Todos esos mayores que nacieron en plena postguerra española, han tenido una vida dura, con muchas carencias y nos han demostrado que son unos luchadores, una y mil veces, todas aquellas en las que han tenido que dar la cara para que a nuestra generación no nos falte de nada.
En la postguerra, muchos supieron lo que era el hambre, lo que era emigrar a un país del que desconocían todo, excepto que había trabajo, mujeres abnegadas que se ganaron el sustento limpiando en casas ajenas, planchando para los que más tenían, para poder sacar a sus hijos adelante, con su marido en la cárcel por tener ideas diferentes, otras viudas, y muchas de ellas para ayudar, porque con el sueldo de sus maridos, no podían llegar a fin de mes.
Esa generación que en la mayor parte han pasado la pandemia en la más absoluta soledad, esa generación que lo dio todo por nosotros, hoy se encuentran con que ha llegado la tecnología y se los ha llevado puestos, sin que sus descendientes hagamos nada para que no sea así.
A esos luchadores, hoy se les ningunea. Cuando quieren meter o sacar dinero de sus cuentas bancarias, necesitan saber internet; para acudir al médico, necesitan saber internet, para pedir cita para renovar el carnet, tienen que saber internet.
Yo me pregunto: los que han montado este tinglado, de forma que esta gente mayor tenga que hablar con máquinas o saber manejar un ordenador, ¿no se les ha ocurrido pensar que esta generación no sabe o no puede hacer esto?
Muchos de ellos a duras penas pudieron ir a la escuela del pueblo, como para saber manejar un ordenador, a muchos de ellos, les cuesta hablar con una operadora mecánica, muchos son sordos, otros no ven bien, y ¿a nadie se le ha ocurrido pensar en dar un buen servicio a toda esta gente que se desvivió por nosotros, que se dejó la piel para que nosotros tuviéramos todo lo que a ellos les faltó?
¿Dónde está nuestra empatía, nuestra solidaridad, nuestra compasión (para los que son creyentes), nuestra humanidad? Vivimos en la era del consumo, del tanto tienes, tanto vales, de la economía por encima de todo, de olvidarnos de dar servicio a todos, de olvidarnos de la igualdad de oportunidades.
Me asquea una sociedad como la que estamos creando, sólo entretenidos mirándonos nuestro propio ombligo, sin preocuparnos por los demás, por los más desvalidos.
Una niña de 8 años murió al ser atrapada por una enorme puerta mecánica de metal en una fábrica eléctrica en Keratsini, un suburbio de El Pireo (Grecia), ante la indiferencia de sus trabajadores durante más de una hora.
El fallecimiento de Olga se produjo por asfixia y hemorragia interna cuando una pesada puerta le aplastó la columna vertebral, y según el forense sufrió "una muerte lenta y dolorosa".
La Policía detuvo al trabajador de la fábrica que operaba la puerta mecánica por negligencia y a la madre y abuela de la pequeña por "descuidar a un menor" (la fábrica estaba a dos kilómetros de su casa), aunque posteriormente fueron puestas en libertad. También fueron interrogados el director de la fábrica y un camionero que abrió y cerró la puerta que atrapó y golpeó a la niña por segunda vez.
Los vídeos que indignan a Grecia: cronología de la muerte de la niña de 8 años atrapada por una puerta En uno de de los vídeos que han indignado a Grecia, y que han sido emitidos por Star TV, se puede ver como uno de los trabajadores de la fábrica golpea a la niña con el pie para ver si está viva o muerta.
Anteriormente los trabajadores pasan junto a la niña herida ignorándola y sin prestarle ayuda. A las 17:55 un emplado pasa junto a la niña atrapada por la puerta contra la pared. La mira pero no se acerca a ayudarla A las 17:57 se abre la puerta y la niña cae al suelo.
Dos trabajadores se acercan a ella, la enfocan con una linterna... y se van. A las 18:31 un camión entra en la fábrica por esa puerta... Pero no está claro si el conductor ve a la niña o no. A las 18:34 La puerta vuelve a cerrarse y la niña vuelve a quedarse atrapada contra la pared.
La familia de la niña plantea duda sobre si hubo un motivo racista en la indiferencia de los trabajadores La prensa griega publica que la familia de la niña, que es de origen rumano, busca respuestas sobre por qué su hija se quedó atrapada contra la puerta durante tanto tiempo y plantea dudas sobre si hubo un motivo racista detrás de la indiferencia de los trabajadores.
