Trump y su
gobierno, con Netanyahu y el suyo, han demostrado lo que son. Genocidas que continúan
la acción de los presidentes precedentes de sus dos gobiernos, con el fin de
hacer desaparecer Palestina y exterminar a los palestinos en su tierra.
El caso de
Trump es patológico, al igual de los que le votaron, puesto que los
estadounidenses que le llevaron a la presidencia sabían cómo era y lo que había
anunciado que iba a hacer. No ha engañado a nadie, por desgracia.
Todas las
medidas que Trump está llevando a cabo –recordemos que sólo lleva 16 meses en
el cargo--, son parte de su programa electoral. ¡Que no se lleven ahora a
engaño! Está cumpliendo con sus promesas, aunque éstas sean acciones criminales
que ponen en peligro la débil estabilidad mundial.
No sería
justo decir que Medio Oriente antes de estos dos presidentes era una balsa de
aceite. Desde 1947, los palestinos han venido siendo expulsados, cuando no
exterminados de su territorio, sin que esta expansión sionista haya acabado
hoy.
Desgraciadamente,
la influencia judía –influencia económica— en Estados Unidos es mayúscula, su
poder hace que ningún presidente en los últimos setenta años haya escatimado
esfuerzos en ayudar a su aliado israelí en su afán expansivo.
Son ya 87 las
resoluciones de la ONU incumplidas por Israel, a favor de Palestina, con la
ayuda de USA, lo que dice mucho de la inoperancia de la ONU y del poder israelí.
Lo que
ahora ocurre es que con Trump, un psicótico irremediable, la cuestión se está
convirtiendo en algo todavía más grave. De momento, siguiendo el camino que le
ha encomendado su amigo Netanyahu ha decidido romper el pacto nuclear con Irán,
cuando no existe ninguna prueba de que el régimen iraní estuviera incumpliendo
el acuerdo. Lo que ha añadido más inestabilidad a la zona, ya de por sí en
situación muy crítica.
Pero no se
ha conformado con eso. Para calentar más los ánimos, para jugar –éste sería el
verbo que deberíamos utilizar por su infantilismo criminal— a demostrar su
poder, como rey del mambo, ha decidido cambiar la embajada estadounidense de
Tel-Aviv a Jerusalén, lo que ha roto, unilateralmente, el acuerdo con los
palestinos y ha provocado graves manifestaciones contra este cambio.
Unas
manifestaciones que han demostrado una vez más, la brutalidad de los policías y
soldados israelíes, que sin haber sufrido ni una baja, han saldado la operación
contra los manifestantes con sesenta muertos y dos mil setecientos heridos
palestinos.
Y no hay
ninguna crítica ni arrepentimiento por parte de Israel, al revés, el genocida
Netanyahu ha declarado que las únicas acciones válidas en la zona son las
letales. Eso sí sólo en una dirección.
Y es que no
cabe duda, Israel, con la ayuda de Estados Unidos y la pasividad de la mayoría
de los países –el único que ha criticado severamente este asesinato colectivo
ha sido Macron—, está consiguiendo sus objetivos. Mantener a Estados Unidos en
el cetro mundial y conseguir ser los virreyes de Oriente Medio, donde son los
únicos que cuentan con la bomba atómica y el apoyo inestimable del país militar
más poderoso del mundo.
Mientras
tanto, hombres, mujeres y niños palestinos siguen siendo asesinados por
intentar vivir en un pedazo de tierra cada vez más pequeño, más aislado, más
vigilado y sin futuro. Eso sí, se comenta como algo posible otorgar el premio Nóbel
de la Paz a Trump.
No me extrañaría nada. Y es que, por desgracia, este es el
mundo en que vivimos. Un mundo donde mandan el dinero y el poder militar. ¡Vaya
mierda!
Salud y República
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