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Escribía Manuel Vicent en El País recientemente y reflexionaba sobre la equidistancia y la vida cotidiana.
Tenía razón, uno no sabe si su panadero es de extrema derecha, si el fontanero es rojo, si el cura es del PP, si el camarero que nos sirve la caña o la cena es de extrema izquierda o un nazi, unos son creyentes, otros ateos o lo que sea. Y así convivimos, sin preguntarnos lo que somos.
Esto viene de antiguo. En la Sevilla del siglo XII, algo así como un juez, en todo caso, una alta autoridad de los tiempos de gobierno musulmán, publicaba el Tratado de Ibn Abdun, que así lo conocemos hoy.
En aquel Tratado, una especie de ordenanza o regla de comportamiento ciudadano, se prohibía a los musulmanes dar masajes a cristianos y judíos, atender sus caballerías, se prohibía a los barqueros transportar a los menos creyentes a Triana a beber vino o a traer vino de Triana.
También, entre otras cosas, se prohibía tañer las campanas de las iglesias y a las mujeres musulmanas se les impedía acudir a las iglesias solas, por el temor a los curas que se suponían célibes pero sin perder la afición. A estos se les pedía que se casaran.
Por supuesto que ni los barqueros, ni los taberneros trianeros, las mujeres, los curas, los masajistas se preguntaban quiénes eran los otros o se hacían los locos. Vendían y bebían vino, daban masajes y los recibían, los barqueros hacían su agosto sin meterse en líos, los curas hacían lo que podían y así se pasaba la vida.
Se convivía. Luego llegaron los cristianos. Aun así, los reyes cristianos tenían a cargo de su tesoro a almorajifes judíos; con ellos, los mejores, se hacían ricos y los almojarifes, de camino, también. A veces les costaba el pescuezo.
También tenían a su servicio a los mejores alarifes mudéjares para construir sus palacios y los de los cristianos ricos e iglesias para los curas. Para nada valía la condición de judío o musulmán.
Ya nadie conocía a nadie, ni a su panadero ni a su tabernero, ni al médico, ni al masajista, la convivencia que traía equivalencia se transformó en equidistancia. Las víctimas se quedaron solas
Hasta que un día todo se truncó. El Arcediano de Écija comenzó el Progromo de Sevilla de 1391 –se extendió–, que costó la vida a miles de sevillanos judíos con la complicidad o, al menos, inacción del resto de la población. Luego vinieron las expulsiones: primero de judíos, luego de moriscos y la temida Inquisición.
Y ya nadie conocía a nadie, ni a su panadero ni a su tabernero, ni al médico, ni al masajista, la convivencia que traía equivalencia se transformó en equidistancia. Las víctimas se quedaron solas.
En la noche de los Cristales Rotos, los alemanes tampoco apenas notaron nada. Era pronto, decían luego. Los judíos que durante siglos habían pasado inadvertidos por su integración pasaron a ser muy visibles, la equidistancia también y la convivencia se transformó en odio.
De los Cristales Rotos, las tiendas, negocios y librerías asaltadas y las dignidades rotas, con convivientes equidistantes, se pasó a los campos de exterminio. Aquellos vecinos, panaderos, fontaneros, médicos, cirujanos, libreros, barqueros, masajistas, curas o rabinos pasaron de no ser conocidos ni notados a visualizarse, señalados, estigmatizados, exterminados.
Cuando empezó la reconstrucción alemana y muchos de los acomodados del régimen nazi ya habían huido o se habían disfrazado de equivalentes, los alemanes que se quedaron perdieron la memoria
Cuando terminó la II Guerra Mundial y los aliados llegaron al primer campo de exterminio, las autoridades militares aliadas se empeñaron en que aquel horror fuera fotografiado, grabado. Sabían, como ocurrió, que después de la equidistancia venía el negacionismo. Gracias a ello, hoy conocemos la maldad nazi.
Además de las fotos y películas, los americanos hicieron desfilar a los vecinos alemanes de los pueblos cercanos ante los montones de cadáveres y los pocos que quedaron vivos, respirando aún el fétido olor de la muerte chamuscada o gaseada.
Cuando empezó la reconstrucción alemana y muchos de los acomodados del régimen nazi ya habían huido o se habían disfrazado de equivalentes, los alemanes que se quedaron perdieron la memoria. Nadie recordaba haber votado a Adolf Hitler en aquellas elecciones que ganó en 1933 ni de haberlo aplaudido en sus desfiles y mítines patrióticos.