Juan de Dios Ramírez-Heredia Montoya: «Una niña gitana de ocho años agoniza hasta su muerte atropellada por una puerta metálica»
Una niña gitana de ocho años agoniza hasta su muerte atropellada por una puerta metálica
Sé muy bien que este titular puede causar una cierta repulsa porque puede parecer sensacionalista.
Y tal vez lo sea, pero créanme, no encuentro mejor manera para denunciar este dramático suceso. La gitanita, ¡ocho años, no se olvide!, estuvo agonizando durante más de 20 minutos porque la pesada puerta metálica le aplastó la columna vertebral. Murió de asfixia y hemorragia interna.
Hasta aquí la noticia. Que no es peor que muchas otras que hemos conocido últimamente en las que los niños inocentes son víctimas de la ceguera o el odio de los mayores, que se ceba en los cuerpos indefensos.
Niños y niñas muriendo de frio y de hambre en las fronteras de los países que no les dejan entrar, o ahogados en las aguas del Mediterráneo, como le sucedió a Aylan un pequeño niño sirio de tres años que falleció junto a su hermano Galip, de cinco, y su madre, Rihan.
Se ahogaron frente a las costas de Turquía cuando naufragó la pequeña embarcación que los transportaba. Pero esto, con ser trágico, no es lo más grave
Efectivamente, lo que es verdaderamente gravísimo, inhumano y condenable es que hasta siete personas pasaran por delante de la pobre niña que se moría aprisionada por una pesada puerta metálica y no hicieran ni siquiera el gesto de ayudarla a salir de aquella terrible trampa.
Cuando tuve noticia de la tragedia y me enviaron el vídeo que da testimonio de la horrible escena de la agonía de la niña, confieso que no tuve el valor de reproducirlo.
Mi capacidad de sufrimiento tiene un límite y no me vi con fuerzas de ver las imágenes que el video encerraba. Al final, pasadas unas horas me enfrenté a la terrible realidad de la película.
La niña se llamaba Olga y su trágico final fue grabado por la cámara de seguridad de la fábrica de Keratsini, suburbio situado en el puerto del Pireo, donde la niña entró.
Al día siguiente por la noche, la cadena de televisión Star TV emitió un reportaje en el que aparecen varios trabajadores de la fábrica mostrando una indiferencia sin precedentes.
Nadie hizo nada para ayudar a la niña a salir de su aprisionamiento. Es más, en algún momento, un trabajador se acercó a la niña con el fin de ver si estaba viva o muerta.
Hay un hecho de especial relevancia que a mí me suscita una grave incógnita. La cámara de seguridad de la fábrica dice que a las 18.31 entró un camión en el recinto de la fábrica, para lo cual se tuvo que abrir la puerta metálica que tenía a la niña aprisionada contra la pared.
Lógicamente, el cuerpo de la niña se desplomó en el suelo.
No queda nada claro si el conductor la vio.
Lo cierto es que tres minutos más tarde, a las 18.34, la puerta se volvió a cerrar quedando la pequeña Olga aprisionada por segunda vez.
La cadena de televisión TVXS ha publicado un video tomado de la filmación realizada por las cámaras de seguridad, —por cierto, de malísima calidad—, en el que resulta muy difícil identificar a las personas que atravesaban la nave en la que se ven dos camiones aparcados cuya parte trasera parece que invaden otras tantas puertas.
No obstante, la cadena informativa ha realizado un magnífico trabajo reelaborando un video, con figuras humanas simuladas en 3D, donde se da cumplida información de cómo se sucedieron los acontecimientos.
Sobre todo, queda clarísima la secuencia en que la puerta se abre, entra el camión, y automáticamente tres minutos después, la puerta se vuelve a cerrar aprisionando por segunda vez a la pobre niña.
Objetivamente podría afirmarse que el conductor del camión no pudo ver el cuerpo de Olga caído en el suelo, porque estaba en la parte opuesta al volante del conductor.
Hasta aquí la descripción de los hechos En Grecia se ha producido un serio debate sobre sobre las graves acusaciones que unos y otros se echan en cara.
Una de las presentadoras de un programa de televisión, conmovida, no ha podido retener unas lágrimas al iniciar la información.
