No solo en España sino en el resto del
mundo, sobre todo en los países sometidos a una democracia pervertida,
no habrá que olvidar a quienes, con voluntad enferma, ocupan
obscenamente el poder convirtiéndolo en beneficio doloso.
Hay que
eliminar a quienes están exhibiendo triunfalmente sus apetencias, que no
son sino una explotación monstruosa del mundo.
La labor requiere la creación, aunque sea con esfuerzos en apariencia perdidos, de islas de libertad.
Hay que mover una propuesta popular para enfrentar
públicamente a quienes tienen a las ciudadanías aplastadas por su bota.
No cabe soñar con un futuro medianamente confortable si no se resuelve
este problema sanitario.
Porque no se trata de negociar políticas sino
de neutralizar enfermos, que una vez y otra repetirán su locura.
2018/08/13
Pero hablemos hoy de España porque ha resucitado sin pudor alguno su
violencia histórica, que hace del gobierno una cruel exhibición de
inhumanidad. España es en este momento un mercado de democracia
prostituida. Quizá haya de ser un pequeño pueblo, demográficamente
hablando, como es el catalán, el que rompa con la fuerza de su presencia
en la calle el cascaron del fascismo dominante.
Pero procedamos punto por punto a airear este mercado de artículos
seudoembarcaciones.
Empecemos por la Corona –el rey como persona no me importa– de la que tengo el derecho a hablar libremente porque en teoría representa mi poder democrático, mi libertad en la cumbre, mi dignidad. Mas la Corona española es ilegítima hablando en términos democráticos y se comporta como tal.
Esto lo escribí ya en “Interviú” en el año 1976. Si hay algo que
demuestre la ilegitimidad democrática de esta Corona, alumbrada por el
gran Genocida, son las actuaciones que el Gobierno ha protagonizado en
tierras catalanas, convirtiendo la adecuada intervención moderadora en
una reprobable tarea policial de la que han participado sin reparo
alguno una serie de deudoras instituciones financieras, un intervenido
mundo de la información, un conjunto de poderes intermedios que viven de
los presupuestos nacionales y unas organizaciones partidarias y
sindicales que pasan por caja a fin de no morir de inanición.
¿Tengo o no derecho a hablar como ciudadano de estas realidades
desordenadas por la actuación corrupta de los estamentos encargados
precisamente de hacer frente a la corrupción? Al menos eso denuncian las
noticias y comentarios que trasmiten unos medios informativos que se
están autodestruyendo con sus falsedades.
Sí, lo escribí ya en 1976, poco antes de que un antiguo e íntimo amigo
en la batalla antifranquista me ofreciese un acta de diputado y un
puesto ministerial en las únicas elecciones que ganó Adolfo Suárez,
pronto abatido por los ávidos manipuladores de la gran estafa de
Suresnes ¿Es así o no es así, Sr. Guerra, que ahora pide una expeditiva
eliminación de los que buscan la libertad? No puedo creer en una Corona
que designó el gran perjuro de banderas haciendo sucesor suyo «a título
de rey» a un joven que invalidó a su padre tras jurar los Principios del
Movimiento Nacional ante un pueblo emborrachado e hipermétrope por
sufrir una prisión inicua durante cuarenta años.
Esto, repito, lo escribí ya en 1976 y seguí escribiéndolo en los
siguientes años «constitucionales» alzados en andas por un referéndum
sin alternativas y aupado a la «perfección» democrática por comunistas
desleales, por socialistas mensajeros y por liberales que siempre
subrayaban la lealtad cívica de todos los uniformados al poder civil
¿Puedo repetir todo esto amparado por una democracia que, se diga lo que
se diga, fue gestada en vientres de alquiler? Esa democracia que ante
el primer envite auténticamente democrático se ha ido por los famosos
desagües del Estado en los que está situado, al parecer, el cauce del
Tribunal Constitucional, cuyos protagonistas han conseguido cambiar la
augusta toga por un prudente traje de empleado.
