lunes, 13 de abril de 2020

LA COVID-19 DESNUDA LAS CARENCIAS DEL SISTEMA DE SALUD PRIVADO DE EUUU

Maritza Hernández y su marido forman parte de los 2.4 millones de inmigrantes indocumentados que carecen de seguro médico en California. Maritza Hernández

 Maritza Hernández y su marido forman parte de los 2.4 millones de inmigrantes indocumentados que carecen de seguro médico en California. Maritza Hernández



Maritza Hernández se desplaza cada mañana en coche hasta la localidad costera de Santa Mónica para trabajar como niñera. Desde hace varios días, su marido ha dejado de trabajar y, en plena pandemia, ella se ha convertido en el sustento económico de la familia.


Hernández y su marido, ambos de Guatemala, llevan indocumentados desde que llegaron a Los Ángeles hace varias décadas. Tienen un fondo de ahorros para mantenerse un tiempo a flote si ambos pierden el trabajo. 


En un estado como California, donde más de dos millones de inmigrantes indocumentados constituyen uno de los engranajes de la quinta economía mundial, ser tan previsor es, sin duda, una ventaja. Pero tampoco es garantía de nada.


 "Llevamos años ahorrando por si pasaba algo, por si nos arrestaban o nos deportaban y nuestra hija necesitaba dinero. Pero nunca pensamos que lo podríamos necesitar para este tipo de emergencia (pandemia)", asegura Hernández en entrevista con Público.
 

En EEUU viven unos 29 millones de individuos sin seguro médico, cerca del 8.8% de la población total del país. Según una encuesta realizada en 2018 por el Centro de Investigaciones de Políticas Sanitarias de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), sólo en CA se calcula que unos tres millones de personas no están aseguradas. 


De éstas, alrededor de 2.4 millones son inmigrantes indocumentados.


Hernández y su marido forman parte de este último grupo, pero cuando han necesitado atención médica, la han recibido a través de una clínica comunitaria de Los Ángeles.


 "Cuando estamos enfermos, vamos a una clínica local. Hemos llamado y nos han dicho que, si estamos mal por el virus, nos referirán al hospital", relata Hernández. "En el hospital no sé cuánto nos cobrarían, pero espero no tener que necesitarlo".


Las clínicas de salud comunitarias están financiadas con fondos federales y ofrecen atención médica a cualquier paciente sin importar el estatus migratorio. Pero estos centros suelen centrarse en la atención ambulatoria y, dependiendo de los ingresos de la familia, algunos facturan a sus pacientes


"En el condado de Los Ángeles, estas clínicas forman parte del programa My Health LA, y dan servicios médicos a unos 100.000 indocumentados que no cumplen los requisitos para obtener un seguro o cobertura médica", explica a Público Rosemary Veniegas, gerente del programa de salud de California Community Foundation, una organización sin fines lucrativos que ha recibido una cascada de solicitudes de alimentos a raíz de la covid-19.


Veniegas recalca que las clínicas cumplen una función "esencial" en los barrios californianos –sobre todo en los obreros– y que algunas están realizando las pruebas de detección de covid-19, e incluso ofrecen alojamiento temporal a quienes necesitan ponerse en cuarentena y carecen de un lugar donde pasarla.

Temor a los arrestos y a una factura médica astronómica


Para los indocumentados estas clínicas son un arma de doble filo, pues recurrir a este servicio puede suponer un impedimento de cara a la obtención de la residencia permanente ya que, bajo la lupa del gobierno federal, el beneficiario podría convertirse en una carga pública.


"La carga pública es una gran preocupación que comparten estas clínicas financiadas con fondos federales, y por ello, se han opuesto a ella y están luchando contra su implementación", asegura Veniegas.


Según la experta, el 80% de los pacientes de estas clínicas son inmigrantes indocumentados. Una de ellas, la Clínica Monseñor Óscar Romero de Los Ángeles, es un centro de referencia para la comunidad indígena y ha extremado las medidas de vigilancia para garantizar que sus pacientes reciben la atención que requieren sin ser arrestados y deportados por las autoridades migratorias (ICE).
 

"Este centro ha instaurado algunas de las políticas más estrictas para proteger y apoyar a los pacientes que se acercan por allí", asevera Veniegas.


Aunque el temor a los arrestos y a una factura médica astronómica tiene un efecto paralizante para gran parte de los indocumentados que requieren atención sanitaria, no es el único colectivo reacio a buscar tratamiento tanto en tiempos pre-covid-19 como ahora. 


Incluso un individuo asegurado puede enfrentarse a una factura de decenas de miles de dólares, dependiendo del tipo de póliza que posea y del procedimiento que requiera.


"Una hospitalización de una semana a diez días en una UCI con uso de respirador oscila entre los 70.000 y 100.000 dólares", explica a Público Anthony Wright, director ejecutivo de Health Access, una coalición que aboga por los derechos de los consumidores y la sanidad universal.


"Por supuesto, una persona sin seguro está completamente expuesta a esto, pero también los millones de empleados que han perdido el trabajo ahora, por coronavirus, y que se han quedado sin el seguro médico que recibían a través de su empleador", agrega.
 