Sin embargo, hay que valorar que la familia de la niña ha manifestado sus dudas sobre si hubo un motivo racista detrás de la indiferencia de los trabajadores.
Pero llueve sobre mojado. El recuerdo reciente de las agresiones que hemos recibido en aquel maravilloso país justifica las dudas de la familia de la niña muerta.
Los gitanos griegos recuerdan el ataque multitudinario que sufrieron en la localidad de Etolikon, en el oeste de Grecia.
Según confirmó la Policía, unos 70 habitantes de este pueblo, muchos de ellos encapuchados, atacaron un barrio habitado por gitanos: incendiaron seis viviendas y cuatro vehículos.
Según los medios locales, en la agresión participó un grupo de militantes del ilegalizado partido neonazi “Amanecer Dorado”, entre ellos el en aquel momento diputado Konstantinos Barbarusis.
Por cierto, tal como publicamos el año pasado, la justicia griega tomó la trascedente decisión de meter en la cárcel a Nikolaos Michaloliakos, y con él a la banda nazi y fascista, que durante los últimos diez años ha llevado al país donde nació la democracia a lugares peligrosísimos en los que la violencia y el terror se enseñoreaban en los barrios más humildes.
Donde no existe la compasión solo reina la barbarie
La compasión, dicen los psicoterapeutas más acreditados, “es un comportamiento dirigido a eliminar el sufrimiento y a producir bienestar en quien sufre. Es fundamental para lograr la calma y el bienestar y potencia nuestras relaciones sociales.”
Cuesta trabajo imaginar que unas personas puedan permanecer insensibles ante el sufrimiento de una niña —da igual que sea gitana o gachí, negra o amarilla— que sufre crueles espasmos porque no puede respirar a causa de una plancha metálica que le aprisionaba el cuerpecito contra el marco de la puerta.
Lo que me hace pensar que la desgracia ocurrida en la fábrica de Keratsini, situada en el famosísimo puerto de El Pireo, podría haberse evitado si quienes vieron el sufrimiento de la niña hubieran tenido un gesto de compasión.
Pero no lo tuvieron, porque los demonios, aunque algunos tengan forma de seres humanos, jamás deberían salir del fuego del infierno.
Silver economy, economía de plata (como la edad): así es como se conoce actualmente en medios especializados a los negocios basados en el cuidado de las personas de más edad. Un término anglosajón que hace referencia a la edad de plata y que esconde en su seno un proceso de privatizaciones sin parangón en nuestro país.
Arropado por las instituciones, que han abandonado el sector y han decidido concertar plazas con las empresas, una actividad enfocada eminentemente al cuidado de las personas ha pasado en poco más de 30 años a centrarse únicamente en los balances financieros y en las cuentas de resultados.
¿Qué ha pasado y cómo se ha dado este cambio? ¿Cómo ha repercutido en la calidad del servicio? ¿Quiénes son los responsables políticos y quién se ha beneficiado de esta situación?
Con una rentabilidad que roza en algunos casos el 25%, el sector de los cuidados en Euskal Herria ha pasado a estar copado, en poco más de 30 años, por multinacionales sin escrúpulos que gestionan residencias privadas o concertadas con la administración.
Así, para fondos buitre, brokers u operadores locales, que facturan cada año millones de euros, los “clientes” o “usuarios” son un valor con el que especular y las cuidadoras unas trabajadoras a las que precarizar con el fin de optimizar gastos.
Una precarización que, en el oasis vasco, ha ido de la mano de privatizaciones espoleadas por intereses cruzados entre la administración pública, responsables de determinados partidos políticos y compañías del sector.
El periodista Ahoztar Zelaieta desentraña en esta nueva investigación el quién es quién de estas redes clientelares, destapando, además, prácticas ilícitas de varias empresas: tratos de favor a residentes, malos tratos, comisiones funerarias, denuncias por falta de personal, falta de transparencia, tasas Covid, cobro de mascarillas…
Y, frente a todo ello, mediante distintos personajes de ficción -aunque reales y reconocibles-, Zelaieta nos introducirá en el día a día de una residencia, abordando la posibilidad de un modelo alternativo al actual y dando voz a cuidadoras y gerocultoras que han defendido en huelgas interminables sus condiciones laborales y la dignidad de las personas a las que cuidan.