Nadie recordaba haber tenido un vecino judío, gitano, homosexual, tullido o combatiente demócrata exterminado. En aquellos tiempos, la equidistancia y equivalencia se pudo visualizar como lo que fue, una auténtica cobardía.
El edadismo o discriminación por razón de edad se ha convertido en una de las tres grandes formas de discriminación de nuestra sociedad, por detrás del racismo y el sexismo. Hay muchos mitos sobre las personas mayores profundamente enraizados en la sociedad que no se corresponden con la realidad, pero que encuentran difusión en los medios de comunicación, donde, en muchas ocasiones, están infrarrepresentados, mal presentados o estereotipados.
"Apelativos tales como viejos, ancianos, dependientes o pasivos trasladan estereotipos que se traducen en comportamientos discriminatorios que vulneran los derechos de las personas mayores.
Este es un círculo vicioso que aumenta el riesgo de exclusión social ", explican desde la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados de España (UDP) en el informe Mayores y medios de comunicación, donde dejan claro que para comunicar adecuadamente la situación de los mayores habría que mostrar "las diferentes circunstancias a las que se enfrentan, vinculadas a aspectos económicos, sociales y culturales".
El 91% de los periodistas considera que los mayores no están suficientemente presentes en los medios en relación con su creciente posición económica y peso demográfico. Además, para el 85%, su imagen mediática no es ajustada a su realidad, y el 82% la ve peyorativa, paternalista o sensacionalista, según un estudio realizado entre periodistas españoles especializados, publicado la revista científica internacional El Profesional de la Información.
UDP analiza cuándo son noticia las personas mayores y concluye que esto ocurre "cuando son víctimas de algún suceso, cuando se habla de soledad, de pensiones o sobre los avances en alguna enfermedad". "Lo hacen a través de imágenes y denominaciones estereotipadas y con una connotación negativa, que no refleja la enorme diversidad de las situaciones vitales que experimentan.
Igualmente, no se pone en valor el aporte que los mayores realizan en sus entornos, y en la ayuda que prestan a las familias, fundamentalmente en el cuidado de nietos y nietas y en el apoyo económico que dan en tiempo de dificultad", consideran.
"El incremento de personas longevas se presenta, cada vez más, como un problema, como una carga para la sociedad a pesar de que las organizaciones y movimientos de mayores y diversos organismos internacionales insisten en señalar que las personas mayores no son el problema, sino parte de la solución. Que en lugar de ser una carga pueden ser un recurso", añaden.
Elegir fotografías para ilustrar noticias de mayores en las que aparecen tristes o sentados en bancos o incurrir en generalizaciones como llamar abuelos a todos los mayores, tengan o no esa relación de parentesco con alguien, son algunos ejemplos de ese edadismo inconsciente que en ocasiones encontramos en los medios de comunicación y que puede apreciarse en titulares como estos:
Precisamente hace unas semanas Antena 3 Noticias fue muy criticado en las redes sociales por este asunto. Matías Prats tuvo que pedir disculpas después de que al hablar sobre las vacunas contra el coronavirus, para representar a los mayores de 55 años, se utilizara el icono de una persona con un bastón.
UDP dispone, en este sentido, de una guía sobre el uso del lenguaje frente al edadismo y los estereotipos. En ella se dan una serie de recomendaciones a la hora de comunicar y de hablar de los mayores:
- Términos correctos: Mayores, personas mayores y personas de edad avanzada. Son términos objetivos, en los que no hay carga ni valoraciones de ningún tipo.
- No se debe usar: Viejos, ancianos, pasivos, cargas... Son términos peyorativos y cargados de prejuicios, que no responden a la realidad de la mayoría de las personas mayores. Tampoco términos obsoletos como asilos. El término correcto es residencias o centros residenciales para personas mayores.
- Términos adecuados…pero insuficientes: Jubilados/as es un término adecuado pero insuficiente, puesto que abarca sólo a quienes han alcanzado la edad legal para dejar de trabajar, que no son necesariamente personas mayores.
Igualmente, abuelos/as no representa a todas las personas mayores, sino sólo a una relación de parentesco. Puede tener además connotaciones paternalistas.
- No emplear términos de propiedad: No digamos “nuestros mayores”.
