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El partido de extrema derecha Vox aceptó el pago de miembros de una
organización con lazos neofascistas y sionistas que, según los servicios
de inteligencia de varios países, ha realizado cientos de ataques
terroristas a través de su brazo armado.
El partido ultra Vox se fundó en 2013 con un millón de euros del Consejo
Nacional de la Resistencia de Irán, el CNRI.
El CNRI movilizó a 35 recaudadores en el mundo para sufragar el
nacimiento de la extrema derecha en nuestro país.
Vox hace coincidir su Asamblea Nacional con el 8 de marzo como respuesta al “feminismo supremacista”
Abascal
acapara todo el poder, el partido refuerza su centralismo y se elimina
toda corriente interna crítica, aunque nadie en la formación verde
quiere explicar la financiación de Irán
Todo está decidido en la Asamblea General de Vox que se celebra este fin de semana en Vistalegre (Madrid). La reunión, que prevé reunir a más de 9.000 personas, tiene tres objetivos: consolidar el poder total de Santiago Abascal
(remarcando, aún más si cabe, el carácter centralista y vertical del
partido); acabar con cualquier foco de oposición interna o intento de
crear “baronías” territoriales; y servir como dique de contención del
pensamiento machista frente a las multitudinarias manifestaciones que se
celebran en toda España con motivo del Día de la Mujer.
No es ninguna casualidad que Vox haya elegido precisamente el fin de
semana del 8 de marzo para exhibir su músculo y su vigor. Si el proyecto
ultra tiene una razón de ser esa es derogar la Ley de Violencia de Género
y sustituirla por otra normativa más ambigua de “violencia
intrafamiliar”, además de acabar con el aborto en España y consolidar
los “derechos de los no nacidos”.
Nada nos lleva a pensar que Abascal no pueda revalidar formalmente su
liderazgo al frente de la formación ultra durante cuatro años más. Como
tampoco hay indicio alguno que nos haga sospechar que en el transcurso
de la Asamblea aparecerá una voz discordante, candidato alternativo o
corriente crítica que pueda hacer sombra a los planteamientos
ideológicos del “amado líder” (más que como un partido de una democracia
liberal, Vox se comporta ya como una secta regida por férreas y opacas
normas internas).
De ese opositor canario, Carmelo González,
que anunció su intención de concurrir a las primarias y que no sumó el
número de firmas necesarias, según la versión oficial, nunca más se
supo.
En realidad Abascal no tiene que medirse con ningún rival
sencillamente porque no lo hay. Y no existe porque la dirección política
ya se ha encargado de eliminar cualquier foco de disidencia. El que no
sigue el pensamiento único termina en la calle y en su lugar se coloca a
un pelota sin estudios y con muchas ganas de gresca contra el comunista
indepe.
Es así como funcionaba la Falange, el modelo
estructural elegido por Abascal para implantar su proyecto político
totalitario en España. Vox es como la Falange pero maquillada, light, el
poder de lo “cuqui”, por utilizar el título del magnífico libro del
filósofo británico Simon May del que todo el mundo habla y que ahonda en la superficialidad y frivolidad que se ha instaurado en Occidente
en este convulso siglo XXI lleno de guerras, pestes, hambrunas,
populismos demagógicos y destrucción planetaria a causa del cambio
climático.
Si Japón, temible potencia fascista del Eje,
fue capaz de pasar de Estado imperialista, genocida y totalitario, a
país “cuqui”, con sus tebeos manga, sus ninfas escolares en minifalda,
su inocencia naif y su infantilismo electrónico utratecnificado, cómo no
iba a poder Abascal hacer la revolución desde el franquismo sociológico
duro y requeté hacia un partido travestido de constitucionalismo pero
que a fin de cuentas esconde todos y cada uno de los principios
generales del Movimiento Nacional que inspiraron nuestra cruenta dictadura.
Según May, todos nos hemos dejado influir ya por el mundo “cuqui” en el que nos movemos, que está repleto de muñecas Hello Kitty,
emoticonos felices y tristes, bares de diseño, ensaladas de quinoa y
tacitas con unicornios rosa y baratos lemas de autoayuda como “persigue
siempre tu sueño” o “si lo deseas lo conseguirás”.
Pero al igual que
detrás de ese universo ficticio de colores pastel y lazos púrpura hay
algo enfermizo, macabro, sórdido, también detrás de las amables banderas
españolas al viento de Vox y su defensa del Rey y la Constitución
hay una cara oculta terrible: el nuevo “fascismo blando” que quieren
imponer los movimientos patrióticos xenófobos y antifeministas en todo
el mundo.
De la Asamblea Nacional de Vistalegre sale poca cosa: apenas una
reforma de los estatutos que no hace más que ampliar el poder de la
dirección nacional, el poder de Abascal a fin de cuentas, ya que el
partido es Él.
La nueva redacción de las normas internas, distribuida
esta semana a los afiliados, amplía las competencias del Comité Ejecutivo Nacional,
que a partir de ahora podrá acordar instrucciones “de obligado
cumplimiento para todos los órganos del partido”.
De esta manera,
Abascal asume la competencia de cesar a los miembros de su propio equipo
sin necesidad de convocar la Asamblea General. Es decir, más jerarquía y
centralismo, más caudillismo en estado puro, el ordeno y mando de
cualquier régimen dictatorial.
De Vistalegre sale la confirmación, una vez más, de que Vox siente verdadera alergia ante la libertad de expresión y la prensa libre,
ya que los medios críticos de la izquierda siguen estando vetados.
Por
supuesto, el informe del tesorero y las cuentas del partido del año 2019
se aprueban de forma rutinaria, de puntillas y sin entrar demasiado en
los céntimos, para que no tenga que hablarse de cómo Vox se fundó con un
millón de euros del exilio iraní, el grave asunto de las donaciones
secretas del Consejo Nacional de la Resistencia (el famoso CNRI, un grupo cuyo brazo armado figuró hasta 2012 en la lista de organizaciones terroristas de EE.UU).
Nadie tendrá que aclarar si todo ese pastizal terminó en la caja fuerte
del partido ultraderechista y si sirvió para pagar salarios, gastos
judiciales, alquileres y actos electorales, según informó el diario El País.
El momento estelar llega cuando el secretario general, Javier Ortega Smith,
sube al escenario para escenificar la batalla contra el “feminismo
supremacista” y apuntalar las cuatro ideas del partido, o sea el
guerracivilismo frentista como forma de hacer política y la cruenta
oposición que Vox seguirá haciéndole al Gobierno para derribar a Pedro Sánchez a cualquier precio.
“Frente al totalitarismo progre y separatista instalado en La Moncloa, hay una alternativa de libertad y sentido común”, aseguran fuentes del partido.
Y poco más. A fin de cuentas el populismo demagógico es fútil
retórica patriotera vacía de contenido.
Todo empieza y todo termina en
un estallido de aplausos, la efervescencia exaltada, algún que otro
insulto contra el PSOE y Podemos y a
cuadrarse delante del jefe, que se deja retratar sonriente y victorioso
en el atril.
El himno nacional con la mano derecha en el pecho, El novio de la muerte y para rematar El cara al sol. Todo muy constitucional y muy democrático.
https://diario16.com/vox-hace-coincidir-su-asamblea-nacion…/