Como estaba previsto, el acto homenaje oficial español a las víctimas
del 17-A ha sido una manifestación de nacionalismo español. Los
convocantes -autoridades y adláteres como la SCC- habían pedido que no
se exhibieran símbolos de partido porque el acto era nacional. La cuestión reside en que lo que ellos consideran nacional
es partidista en Catalunya. El acto sería -y fue- netamente partidista.
La idea de "todos unidos frente al terrorismo", válida en otros
lugares, se convierte aquí en un absurdo (que no se salva ni aduciendo
pobreza de espíritu), una provocación y un insulto. Porque en ese
"todos" subyace una idea nacional que los independentistas
rechazan. A esta razón general se suman las particulares de que se hayan
bloqueado en el Parlamento las indagaciones sobre un atentado muy
sospechoso y los responsables de haber acabado con el foco de terrorismo
estén procesados y uno de ellos, encarcelado.
No había duda posible. El homenaje del Estado español era un homenaje unionista y como tal se viviría. El todos unidos contra
el terrorismo escondía la pepita de la unidad nacional. Y el homenaje
fue, por este orden, a España y al rey. Las víctimas eran el pretexto
para un acto de Estado, impuesto, a la fuerza. Pero resultó un fracaso
absoluto de asistencia, como se muestra en la foto, que tomo del TL de tuiter de Xavier Antich. Menos gente que en las manifas del 12 de octubre.
Prácticamente cuatro gatos; tres, si descontamos las autoridades catalanas, Govern, Ayuntamiento, Parlament
que, en su mayoría lo hicieron de mala gana.
Fue un acto partidista
enclenque. Aunque trajeron gente de fuera en autobús con refresco y
bocadillo, no dieron aforo. De un lado, las fuerzas de seguridad
sellaron el recinto y requisaron símbolos y material independentista, en un ataque a la libertad de expresión.
También pancartas con lemas inocentes como "paz, justicia, libertad" mientras dejaban pasar banderas españolas y hasta fantasmagóricos "servicios del orden", tocados con unos gorros blancos encintados de rojigualda que se dedicaron a vociferar y atacar a la gente.
También pancartas con lemas inocentes como "paz, justicia, libertad" mientras dejaban pasar banderas españolas y hasta fantasmagóricos "servicios del orden", tocados con unos gorros blancos encintados de rojigualda que se dedicaron a vociferar y atacar a la gente.
Es decir, de homenaje en serio, nada; al ser unionista, un festival esperpéntico-monárquico español, con gritos, abucheos y agresiones de todo tipo y ralea e intentos de tumulto y pelea con manifestantes antimonárquicos de los CDR. Sin contar los abucheos y berridos por el hecho de que Gemma Nierga hablara en catalán.
Por supuesto, la guinda del pastel de este acto ridículo fue que la
ceremonia, estuviera presidida por una gran pancarta en la fachada de un
edificio en la que se explicaba en inglés que el rey de España no es
bienvenido en los Països Catalans.
En la humillante soledad de la Tortosa barcelonesa, El Borbón había venido a imponerse sin pedir el perdón que se le exige por el discurso del 3-O. Y tanto él como sus cortesanos hubieron de pasar por las horcas caudinas de estrechar la mano de Laura Masvidal, la esposa del ex-conseller Quim Forn. Estrechar la mano de alguien a quien no te atreves a mirar a los ojos debe de ser una experiencia amarga y explica mucho de cómo andan las cosas por estos pagos.
Que el vicepresidente del
Parlament niegue la mano a Felipe VI eleva la amargura a resentimiento.
Pero, ¿de qué se extraña? Catalunya es republicana y no lo acepta como
rey. Eso no se disimula poniendo borsalinos cutres, adornados con la
estanquera, sobre cabezas que embisten. El acto ha sido un fracaso
rotundo del unionismo.
Los medios nacionales lo tienen crudo a la hora de fabricar la noticia que no pudieron presenciar: Cataluña unida bajo el Rey homenajea a las víctimas.
Lo redacto como lo hubieran hecho ellos.
La censura tendrá que actuar a
pleno rendimiento: nada de imágenes de tabarnios monárquicos berreando,
atacando a la gente o vestidos para la feria de abril; nada de imágenes
de pancartas antimonárquicas; nada de planos generales en que se vea la
nula asistencia o la pancarta en inglés.
El País trata de mitigar el fracaso sin caer en la propaganda unionista/falangista hablando de una breve tregua política. De ser cierto, sería un resultado irrisorio; y, además, es falso. ¿En dónde ve el periódico la tregua? Ni los tabarnios, ni los fascistas de C's, si es que no son los mismos, dan tregua alguna.