- Evitar errores en el lenguaje de género. Es muy habitual que se utilice el plural masculino para referirse a un colectivo o grupo de personas.
- No generalizar: Es mejor decir “Una parte de las personas mayores". Algunas, parte del colectivo, un porcentaje…
- Resaltar los aspectos positivos, una vida llena de experiencia y no centrarse en detalles e imágenes estereotipadas.
- Son fuente de información a consultar: Es importante darles visibilidad y que sean fuente directa de información y de opinión. Al informar de temas de salud, cuidados o dependencia, tomarles como referencia informativa y no sólo a sus cuidadores o familiares. Informar sobre ellos, con ellos.
Macron, Putin y Merkel en una fotografía de 2017.
Pequeño optimismo enmarcado en una enorme cautela, despierta la videoconferencia sostenida este 30 de marzo entre el presidente de Rusia, Vladímir Putin y su homólogo francés, Emmanuel Macron, así como la canciller alemana Ángela Merkel. Que se hayan referido a la posibilidad de unir esfuerzos para enfrentar la COVID-19, resulta, por sí solo, un estimulante resultado que se calza con la perspectiva de registrar y producir en Europa la Sputnik V, vacuna hasta el momento desdeñada en algunas capitales del Viejo Continente, bajo el absurdo de que le sirve a Moscú como exponente político.
Cuando el contagio se extiende de forma alarmante y los perjuicios económicos tras un año de pandemia se acumulan, surgen imponderables (el incumpliendo de grandes farmacéuticas con respecto a los contratos pactados por la Unión Europea con ellas) y situaciones irregulares como que el Reino Unido tiene inmunizado al 30% de su población y el resto de sus antiguos socios no llega al 10%, aunque se hayan preocupado por procurar el freno a la enfermedad. La urgencia parece haber derribado algún muro de malquerencia infundada.
En ese mismo tercer mes del 2021, se había registrado un hecho que da idea del encono con el cual se aprecian y enfocan las relaciones internacionales pese a la alta necesidad de remover caminos y enlazar voluntades.
Semejante a los cumpleaños que no reciben cotejo ni lisonja, aparecía el llamado de Rusia y China a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, convocando a trabajar con urgencia en el fortalecimiento de la confianza mutua y la salvaguarda del orden internacional, con base en las leyes existentes. "El mundo ha entrado en un período de cambio turbulento"-plantea el comunicado conjunto, acentuando, que la actual pandemia, la crisis que genera, acelera procesos y tendencias, agudizando turbias situaciones, entre ellas un desequilibrio en "el sistema de gobernanza global” no solo por su impacto en el desarrollo económico, pues coincide o precipita "nuevas amenazas y desafíos globales de manera continua".
El texto, su alarmado contenido, fue divulgado el martes 23 de marzo, al concluir una visita del canciller ruso Serguéi Lavrov a China tras conversaciones con su homólogo Wang Yi. Ambos remarcaron que si bien la democracia es "uno de los logros del desarrollo humano", no existe un solo modelo y es inadmisible "la injerencia en asuntos internos de estados soberanos so pretexto de promoverla".
"El desarrollo de las relaciones entre China y Rusia no apunta a ningún otro país. No somos como otros países a los que les gusta montar camarillas donde se conspira tácitamente", así afirma el acuerdo final de la cita en Geilin, ocurrida luego de las conversaciones sino-norteamericanas en Anchorage, Alaska, reflejadas por los enviados especiales de la prensa mundial como un acontecimiento más huraño que amable, pese a las declaraciones al término, cuando las partes parecieran referirse a respeto y positividad en las pláticas, deseándolo pero sin lograrlas. Ese acontecimiento y la cita de Sergue Lavrov con el también canciller chino ocurre, además, tras fuertes expresiones de la administración norteamericana contra Rusia, desde donde respondieron con irónica acritud.
Sobre la errónea práctica dominante que provoca un ambiente enrarecido de modo absurdo, el analista y diplomático hindú M. K. Bhadrakumar, alega: “Los estrategas americanos continúan ignorando la perspectiva de una alianza entre Rusia y China. Asumen alegremente que es posible contener y erosionar gradualmente a ambos países vía sanciones, restricciones comerciales, financieras, de inversiones y tecnología, y, simultáneamente, abatiendo su estabilidad interna con el financiamiento de la oposición a sus regímenes y adoctrinando en medios de guerra informativa a elementos pro occidentales”.
