarias.
Por lo tanto, una
de las soluciones que han propuesto algunos observadores es que el Reino
Unido, que pasará a ser un país extracomunitario, corra completamente
con todos los gastos de la traducción e interpretación de textos,
reuniones y conferencias de la UE cuyo contenido considere necesario que
se conozca en inglés.
Se estima que el coste de esta contribución
voluntaria encaminada a promover el multilingüismo en Europa ascendería a
cientos de millones de euros…
Bernard Cassen. Fundador de ATTAC y director general de 'Le Monde diplomatique'.
Mantendrá las tarifas y los
puestos de trabajo. Justificaron la medida aduciendo que la empresa "no
logró brindar el servicio que los pasajeros necesitan"
El Reino Unido anunció el miércoles su decisión de estatizar la empresa que opera la red ferroviaria que
conecta las ciudades del norte de Inglaterra por entender que la
concesionaria no brinda el servicio que los pasajeros "necesitan y
merecen".
La compañía Northern Rail, filial de la alemana
Deutsche Bahn, pasará a manos del Estado británico el 1 de marzo
próximo, informó el secretario de Transporte, Grant Shapps, en un comunicado.
El funcionario justificó la medida en que la firma "no logró brindar el servicio que los pasajeros necesitan y merecen", según la agencia de noticias Europa Press.
"La red de Northern es enorme y compleja, y algunas de las cosas que
están mal no se van a arreglar de forma fácil ni rápida, pero estoy
decidido a que los pasajeros vean mejoras reales y tangibles en toda la
red lo antes posible", explicó Shapps.
El secretario prometió ampliar la cantidad de trenes en servicio,
alargar andenes para permitir formaciones de más coches y mejorar la
limpieza de las unidades y la "fiabilidad" del servicio los días
domingo.
Asimismo, subrayó que tras la estatización se mantendrán los puestos de trabajo y las tarifas, reportó la agencia de noticias Telam.
"Entendemos la decisión del gobierno", dijo Northern Rail en un
comunicado en el que admitió deficiencias en el servicio, las atribuyó a
"factores externos sin precedentes" y pidió disculpas "de corazón" a
los usuarios.
Las rupturas siempre son difíciles. Nunca es buen momento para poner fin a una relación.
Pero todo se hace más doloroso si la decisión es unilateral, si las partes no llegan a un consenso, si el divorcio llega después de 45 años de unión, si tarda tres años en consumarse y, además, tiene consecuencias a nivel mundial.
EH Bildu seguirá trabajando para que los acuerdos bilaterales que se firmen a partir del #Brexit susciten el menor daño posible a la ciudadanía y agentes vascos.
Trabajaremos en defensa de las naciones que abandonarán la UE en contra de su voluntad
El Reino Unido abandona la UE después de 47 años en el club comunitario
Este 31 de enero es el último día del Reino Unido en la Unión Europea (UE).
Tras 47 años de encuentros y desencuentros, los británicos rompen con
el club comunitario después de unas elecciones en las que Boris Johnson arrasó y tres años y medio de duras negociaciones con el Ejecutivo comunitario que finalizaron con un acuerdo aprobado sin gran entusiasmo por la cámara de los comunes.
Ahora
se abre un periodo de transición que culminará presumiblemente el
próximo mes de diciembre. Durante este periodo Reino Unido y Unión
Europea deberán negociar temas como las relaciones comerciales, justicia, política exterior o seguridad.
Ahora
surgen dudas entre muchos ciudadanos que residen en el Reino Unido.
¿Seguiré teniendo derecho a la sanidad después del 'Brexit'?¿Necesitaré
el pasaporte para viajar al Reino Unido? ¿Qué ocurre con mi titulación
profesional?...
Son algunas cuestiones que resolveremos a continuación.
Aquellos
ciudadanos de la UE que deseen seguir residiendo en el Reino Unido tras
el 'Brexit', deberán solicitar un permiso denominado 'EU Settlement Scheme' que otorga dos estatus: el 'settled status'
o permiso de residencia indefinido, para aquellos ciudadanos de la UE y
sus familiares que lleven residiendo más de 5 años en el Reino Unido, y
el 'pre-settled status' o permiso de residencia temporal, para los que lleven menos de 5 años de residencia.
