Y no se trata, aunque bien podría, de una mera recreación
poética. Porque no serán precisamente poemas ni loas las destinadas a
escribirse al final de esta batalla. La batalla cuya
rendición de cuentas no solo tendrá lugar, sino que incluso se llevará a cabo, en
la noche más larga.
Encaramado al pretil de una ventana que actúa como sinónimo del
tiempo que me envuelve en tanto que ambos me están dados a lo sumo en
usufructo, pues solo de lo que con ellos haga soy dueño, prescindiendo
de cualquier otro afán de propiedad; me dispongo a hacer buena la
enésima manifestación de la certeza que otrora predicaba en base a la
cual:
sólo los llamados a ser testigos de la más profunda
oscuridad, podrían hallarse en disposición de disfrutar del verdadero
brillo de la luz.
Si bien es cierto que no soy conocedor del grado de implantación que
tanto otros como este aforismo tienen en la sociedad, no es tal hecho
capaz de ocultar mi deseo de que al mismo, o al menos a una
interpretación de otro parecido, estuviera encomendando lo que de su
alma quede, el hoy todavía Sr. Portavoz en el Congreso de los Diputados por PSOE;
Sr. Hernando.
Una vez leídas y releídas las palabras que el mencionado tuvo a bien
pronunciar en el Congreso, y buscando en la incapacidad que una vez
transcurrido el instante ni nosotros ni nadie volverá a tener en tanto
que el contexto es imprescindible para tratar de comprenderlas, queda de
manifiesto que probablemente
solo en su contexto las mismas puedan resultar comprensibles.
Aclarado este extremo, lo cierto es que la situación ante la que nos coloca el
Sr. Hernando en tanto que individuo, bien podría ser vista como
la última oportunidad de
la que en mucho tiempo dispongamos no ya para comprender el discurso,
sino más bien para tratar de aproximarnos a lo que queda de
la institución que al menos a priori tras ese discurso se escondía.
Porque lo crean o no la institución, en este caso el partido político
que tras ese discurso se escondía es, o por ser más estrictos habría
que decir
era, el otrora Partido Socialista Obrero Español.
Un partido que no es que se enfrente a su
hora más oscura, sino que se enfrenta a
su noche más larga.
Un partido
que más bien ha visto como el telón de la historia, uno que llevaba 137
años urdiéndose lo envolvía, en este caso con funestas consecuencias.
Es el hombre por su esencia propenso al reduccionismo. Es por ello que necesita hacer
de uno su ejemplo. Es por ello por lo que en torno al
Sr. Hernando
materializamos hoy la forma de una desgracia que en lo concerniente a
la Política, presenta siempre un carácter metafísico, más bien casi
místico; un carácter cuasi religioso, destinado a generar miedo o en su
caso cualquier otra forma de distracción, destinada siempre a
proporcionar al prestidigitador el lapso de tiempo suficiente para
permitir que la mentira pase por verdad, o que
el espejo nos impida ver cómo
nos están dando “gato por liebre.”
Pero en un ejercicio que solo puede responder o a un cinismo
desmedido, o a una estupidez a la que estábamos poco acostumbrados, el
Sr. Hernando se ha empeñado en hacer lo que ningún mago hace: desvelar
sus trucos.
Porque
Sr. Hernando, la diferencia entre
hablar y
decir radica en el mismo campo semántico que la que se adivina entre
oír y escuchar.
Sería injusto, pues supondría insultar a mis ancestros, suponer que
tales diferencias no eran conocidas por los que antes que nosotros
desarrollaron
actividad parlamentaria.
Navego por las
profundidades que tal desarrollo me permite, y llego a la conclusión
otras veces aceptadas en base a la cual una especie de
relajación en las costumbres permitía,
cuando no justificaba, que fuera quien fuera el responsable de
verbalizar la consideración política al respecto tratada, lo hiciera
partiendo del a priori de que solo los allí presentes estaban en
realidad destinados a entenderlo.
Pero el tiempo ha pasado y lo que es peor,
decir y escuchar han dejado de ser conceptos patrimoniales esto es, de uso y comprensión
reducida y reservada a los miembros cuando no integrantes de
La Cámara.
Hoy
por hoy, y puede que precisamente ahí radique la esencia del drama,
somos muchos los que verdaderamente estamos no solo en disposición de
entender en toda su extensión, incluso en la que aporta la riqueza de la
sutileza y los matices, el contenido del discurso de todo un Sr.
Portavoz.
Más al contrario, nuestra buena capacidad obra en aras de
permitirnos incluso
llenar los huecos, es decir, concluir esos
mensajes que quién sabe si por conmiseración, o por mera indulgencia, en
el discurso fueron solo insinuados, dejando a cada uno la ardua labor
de la interpretación.
Es así, precisamente así, como se diferencia a un verdadero
brujo oscuro, de un fraudulento
quiromante. Es
así como, según los preceptos y usos de la buena oratoria, se distingue
entre un buen discurso, y lo llamado a ser una vulgar sucesión de
conceptos vanos dispuestos en función de una falacia llamada a
desentrañar el gran misterio, el que aparece ante nuestros ojos cuando
el que apuntaba maneras de Filósofo, queda reducido a mero Sofista.
Pero me había prometido a mí mismo no hacerle responsable a usted de todo,
Sr. Hernando.
Bien es cierto que su patética actuación en la Sesión de Investidura,
en la que ni el mayor torrente de palabrería del mundo hubiera servido
para esconder
el agujero negro que se había tragado el soporte
conceptual que en otra ocasión habría estado llamado a convertir sus
palabras en auténticos conceptos, le hace merecedor del perdón.
Pero como dijo el primer emperador que procedente de Hispania alcanzó el
Orgullo de Roma: “Nadie que ose clamar por mi piedad, estará llamado a merecerla.”
Acudiendo a fuentes más cercanas, fue uno de los
geniales Marx el que dijo aquello de: “Aquí le dejo mis principios. Si quiere, tengo otros.”
Así que, Sr.
Hernando, cuando usted accedió a
erigirse en portavoz de
su grupo, había de saber que como en todo, el uso de una mayor
notoriedad, le confiere mayor responsabilidad. Es por ello que a
consecuencia de ser usted el responsable de desencadenar el proceso
formal que con el tiempo se reconocerá como
la cuenta atrás destinada a poner en marcha el arma que hizo saltar por los aires al PSOE, yo le hago responsable de lo que viene y sin duda habrá de venir.
Por ello, le condeno a que desde el pretil de su ventana me acompañe
en la labor de pasar despiertos ésta, la que tal vez esté llamada a ser
la última noche. La noche de “
el primero de los últimos días,”
Los días que inauguran el nuevo periodo, el desencadenado por el Sr. Rajoy, quien en respuesta a su discurso afirmó que
Ahora que
son más las cosas que nos unen, que las que nos separan.
La noche más larga, puesto que si no se han dado cuenta, tiene una hora más.
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