El enfoque resume de forma magistral una praxis de EE.UU. con malsano impulso bajo el gobierno Trump, al forzar el deterioro en la esfera comercial, con lesiones en los vínculos preexistentes entre productores y empresas chinas y estadounidenses, tejidas en el tiempo por conveniencia y voluntad de ambos. Desde etapas anteriores se vislumbró una especie de competencia ofuscada que llevó a Hilary Clinton, siendo secretaria de estado, a plantear una “ruta de la seda” norteamericana en contraposición al magno proyecto ya muy avanzado por China.
Ídem con respecto a evitar que Rusia continuara encumbrándose una vez recuperado su destruido aparato militar y ganado un desarrollo económico de suficiencia, al tiempo que se estaba proyectando, notablemente, con su exitosa ayuda a Siria, para vencer al Daesh. Mérito que a Donald le gustaba auto atribuirse.
Siempre hubo y casi seguro existirán diferencias entre áreas geográficas y estados, pero eso no impidió ni tiene motivos suficientes para malograr relaciones sobre los grandes problemas, la paz, el desarrollo, muy difíciles o improbables si no hay puntos de contacto básicos y un razonable entendimiento que capacite un orden internacionalmente multipolar más justo, democrático y proporcionado.
Para que algo de ese cariz se obtenga. Estados Unidos y en gran medida Europa, tiene que adaptarse a las transformaciones operadas en quienes se tienen como adversarios repudiables, pero mejor pudieran ser eficaces compañeros de viaje en tiempos tan interdependientes.
Esos a los cuales percibe Occidente como enemigos –según se afirma en la estrategia de seguridad norteamericana, tanto de la anterior administración como de la actual- están en capacidad de favorecer grandes objetivos mundiales si en lugar de confrontaciones se concitara la cooperación.
En los años de postguerra la economía norteamericana emergió fortalecida del destructivo evento mundial, con 40% del PIB planetario, pero en este momento ese rating descendió al 15%, mientras colosos como China y la India, ascendieron portentosamente y el gigante asiático, en particular, ya supera en varios renglones a los estadunidenses.
Rusia también demostró ser capaz de recuperarse y tanto es de ese modo que los castigos económicos impuestos desde el 2014 se han estado esfumando gradualmente y hoy se constata un fortalecimiento en la estabilidad financiera y logros en sectores algo rezagados como el agrícola, que en este instante permiten cubrir la demanda interna y registrarse en calidad de exportador neto de alimentos en el 2020, etapa durante la cual consiguieron colocarse por encima de Arabia Saudita en lo referido a suministro de petróleo a los mismísimos EE.UU.
La República Popular China, lleva decenios asombrando por su estabilidad en un constante y ancho crecimiento, sumado a un desarrollo tecnológico de alto vuelo. Tienen un sistema defensivo a tener en cuenta, propulsado por la presencia injustificada de gran parte de las fuerzas aeronavales estadounidenses en el Mar de China Meridional.
Parafraseando a algunos analistas bien enterados, desde 1972, cuando Richard Nixon acepta el plan de Kissinger procurando un acercamiento interesado con China, para presionar a la URSS, ha llovido mucho y se ha sembrado y crecido asaz. Pareciera que los calificativos gruesos del secretario de estado Anthony Blinken y otros, indican que se desea separación sin probar recursos de mayor lustre.
Con Rusia otro tanto, permitiendo suponer que hay algo o bastante de codicia al constatar los avances de las dos potencias. Cuando Donald Trump amenazó a las empresas europeas participantes en el gasoducto Nord Sgtream 2, se dedujo que su visión de comerciante se estaba proyectando en política exterior. Pero no, la hipótesis de que se debe comprar gas de esquisto norteamericano y no concluir una obra casi concluida, dejarla inoperante como si fuera un juguete, se mantiene en activo.
Alemania, que es una de las naciones con mayor empeño en ese suministro de energético más barato, cercano y fiable, negocio del cual participa profusamente, se ve en apuros para desobedecer a Washington, de donde provienen muchas órdenes y escasos vectores de generosidad.
Por eso, la trascendencia del encuentro virtual entre la Merkel, Macron y Putin. Si no solo se limitan al aspecto retórico de las determinaciones expuestas habrá una evidencia de que es preferible el entendimiento que la confrontación. Será más fácil dilucidar el asunto del SarCov2 y, valga citarlo, el entuerto con respecto a Irán y el pacto nuclear abandonado por la Casa Blanca.