Cuenta el activista que aproximadamente la mitad de los estadounidenses reciben cobertura médica a través de un plan patrocinado por la compañía en la que trabajan. En términos generales, las empresas suelen asumir entre el 50% y el 100% del coste. "Es la vía de cobertura principal para los estadounidenses", recalca. "Y ahora, la están perdiendo".


A pesar de las deficiencias e imperfecciones del sistema sanitario estatal y nacional que han quedado al descubierto en medio de la pandemia, Wright asegura que este ha mejorado desde que hace una década, Barack Obama impulsara el programa insignia de su mandato al que tanto se opuso el partido republicano: Obamacare (ACA).


"Ahora tenemos una red de seguridad que antes no existía para mucha gente. ACA rellenó algunos de los huecos del sistema sanitario y ahora, si pierdes el trabajo y el seguro, tienes opciones de cobertura que antes no había", explica.

La alternativa: programas financiados con fondos públicos


Para la nueva avalancha de recién parados, una alternativa es inscribirse en uno de los programas financiados con fondos públicos: A nivel federal existe Medicaid, mientras que en California, la versión estatal de dicha iniciativa se conoce como Medi-Cal. Ambos programas están disponibles para individuos sin ingresos o con ingresos muy bajos, sin coste alguno para ellos.


Cuenta Ninez Ponce, directora del Centro de Investigaciones de Políticas Sanitarias de UCLA, que Medi-Cal cubre a uno de cada tres individuos en el estado dorado y que el gobierno está tirando de sus arcas estatales para garantizar que los jóvenes sin papeles pueden inscribirse en el programa, algo que no ocurre con Medicaid, la modalidad federal.


"California fue el primer estado en expandir Medi-Cal a los adultos indocumentados hasta los 26 años, y es uno de los pocos estados que ofrece cobertura a los niños indocumentados", explica.


Fue a través de este programa, cómo los Hernández lograron asegurar a su hija, nacida en EEUU. "Mi hija tiene Medi-Cal, pero a mi esposo y a mí no nos permitieron participar en el programa por la edad", explica Hernández. "En la clínica comunitaria nos dijeron que nos seguirán atendiendo mientras mi esposo, que paga impuestos, no gane más de 40.000 dólares al año".


Los residentes legales de California cuyos ingresos superan los requisitos de Medi-Cal, tienen una segunda opción: comprar un seguro privado a través de Covered CA, que permite elegir el plan que mejor se adapta a cada individuo y cuenta con subsidios del gobierno calculados en función del salario anual del solicitante.


"El problema es que, incluso para el que se encuentra legalmente en EEUU, estos subsidios no son suficientes, especialmente en momentos como éste, donde hay una situación económica grave y California es un estado caro", asevera Wright.


Quienes quedan excluidos de Medi-Cal y Covered CA, deben buscar por su cuenta un seguro médico –algo que en el estado dorado es una obligación para evitar una abultada multa al presentar la declaración anual de la renta–.


"En California, estamos dando los pasos hacia un sistema de sanidad universal, pero esta crisis ha expuesto lo mucho que aún nos queda", lamenta el activista. "Los americanos estamos en desventaja frente a otros países industrializados por no tener un sistema de sanidad público".

Los americanos, en desventaja por su sistema de sanidad


La covid-19 ha sacudido con fuerza el mercado financiero y desnudado sin escrúpulos los pilares enclenques del sistema sanitario estadounidense que, en palabras de Wright, se construyó sobre el concepto de que la sanidad es una "mercancía", no un derecho.


"No estábamos preparados para esta pandemia


 De hecho, antes incluso de ella habíamos reducido las camas en los hospitales porque se veía como algo ineficiente en el mercado. Y esto no es necesariamente malo, siempre y cuando el estado tenga la capacidad de aumentar las camas cuando se necesitan", afirma. "Pero eso es algo que simplemente no tenemos en este país, ni a nivel federal, ni a nivel estatal".


Los expertos en salud pública continúan haciendo sonar las alarmas ante el fragmentado sistema sanitario de EEUU


Mientras los expertos en salud pública continúan haciendo sonar las alarmas ante el fragmentado sistema sanitario de EEUU, hace unos días, Donald Trump afirmó que los individuos que no estén asegurados recibirán diagnóstico y tratamiento por covid-19 sin coste alguno para ellos.


El mandatario, sin embargo, se olvidó de nuevo de los indocumentados, esos inmigrantes que siguen sosteniendo parte de la economía y las necesidades básicas de una potencia mundial cuyo capitalismo se tambalea, esos que limpian casas, aran la tierra, preparan la comida para llevar en restaurantes, cuidan niños y enfermos.


"En una pandemia, todos estamos en riesgo, y negarle cuidados sanitarios a sectores de la población que carecen de cobertura médica, nos daña a todos", sentencia Ponce.

 
 

EE.UU. declara por primera vez en la historia sus 50 Estados en situación de desastre

La ciudad de Nueva York se encuentra en estado de emergencia

 

A día de hoy, EE.UU. se ha convertido en el país más afectado por el coronavirus tanto en términos de casos como de víctimas mortales


Una declaración de desastre para el estado de Wyoming, en respuesta al brote de coronavirus en Estados Unidos, fue declarada este sábado por el presidente norteamericano Donald Trump.