En las residencias, los ancianos son como tornillos, parte de una cadena de producción Aris Tomé, trabajadora de una residencia de Gipuzkoa
No es solo que si fueran hombres el conflicto laboral de las residencias estaría resuelto, es que nunca habría existido, la inversión privada se interesó en el sector basándose en la financiación pública y en muy bajos salarios Isabel Otxoa, profesora de Derecho del Trabajo en la UPV, especializada en economía de cuidados
Hay más libertad en la cárcel que en muchas residencias Anna Freixas, gerontóloga feminista, escritora y profesora jubilada de Psicología en la Universidad de Córdoba
Con una rentabilidad que roza en algunos casos el 25%, el sector de los cuidados en Euskal Herria ha pasado a estar copado, en poco más de 30 años, por multinacionales sin escrúpulos que gestionan residencias privadas o concertadas con la administración.
Así, para fondos buitre, brokers u operadores locales, que facturan cada año millones de euros, los “clientes” o “usuarios” son un valor con el que especular y las cuidadoras unas trabajadoras a las que precarizar con el fin de optimizar gastos.
Una precarización que, en el oasis vasco, ha ido de la mano de privatizaciones espoleadas por intereses cruzados entre la administración pública, responsables de determinados partidos políticos y compañías del sector.
El periodista Ahoztar Zelaieta desentraña en esta nueva investigación el quién es quién de estas redes clientelares, destapando, además, prácticas ilícitas de varias empresas: tratos de favor a residentes, malos tratos, comisiones funerarias, denuncias por falta de personal, falta de transparencia, tasas Covid, cobro de mascarillas…
Y, frente a todo ello, mediante distintos personajes de ficción -aunque reales y reconocibles-, Zelaieta nos introducirá en el día a día de una residencia, abordando la posibilidad de un modelo alternativo al actual y dando voz a cuidadoras y gerocultoras que han defendido en huelgas interminables sus condiciones laborales y la dignidad de las personas a las que cuidan.
En las residencias, los ancianos son como tornillos, parte de una cadena de producción Aris Tomé, trabajadora de una residencia de Gipuzkoa
No es solo que si fueran hombres el conflicto laboral de las residencias estaría resuelto, es que nunca habría existido, la inversión privada se interesó en el sector basándose en la financiación pública y en muy bajos salarios Isabel Otxoa, profesora de Derecho del Trabajo en la UPV, especializada en economía de cuidados
Hay más libertad en la cárcel que en muchas residencias Anna Freixas, gerontóloga feminista, escritora y profesora jubilada de Psicología en la Universidad de Córdoba
El negocio de los cuidados en Euskal Herria El autor Ahoztar Zelaieta Zamakona (1972, Bilbo). Periodista y criminólogo, trabajó en el diario Egin y en la revista Ardi beltza, medios de comunicación clausurados por el juez Baltasar Garzón, así como en la revista Kalegorria.
Ha colaborado en programas de radio y documentales. En 2013, publicó con Txalaparta Jóvenes Burukides Bizkainos (JoBuBis). Clientelismo y fontanería.
Le seguirían varios libros editados por la revista Hincapié, que han figurado en las listas de los más vendidos en Euskal Herria: La casta vasca, Kutxabank.
El saqueo de Euskal Herria, Panamá Connections. Evasores y morosos vascos y Euskadi SA.
El gen corrupto del PNV. Y entre 2019 y 2020, en Txalaparta de nuevo, El narco oasis vasco y Zaldibar zona cero.
Fue uno de los fundadores de fueralacasta.org, así como colaborador de Pepe Rei Elkartea
Niños, los peones más vulnerables que Marruecos usó en la crisis de Ceuta
Una
mujer observa a Mohamed, un menor marroquí de 17 años que duerme en el
banco de los Jardines de Argentina de Ceuta tras entrar a nado a la
ciudad a principios de esta semana.
Un
blindado del Ejército de Tierra maniobra en la playa del Tarajal para
evitar la entrada de marroquíes que se lanzan para cruzar nadando la
frontera tras la retirada de la vigilancia marroquí, el pasado martes.
Efectivos
de la Guardia Civil sacan del agua a un joven marroquí que intentaba
nadar desde el lado marroquí de la frontera del Tarajal a Ceuta.