Y no serán las únicas cuestiones a dilucidar buenamente, incluso si solo les asiste el más barato pragmatismo, porque el intento de seguir dominando la economía y la política global, imponiéndose a todos, en todas partes es, cada vez, menos recomendable.
Desde hace ya un tiempo, los restaurantes, bares y más lugares destinados al entretenimiento, han estado implementando una serie de medidas para lograr que una mayor cantidad de personas acuda al lugar, sin temor a contagiarse de coronavirus. Esto, incluye poner osos de peluche gigantes en sus sillas para asegurarse de que se está respetando el distanciamiento,
Estos lugares se han visto obligados a permanecer cerrados durante meses y ahora, están tratando de poner en marcha sus negocios para recuperar lo perdido. Gracias a la idea de poner osos de peluches, esta cafetería en París, ha vuelto a recibir tantos comensales como lo hacía antes de la pandemia y los dueños están felices.
Si bien, distintos lugares han implementado diferentes métodos para asegurar que se cumpla el distanciamiento entre las personas que acuden a comer o tomar un aperitivo, esta cafetería se destaca por llevar a cabo una de las ideas más originales y adorables.
Como podemos apreciar en la imagen compartida a través de la red social Twitter, el café sobresale de entre los demás por la genial idea que no pasa desapercibida.
Cada oso de peluche es lo suficientemente grande como para ocupar una silla por completo y esto, nos da la seguridad de que los demás comensales podrán mantener una distancia mayor a un metro, que es la distancia recomendada en Francia para evitar los contagios.
Según los usuarios de las redes sociales, este café parisino no es el único que emplea los servicios de osos de peluche para mantener a todos a salvo y en realidad se está convirtiendo en una tendencia.
¿Qué te parece esta iniciativa?
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El liderazgo de EEUU ha debido establecer un nuevo tipo de récord en lo que se refiere a insultar a los líderes de las otras dos grandes potencias mundiales, con 48 horas de diferencia entre sí, en estos primeros días de política exterior de la administración Biden. Casi como si fueran graduados de "La Encantadora Escuela de Donald Trump".
Es simplemente sorprendente que, al inicio de una nueva etapa de relaciones con Rusia, el presidente Biden tilde de "asesino" y "carente de alma" a Vladimir Putin.
Es igualmente asombroso que se haya elegido un momento de apertura importante en nuestra delicada relación con China para emplear un lenguaje despectivo. ¿Creía Blinken que hacer alarde de testosterona en la primera reunión de alto nivel con los líderes de política exterior de Beijing ayudaría a lograr los objetivos diplomáticos que Washington persigue?
Uno se pregunta a quién intentaba impresionar el secretario de Estado: ¿A Pekín, o un determinado público estadounidense?
Sin duda, Estados Unidos tiene sus propias demandas hacia China, y viceversa. Pero este lenguaje insultante y acusador es inmaduro y contraproducente de cara a las futuras relaciones entre Estados Unidos y China y, en consecuencia, con China y Rusia.
¿Y qué mensaje envía este comportamiento a otros líderes mundiales? Plantea serias dudas sobre el profesionalismo y la visión de liderazgo de la nueva administración respecto a si Washington es realmente responsable o está capacitado para ejercer el “liderazgo global” que se atribuye incesantemente.
Que tanto el presidente de los Estados Unidos como su secretario de Estado hayan elegido tan pésimos enfoques respecto a Rusia y China, hará que muchos otros países se muestren ciertamente reacios a adherirse al estadounidense concepto y estilo de liderazgo global.
El grado de hipocresía acerca del "matar" o de las "injerencias extranjeras" es igualmente perturbador, si no miope. Las políticas estadounidenses durante los últimos 20 años o más, han demostrado una manifiesta disposición a matar, en grandes cantidades, en un esfuerzo fallido por lograr objetivos políticos que han fracasado estrepitosamente en casi todos los casos.
Considérense los cientos de miles de civiles iraquíes, sirios, somalíes, libios, iraníes, afganos y paquistaníes que son considerados como poco más que "daños colaterales" en las constantes intervenciones militares estadounidenses. Sin mencionar los asesinatos de funcionarios extranjeros de alto nivel, como el general iraní Qassem Soleimani, el funcionario público más estimado de Irán.