Esta es la primera vez en la historia de EE.UU. que sus 50 estados se encuentran bajo declaración de desastre federal de manera simultánea, según dio a conocer el subsecretario de prensa de la Casa Blanca, Judd Deere.


Tras la noticia, Wyoming se ha convertido esta jornada en el último estado en recibir dicha declaración, que se produce 22 días después de la aprobación de la primera, para Nueva York, que tuvo lugar el 20 de marzo.


 En Wyoming, hasta el momento, se han registrado poco más de 260 casos y ninguna muerte.


«Aunque Wyoming no ha llegado a las terribles situaciones de algunos estados, esta declaración nos ayudará a preparar y movilizar recursos cuando los necesitemos», señaló el gobernador Mark Gordon en un comunicado.


Además, las Islas Vírgenes de EE.UU., las Islas Marianas del Norte, el Distrito de Columbia, Guam y Puerto Rico también han recibido una declaración federal de desastre debido a la pandemia.


Según publica RT, a día de hoy, EE.UU. se ha convertido en el país más afectado por el coronavirus tanto en términos de casos como de víctimas mortales.


 En cuanto a la cifra de decesos, superó este sábado a Italia, registrando un total de 20.071 fallecimientos por covid-19 en su territorio.


En referencia a los contagios, el país superó los 500.000 y se sitúa actualmente en 519.453 casos confirmados. 


Además, EE.UU. rompió este viernes otro récord trágico: se convirtió en el primer país del mundo en reportar más de 2.000 muertes por covid-19 en un solo día.


El epicentro de la epidemia en el país es el estado de Nueva York, donde, según los últimos recuentos oficiales han fallecido ya 8.627 personas.


 En cuanto al número de neoyorquinos infectados, es de 181.023. 


 El segundo estado más afectado es el de Nueva Jersey, con 58.151 casos confirmados y 2.181 muertes. 



Juventud Rebelde 






domingo, 12 de abril de 2020

Hart Island: la isla donde Nueva York entierra a sus pobres se convierte en la gran fosa común del coronavirus

*Imagen de la fosa común en el cementerio de Hart Island, en Nueva York


Imagen de la fosa común en el cementerio de Hart Island, en Nueva York


Schockierendes Drohnenvideo aus New York: Auf dem Armenfriedhof auf Hart Island werden Opfer von COVID-19 in diesen Tagen in riesigen Massengräbern bestattet.


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El estado de Nueva York ya tiene más casos de coronavirus que cualquier país del mundo y, para muchos neoyorquinos, la imagen de esta epidemia no será la de los hospitales saturados o las avenidas vacías. 


El recuerdo que tendrán de estos días será el de dos enormes zanjas de 60 metros de largo, recién excavadas.


Se trata de una grabación desde el aire en la que se ve a unas personas con monos blancos apilando ataúdes en tres alturas y tapándolos con tierra. La pequeñez de esos puntitos blancos en el barro negro del hoyo da una idea precisa del tamaño de la fosa común. 


Esas zanjas se localizan en Hart Island, una isla deshabitada situada frente al Bronx, más o menos donde el East River se convierte en la bahía de Long Island. Las han abierto junto a dos edificios de ladrillo rojo perfectamente visibles desde la ciudad, aunque es poco probable que los vecinos de la cercana City Island se escandalicen.


 Todo el mundo sabe que si te mueres en Nueva York y no tienes quien se haga cargo de tus restos, o si tu familia no puede pagar un entierro, lo más probable es que acabes en Hart Island. En los últimos 150 años, más de un millón de neoyorquinos pobres o desafortunados han encontrado allí su lugar de descanso. El coronavirus solo ha aumentado el ritmo.


El Ayuntamiento ordenó en abril cavar nuevas fosas en Hart Island en previsión de un aumento de la mortalidad por el coronavirus. No se equivocó: el mes pasado se duplicó en Nueva York la cifra normal de muertes. Las funerarias están desbordadas y los hospitales están usando camiones frigoríficos para guardar los cadáveres. 


El procedimiento habitual es que, cuando nadie reclama un cuerpo, al cabo de 30 días pase a ser propiedad de la ciudad. 


En primer lugar es trasladado a una escuela de Medicina para ser utilizado en la enseñanza. Posteriormente, acaba en la isla. Sin embargo, el coronavirus ha obligado a acortar esos plazos y ahora mismo, si nadie lo reclama, un muerto puede acabar enterrado en Hart Island después de solo dos semanas. 

La isla de la muerte


La isla de Hart está deshabitada y pertenece al Departamento de Prisiones de la ciudad de Nueva York. La única manera de llegar es a través de un ferry del departamento, que a su vez controla las visitas. En condiciones normales son los presos de la cercana isla-cárcel de Rikers los que trabajan allí como enterradores, una vez por semana, cobrando 45 céntimos de euros por hora, 25 veces menos que el salario mínimo en la ciudad.


Se ha publicado que, ante la crisis del coronavirus, muchos reclusos se habían negado a trabajar como enterradores por lo que se les ofreció material de protección y un aumento del 500%. La alcaldía dice que a ningún preso se le permite ir a Hart Island desde la semana pasada y reconoce que ha habido que contratar personal específico para enterrar gente todos los días, en vez de semanalmente, como ocurría hasta el momento.