Según
las estimaciones del Gobierno, entre el lunes y el martes accedieron de
forma irregular unas 8.000 personas. Alrededor de 6.000 ya han sido
devuelta o han regresado voluntariamente.
Un
soldado español ordena en fila a un grupo de jóvenes marroquíes, entre
ellos, menores de edad, que quieren volver de forma voluntaria a su país
tras varios días vagando sin rumbo y sin comida por Ceuta, a donde
accedieron de forma irregular durante una crisis diplomática en la que
Marruecos dejó de controlar su frontera.
Decenas
de niños marroquíes esperan a que se les realice una prueba de
coronavirus y se les identifique en las naves del Tarajal, improvisado
punto de reunión donde se hacinan los menores ante la falta de otros
espacios para su acogida o para esperar que sus padres los reclamen, ya
que los menores solos no pueden ser devueltos a su país.
Decenas
de niños de muy corta edad son trasladados desde las naves del Tarajal
hasta el improvisado albergue de Piniers, en Ceuta, la noche del
miércoles. Las autoridades han identificado a unos 800 menores de los
más de 2.000 que cruzaron a nado.
Muchos de ellos han sido devueltos en
caliente al alcanzar la orilla española, en un procedimiento que ha
levantado malestar en el seno del Gobierno central y entre las ONG de
ayuda a la infancia.
Oussama,
de 15 años, y sus dos amigos llegan a un parque de Ceuta donde pasarán
su quinta noche durmiendo a la intemperie después de acceder a nado por
la frontera del Tarajal.
Se desconoce el número de niños que siguen en
la calle por falta de espacio en los centros, por miedo a ser devueltos a
Marruecos si acuden ellos o porque prefieren intentar llegar a la
Península colándose en un ferry del puerto.
Oussama
dice adiós después de entrar con sus dos amigos, todos de Tetuán, en
las naves del Polígono del Tarajal. Tras días durmiendo en la calle,
quieren ingresar en un centro de acogida de menores, aunque la llegada
masiva de niños desde el lunes hasta el miércoles ha desbordado la
escasa capacidad de acogida de la Ciudad.
Un
voluntario de la Cruz Roja intenta evitar que escape un menor marroquí,
al que acaba de traer del hospital por haber sufrido una agresión. Al
ver a los agentes de la policía en las puertas de las naves del Tarajal
sintió miedo de ser devuelto a Marruecos.
Decenas
de niños marroquíes esperan a que se les realice una prueba de
coronavirus y se les identifique en las naves del Tarajal, improvisado
punto de reunión donde se hacinan los menores ante la falta de otros
espacios para su acogida o para esperar que sus padres los reclamen, ya
que los menores solos no pueden ser devueltos a su país.
Dos
niños marroquíes que entraron irregularmente en Ceuta durante la crisis
fronteriza se comen un bocadillo mirando a la multitud de menores que
se hacinan en las naves del Tarajal, de donde escaparon por el tejado
tras días de mala alimentación, falta de espacio y dormir en el suelo.
Varios
agentes retienen a un joven marroquí tras un persecución iniciada por
el intento de fuga del chico, al que iban a devolver a Marruecos tras
descubrir que tenía 18 años a pesar de estar entre los menores hacinados
en las naves del Tarajal.
Varios
amigos del joven detenido cuando intentaba escapar de la nave del
Tarajal lloran de impotencia tras saber que su compañero será devuelto a
Marruecos.
Varios
niños marroquíes descienden por un canalón tras escapar de la nave del
Tarajal, donde llevan varios días en malas condiciones esperando su
derivación a los desbordados recursos de acogida para menores no
acompañados de Ceuta.
Dos
niños fugados de la nave del Tarajal donde se apelotonaron hasta 800
menores durante la crisis fronteriza vuelven al lugar voluntariamente
después de haberse comido un bocadillo en las inmediaciones. Muchos
cruzaron a nado la frontera sin que sus padres lo supieran.
El teléfono
habilitado por la ciudad para que los padres marroquíes llamen para
intentar localizar a sus hijos desaparecidos no ha dado abasto desde que
el miércoles empezó a funcionar.
Las reagrupaciones familias han sido
escasas por el momento, aunque un número indeterminado de menores
regresó voluntariamente a Marruecos durante la mañana del miércoles,
cuando los soldados españoles permitían la reentrada sin ningún proceso
legal ni levantar acta de su paso por la ciudad autónoma.