Para solicitar estos permisos hay de plazo hasta el 30 de junio de 2021. Para ello, es necesario haber residido en el Reino Unido antes del 31 de diciembre de 2020.
2- Quiero empezar a residir en el Reino Unido. ¿Qué hago?
Todos
los ciudadanos de la UE que deseen entrar en el Reino Unido para
trabajar y residir después del 'Brexit' podrán hacerlo libremente hasta
el 31 de diciembre de 2020, y deberán solicitar el 'pre-settled status' conforme al 'EU Settlement Scheme' antes del 30 de junio de 2021.
Quienes deseen entrar en el Reino Unido a partir del 1 de enero de 2021 tendrán que adaptarse al futuro sistema migratorio británico, que está por definir.
3-
Vivo en el Reino Unido, quiero viajar a España y no volveré hasta
después del 'Brexit'. ¿Pueden denegarme la entrada si aún no he obtenido
el permiso correspondiente?
Hasta el 31 de diciembre de 2020 se podrá seguir entrando en el Reino Unido con el DNI o el pasaporte,
ya sean residentes o turistas. No será necesario haber solicitado el
permiso 'EU Settlement Scheme', en el caso de los residentes.
Los que
cuenten con 'pre-settled status' o 'settled status' podrán seguir usando su DNI para viajar hasta al menos el 31 de diciembre de 2025. Para los turistas, el DNI dejará de ser válido como documento de viaje a lo largo de 2021.
4- ¿Seguiré pudiendo ejercer mi profesión en el Reino Unido?¿Qué ocurre con mi titulación profesional?
Tanto
a los residentes como a los trabajadores transfronterizos, se les
seguirán aplicando el régimen derivado del Derecho de la Unión Europea
hasta el 31 de diciembre de 2020. Para que su titulación profesional sea
reconocida después del período transitorio, deberán solicitar su reconocimiento antes del 31 de diciembre de 2020.
5- ¿Seguiré teniendo derecho a la sanidad?
Sí. Se mantiene el derecho de los ciudadanos de la UE a continuar recibiendo asistencia sanitaria en el Reino Unido en las mismas condiciones que las actuales hasta el 31 de diciembre de 2020. Los residentes deben darse de alta en el NHS (sistema de salud británico).
En el caso de los turistas, podrán seguir utilizando su tarjeta sanitaria europea hasta el 31 de diciembre de 2020. A partir de esta fecha deberán abonar los gastos sanitarios a menos que se alcance algún acuerdo sobre sanidad entre el Reino Unido y el país de procedencia.
6- ¿Cuánto tiempo me puedo ausentar del Reino Unido sin perder el 'settled status'?
Un máximo de 5 años continuos.
En el caso del 'pre-settled status', que tiene una validez de 5 años,
se pierde si el ciudadano de la UE se ausenta del Reino Unido más de 2
años.
7- Un ciudadano español que tenga el settled o pre-settled status, ¿puede reagrupar a sus familiares después del 'Brexit'?
Por
otro lado, cónyuges, parejas de hecho, hijos o nietos (menores de 21, o
mayores de 21 años pero dependientes), y padres o abuelos dependientes
del ciudadano de la UE (sea cual sea su nacionalidad) podrán entrar y
residir en el Reino Unido en cualquier momento después del 'Brexit'.
Para ello, la relación debe existir antes del 31 de diciembre de 2020 y
en el momento de la entrada en el Reino Unido (excepto hijos futuros
que podrán entrar en el Reino Unido en cualquier momento). El resto de
familiares solo podrán solicitar el 'pre-settled status' si residen en el Reino Unido antes del 31 de diciembre de 2020.
8- Soy estudiante en el Reino Unido o tengo intención de ir a estudiar allí. ¿Cómo me afecta el 'Brexit'?
No
necesitan solicitar ningún permiso siempre que acaben sus estudios y
tengan intención de volver a su país de origen o residencia habitual
antes del 31 de diciembre de 2020. El pasaporte o DNI es suficiente para estudiar y seguir haciéndolo en
el Reino Unido hasta el 31 de diciembre de 2020.
Si tienen intención de
seguir estudiando en el Reino Unido o empezar a trabajar una vez
acabados sus estudios después del 1 de enero de 2021 deberán realizar la
correspondiente solicitud en base al 'EU Settlement Scheme' antes del 31 de diciembre de 2020.
