lunes, 5 de junio de 2023
Mouseland Fábula política difundida por Tommy Douglas, prominente activista y político
sábado, 3 de diciembre de 2022
Vejez Indigena
lunes, 7 de noviembre de 2022
'Gran Abuelo', el árbol más viejo del mundo que puede alcanzar los 5.486 años
jueves, 3 de noviembre de 2022
LA ESPERADA
"La esperada" de Ferdinand George Waldmüller
sábado, 29 de octubre de 2022
La imagen del Sol con los tres espacios oscuros que fue captada por la NASA.
viernes, 21 de octubre de 2022
El bar más antiguo de España está en Sevilla.
domingo, 9 de octubre de 2022
Es viernes y las monjitas lo saben...
jueves, 22 de septiembre de 2022
MODISTAS, COSTURERAS, BORDADORAS Y DEMÁS OFICIOS.
MODISTAS, COSTURERAS, BORDADORAS Y DEMÁS OFICIOS.
-MI MUNGIA DURANTE EL FRANQUISMO-.
En aquella década de 1950, y también buena parte de los años 60, cuando el sexo femenino aún no ocupaba demasiados puestos de trabajo, ni en la industria ni en los servicios, y las condiciones de vida eran aún muy duras para la mayoría de la gente, muchas mujeres se dedicaban a coser, a bordar, a hacer punto de lana, o a coger puntos a las medias de señora, además de a “sus labores”, para así incrementar algo los ingresos familiares.
Había de ese modo, en Mungia, numerosas modistillas y bordadoras; y también aprendizas de tales oficios, en los locales o pisos particulares en los que tales gremios desempeñaban sus funciones.
Ángeles Pérez y su hermana Carmen eran, por poner el ejemplo más conocido por mí, dos costureras o modistillas de prestigio, por no llamarles verdaderas modistas profesionales, que seguían siempre las tendencias de las grandes firmas y los gustos de las clientas.
Ejercían su labor en el segundo piso de aquel antiguo bloque de viviendas, con sabor decimonónico que todavía sigue en pie en Butroi Kale, haciendo esquina con Concordia-Alkartasuna Kale.
De las llamadas, “pantaloneras”, que cosían pantalones de hombre para uso diario, además de delantales y mandiles, con tela azul de Mahón, debió haber muchas en Mungia, porque solo en el entorno en que yo me desenvolvía, conocía a bastantes de ellas, a saber:
En la misma escalera de mi casa teníamos a Serafina Andraka, mujer de Vicente Orue (Busterri) y madre de Pedro Mari Orue, que además de cuidar de su corral, tenía aquel complemento laboral, más.
La madre de mi amigo Dionisio Elgezabal Duo (Dioni), también cosía pantalones de hombre en su casa de Ipintxe, donde en aquella época temprana de mi niñez, en los años 50, fuimos vecinos.
Y también la madre de mi amigo Imanol Bilbao Beldarrain, hacía lo propio en el bloque de viviendas conocido por mí, como “del Maizal”, en Aita Elorriaga Kale.
Lo de coger puntos a las medias de nailon (creo que “de cristal”, se decía entonces, hasta que en aquella misma década de los años 60 comenzaron a imponerse las del nuevo material llamado, lycra), de mujeres de todas las edades, era en aquellos tiempos de vital importancia, para reparar las inevitables y fastidiosas “carreras”, sin tener que comprarse unas carillas medias nuevas.
Y esa importante labor la hacían las remalladoras.
Yo conocí a una, la familiar y cariñosa, Dominga, en una pequeña mercería de su propiedad en la calle Zubiaga, poco más abajo de la taberna de El Riojano; a la que mi madre, a reparar sus medias, me mandaba.
En cuanto al bordado, había, diríamos, una academia de bordadoras, justo en el cruce de Cuatro Vientos (“Lauaxeta”), en el mismo lugar que ahora ocupa la papelería-copistería, Rotur Kopy.
Se trataba de un local con una docena de máquinas de coser, donde otras tantas chicas aprendían a bordar a máquina, de la mano de Pili Uribe y su hermana, Mari Ángeles, y que podían verse trabajando a través del gran escaparate que ocupaba toda la anchura del local trabajo.
