El Congreso aprueba que se
puedan conocer los secretos del 23F y la Transición, e incluso de la
Guerra Civil. La Cámara Baja ha dado este martes el visto bueno a la
toma en consideración de una proposición de reforma de la ley de
secretos oficiales presentada por el PNV.
La proposición ha sido aprobada este martes por 169 votos a favor, tres en contra y 162 abstenciones.
“Con la actual ley el
Gobierno de turno puede hacer lo que quiera respecto a la
desclasificación de documentos”, ha destacado el ponente del PNV, Mikel
Legarda: “Se trata de incrementar la salud democrática, de impedir las
llaves del eterno secreto”.
La iniciativa ha sido
respaldada por el portavoz de Unidos Podemos-En Comú Podem-En Marea Juan
Manuel del Olmo: “La memoria de nuestro pueblo merece justicia. No
podremos ser un país democrático hasta que la reparación de las víctimas
de la dictadura no consigan un abrumador consenso en esta Cámara”. El
socialista Artemi Rallo ha calificado la actual ley de
“preconstitucional y antigua”, durante su muestra de apoyo a la
proposición del PNV: “Ampara mantener el secreto de miles de secretos
que alcanzan hasta la guerra civil”.
El PP, por parte de
Francisco Vázquez, ha defendido: “Ni el PP se resigna ni plantea
resistencia numantina, este es un debate necesario, la ley tiene
aspectos susceptibles de mejora, pero estamos ante una materia compleja.
Valoramos que pueda forjarse un nuevo consenso sobre la regulación de
los secretos oficiales, pero no podemos admitir que se haga de una forma
parcial; apostamos por una reforma integral”.
Ley preconstitucional
La vigente ley, modificada
en octubre de 1978, dos meses antes de aprobarse la Constitución, prevé
que “la cancelación” de la calificación de secreto “será dispuesta por
el órgano que hizo la respectiva declaración”, sin fijar límites
temporales.
¿Y quién tiene competencias
para decidir qué es o no secreto? “La calificación a que se refiere el
artículo anterior corresponderá exclusivamente, en la esfera de su
competencia, al Consejo de Ministros y a la Junta de Jefes de Estado
Mayor”.
El texto del PNV pretende
establecer un procedimiento para desclasificar documentos históricos
declarados secretos en un plazo máximo de 25 años –10 años para materias
reservadas–, “salvo que el Consejo de Ministros disponga su prórroga
excepcional y motivada en el caso sólo de las materias secretas, por un
nuevo período máximo de 10 años”, lo que permitiría sacar a la luz
papeles aún ocultos de la Transición y de la intentona golpista del 23
de febrero de 1981.
Además, el texto de reforma
que propone el PNV contempla la modificación de la Ley de Secretos
Oficiales para atribuir “en exclusiva” al Consejo de Ministros la
facultad de clasificar una materia y su cancelación. Actualmente pueden
clasificar documentos, además del Gobierno, la Junta de Jefes de Estado
Mayor, y sólo pueden declarar su cancelación aquellos órganos de la
propusieron.
La opacidad no sólo depende de lo calificado como “secreto oficial”. La Ley de Patrimonio Histórico
establece: “Los documentos que contengan datos personales de carácter
policial, procesal, clínico o de cualquier otra índole que puedan
afectar a la seguridad de las personas, a su honor, a la intimidad de su
vida privada y familiar y a su propia imagen, no podrán ser
públicamente consultados sin que medie consentimiento expreso de los
afectados o hasta que haya transcurrido un plazo de 25 años desde su
muerte, si su fecha es conocida o, en otro caso, de 50 años, a partir de
la fecha de los documentos”.
Incógnitas
¿Adolfo Suárez propuso al
rey Juan Carlos revocar su dimisión un día después del 23F? ¿Nos salvó
el rey de un golpe que el mismo había puesto en marcha? ¿Felipe González
estaba al tanto de la Operación Armada y aceptó ser vicepresidente de
un general? ¿Algún servicio secreto extranjero conocía los planes de ETA
para atentar contra la mano derecha de Franco, Luis Carrero Blanco?
Éstos, y otros muchos secretos, podrán empezar a conocerse.
En marzo de 2014, la periodista y escritora Pilar Urbano publicó La gran desmemoria (Planeta), en el que afirmaba:
“El rey Juan Carlos creía que podía hacer lo que quería, los mimaba,
los comprendía, pero con eso se alentaba un estado de runrún de golpe.
Felipe González iba de vicepresidente de Armada, también estaban cinco
de los siete ponentes constitucionales, incluido [Jordi] Solé Tura
[entonces en el PCE]”.