La sociedad occidental habla poco, o
nada, de la muerte; quizá porque la considera siempre inoportuna, quizá
porque la considera el fracaso de la Medicina. Pero, cuando hablamos
poco o nada de la muerte estamos hablando poco o nada de la vida. Porque
la muerte, parte integral de la vida, es la que dota finalmente a ésta
de sentido.
Estas reflexiones me han
venido a la cabeza tras la aprobación, en el Congreso de los Diputados,
de la Ley de Eutanasia; y me vinieron en marzo, cuando en el Parlamento
de Navarra presentaba una moción sobre este mismo asunto que me hizo
aflorar muchos recuerdos personales y profesionales.
El
primero en el tiempo es la muerte de mi padre, fallecido en 1982,
después de un año aciago en el que, inmisericordemente, su cuerpo se fue
derrumbando, y sus neuronas claudicando. Entró en un coma que duró una
semana; y, cuando su corazón dejó de latir fuimos echados de la
habitación por un médico que arrastraba un carro de paradas. Tras varios
minutos de intervención, salió muy compungido para decir que habían
hecho todo lo posible. Recién acabada la carrera de Medicina, tardé
mucho tiempo en entender por qué se me había quedado un sabor tan amargo
de ese día.
Cuatro o cinco años
después, conocí y atendí a mi particular Ramón Sampedro. Cada día de
visita, me despedía con la misma fórmula: "Prométeme que, pase lo que
pase, no me vas a mandar al hospital; que no me vas a dar antibióticos;
que si dejo de comer no me vas a poner una sonda". Unas palabras que me
removían lo aprendido sobre mi papel como médica, que convertían mis
visitas en una suerte de pulso entre los valores hipocráticos en que me
habían formado y la actitud de mi paciente.
Aprendí,
con aquel paciente, lo que 15 años después (en 2002) se reconoció como
el derecho a la autonomía del paciente. Y, poco después, otro paciente
me enseñó cómo acompañarles en duros momentos de decisiones difíciles.
Aquel paciente, con un cáncer con metástasis, pidió ir a morir a su casa
"sin hacer nada más". Recibió muchas críticas por abandonar, por no
luchar lo suficiente, por tirar la toalla€, pero muchas y muchos
profesionales aprendimos a escuchar y a comprender.
Y a ponernos del
lado de los derechos humanos en el área de la salud, que consiste en dar
información veraz, respetuosa, adecuada y cálida€ para que el paciente
decida desde su autonomía y su libertad. Limitamos el esfuerzo
terapéutico y recibió tratamiento paliativo.
La
vida tiene que tener calidad para que sea vivible; y controlar los
síntomas de esta enfermedad que nos está llevando a la muerte (dolor,
náuseas, estreñimiento, disnea, miedo, soledad, angustia) es el primer
paso. Un primer paso que nos permitirá otros tan humanos como lograr
transcendencia, realización, serenidad o arreglar las cuentas de la
vida.
Eso es lo que nos permiten los cuidados paliativos: una atención
integral que mejora la calidad de vida de los pacientes y sus allegados
cuando afrontan problemas inherentes a una enfermedad mortal.
Nuestro
papel como médicos (y también, cuando tenemos ese privilegio, como
legisladores) es y debe ser acompañar a esas personas y a sus familias.
Por eso en Navarra contamos con la Ley Foral 8/2011 de derechos y
garantías de la dignidad de la persona en el proceso de la muerte, que
regula –por ejemplo– la sedación paliativa. Años atrás, la morfina se
restringía porque podía "causar adicción". ¿De verdad temíamos convertir
en adicta a la persona a la que podían quedarle apenas unos días? Pues
sí: lo hacíamos.
La Medicina responde, como todo, a cada momento
histórico o social.
Hemos ido
avanzando, poco a poco, hacia la regulación. Por ejemplo, del testamento
vital. No deja de ser significativo que la mayor parte de las personas
que han hecho un testamento vital son mujeres que han acompañado a morir
a otras personas. También invita a la reflexión que muchas de ellas
escriban: "En el caso de que ya no pueda decidir cuando llegue la hora
de mi muerte, y la eutanasia haya sido legalizada, quiero que se me
aplique".