9- Tengo un carnet de conducir español. ¿Voy a poder seguir conduciendo sin problemas?
Los residentes en el Reino Unido que empezaron su estancia siendo menores de 67 años podrán seguir conduciendo en el Reino Unido con un carnet de conducir emitido por un Estado miembro sin cambios hasta los 70 años.
Si se trasladó al Reino Unido siendo mayor de 67 años, podrá seguir usando su carnet de conducir europeo hasta un máximo de 3 años. Posteriormente, deberá intercambiar su carnet de conducir español por uno británico.
Los turistas podrán seguir usando su carnet de conducir europeo sin cambios.
Muchos países celebran de forma
apasionada sus grandes gestas nacionales. Algunos, los menos, prefieren
elegir derrotas catastróficas que se convirtieron en un elemento clave
para forjar su identidad nacional. Los británicos están en una categoría
especial.
Reservan una atención singular a desastres y tragedias, pero
porque ayudan a reforzar sus victorias y, en definitiva, la idea de que
son un pueblo elegido para dominar el mundo."Rule, Britannia! Britannia, rule the waves! Britons never, never, never shall be slaves".
Un
capítulo especialmente conocido de ese despliegue patriótico de fiascos
es la Carga de la Brigada Ligera en la guerra de Crimea. En octubre de
1854, la caballería británica se lanzó al galope, con sables en la mano y
sus estandartes ondeando al viento, sobre una posición rusa protegida
por artillería.
Un espectacular ejemplo de incompetencia militar que
inevitablemente acabó en una masacre producida en sólo veinte minutos.
"De los 700 hombres que entraron en acción, sólo 190 pudieron salir de
allí y todo eso para nada", escribió el teniente Fiennes Wykeham Martin
en una carta a su hermano (las cifras reales de bajas fueron 110 muertos y 130 heridos, así como 375 caballos muertos o sacrificados).
El primer ministro, Lord Palmerston, definió la batalla como "gloriosa". El poema de Tennyson sobre
esa batalla publicado muy poco después de los hechos se convirtió en
lectura obligada para los escolares durante más de un siglo. ¿Qué mejor
forma de fomentar el patriotismo que venerar una muerte inútil al
servicio de la patria?
El fracaso como arsenal del
carácter nacional, por más que sólo pueda explicarse por el infortunio o
la estupidez, es el escenario al que nos traslada Fintan O'Toole para
explicarnos el Brexit, no como una aberración o hecho singular que
ocurrió de forma inesperada en 2016, sino como la culminación de una
historia que es tan vieja como el propio país.
En su libro 'Un fracaso heroico. El Brexit y la política del dolor',
que acaba de publicar Capitán Swing en España, O'Toole llega al extremo
de encontrar puntos en común con la trama del libro y película
'Cincuenta sombras de Grey'.
Es una forma provocadora de contar que el
sadomasoquismo ayuda a entender ciertos aspectos de la historia
británica cuando el sufrimiento es un factor esencial para alcanzar la
gloria o un precio muy alto que estás dispuesto a pagar.
Esto último es
el espíritu que anima a los 'Brexiters'.
El lector
habrá encontrado en los medios de comunicación innumerables
explicaciones del Brexit que lo ciñen todo a la relación convulsa de los
tories con Europa desde finales de los 80, el error dramático de David
Cameron al convocar el referéndum o la defensa escuálida de la UE hecha
por la dirección del Partido Laborista.
Todo eso tiene su parte de
verdad, en especial el primer factor.
Pero no se puede
entender el Brexit sin saber cómo entró el Reino Unido en la UE y cuál
fue su relación con Bruselas mucho antes de que el espíritu
euroescéptico se extendiera por el país.
En última instancia, hay que
arriesgarse a examinar el carácter nacional inglés –no el británico– y
el peso de la historia, sobre todo la reciente en el siglo XX: cómo Gran
Bretaña salió de la Segunda Guerra Mundial y cómo influyó esa guerra en
el imaginario colectivo.
Y por último, cómo el nacionalismo inglés, un
fenómeno camuflado bajo capas formadas por otros ideales, ha resurgido
en los últimos veinte años.