Las tumbas de Hart Island no tienen nombres, aunque desde los años 80 se guarda un registro de los enterramientos que permite a algunas familias recuperar a sus seres queridos. El Ayuntamiento asegura que se seguirá el mismo procedimiento ante la epidemia de coronavirus.


 Hasta hace cinco años nadie podía visitar la isla, pero una demanda obligó al Gobierno local a organizarlas para que al menos los familiares de los enterrados pudieran acercarse al lugar. Desde que ese extendió el brote, han sido suspendidas sin fecha de regreso.


Desde que Nueva York la compró en 1868, Hart Island ha servido siempre como cementerio de los pobres, pero también como prisión militar y civil, sanatorio, psiquiátrico y hasta base de misiles. Ahora añade un nuevo capítulo a su historia como la gran fosa común de los olvidados del coronavirus.


 No hay que olvidar que la epidemia está golpeando con más fuerza a los más pobres de la ciudad, precisamente los que siempre han tenido más papeletas de acabar en la isla.

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Nunca había tenido tanto sentido nuestra misión de servicio público como ahora. Y a la vez nuestra situación económica nunca había sido tan frágil.



 






La gestión del coronavirus es el mayor fracaso en políticas científicas de nuestra generación


Casos acumulados de coronavirus en el mundo (mapa de la Universidad John Hopkins)
Casos acumulados de coronavirus en el mundo (mapa de la Universidad John Hopkins)


El editor de la prestigiosa revista científica The Lancet aporta su visión crítica sobre la gestión de la epidemia

 

"En esta ocasión, los expertos y los científicos dieron como hechas algunas realidades que luego resultaron no ser ciertas"

 

Sabíamos que esto iba a pasar. En 1994 Laurie Garret publicó un libro clarividente, un aviso, The Coming Plague [La próxima plaga]. 

Su conclusión era: "Mientras el género humano se pelea entre sí, la partida cae del lado de los microbios, que ganan terreno.


 Son nuestros depredadores y vencerán si nosotros, homo sapiens, no aprendemos a vivir en una aldea global que deje pocas oportunidades para los microbios".


Si les parece que esa forma de expresarse es hiperbólica, tengan en cuenta un análisis más sobrio realizado por el Instituto de Medicina de Estados Unidos en 2004. Se evaluaban las lecciones del brote de Sars de 2003 citando a Goethe: "Saber no es suficiente; debemos aplicar.


 Querer no es suficiente, debemos actuar". Concluía que "la veloz contención del Sars es un éxito de la salud pública pero también una advertencia… si el Sars sucede de nuevo… los sistemas sanitarios de todo el planeta recibirán una presión extrema… una vigilancia continua es de vital importancia".
 

El mundo hizo caso omiso a las advertencias.


Ian Boyd, quien fuera asesor científico del gobierno británico entre 2012 y 2019 recordó recientemente que "un entrenamiento realizado para un escenario de pandemia de gripe en el que morían alrededor de 200.000 personas me dejó hecho trizas".


 ¿Sirvió para que algún gobierno tomara medidas? "Aprendimos lo que funcionaría en caso de tener que aplicarlo, pero no necesariamente se pusieron en marcha las lecciones aprendidas".


Las políticas de austeridad acabaron con la ambición y compromiso por parte de los gobiernos de proteger a sus ciudadanos. El objetivo político fue disminuir el rol del Estado, que tuviera menor capacidad de intervención: el resultado fue dejar al país herido de gravedad.


 Sean cuales fueren las razones por las que no se aplicaron las lecciones de las simulaciones de Sars y gripe, el hecho es que –Boyd lo ha sintetizado- "nuestra preparación era deficiente".   


La respuesta global al Sars-CoV-2 es el mayor fracaso de la política científica de nuestra generación. Las señales estaban ahí. Hendra en 1994Nipah en 1998, Sars in 2003, Mers en 2012 y Ébola en 2014; todas esas grandes epidemias que afectaron a los humanos fueron causadas por virus que nacen en los animales y luego saltan al ser humano. 


El Covid-19 lo causa una nueva variante del virus que causó el Sars.


A nadie sorprende que las señales de alarma pasaran inadvertidas. Pocos de nosotros tienen la experiencia de una pandemia y todos tenemos parte de culpa por haber ignorado información que no refleja nuestra propia experiencia del mundo. 


Las catástrofes ponen de manifiesto la debilidad de la memoria humana. ¿Cómo puede planificarse ante un suceso aleatorio y extraño, más cuando el sacrificio exigido es tan intenso?


Como argumenta la sismóloga Lucy Jones en su libro de 2018 The Big Ones,"los riesgos naturales son inevitables, el desastre no lo es".


El primer deber de un gobierno es proteger a sus ciudadanos. Los riesgos de una pandemia pueden medirse y cuantificarse. Como han demostrado Garret y el Instituto de Medicina, los peligros de una nueva epidemia se sabían y comprendían desde la aparición del VIH en la década de los 80.


 Desde entonces, al menos 75 millones de personas se han contagiado de ese virus y han muerto 32 millones de personas. 


