Maldita policía
El sistemático uso mortal de la fuerza por parte de la policía y el ejército en los países latinoamericanos ha pasado de ser una excepción a una constante. Muchas veces se utiliza la expresión de manzanas podridas cuando lo que está podrido son las cajas mismas en las que están las manzanas: la misma existencia de cuerpos armados que funcionan siguiendo órdenes jerárquicas, órdenes que obedecen más a mandatos de personas en el Estado que buscan salvaguardar sus intereses ideológicos o a los empresarios que les pagan sus campañas electorales.
Y lo podrido de esas cajas no son solo esas estructuras de dominación, sino además la forma en que se da instrucción a las personas que trabajan en ellas: a los soldados y policías se les forma para deshumanizar a quienes van a tratar; mantienen reglamentos de control que no funcionan cuando cometen arbitrariedades, ya que o no se les aplica o se construyen jueces dentro de sus filas para darles un trato especial.
Se les paga mejor, se les garantizan otros derechos laborales que la población no tiene, en últimas el bloque dominante los acobija con tal ahínco que los convierte en unos privilegiados dentro de los excluidos a los que hacen parte.
En el año 1996 la revista Noticias, para la cual trabajaba el fotoperiodista Jose Luis Cabezas, secuestrado y asesinado a manos de la policía bonaerense por pedido del empresario Alfredo Yabrán, titulaba “Maldita Policía”. El asesinato de Cabezas generó una fuerte conmoción social pero no fue el único.
Según informa CORREPI la policía bonaerense asesinó desde el retorno de esta democracia, en el territorio denominado Argentina, a 1549 personas de las cuales 46 fueron durante la gestión de Sergio Berni como Ministro de Seguridad. Berni, quien ya lanzó su candidatura a presidente en 2023, no dejó dudas respecto de cuál considera que es el rol de las policía “reprimir” e indicó que estas fuerzas represivas no son “indios salvajes” algo que valió el repudio de las comunidades indígenas.
La policía bonaerense es una de las más numerosas a nivel mundial, son 100.000 personas, representando una tasa de 700 policías cada 100.000 habitantes, un valor superior a lo recomendado por las ONU de 300 policías y muy superior a cualquier otra fuerza represiva de la región exceptuando la ciudad de Buenos Aires con una tasa de 850 policías cada 100.000 habitantes. Para comparar con otros países de Latinoamérica la tasa más importante luego de Argentina es Uruguay con 540 policías.
Hace días que el gobierno nacional de Argentina informó un fuerte incremento para las fuerzas represivas y de encierro a pesar de la crisis social. La respuesta de la policía bonaerense fue iniciar protestas y rodear la casa presidencial con los patrulleros y las armas entregadas por el Estado en una nítida forma de intimidación. Estas mismas máquinas de matar asesinan por gatillo fácil y femicidios a una persona cada 26 horas.
En el caso de Colombia, ya es tristemente célebre que el Escuadrón Movil Antidisturbios (ESMAD) deje tras sus acciones el asesinato de personas que se manifiestan. El último caso muy visible fue el del joven Dylan Cruz al que le dispararon en la cabeza el 23 de noviembre del 2019 en medio de un Paro Nacional.
Sin embargo, el resto de la policía no se queda atrás; el pasado 8 de septiembre fue torturado y asesinado Javier Ordóñez, un abogado bogotano, a manos de la policía nacional. La reacción popular a este asesinato desbordó las calles de la ciudad de los siguientes días, con una respuesta desproporcionada de la misma policía quien en distintas partes de la ciudad asesinó a otras 10 personas en medio de las manifestaciones.
Aunque autoridades del orden local ya han llamado a la investigación de los casos, desde el orden nacional se ha mantenido no solo el apoyo irrestricto a la institución, que en Colombia no es de carácter civil sino militar, y en cambio denuncian teorías conspirativas donde describen que sería milicias de las guerrillas las que estarían detrás de los hechos.
Sin embargo, el descrédito al que ha llegado esta institución es irremediable, lo que abre el paso a las discusiones desde movimientos sociales y organizaciones de derechos humanos quienes empiezan a hablar de la necesidad desde la reforma hasta la abolición de la misma.
En la región latinoamericana, las armas que brinda el estado son las mismas que realizaron golpes contra los gobiernos de estas democracias. Queda la duda: ¿El Estado representa los Gobiernos?
Es evidente que las sociedades funcionarían mejor sin las fuerzas represivas del Estado. Más allá de significar un avance en términos civilizacionales, la abolición de la policía permitiría a los seres humanos repensar sus formas de organización social y fortalecería los vínculos comunitarios.
Frente a la barbarie y al miedo que es reproducido e impuesto por los cuerpos policiales hacia las personas y los territorios, desde Virginia Bolten preguntamos: ¿Para qué sirve la policía?
No hay comentarios:
Publicar un comentario