Sin vergüenza alguna ni rubor, Antony Blinken manifiesta que Estados Unidos defiende "el imperio global de la ley", en el autoengaño o la creencia de que tal es el caso. De hecho, Washington siempre ha esperado el apoyo de otros países al estado de derecho internacional, aunque eximiendo a buenos amigos como Israel y Arabia Saudita. Estados Unidos defiende invariablemente su propio "excepcionalismo" al no firmar, deliberadamente, el derecho internacional cuando conviene a sus intereses.
Eso incluye asesinatos en el extranjero y el inicio de varias guerras sin autorización a nivel internacional, provocando “revoluciones de color” y negándose a ratificar las Convenciones de la ONU sobre el Derecho Marítimo, los Derechos del Niño o acatar las sentencias adversas de la Corte Internacional de Justicia.
Por ello, es difícil entender cómo Blinken puede sentirse cómodo al sermonear a China sobre sus faltas internas, en un momento en el que la democracia y la política social de Estados Unidos nunca se mostraron tan dañadas ante el mundo.
Tal fariseísmo por parte de la administración estadounidense muestra una notable falta de seriedad y honestidad sobre la historia y conducta de Estados Unidos. O, lo que es más inquietante, sugiere que Washington carece por completo de la capacidad de reflexión y autocrítica.
Al final, este inicial encuentro diplomático de alto nivel es quizás lo más angustioso, dadas las grandes esperanzas que muchos estadounidenses tenían de que muchos de sus problemas desaparecerían con la partida de Donald Trump, en lugar de emprender un examen en profundidad, necesariamente doloroso, de los defectos inherentes asentados dentro del sistema estadounidense.
Quizás me equivoque al hacer estas duras observaciones. Tal vez, mostrarse fiero, con todas las armas cargadas, al estilo de los vaqueros de Hollywood en estos primeros enfrentamientos públicos, hará que Moscú y Pekín se lo piensen e incluso retrocedan un poco.
Pero lo dudo. Me temo que estos dos eventos vinculados simplemente clavan algunos clavos más en el ataúd de las preciadas aspiraciones estadounidenses de liderazgo y dominio global. En ese caso, podemos ser nuestro enemigo más peligroso si seguimos mirando con nostalgia la ex-hegemonía estadounidense.
Para bien o para mal, ese dominio global es, cada vez más, cosa del pasado. Representa un fracaso el no reconocer las peculiares circunstancias por las cuales Estados Unidos jugó un papel global importante inmediatamente después de la terrible experiencia de la Segunda Guerra Mundial, tras el colapso de Europa, Japón y China.
Naturalmente, esas condiciones no volverán, lo que significa que Estados Unidos se enfrentará a una realidad futura muy incómoda, para la cual parece estar psicológicamente mal preparado.
Este país tiene, en efecto, algunos motivos para enorgullecerse de su propio e imperfecto orden democrático. Ningún orden democrático es perfecto. Sin embargo, ¿cuánto habremos de reflexionar para reconocer lo que el Partido Comunista Chino ha logrado en los últimos treinta años?
¿Qué es más digno, sacar a 500 millones de personas de la pobreza y llevarlas a una vida digna en una sola generación, o es más digno mantener intacto un sistema electoral estadounidense en el que líderes mediocres o funestos ascienden con más facilidad que los valiosos? Tratar de definir qué constituye un buen gobierno en China o en Estados Unidos no es fácil de responder, depende de los propios valores.
En última instancia, es menos probable que las formas chinas de gobernanza evolucionen a mejor, tal como lo han hecho durante más de treinta años, cuando se hacen comparaciones y exigencias insultantes del comportamiento de un competidor, especialmente las referidas en tantos casos a la política interna china, al tiempo que se otorga carta blanca a nuestros amigos duramente autocráticos.
Estados Unidos es un país que posee extraordinarios dones de creatividad y energía. En este punto, sin embargo, su orden político, socioeconómico y psicológico parece estar languideciendo en la cruz de una búsqueda cuestionable y costosa del dominio militar global total.
Con suerte, se extraerán algunas lecciones aprendidas de esta temprana incursión, singularmente amateur y emocional, de la administración Biden en la diplomacia de alto nivel de Rusia y China.
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Information Clearing House - 23/03/2021