Es obvio.
Basta ver que todas las fuerzas parlamentarias en Catalunya, salvo PP y C’s –el
PSC está entre Pinto y Valdemoro, como es habitual--, se reclaman republicanas,
y son más del 60% (sin contar al PSC).
Pues bien,
lo lógico es pensar que si el rey va a Catalunya puede encontrar reacciones en
su contra. Al igual que hay ciudadanos que a su paso gritan: “Viva el rey”. Por
lo tanto debería darse una normalidad a este hecho, siempre dentro del derecho
a la libertad de expresión.
Cierto es
que Ada Colau dio una lección digna de elogio. Pidió que el 17-A fuera el día
de las víctimas y que las actitudes de todos, sobre todo de los partidos
políticos, estuvieran encaminadas a dignificar a las víctimas del atentado
magnicida.
Creo que la
alcaldesa tenía razón pero, sin querer enmendarle la plana, también creo
que el
rey o cualquier político puede ser increpado, y que tal hecho entra
dentro de
su cargo, por cierto bastante bien pagado.
Por lo que hacer de esta
crítica, razón para defender al rey como si fuera un monarca medieval,
como ha hecho la derecha centralista, es propio de un
fanatismo y un seguidismo de tiempos lejanos.
El rey
tiene derecho a ir a Catalunya, pero la gente tiene derecho a expresar
su
rechazo al monarca. Esto es democracia. Los tiempos de alabar a
personajes como dioses, incluidos los reyes, es algo pasado y más cuando
hay motivos para
ese rechazo.
El
lamentable discurso del rey el tres de octubre pasado ha provocado esta
situación. De aquellos polvos, estos lodos. En una situación tan crítica como
la provocada el uno de octubre, cómo es posible soltar un discurso regio
incapaz de buscar un consenso.
No hay
nadie que piense que el rey tendría que haberse puesto del lado de los
independentistas, eso era esperable. Defender la Constitución, según está, es
defenderse a sí mismo, su jefatura de Estado.
Ahora bien, de eso a soltar una
letanía en contra de la mitad de los catalanes, sin hacer ninguna mención al
diálogo y, sobre todo, sin acordarse de centenares de heridos de dos días
antes, es propio de un personaje que destila odio y que está incumpliendo su
misión como Jefe del Estado, tratar de tender puentes.
Él los destruyó. Podía
haber defendido lo mismo y haber buscado posibles encuentros y el recuerdo de las
víctimas.
El rey
debería haber recordado que el asunto se empezó a quebrar cuando Rajoy y sus
muchachos rompieron la baraja llevando al Tribunal Constitucional amigo, un
estatuto que había aprobado el parlamento nacional, el parlament catalán y los
propios catalanes en referéndum.
Y no digo que no haya habido errores graves
por parte de nacionalistas después, pero ponerse sólo al lado de una parte,
hace que la otra le vea como un enemigo.
En fin,
nada de exagerar, la defensa que hacen desde Ciudadanos y Partido Popular al
rey es más religiosa que otra cosa, basada en la fe.
Y perdonen ustedes este
país debería ser aconfesional y creer más en la libertad de expresión.
Al menos
eso dice esa Constitución que tanto aman algunos.