O'Toole es un periodista
irlandés que ha escrito en tono crítico en varias ocasiones sobre el
Brexit (también sobre lo que funciona mal en una sociedad complaciente y
derrotista como la de su país).
Como periodista, al introducirse en
cuestiones históricas y antropológicas corre el riesgo de ir demasiado
lejos. La ocasión lo merece con el fin de alejarse de prioridades
periodísticas ya muy gastadas.
"Let's take
back control" (recuperemos el control) fue el eslogan que de forma
brillante y muy efectiva resumió el sentir de los ciudadanos partidarios
de la salida de la UE y marcó el camino para los indecisos en la
campaña del referéndum. Permitía obviar el mensaje xenófobo y contra la
inmigración que animaba a muchos de ellos, en especial a los movilizados
por Nigel Farage y el UKIP, y establecer un espíritu más positivo en
favor del sí. Arraigó porque la cuestión iba más allá del debate a
cuenta de las competencias en manos de Bruselas.
Todo tenía que ver con el inexorable descenso del país
hacia una posición marginal en la historia desde la Segunda Guerra
Mundial. La pérdida del imperio se plasmó en la independencia de India
en 1947, pero tuvo otras citas más dolorosas.
Sobre ellas destaca el
desastre de Suez en 1956, donde británicos y franceses, ayudados por
israelíes, efectuaron el último intento de imponer sus designios
imperiales sobre el Egipto de Nasser y se vieron frenados y
ridiculizados por la tenaza formada por EEUU y la URSS.
En el ciudadano medio, fue calando una idea insoportable. Los británicos habían ganado la guerra –además, pensaban que eran ellos quienes habían derrotado a Hitler con una pequeña
aportación de norteamericanos y rusos– y su país vivió años muy duros
después de 1945 y posteriormente nunca llegó a despegar de verdad.
"No
es en absoluto ridículo pensar que Gran Bretaña, en las palabras de
Spencer, había merecido mucho y recibido poco", escribe O'Toole. "Había
perdido su imperio, caído prácticamente en la bancarrota, sufrido el
estancamiento económico y en la crisis de Suez de 1956 (sólo una década
después del gran triunfo), visto brutalmente anuladas sus pretensiones
de gran potencia".
Mientras tanto, los alemanes
derrotados y los franceses, con un país mucho más destruido que Gran
Bretaña, encararon con decisión la reconstrucción e impulsaron su
economía. En la segunda mitad de los años setenta, los peores presagios
se cumplieron y el país acabó convertido en el enfermo de Europa occidental.
Un sentimiento arraigado
No es posible subestimar esta idea de fracaso o consignarla sólo a la política. "Este sentimiento de pérdida
–del imperio, de las zonas industriales, de los lazos comunes– alcanza a
la cultura inglesa de postguerra: desde el punk hasta el romanticismo
de cantantes como Morrissey y la nostalgia por una edad de oro anterior
que está presente en los titulares de los diarios sensacionalistas y en
la izquierda y derecha radicales de la política inglesa de hoy",
escribía hace poco Jeremy Cliffe en el New Statesman.
En los tabloides
de tiradas millonarias, aparece esa idea de forma reiterada: ¿cómo hemos
podido caer tan bajo? Y especialmente, ¿quién es el culpable? La UE
acabó siendo el perfecto chivo expiatorio.
Por parte
de las élites y los intelectuales, la entrada en la UE en 1973 se vio
como un accidente o un paso obligado por inercia, quizá para borrar la
humillación del veto anterior de De Gaulle.
La campaña oficial sí
ofreció uno de los grandes eslóganes de todos los tiempos que en Francia
y Alemania hubieran entendido muy bien: "Cuarenta millones de personas
murieron este siglo en dos guerras europeas. Es mejor perder algo de
soberanía que perder a un hijo o una hija".
Lo que sí
hubo fue un verdadero interés popular por saber en qué consistía. El
'Libro blanco' publicado por el Gobierno con el objetivo de explicar la
entrada vendió más un millón de copias, un auténtico 'best seller' de la
literatura gubernamental.
Con el tiempo, se
estableció una dicotomía que llega hasta nuestros días y que sirvió de
combustible para el Brexit. "Si Inglaterra no era una potencia imperial,
entonces debía ser otra cosa, una colonia", dice O'Toole. Un vasallo de
Bruselas.