Urbano recreaba
conversaciones en las vísperas del golpe militar del 23 de febrero de
1981. Unas semanas de enfrentamientos entre el presidente Adolfo Suárez y
el jefe de Estado, el rey Juan Carlos, quien, según Urbano, perseguía
un golpe de timón en el Gobierno de entonces. “Tú estás aquí porque te
ha puesto el pueblo con no sé cuántos millones de votos…”, afirma Urbano
que le espetó el rey a Suárez en aquellos momentos: “Yo estoy aquí
porque me ha puesto la Historia, con setecientos y pico años.
Soy
sucesor de Franco, sí, pero soy el heredero de 17 reyes de mi propia
familia. Discutimos si OTAN sí u OTAN no, si Israel o si Arafat, si
Armada es bueno o peligroso. Y como no veo que tú vayas a dar tu brazo a
torcer, la cosa está bastante clara: uno de los dos sobra en este país.
Uno de los dos está de más. Y, como comprenderás, yo no pienso
abdicar”.
Según Urbano, “para Suárez
está clarísimo ya en ese momento que la Operación Armada nace en
Zarzuela y que el alma es el rey: que don Juan Carlos es el muñidor para
que Armada sea el presidente de un Gobierno de concentración. Incluso
que el mismo rey conocía el Gobierno que el golpista tenía preparado. Un
Gobierno en el que, entre otros, Felipe González iba de
vicepresidente”.
Así, la periodista afirma en
la entrevista: “El 23-F, como le digo, no debería haberse producido.
Pero a Armada el rey le había puesto los patines, y ya no quiere
parar”. “Si el Rey está o no está en el 23 de febrero, si está enterado
o no…”, prosigue Urbano: “Hay cosas llamativas, raras, anómalas.
Que
los hijos del rey no vayan ese día al colegio, como tampoco fueron al
colegio los hijos de los americanos de Torrejón, que le dijeran al
médico de Zarzuela que ese día estuviera en Palacio desde por la mañana,
que cierta vedette, Bárbara Rey, declarara, ¡vaya usted a saber si es
cierto!, que el Rey la llamó diciéndole, ‘oye, el lunes, 23, procura no
ir a recoger al colegio a los niños, porque puede pasar algo…’.
Y otras
curiosas coincidencias. Igual que no se entiende lo de Osorio diciéndole
a Fraga en el Congreso, en pleno golpe, ‘Manolo, baja y dile a Tejero
que llame a Armada’. ¿Por qué quiere llamar Osorio a Armada? ¿Qué sabe
él? O, también, que de los siete padres de la Constitución, cinco
conocieran en qué consistía la Operación Armada y que durante los
acontecimientos del 23-F en el Congreso estuvieran relativamente
tranquilos en sus escaños, leyendo o prestando sus abrigos a los rehenes
de oro.
Leían tranquilamente Gregorio Peces-Barba, Miguel Herrero, Gabi
Cisneros, Jordi Solé Tura y Fraga, padres constituyentes, también
estaban en la lista de Gobierno de Armada. Al Rey, en cualquier caso, la
actuación de Tejero le resultó antiestética, irreflexiva, repugnante
por la violencia de los tiros… Eso no era presentable.
Lógicamente, yo
tengo que pensar que el Rey no estaba en el 23-F; otra cosa es que,
bueno, Armada sí que habla con el Rey ese día, aunque luego en los
juicios se quiso borrar la interlocución del Rey esa noche. No aparece
en las actas, como si se hubiera pasado un típex: en lugar del rey
aparece Sabino”.
El golpe, según Urbano:
“Sale de Zarzuela y sigue en Zarzuela desde julio del 80 hasta la
segunda semana de febrero de 1981. Yo dejo al rey fuera del golpe del
23-F […]. El rey también decía en la primera edición [de la biografía
autorizada escrita por José Luis de Vilallonga], la francesa, que él
habló con Armada varias veces esa noche.
En fin, hay un momento en el
que Sabino me dice que, en el supuesto de que, tomado el Congreso,
Armada hubiera conseguido proponer su Gobierno de concentración, y
hubiese sido necesaria la presencia de una autoridad superior al nuevo
presidente del Gobierno y que ratificara moralmente su elección, en ese
caso… el Elefante Blanco sólo podía ser el rey”.
“Y es cierto que el Rey dio
su venia al cambio de la dictadura a la democracia”, reconoce Urbano:
“Él tenía todos los poderes heredados de Franco, y no había Constitución
que le constriñese: podía haber dicho que no. Ahora bien, en
importantes momentos más que motorizar metió el freno […].
Sobre esto
del medallero no siempre meritado, me rechina escuchar y leer el tópico
de que ‘el rey nos salvó del golpe’. El rey nos salvó in extremis
de un golpe que él mismo había puesto en marcha, no queriendo que fuera
un golpe, queriendo una solución fraguada en el Parlamento; pero Suárez
le advertía: “¡Esto es un golpe!”.