Recientemente he leido con preocupación las
soprendentes declaraciones de
Eugenio Martínez Enríquez, embajador de Cuba en España,
realizadas durante un desayuno informativo celebrado junto a empresarios
en Madrid que estaba dedicado a la "actualización del modelo económico
de la isla", en el marco de las "reformas" del sistema que está llevando
a cabo el gobierno cubano. O quizás, en realidad, la sorpresa no sea
tan grande teniendo en cuenta la creciente influencia del reformista
socialismo del siglo XXI en la política de la isla.
El embajador cubano no dejó ninguna duda sobre las intenciones de las
reformas que se están perpetrando en Cuba, remarcando la necesidad de
que el modelo socialista "se actualice", no para profundizar el
socialismo o acrecentar la necesaria lucha de clases contra los
vestigios de la burguesía, sino que, muy al contrario, lo que parece
sugerir es que el objetivo es hacer frente al futuro de la isla y lograr
un mayor bienestar para los ciudadanos (¿no es Cuba, entonces, el país
con la mejor sanidad y educación del mundo, entre otros avances
revolucionarios?).
Según
Martínez, "lo único que se debe cambiar" (como si ese "lo único" no
fuera en realidad "lo más importante") "es la diversidad en la propiedad
empresarial"; "el modelo necesita actualizarse para que el bienestar se
prolongue en el futuro (...) sólo en educación gastamos un 32% de
nuestro presupuesto y lideramos en algunos índices los datos del resto
de Latinoamérica. Para que esto se mantenga, la propiedad empresarial
debe cambiar".
Es decir, el embajador cubano les dice a los empresarios españoles que
hay que compartir el pastel de la economía cubana con más empresas
privadas; en otras palabras, acelerar (en realidad hace ya unos años que
empezó esté giro de timón) el regreso al capitalismo (por mucho que nos
lo intenten pintar, como hacen en los paises del llamado socialismo del
siglo XXI, como "socialismo de mercado" o "capitalismo democrático" u
otras memeces intragables, contradictorias e insostenibles).
Para que la "economía" cubana mejore, (ahora los cubanos parecen empezar
a aceptar las cartas marcadas del capitalismo y analizar los resultados
de la economiá de acuerdo a las leyes del mercado), el tal Martínez
propone equilibrar la balanza de pagos (registro que tiene en cuenta las
exportaciones e importaciones de un país), mejorar la motivación y la
productividad en el empleo (¿no suena esto a discurso de Rajoy o
cualquier miembro de la patronal?), y promover el trabajo por cuenta
propia (es decir, fomentar la privatización; de hecho, por ejemplo,
Cuba ha convertido recientemente en privados casi todos los restaurantes
del país).
Para más inri, el embajador opina que los problemas estructurales del
país "deben ser atenuados con inversión extranjera", la cual debe ser
del 30% del PIB cubano por lo menos.
En el evento, el representante de Cuba en España defendió, como
excusándose, que todos los niños vayan a la escuela, no sufran
malnutrición y tengan acceso a la sanidad universal, pero admitió que el
modelo cubano "necesita ser más eficiente" en ese sentido. Es decir,
¿empieza a plantearse el propio gobierno "revolucionario" que el hecho
de que no exista el hambre en Cuba, que la escuela sea de calidad y
universal y que la sanidad sea para todos, además de posiblemente la
mejor del mundo, tienen que ser conquistas que se supediten a la
economía capitalista y a su forma de hacer las cuentas?
Como explicó el economista Guillermo Perry, en el diario
El Tiempo,
tras participar en una comisión de trabajo organizada por el gobierno
cubano y Brookings Institution, el proceso de apertura y reforma
económica que comenzó hace varios años en Cuba pretende ampliar
progresivamente el campo de acción de las llamadas actividades no
estatales (el sector privado), someter las empresas estatales a la
disciplina del mercado, fortalecer el papel regulador del Estado y
separarlo de su rol de propietario de empresas, e insertar a Cuba
agresivamente en la economía global. En otras palabras, hacer lo que
hicieron China y Vietnam hace ya años, con mucho éxito, cierto, pero no
precisamente para los trabajadores, y que llevó a ambos paises a un
regreso acelerado, aunque con características peculiares, al capitalismo
y a la barbarie con, eso si, bandera roja.