Ellas, a su vez, divisaban todo el panorama exterior, con lo cual su trabajo se hacía más entretenido y se les daba mucho mejor.
La academia funcionaba de la mano de la tienda de electrodomésticos de Mandaluniz, situada en la calle Concordia (hoy Concordia-Alkartasuna), que promocionaba así sus máquinas de coser.
Allí acudían muchas chicas quinceañeras para convertirse en una “mujeres de provecho”.
Era, ésta, una cantinela de El Régimen, lograr forjar hombres y mujeres “de provecho”, que nuestro “maestro” del tercer grado de la enseñanza primaria de la escuela nacional nos repetía, una y otra vez, sin cesar.
Además, quien más quien menos entre las mujeres, cosía algo; o hacía jerseys, guantes o gorros de punto de lana para uso familiar (tal y como hoy día hace en Mungia, Sorkunde Bilbao González, que nos deleita con sus labores), lo que cuando se hacía a máquina se llamaba, “tricotar”.
Me acuerdo aquel jersey de punto de color verde musgo, que mi madre hacía y deshacía una y otra vez, a medida que yo iba creciendo, añadiéndole lana de una madeja que guardaba, y al que, la verdad sea dicha, le tuve bastante manía.
Pero era aquella la vida que mandaba en nuestro día a día. Para todas estas labores, excepto las de punto de lana y las de cogida de puntos de las medias de señora, se utilizaban mayormente las apreciadas máquinas de coser, a pedal, de las siguientes firmas: la americana Singer, en el mercado doméstico desde el tercer tercio del siglo XIX; la vasca, Sigma, empresa fundada en Elgoibar en 1914; y la también vasca, Alfa, dedicada hasta entonces a la elaboración de armas de fuego, que comenzó con la fabricación de máquinas de coser en 1924.
La fotografía de una máquina de coser de la firma Alfa, de la década de 1960, acompaña a este texto.
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viernes, 9 de septiembre de 2022
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jueves, 18 de agosto de 2022
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domingo, 14 de agosto de 2022
LA NUMERACIÓN MAYA
LA NUMERACIÓN MAYA
Los mayas crearon un sistema de numeración como un instrumento para medir el tiempo y no para hacer cálculos matemáticos.
Por eso, los números mayas tienen que ver con los días, meses y años, y con la manera en que organizaban el calendario.
El sistema de conteo maya requería sólo tres símbolos: un punto que representaba el valor de uno, una barra que representaba el cinco y una concha que representaba el cero.
Estos tres símbolos se usaban en varias combinaciones, para realizar un seguimiento de los eventos del calendario tanto pasados como futuros, y para que incluso las personas sin educación pudieran hacer la aritmética simple necesaria para el tráfico y el comercio.
Que los mayas entendieran el valor del cero es notable: la mayoría de las civilizaciones del mundo no tenían el concepto de cero en ese momento.
Los mayas usaban el sistema vigesimal para sus cálculos, un sistema basado en 20 en lugar de 10.
Esto significa que en lugar del 1, 10, 100, 1000 y 10,000 de nuestro sistema matemático, los mayas usaban 1, 20, 400, 8,000 y 160.000.
Los números mayas, incluidas las fechas del calendario, se escribieron de abajo hacia arriba, en lugar de horizontalmente.
Como ejemplo de cómo funcionaban, el tres estaba representado por tres puntos en una fila horizontal; 12 eran dos barras con dos puntos en la parte superior; y 19 eran tres barras con cuatro puntos encima.
Los números mayores de 19 se representaron con el mismo tipo de secuencia, pero se colocó un punto sobre el número para cada grupo de 20.
Treinta y dos, por ejemplo, consistían en los símbolos de 12, con un punto encima de todo. representando un grupo adicional de 20.
Por lo tanto, el sistema podría extenderse infinitamente.
Los mayas consideraban algunos números más sagrados que otros.
Uno de estos números especiales era el 20, ya que representaba el número de dedos de manos y pies con los que podía contar un ser humano.
