El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha dado positivo por coronavirus.
La "gripecita",
como la llamaba él, le ha alcanzado de pleno, aunque por el momento
asegura no tener síntomas graves.
Quizás suceda como otro negacionista
del COVID-19, el premier de Reino Unido, Boris Johnson, que después de pasar por la UCI terminó recuperándose.
Quizás no y el virus se cebe con el líder de extrema-derecha y, entonces, podremos asegurar que el mundo está mejor sin Bolsonaro.
Hace muchos años que conseguí desterrar ese sentimiento de
bondad falaz de no desear mal a nadie.
Yo sí lo deseo. Hay gente que,
definitivamente, sobra en el mundo. Bolsonaro es una de esas personas y
lo ha demostrado desde que llegó al gobierno brasileño hace un año y
medio aproximadamente.
Su crueldad, el daño que ha infligido a su
pueblo, la despiadada indiferencia con que ha tratado a quienes más lo
necesitan, han sumido a Brasil en un páramo de Derechos Humanos (DDHH).
Cargó contra el medio ambiente, las ONG y los indígenas -contra los que alentó un genocidio- dejando que la Amazonia se consumiera en llamas, alabó al asesino Pinochet, criminalizó a las personas migrantes, abominó al colectivo LGTBI, la investigación lo relacionó con el asesinato de la concejal y activista Marielle Franco,
cuestionó el Estado de Derecho cuando Lula da Silva salió en libertad,
enchufó a su propio hijo como embajador en Washington...
Todo ello con soberbia, altanería y dosis de vileza sólo al alcance de quien lleva la maldad en su ADN.
Con la llegada del COVID, las escasas medidas adoptadas por su gobierno han propiciado que el país registre 1,67 millones de personas contagiadas y cerca de 67.000 muertes.
Mientras, él continuaba minimizando los efectos de la pandemia, se
saltaba todas las normas de seguridad sanitaria y alentaba a las
personas a seguir su ejemplo.
Ahora ha dado positivo y ni siquiera ahí ha respetado las normas,
retirando su mascarilla para anunciarlo.
Ahora, quizás, toque que de
verdad dé ejemplo: que la enfermedad sea tan despiadada con él como él
lo ha sido con su pueblo y, de ese modo, Bolsonaro se convierta en
ejemplo de todo lo que no hay que hacer... él que esperó que "los delicuentes muera como cucarachas"
cuando aprobó sus leyes de seguridad.
Quizás así su compadre de
Norteamérica frenara algo su inconsciencia, aunque el elevado número de
taras que padece lo hacen improbable. Lo hiciera o no, el mundo,
definitivamente, estaría mejor.