Según los partidarios de la reforma, el proceso "va despacio" porque
debe superar restricciones ideológicas y la oposición silenciosa de la
burocracia cubana.
Sin embargo, afortunadamente, también hay opositores a los cambios de la
"perestroika cubana". Estos afirman que durante los primeros siete años
de “actualización del modelo” en Cuba el foco de la atención sobre los
cambios ha girado en torno a la economía y la política, sus aperturas y
cierres, mientras se mira mucho menos a las consecuencias sociales de la
transformación.
Los efectos del ajuste sobre un sector neurálgico para el país como es
la educación pública y gratuita, deben ser, para los fieles a las
conquistas revolucionarias de Cuba, descritos con mayor profundidad, tal
y como alerta el economista cubanoamericano
Carmelo Mesa Lago, recién galardonado con el Premio LASA por la obra de toda la vida, en unas declaraciones al proyecto
Cuba Posible.
El académico aprecia resultados macroeconómicos en la política de
disminuir gastos sociales, aunque recuerda que existe otra cara de la
luna: “También en salud ha habido un recorte fuerte: se han cerrado
hospitales rurales, los médicos de familia han disminuido a la mitad
porque se han enviado muchos a Venezuela, Brasil y otros países. Pero
los recortes en servicios como educación y salud no se hacen sin
resultados sociales adversos”.
No se entiende muy bien como el modelo revolucionario de gran parte de
la izquierda mundial de repente, tras la llegada al poder de Raul
Castro, necesite "abrirse al mercado" (aunque sea bajo la justificación
de que el proceso estará controlado por el partido) ¿Eso quiere decir
que el modelo era equivocado o que han cambiado los tiempos y el
capitalismo ya no es tan malo?
Quizás
el problema es que Cuba ha dejado de mirar hacia el socialismo para
poner el foco de su destino en el modelo de paises que ahora venden la
"revolución" o el "comunismo" envueltos en los ropajes de sus éxitos
multinacionales, como China, o en democracias burguesas que encubren su
reformismo con eufemismos revolucionarios pero que, a pesar de que
ciertamente consiguen aumentar el bienestar material de los trabajadores
(en comparación con los años de dictadura abiertametne capitalista),
siguen sin acabar con la propiedad privada de los medios de producción
y, por lo tanto, con la división en clases y la pervivencia de la
explotación (tal que los llamados Socialismos del siglo XXI)
Son palabras muy preocupantes las del embajador cubano, tanto como el
mismo hecho del proceso de reformas iniciado en Cuba desde hace unos
años, reformas que coquetean demasiado con las leyes del mercado (es
decir, del capital) y que nos traen ingratos recuerdos de otros tiempos
cuando los líderes del partido comunista, en este caso el soviético,
también hablaban de necesidad de reformas del socialismo y aperturas
hacia el mercado, escondiendo, como se demostró después, que habían
renunciado hace tiempo a la revolución y al avance a través del
socialismo hacia el comunismo.
Y es que el socialismo no tiene necesidad de reformas, sino de avances
revolucionarios, y cualquier paso atrás suele significar, por mucho que
se venda como ajustes necesarios o circunstancias de la economía
mundial, el regreso, más o menos lento, más o menos rápido, hacia la
barbarie, la desigualdad y la explotación capitalistas. Y esto duele
especialmente cuando se trata de un país que, con todos sus aciertos y
errores, fue modelo de resistencia tras la desintegración de la Unión
Soviética, mientras el resto de paises "socialistas" caían como piezas
de dominó siguiendo la estela de Moscú.
El propio Fidel Castro
pronunciaba en diciembre de 1989,
antes de que las lógicas consecuencias de las reformas y la apertura
dieran la puntilla final a la URSS, unas palabras perfectamente
aplicables a las reformas actuales que se están llevando a cabo en Cuba y
que pueden servir, sin duda, de aviso para navegantes:
"
se ha proclamado que el socialismo debía perfeccionarse, ¿pero es
acaso abandonando los principios elementales del marxismo-leninismo como
puede perfeccionarse el socialismo? ¿por qué las llamadas reformas
tienen que marchar en un sentido capitalista? Si tales ideas tuviesen un
carácter revolucionario como algunos pretenden, ¿por qué reciben el
apoyo unánime y exaltado de los dirigentes del imperialismo?"