Puede que no se haya extendido por el planeta a la velocidad del Sars-CoV-2 pero su alargada sombra debería haber puesto sobre alerta a los gobiernos para que tomaran las medidas necesarias ante el estallido de un nuevo virus.


Durante una crisis, es comprensible que tanto ciudadanía como políticos se conviertan en expertos. Pero en esta ocasión, los expertos, los científicos que han modelizado y simulado futuros posibles, dieron como hechas algunas realidades que luego resultaron no ser ciertas. 


El Reino Unido asumió que esta pandemia se parecería bastante a una gripe. El virus de la gripe no es benigno, el número de personas fallecidas cada año por gripe en Reino Unido varía mucho con un pico reciente de 28.330 muertos en 2014-2015 pero la gripe no es Covid-19.


En contraste, China quedó marcada por su experiencia con Sars. Cuando el gobierno se dio cuenta de que había un nuevo virus en circulación, las autoridades chinas no recomendaron el lavado de manos, ni toser con más educación o tener cuidado con el lugar en el que se tiraban los kleenex.


 Pusieron ciudades enteras bajo cuarentena y apagaron la economía. Como me dijo un ex secretario de salud inglés, nuestros científicos sufrieron un ataque de "sesgo cognitivo" ante el riesgo medio que supone la gripe.


Quizás por ese motivo, el comité más importante del gobierno en esta crisis, el recién creado grupo de asesoramiento ante las amenazas de virus respiratorios (Nrevtag) llegó a una conclusión el 21 de febrero, tres semanas después de que la Organización Mundial de la Salud hubiera declarado la crisis una emergencia de salud pública de alcance internacional: no objetaba la evaluación de riesgo "moderado" a la salud pública de la población del Reino Unido.


Cometieron un error importante.


No elevar el nivel de riesgo tuvo como consecuencia un retraso mortal a la hora de preparar al sistema de salud ante la ola de infecciones que estaba por venir.


 Es doloroso releer las peticiones desesperadas de ayuda por parte del personal de primera línea del sistema sanitario público en Reino Unido. "El agotamiento del personal de enfermería nunca ha sido tan alto y muchas de nuestras heroicas enfermeras están al borde de un ataque de nervios".


 "Enferma ver que esto sucede y que, de algún modo, el país, cree que es lo correcto permitir que algunos trabajadores enfermen, reciban ventilación y mueran". "Me siento como un soldado que va a la guerra desarmado". "Es un suicidio". "Estoy harto de que me llamen héroe porque si tuviera opción no vendría a trabajar".


La disponibilidad y el acceso a equipos de protección individual ha fracasado de manera estrepitosa en el caso de muchos sanitarios, médicos y personal de enfermería. Algunos gestores de hospitales habían hecho la planificación correcta. Muchos no han sido capaces de proveer los equipos de protección necesarios a sus equipos de respuesta en primera línea.


En cada conferencia de prensa, el portavoz del gobierno incluye la misma frase: "Hemos seguido los consejos médicos y científicos". La frase es buena. Sólo es cierta en parte. Los políticos sabían que el sistema de salud no estaba preparado. Sabían que no se habían organizado las capacidades suficientes para proveer de cuidados intensivos ante un incremento de casos y necesidades como las actuales.


 Un doctor me escribió lo siguiente: "Parece que nadie quisiera aprender de la tragedia humana de Italia, China, España… Es realmente triste… Los médicos y los científicos no han sido capaces de aprender los unos de los otros".


Se supone que vivimos en el 'antropoceno', una era en la que la actividad humana  impone su influencia sobre el medioambiente. El concepto de antropoceno conjura una cierta idea de omnipotencia humana. 


Pero el Covid-19 revela la sorprendente fragilidad de nuestras sociedades. Ha expuesto nuestra incapacidad para cooperar, coordinarnos y actuar juntos. 

Quizás no podamos controlar el ámbito de lo natural en absoluto. 


Quizás no tengamos la capacidad de control que alguna vez creímos tener.


Si el Covid-19 es capaz de imbuir algún grado de humildad al ser humano, es posible que después de todo acabemos mostrando cierta receptividad a las lecciones de esta pandemia letal. O quizás nos sumerjamos de nuevos en nuestra cultura de complacencia y excepcionalismo en tanto llegue la próxima plaga. Que lo hará.


La historia reciente nos muestra que más temprano que tarde.


 Traducción de Alberto Arce






EN ESTADOS UNIDOS SE MUEREN EN LAS CALLES Y LOS ENTIERRAN EN FOSAS COMUNES

 

  Si la realidad fuera una película, ésta sería una gran superproducción de Hollywood y el mundo estaría salvado. Si todo lo que estamos viviendo fuera una ficción, el coronavirus ya hubiera sido eliminado a balazos y los artífices de su creación purgarían su culpa en una prisión de alta seguridad.  


En este supuesto largometraje, tendríamos héroes a los que alabar y villanos a los que perseguir. El virus lo hubiera creado la yakuza en un fumadero de opio, o tal vez un ruso sin alma en un búnker siberiano, o puede que un malvado narcotraficante cubano, primo de Fidel Castro, en un laboratorio clandestino en medio de la selva. 


Ante semejante amenaza, la comunidad científica se habría visto superada y el futuro del mundo quedaría en las manos de un ex policía alcohólico de Chicago o en las de un apuesto presidente con un pasado glorioso en el cuerpo de marines. 