El País trata de mitigar el fracaso sin caer en la propaganda unionista/falangista hablando de una breve tregua política. De ser cierto, sería un resultado irrisorio; y, además, es falso. ¿En dónde ve el periódico la tregua? Ni los tabarnios, ni los fascistas de C's, si es que no son los mismos, dan tregua alguna.
Y los independentistas tampoco en su lucha por sus objetivos. Los actos
verdaderamente importantes de homenaje, los serios, los ha organizado el
bloque independentista, singularmente los multitudinarios como el de Lledoners, en el que el presidente Torra se compromete a atacar este Estado español injusto
y a continuar con la construcción de la República Catalana. Todos
contra el terrorismo; pero, de unidos, nada.
Lo dos actos -el de Las Ramblas y el de Lledoners- han evidenciado una vez más que hay dos países y que Felipe VI quizá sea el rey de los españoles (está por ver) pero no lo es de los catalanes. Y quien diga que eso también está por ver solo precisa convocar un referéndum que los catalanes llevan tantos años pidiendo como los españoles negando.
Lo dos actos -el de Las Ramblas y el de Lledoners- han evidenciado una vez más que hay dos países y que Felipe VI quizá sea el rey de los españoles (está por ver) pero no lo es de los catalanes. Y quien diga que eso también está por ver solo precisa convocar un referéndum que los catalanes llevan tantos años pidiendo como los españoles negando.
Lo que los medios españoles transmitirán a sus audiencias será la
consabida patraña nacional, mintiendo de la cruz a la fecha. El acto ha
sido, una vez más, un triunfo de la línea independentista en todos los
aspectos.
No se ha politizado el acto español (eso lo han hecho los españoles), se ha respetado el protocolo, se han encajado los rebuznos tabarnios, se ha dicho al rey lo que este debía oír y se ha realizado un homenaje ejemplar tanto a las víctimas del atentado como a las del Estado español en su delirante política de perseguir a los responsables catalanes de haber acabado con la célula terrorista, mandada, al parecer, por un confidente del CNI.
Pero, a la hora de los parabienes, hay que atender a las críticas. Las
redes han protestado mucho por los episodios del intento de descolgar la
pancarta en inglés y las requisas de mensajes independentistas. Lo del
descuelgue de la pancarta, especialmente llamativo, porque fueron los
mossos. La explicación posterior de Quim Torra de que iban a comprobar
la seguridad no es creíble.
Quizá sea de buena fe, pero no es creíble. De esas cosas de seguridad se ocupan los bomberos. Otros problemas legales aparte. Por eso y por lo que se ve como una extraña permisividad, si no negligencia frente a los ataques fascistas, muchas voces piden la dimisión de Miquel Buch, el conseller de Interior y explicaciones de Quim Torra.
Quizá sea de buena fe, pero no es creíble. De esas cosas de seguridad se ocupan los bomberos. Otros problemas legales aparte. Por eso y por lo que se ve como una extraña permisividad, si no negligencia frente a los ataques fascistas, muchas voces piden la dimisión de Miquel Buch, el conseller de Interior y explicaciones de Quim Torra.
De los errores se aprende. Colaborar con el invasor, aunque sea con la
mejor voluntad del mundo, más allá de lo estrictamente protocolario
puede ser más que un error. Se comprende que las autoridades catalanas,
sometidas a mucha presión, tiendan a magnificar la repercusión de
posibles iniciativas populares, como la famosa pancarta.
Pero por mucho que sea su temor, no puede llegar a reprimir la libertad de expresión en Catalunya a cambio de la inexistente "tregua" con el unionismo. En esto, como en todo, el pueblo marca el camino.
Pero por mucho que sea su temor, no puede llegar a reprimir la libertad de expresión en Catalunya a cambio de la inexistente "tregua" con el unionismo. En esto, como en todo, el pueblo marca el camino.
Al día de hoy, como consecuencia del 155 y sus secuelas y la actividad planificada de desestabilización de las organizaciones fascistas, en Catalunya solo tienen libertad de expresión (e intimidación) los unionistas.
Los indepes carecen de ella, tienen a sus dirigentes en la cárcel y pleno derecho a exigir de sus autoridades una implicación más eficaz y decidida en la lucha contra las agresiones y a favor de los derechos de los catalanes.
No basta con establecer la República Catalana. Hay que defenderla.
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