Que esa idea chocara con la realidad de un mundo globalizado
donde la soberanía no es lo que era ni debería serlo, es algo
secundario, siempre que el número necesario de personas, entre las
élites y el pueblo, se convenzan de ello.
Y si es imprescindible apelar a
la brocha gorda, nunca faltará un personaje como Boris Johnson.
"Napoleón, Hitler y otras personas intentaron eso
(unificar Europa) y acabaron de forma trágica. La UE es un intento de
hacerlo con métodos diferentes", dijo el actual primer ministro un mes
antes del referéndum. Hitler y la UE en el mismo plano, al menos en
cuanto al objetivo general. Todo ello en un país que no ha sido invadido
desde su formación moderna como Estado en 1707 con la unión de
Inglaterra y Escocia. El mapa de la batalla final ya estaba trazado.
El fracaso no es tan 'sexy' cuando pierdes el control
Ese
"fracaso heroico" asfaltó muchas opiniones favorables al Brexit y
animó a los que dudaban. El futuro fuera de la UE era incierto, pero
merecía la pena. Abandonar la Unión es un salto a lo desconocido. Es
poner en riesgo la prosperidad actual. Una completa locura.
No importa y
no porque exista un temperamento suicida. Los británicos del pasado
celebraban fracasos gloriosos como el de la Carga de la Brigada Ligera,
el naufragio de los barcos HMS Terror y HMS Erebus en el Paso del Noroeste en 1845 o la huida sangrienta de Kabul en la primera guerra afgana en 1842, porque sabían que al final la victoria sería suya.
Eso volvería a ocurrir en el siglo XXI sólo con desearlo.
Esos
fracasos hacían aun más notable el sacrificio, algo asumible cuando tu
posición dominante no está en peligro. El colonizador llegaba a
expropiar el dolor del colonizado, explica O'Toole, para reforzar el
heroísmo propio. Ahora esa tendencia cobra un cariz más negativo, ya que
es un victimismo general que no puede consolarse con la existencia del
poder imperial.
Sometidos al diktat de Bruselas.
Obligados a entregar la soberanía de sus aguas a pescadores extranjeros.
Intimidados por el lenguaje "políticamente correcto" que hace que los
hombres blancos sean las auténticas víctimas en un mundo que prima a
mujeres, homosexuales y minorías étnicas.
Ese tipo de cosas de las que
no te atrevías a hablar con tus amigos para que no te tildaran de
fanático y que ahora cobraban sentido con el Brexit. El menú diario de
los lectores del Daily Mail, el periódico más influyente de Gran Bretaña
desde hace muchos años.
Todos ellos son rasgos que
identifican a muchos votantes del Brexit, que se consideran únicamente
ingleses, no británicos. Con el referéndum, Cameron ofreció una
plataforma excelente al nacionalismo inglés, un fenómeno relativamente
reciente que sólo empezó a plasmarse en encuestas cuando se aprobó la
devolución de poderes a Escocia.
Y aquellos que se identifican sólo como
ingleses fueron los que se mostraron más hostiles a la inmigración y a
la UE.
Se dice que los mandos militares rusos que
contemplaron perplejos la carga suicida de Balaclava en la guerra de
Crimea pensaban que los soldados británicos estaban borrachos. Ante tal
desperdicio de vidas humanas, un militar francés dijo: "Es una locura".
Son
reacciones similares a las de muchos ciudadanos europeos al presenciar
lo ocurrido en Gran Bretaña desde 2016. Mientras tanto, los ingleses, o
al menos la mayoría de ellos, entonan patrióticos uno de sus grandes
himnos: "Britons never, never, never shall be slaves" (los británicos
nunca, nunca, nunca serán esclavos).
La libra ha perdido
en torno a un 15% de su valor frente al euro desde el referéndum. Si se
acentúa esa tendencia, los británicos serán esclavos de otras cosas al
descubrir que comprar alimentos y bienes esenciales y viajar al
extranjero será mucho más caro. Pero ya será demasiado tarde.
Una cosa
es segura. Habrá tiempo de buscar otros responsables. La historia da
pocas segundas oportunidades, aunque siempre te permite sostener que los
culpables de tu fracaso son los otros.