Nuestro héroe americano, sin miedo a nada ni a nadie, se enfrentaría al mal a cara descubierta y ,con la única ayuda de su privilegiado cerebro y la fuerza de sus poderosos bíceps, salvaría al mundo, a la chica que le gusta y a una anciana desvalida que pasaba por allí.  


Las pocas víctimas, en el caso de que las hubiera, serían enterradas en Arlington, con honores fúnebres, salvas, banderas y demás parafernalia, al son del Amazing Grace.  Pero no, para desgracia de los adoradores del monstruo capitalista, la vida no es una película y los estadounidenses no son héroes.


 Fuera de las pantallas no va a venir a salvarnos Bruce Willis o Mel Gibson, y el presidente no es Harrison Ford, sino un descerebrado llamado Donald Trump. Para más escarnio, los chinos y los rusos envían ayuda humanitaria, y los perversos comunistas cubanos mandan médicos.


  En el país de las oportunidades la gente se muere en la calle y es enterrada en fosas comunes. No hay gloria, ni épica, en esta tragedia humanitaria, el becerro de oro está desnudo y agonizante. Es la cruel realidad del capitalismo, tanto tienes, tanto vales, incluso después de muerto. 


  Aquí no caben los finales felices. Fuera de las pantallas, el sueño americano es una pesadilla.


 





Varios empresarios e inversores presionaban a Trump para convencerle de que se volvieran a abrir centros de trabajo y locales de ocio en EEUU a pesar del coronavirus.

EL DIARIO.ES

 

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El 62% de los muertos en Nueva York son latinos y negros




El 34% de las personas que han muerto en la ciudad de Nueva York por covid-19 es latino, informó este miércoles en una rueda de prensa el alcalde de esa ciudad, Bill de Blasio. 


Es el grupo étnico con más fallecidos reportados en la ciudad hasta ahora, seguido de los pacientes de raza negra.


De Blasio explicó que estos son datos preliminares recopilados de las muertes registradas en los hospitales. El dato no incluye a aquellos fallecidos en sus hogares.


Un informe preliminar indica que un 34% de los 3.602 fallecidos por la covid-19 hasta este miércoles son hispanos, que constituyen el 29% de la población de la mayor ciudad estadounidense, con 8,6 millones de habitantes.«Es una disparidad flagrante», admitió el alcalde en conferencia de prensa.


«Lo que ha sucedido en el último par de años ha llevado a muchos inmigrantes, sobre todo los indocumentados pero también a quienes tienen papeles, a alejarse de los lugares donde normalmente buscarían apoyo o atención médica», sostuvo el alcalde en referencia a la política anti-inmigrante del gobierno de Donald Trump.


Esto es porque muchos de ellos no pueden guardar cuarentena y se ven obligados a seguir trabajando como repartidores de comida, limpiadores o niñeras para alimentar a sus familias. O que teman buscar asistencia médica por miedo a una deportación. Se estima que alrededor de un millón de los hispanos en Nueva York son inmigrantes indocumentados sin seguro médico, según estimaciones del gobierno municipal.


Como sucede en otras ciudades del país como Chicago, el coronavirus también afecta a los afro-estadounidenses de manera desproporcionada en Nueva York, con un 28% de las muertes, cuando constituyen el 22% de la población.



 Lo afirmó el alcalde de la ciudad, Bill Di Blasio. El dramático ránquing lo encabezan los hispanos, con el 34%. Los afroamericanos representan el 28% restante.




sábado, 11 de abril de 2020

El médico condenado al manicomio por promover el lavado de manos en 1847

El médico condenado al manicomio por promover el lavado de manos en 1847



Entre los grandes aportes de Ignaz Semmelweis está el de fomentar el lavado de manos para evitar infecciones. Fue acusado de «locura» y enviado al manicomio.


Ignaz Semmelweis es el «padre del lavado de manos», este fue uno de sus más grandes aportes a la medicina. Semmelweis era un obstetra que en 1847 entendió que lavarse las manos disminuía la tasa de mortalidad en los mismos hospitales, cuando los centros de salud eran demasiado antihigiénicos. Fue declarado «loco» y enviado al manicomio.

Semmelweis Ignác Fülöp o Felipe Ignacio Semmelweis (1818-1865) fue un médico de Hungría. Obtuvo un doctorado en obstetricia y asistió al profesor Klein del Centro de Maternidades del Hospicio General de Viena.

 



Lavado de manos en el siglo pasado
Autopsia en el Hospital General de Massachusetts, siglo XIX. Crédito: Massmoments.org.



Hospitales antihigiénicos del siglo XIX

En esta parte de la historia de la medicina, antes del siglo XX, los hospitales eran terriblemente antihigiénicos: carecían de normas de sanidad y de limpieza, las sábanas casi siempre estaban sucias, llenas de sangre y otros fluidos corporales.