Otro número especial era el cinco, ya que representaba el número de dígitos de una mano o un pie.
Trece era sagrado como el número de dioses mayas originales.
Otro número sagrado era el 52, que representaba el número de años en un “paquete”, una unidad similar en concepto a nuestro siglo.
Otro número, el 400, tenía un significado sagrado como el número de los dioses mayas de la noche.
La matemática era una disciplina lo suficientemente importante entre los mayas que aparece incluso en su arte, como pinturas murales, donde los escribas matemáticos o matemáticos pueden ser reconocidos por los rollos de números que cuelgan de debajo de sus brazos.
Muchas gracias por su lectura.
sábado, 6 de agosto de 2022
LA FÁBULA DEL "TONTO EL PUEBLO"
LA FÁBULA DEL "TONTO EL PUEBLO"
Se cuenta que en una ciudad del interior, un grupo de personas se divertía con el tonto del pueblo, un pobre infeliz, de poca inteligencia, que vivía haciendo pequeños mandados y limosnas.
Diariamente algunos hombres llamaban al tonto al bar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos monedas: una de valor grande de 100 pesos y otra menor , de 20 pesos.
Él siempre tomaba la de 20 pesos y menos valiosa, lo que era motivo de risa para todos.
Un día, alguien que observaba al grupo divertirse con el inocente hombre, le llamó aparte y le preguntó si todavía no había percibido que la moneda de mayor valor costaba más y este le respondió: lo sé, no soy tan tonto.
Ella vale cinco veces más, pero el día que escoja esa moneda el jueguito acaba y no voy a ganar más mi monedas...
Esta historia podría concluir aquí, como un simple chiste, pero se pueden sacar varias conclusiones: La primera: Quién parece tonto, no siempre lo es.
La segunda: ¿Cuáles eran los verdaderos tontos de la historia?
La tercera: Una ambición desmedida puede acabar cortando tu fuente de ingresos.
Pero la conclusión más interesante es:
1.- Podemos estar bien, aun cuando los otros no tengan una buena opinión sobre nosotros mismos.
2.- Por lo tanto, lo que importa no es lo que piensan de nosotros, sino lo que uno piensa de sí mismo.
3.- El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser tonto delante de un tonto que aparenta ser inteligente..
Autor desconocido.
domingo, 17 de julio de 2022
LAS CAPAS DE LAS CEBOLLAS.
LAS CAPAS DE LAS CEBOLLAS.
Había una vez un huerto lleno de hortalizas, árboles frutales y toda clase de plantas.
Como todos los huertos, tenía mucha frescura y agrado.
Por eso, daba gusto sentarse a la sombra de cualquier árbol a contemplar todo aquel verdor y a escuchar el canto de los pájaros.
Pero de pronto, un día comenzaron a nacer cebollas especiales, cada una tenía un color diferente y especial: después de muchas investigaciones sobre la causa de aquel misterioso resplandor, resultó que cada cebolla teníadentro una piedra preciosa: un topacio, un aguamarina, una esmeralda, etc.
Pero, por alguna incomprensible razón se empezó a decir que aquello erapeligroso, intolerable y vergonzoso, y las bellas cebollas tuvieron queempezar a esconder su piedra preciosa e íntima con capas y más capas; cada vez más oscuras y feas, para disimular cómo eran por dentro.
Así llegaron a convertirse en unas cebollas de lo más vulgar.
Pasó entonces por allí un sabio, al que le gustaba sentarse a la sombradel huerto y que entendía el lenguaje de las cebollas.
Empezó apreguntarles una por una por qué no eran como en realidad eran por dentro.
Ellas le iban respondiendo: - Porque me obligaron, porque me fueron poniendo capas, para que no me criticaran, para que no me hicieran daño
El sabio, después de escucharlas se puso a llorar, porque eran tantas las capas que llevaban que algunas cebollas ni siquiera recordaban como eran en realidad.
Y cuando la gente vio al sabio llorando, pensó que llorar delante de las cebollas era cosa de sabios.
Por eso, todo el mundo sigue llorando cuando una cebolla abre su corazón.