Quizás porque han escuchado, muchas veces, el silencio de una
mirada anhelante pidiendo ayuda ante una agonía que no termina; o porque
realmente han escuchado la queja de viva voz o porque han compartido la
angustia del que no se atreve a hablar. Quizás porque se han ido
haciendo maestras de la vida y han aprendido que la muerte pone punto
final a un proyecto vital que en ocasiones termina antes que el cuerpo
doliente.
Creo que tienen su derecho a
recibir una mirada compasiva y sin juicio, igual que lo tienen personas
que, desde sus valores religiosos o de otro tipo, y tomando la vida
como un valor absoluto, aceptan enfrentarse a la enfermedad y al proceso
de morir no interfiriendo la evolución del proceso. También deberemos
respetar su voluntad, acompasando los tratamientos médicos y
psicosociales y espirituales.
De eso
va la eutanasia: de decidir sobre la propia vida, de decidir qué
condiciones de tu propia vida han dejado de ser incómodas para volverse
insufribles. La eutanasia va de ser libres hasta el final.
Podemos
entrar en tecnicismos, en diferencias entre eutanasia activa y
eutanasia pasiva, entre eutanasia y suicidio asistido€ Pero, lejos de
los tecnicismos, recordemos siempre que hablamos de decisiones
personales, en libertad individual y en conciencia; dejemos claro que
los cuidados paliativos no quedan fuera por la ley de eutanasia, al
revés, son complementarios y pueden salir reforzados al saber la persona
que durarán solo mientras ella lo quiera.
Dejemos claro, en definitiva,
que vamos por detrás de los anhelos de la sociedad, de la tolerancia de
la sociedad y de la realidad de la sociedad. Despenalizar tanto la
eutanasia como el suicidio médicamente asistido no incitan a nadie a una
decisión concreta; simplemente evitan que sigan siendo prácticas
clandestinas donde al sufrimiento de tener que ayudar a alguien a morir
se le acompañe el miedo a un castigo injusto e inmerecido.
El sistemático uso mortal de la fuerza
por parte de la policía y el ejército en los países latinoamericanos ha
pasado de ser una excepción a una constante. Muchas veces se utiliza la
expresión de manzanas podridas cuando lo que está podrido son las cajas
mismas en las que están las manzanas: la misma existencia de cuerpos
armados que funcionan siguiendo órdenes jerárquicas, órdenes que
obedecen más a mandatos de personas en el Estado que buscan salvaguardar
sus intereses ideológicos o a los empresarios que les pagan sus
campañas electorales.
Y lo podrido de esas cajas no son solo
esas estructuras de dominación, sino además la forma en que se da
instrucción a las personas que trabajan en ellas: a los soldados y
policías se les forma para deshumanizar a quienes van a tratar;
mantienen reglamentos de control que no funcionan cuando cometen
arbitrariedades, ya que o no se les aplica o se construyen jueces dentro
de sus filas para darles un trato especial.
Se les paga mejor, se les
garantizan otros derechos laborales que la población no tiene, en
últimas el bloque dominante los acobija con tal ahínco que los convierte
en unos privilegiados dentro de los excluidos a los que hacen parte.
En el año 1996 la revista Noticias,
para la cual trabajaba el fotoperiodista Jose Luis Cabezas, secuestrado y
asesinado a manos de la policía bonaerense por pedido del empresario
Alfredo Yabrán, titulaba “Maldita Policía”. El asesinato de Cabezas
generó una fuerte conmoción social pero no fue el único.
Según informa CORREPI la policía
bonaerense asesinó desde el retorno de esta democracia, en el territorio
denominado Argentina, a 1549 personas de las cuales 46 fueron durante
la gestión de Sergio Berni como Ministro de Seguridad. Berni, quien ya lanzó su candidatura a presidente en 2023,
no dejó dudas respecto de cuál considera que es el rol de las policía
“reprimir” e indicó que estas fuerzas represivas no son “indios
salvajes” algo que valió el repudio de las comunidades indígenas.
La policía bonaerense es una de las más
numerosas a nivel mundial, son 100.000 personas, representando una tasa
de 700 policías cada 100.000 habitantes, un valor superior a lo
recomendado por las ONU de 300 policías y muy superior a cualquier otra
fuerza represiva de la región exceptuando la ciudad de Buenos Aires con
una tasa de 850 policías cada 100.000 habitantes. Para comparar con
otros países de Latinoamérica la tasa más importante luego de Argentina
es Uruguay con 540 policías.