Los médicos no se preocupaban por la asepsia (evitar la infección por gérmenes). Esta falta de esterilización se daba porque en esa época todavía no se habían descubierto los gérmenes ni la teoría microbiana de la enfermedad (solamente se teorizaba)
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Caso Semmelweis: lavado de manos para evitar infecciones

Ignaz Semmelweis fue un médico audaz en la historia de la medicina y clave para esa teoría de los microbios. Él observó los numerosos casos de fiebre puerperal en mujeres en labor de parto: un porcentaje de hasta 40% que entraba al Hospicio General de Viena contraía esa fiebre y moría
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Ignaz Semmelweis
Izquierda: retrato de Ignaz Semmelweis. Derecha: estatua de él en Budapest, Hungría. Crédito: Biusante / Wikimedia commons.


En 1847 Semmelweis fue testigo del deterioro y muerte de un colega después de cortarse la mano mientras diseccionaba un cadáver. Ahí comenzó a relacionar la causa de enfermedades con el contacto con cadáveres descompuestos (aun sin conocer sobre microorganismos).

Específicamente se dio cuenta de que las mujeres en labor de parto que eran atendidas por cirujanos contraían mucho la fiebre puerperal. Estos médicos también realizaban autopsias.


 La sección obstétrica también tenía a las parteras (éstas no tocaban cuerpos de difuntos y sus mujeres atendidas no desarrollaban fiebre).



 Entre los grandes aportes de Ignaz Semmelweis está el de fomentar el lavado de manos para evitar infecciones. 




Cómo se están falsificando los certificados de defunción en Estados Unidos sobre la marcha

 

Cómo se están falsificando los certificados de defunción en Estados Unidos sobre la marcha 

 

Lo mismo que en otros países, en Estados Unidos la falsificación de los certificados de defunción también se está imponiendo sobre la marcha porque necesitan de la pandemia imperiosamente. Antes contaban de una manera y a partir del 24 de marzo lo hacen de otra. Esto significa que el fraude es de gran calado y que en el futuro el coronavirus servirá para múltiples usos, tanto sanitarios como políticos.

Antes sólo podían hacer referencia a la gripe de 1918 como cortina de humo; lo de ahora está mucho más fresco en la memoria. Será como exhibir el látigo en presencia del esclavo.

Los Centros de Control y Prevención de Enfermedades han enviado a los hospitales de Estados Unidos las instrucciones para imponer una determinada manera de contabilizar los fallecimientos por coronavirus (1).

Los hospitales están obligados a indicar el virus como causa de la muerte, independientemente de que existan o no pruebas reales que confirmen su presencia. Si el coronavirus sólo fuera un factor coadyuvante o si se sospechara que ha causado o contribuido a la muerte, se puede consignar como causa principal de la misma.

El CDI (Catálogo Internacional de Enfermedades y Problemas Sanitarios) establece el código U07.1 para las muertes por infección de coronavirus y existe un código secundario U07.2 para el diagnóstico clínico o epidemiológico de coronavirus cuando el informe del laboratorio no está disponible o no es concluyente, según las directrices de los CDC.

El CDI es un catálogo médico codificado que clasifica las enfermedades y una gran variedad de signos, síntomas, lesiones traumáticas, envenenamientos, circunstancias sociales y causas externas de lesiones o enfermedades. Lo publica la Organización Mundial de la Salud y se utiliza en todo el mundo para registrar las tasas de morbilidad y mortalidad en el ámbito de la medicina.

“Dado que los resultados de las pruebas de laboratorio no suelen figurar en los certificados de defunción en Estados Unidos, el NCHS no tiene previsto utilizar el código U07.2 para las estadísticas de mortalidad”.

La causa subyacente de la muerte depende del apartado que se consigne en el certificado de defunción. Sin embargo, las reglas para codificar y seleccionar la causa subyacente de la muerte establecen que el coronavirus “debe figurar en la mayoría de los casos como la causa subyacente”, según las directrices.

Los CDC inflan artificiosamente la tasa de mortalidad por coronavirus ordenando a los hospitales que hagan caso omiso de la ambigüedad o de otros factores implicados en la muerte. El resultado, por supuesto, será un aumento de la tasa de mortalidad.

Hay una diferencia importante entre una causa de muerte definitiva y el reconocimiento de los factores que también existen o contribuyen a ella. La forma en que estos elementos concluyentes son consignados determina para siempre esa parte del historial clínico del paciente. Habida cuenta del volumen de casos en cuestión, es poco probable que un segundo examen pueda separar las causas de la muerte para obtener una conclusión sobre la pandemia en el futuro.

“El Covid-19 debe figurar en el certificado de defunción de todas las personas fallecidas en las que la enfermedad haya causado o se sospeche que haya causado o contribuido a la muerte. Los certificadores deben incluir la mayor cantidad de detalles posibles basados en su conocimiento del caso, registros médicos, pruebas de laboratorio, etc.”

La orden de los CDC continúa diciendo que “si el fallecido tenía otras afecciones, como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica o el asma, que también pueden haber contribuido a la muerte, se pueden consignar en la Parte II”.

“No tenemos ni idea de lo que está sucediendo aquí y ahora, y no sabemos lo que la gente va a hacer en el futuro”, dijo Jeffrey Shaman, un epidemiólogo de la Universidad de Columbia, al Washington Post. “Tampoco sabemos si el virus es estacional”, añadió Shaman, cuyo trabajo lo utiliza la Casa Blanca para determinar las tasas de mortalidad (2).