Sigamos planeando sobre la situación antidemocrática que padecemos. Al
Tribunal Constitucional le ha bastado un recurso firmado por el
atropellado mimosín que lidera el extinguible Partido Socialista de
Cataluña para suspender solemnemente un pleno de las Cortes catalanas
para declarar la independencia de Catalunya, pleno que al parecer
barajaban como posibilidad algunos diputados de ese Parlament, con lo
que tan alta magistratura española ha creado nada menos que el delito de
ideación política, figura que no acierto a encajar en ninguna doctrina
de la filosofía del derecho
. ¿Qué pensarán esos magistrados de la «justicia» que aplicaron para suspender un pleno parlamentario no convocado con el argumento especioso de que se trataba de impedir una posible medida que contendría una «relevante y general repercusión social y económica»?
. ¿Qué pensarán esos magistrados de la «justicia» que aplicaron para suspender un pleno parlamentario no convocado con el argumento especioso de que se trataba de impedir una posible medida que contendría una «relevante y general repercusión social y económica»?
¿Aquí quién legisla? Porque lo que hizo el Constitucional fue legislar
preventivamente. ¿Cómo explicarán en su momento esos jueces ese
comportamiento de fondo penal sobre un hecho no consumado? Porque
llegará un día en que todo eso será juzgado si arriba por fin la ley
como cierta y la libertad como fundamento de la conciencia. ¿O siempre
será punible que quienes leemos a Kant sostengamos que en ocasiones la
ley puede estar vacía de moral y también sus servidores?
Vayamos al hecho que luce el gobierno español como una victoria
antinacionalista: la resituación fuera de Catalunya, aunque sea sólo
gestualmente, de algunas relevantes entidades financieras , cuya
decisión es tan frágil que sus grandes figuras no han tenido la
elemental fuerza para emigrar a Madrid a fin de consolidar su voluntad
unitaria y la teoría financiera en que se apoyan. Llevar la fachada de
la sede principal a Alicante o a Mallorca, mientras se conserva el gran
aparato director en el lugar de origen, resulta absolutamente ridículo.
Pero hay en este ademán algo muy fácil de explicar: la posibilidad de
que Madrid, ante una desobediencia como la que enfrenta, exija la
devolución del préstamo multimillonario que hizo a esas entidades el
Estado con dinero de los presupuestos públicos cuando crepitaba su
solidez por administración lesiva.
Ayudas de cuyo retorno ha dejado de hablarse porque lo urgente es ahora encontrar recursos para sostener, entre otras cosas, unas miserables pensiones y unos arruinados mecanismos de asistencia social, como la ayuda anti desahucios o el mantenimiento de la energía en los hogares mártires del invierno.
Conste que algunos ingenuos ya avisamos sobre la trampa cuando observamos la malicia de un Gobierno que no deseaba comprometerse con el Banco Central Europeo en el rescate de la banca, como hicieron los restantes Estados comunitarios, porque prefería tener en sus manos una deuda con la que amenazar si se hacía políticamente necesario. En eso consistió el triunfo Rajoy cuando explicó a la sociedad española su brillante idea patriótica, de la que, como es lógico, no volvió a hablarse.
Ayudas de cuyo retorno ha dejado de hablarse porque lo urgente es ahora encontrar recursos para sostener, entre otras cosas, unas miserables pensiones y unos arruinados mecanismos de asistencia social, como la ayuda anti desahucios o el mantenimiento de la energía en los hogares mártires del invierno.
Conste que algunos ingenuos ya avisamos sobre la trampa cuando observamos la malicia de un Gobierno que no deseaba comprometerse con el Banco Central Europeo en el rescate de la banca, como hicieron los restantes Estados comunitarios, porque prefería tener en sus manos una deuda con la que amenazar si se hacía políticamente necesario. En eso consistió el triunfo Rajoy cuando explicó a la sociedad española su brillante idea patriótica, de la que, como es lógico, no volvió a hablarse.
Y mientras otros prestatarios pueden negociar con el BCE su deuda España
anda huída por Bruselas.
Unos bancos catalanes pagan ahora su sumisión
financiera antisocial con una ayuda que parece extraída de «La ópera de
dos centavos»: irse a veranear una temporada a Palma o Alicante.
Lo que
yo me pregunto es si los catalanes en guerra por su libertad no
decidirán prescindir de esos bancos.
Las ideas españolistas están hundiendo hasta el lenguaje: condenan la «secesión unilateral» de Catalunya ¡Claro que es unilateral, ya que una secesión bilateral, que es irse uno del otro a la vez, es una invención magnífica que se llama acuerdo!
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