En el caso de Colombia, ya es
tristemente célebre que el Escuadrón Movil Antidisturbios (ESMAD) deje
tras sus acciones el asesinato de personas que se manifiestan. El último
caso muy visible fue el del joven Dylan Cruz al que le dispararon en la
cabeza el 23 de noviembre del 2019 en medio de un Paro Nacional.
Sin embargo, el resto de la policía no
se queda atrás; el pasado 8 de septiembre fue torturado y asesinado
Javier Ordóñez, un abogado bogotano, a manos de la policía nacional. La
reacción popular a este asesinato desbordó las calles de la ciudad de
los siguientes días, con una respuesta desproporcionada de la misma
policía quien en distintas partes de la ciudad asesinó a otras 10
personas en medio de las manifestaciones.
Aunque autoridades del orden local ya
han llamado a la investigación de los casos, desde el orden nacional se
ha mantenido no solo el apoyo irrestricto a la institución, que en
Colombia no es de carácter civil sino militar, y en cambio denuncian
teorías conspirativas donde describen que sería milicias de las
guerrillas las que estarían detrás de los hechos.
Sin embargo, el
descrédito al que ha llegado esta institución es irremediable, lo que
abre el paso a las discusiones desde movimientos sociales y
organizaciones de derechos humanos quienes empiezan a hablar de la
necesidad desde la reforma hasta la abolición de la misma.
En la región latinoamericana, las armas
que brinda el estado son las mismas que realizaron golpes contra los
gobiernos de estas democracias. Queda la duda: ¿El Estado representa los
Gobiernos?
Es evidente que las sociedades
funcionarían mejor sin las fuerzas represivas del Estado. Más allá de
significar un avance en términos civilizacionales, la abolición de la
policía permitiría a los seres humanos repensar sus formas de
organización social y fortalecería los vínculos comunitarios.
Frente a
la barbarie y al miedo que es reproducido e impuesto por los cuerpos
policiales hacia las personas y los territorios, desde Virginia Bolten
preguntamos: ¿Para qué sirve la policía?
La organización International Rights
Advocates, especializada en la protección de los derechos humanos, ha
presentado una demanda colectiva contra los gigantes tecnológicos de
EEUU en nombre de las familias de niños que perecieron o resultaron
heridos en las minas de cobalto de la República Democrática del Congo.
Los activistas consideran que estas
empresas apoyaron a cadenas de suministro de cobalto que obligaban a los
niños a trabajar en condiciones peligrosas, a pesar de que tienen
políticas específicas que prohíben el trabajo infantil en la industria.
«Su fallo en la implementación de estas
políticas destinadas a detener el trabajo infantil en las minas de
cobalto representa un acto intencional realizado con el objetivo de
evitar poner fin a sus extraordinarios beneficios», escribió
la International Rights Advocates en una demanda presentada en un
juzgado en Washington.
Desde Apple y Dell comunicaron haber
observado la política de suministros responsables de materias primas.
Ambas compañías eliminaron a los refinadores de cobalto de sus cadenas
de suministro, que eran incapaces o no querían seguir las normas.
Actualmente, Dell está investigando las alegaciones presentadas en la
demanda, mientras que los representantes de Google, Microsoft y Tesla no comentaron a Financial Times estas acusaciones.
Los activistas de International Rights
Advocates presentaron su demanda contra las tecnológicas de EEUU, porque
contaban con pruebas que apuntaban a su vínculo con la muerte y las
heridas sufridas por los niños en la República Democrática del Congo.
Este pleito es el primero en desafiar a las compañías tecnológicas por
haber realizado prácticas ilegales en las minas de cobalto. Además,
redobla la presión sobre la industria, urgiendo a tomar medidas más
estrictas para prevenir el uso de mano de obra infantil.
La República Democrática del Congo
extrae el 60% del cobalto que utilizan las compañías tecnológicas para
producir smartphones y autos eléctricos. Casi la tercera parte de estos
suministros proviene de minas artesanales no reguladas que los
trabajadores excavan a mano.
Se espera que la demanda de este metal
incremente rápidamente a medida que aumente su uso en autos eléctricos.