Que nadie sepa es normal. Podemos ponernos a buscar. Pero ese no es el problema. Quieren que nunca podamos llegar a saber lo que está ocurriendo. El coronavirus quedará en el futuro como una “cabeza de turco” al que siempre se podrá responsabilizar de cualquier cosa, como la crisis del capitalismo.

De ahí que no se estén practicando ni pruebas de laboratorio ni autopsias. Es curioso ese esfuerzo de los CDC, pero también de la prensa española, por buscar más carnaza, inflar aún más las cifras de la pandemia. Todo sensacionalismo les parece poco.




Cada vez está más claro que el coronavirus entra dentro del terreno de la psicología de masas, que su objetivo es influir en sus emociones, motivaciones y razonamientos objetivos y, en última instancia, en el comportamiento de los gobiernos, organizaciones, empresas, bancos e instituciones de todo el mundo.

En adelante bastará que el sargento grite “¡coronavirus!” para ponernos firmes a todos. Nuestro servilismo dará verdadera pena a las generaciones futuras.

Hasta el senador por el Estado de Minnesota, Scott Jensen, que es médico, ha manifestado públicamente en la cadena de televisión KX4 que los intentos de los CDC por inflar las cifras de muertos por coronavirus son “ridículos”.

 Los poderes públicos pretenden controlar a las personas mediante el miedo: “El miedo es un excelente medio de controlar a la gente y eso es lo que me inquieta.
 Temo que a veces no estemos interesados por el factor que  como Usted sabe, a veces la capacidad de la gente para pensar por ellos mismos se paraliza si están suficientemente asustados”.
 
Más información:
 
- La falsificación de los certificados de defunción para inflar el alcance de la pandemia


- La salud pública como pretexto para la represión, el control y la vigilancia de masas 







Frente al paro, planes para impedir el hambre y los saqueos de centros comerciales

 

Frente al paro, planes para impedir el hambre y los saqueos de centros comerciales 

 

La crisis del capitalismo ataca a las grandes potencias imperialistas, despertando el trauma de la Gran Depresión de los años treinta. 
 
Las cifras de desempleo, que ya son espeluznantes, se podían disparar aún más en los próximos meses, según las últimas cifras de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE).

En Estados Unidos y Europa los registros de parados aumentan día a día y pueden acelerarse aún más en las próximas semanas. Los expertos hacen planes para evitar una sublevación violenta. La OIT ha propuesto crear un “fondo social” a escala internacional.

Tras la Gran Depresión la producción industrial se redujo a la mitad entre 1929 y 1932 y la tasa de paro saltó del 3,1 al 24 por ciento. En marzo de 1933, la mitad de la población activa del país estaba desempleada, o sea 15 millones de personas.

Las últimas estadísticas del otro lado del Atlántico muestran un aumento exponencial en el número de personas que buscan trabajo. Los jóvenes (16-24 años) están en primera línea del paro, con una tasa que ha aumentado del 7,7 por ciento al 10,3 por ciento.

Pero en Estados Unidos las cifras de desempleo no reflejan la realidad porque no hay trabajo a corto plazo como en Europa.

El gobierno de Washington ha reforzado el colchón de seguridad en las últimas semanas ofreciendo una prestación a tanto alzado de 600 dólares a la semana. Pero los autónomos quedan fuera de esos planes.

En Austria el número de personas inscritas en el servicio de empleo público aumentó en más de dos tercios en marzo. En Noruega el número de parados registrados en las oficinas de empleo se quintuplicó, dice la OCDE.

Tras semanas de batallas internas, el jueves los ministros de finanzas del Eurogrupo llegaron finalmente a un acuerdo para un plan de rescate valorado en 500.000 millones de euros.

El paquete incluye una medida llamada Sure (Apoyo para mitigar los riesgos de desempleo en una emergencia), que tiene por objeto ampliar el trabajo a jornada reducida a todos los países de la UE. 
 
Presentado el 2 de abril por la Comisión Europea, este mecanismo prevé un paquete de 100.000 millones de euros “en forma de préstamos a los países que los necesiten para que los trabajadores reciban un ingreso y las empresas no despidan a los trabajadores”.

Este instrumento permitirá sobrevivir a los trabajadores, pagar el alquiler, la luz y las compras de alimentos básicos para que no se mueran de hambre.

Pero, igual que en Estados Unidos, muchos se quedarán fuera, como los autónomos.

Los planes que se van aprobando no suponen ninguna alternativa al paro ni a la reducción de salarios; sólo tratan de impedir una ola de hambre y, ppor lo tanto, de saqueos y disturbios.
 
 
 





¿Qué ocurre cuando alguien contagiado con covid-19 tose en un supermercado?





 De acuerdo con la modelación, las partículas que llevan el virus permanecen en el aire por varios minutos antes de dispersarse.

 Científicos finlandeses desarrollaron un modelo 3D que simula la propagación del coronavirus que emana del tracto respiratorio al toser. De acuerdo con los resultados preliminares, la carga patógena permanece en el aire varios minutos.

¿Qué ocurre cuando alguien contagiado con covid-19 tose en un supermercado

 

 Científicos finlandeses lo muestran en este vídeo.
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Científicos finlandeses desarrollaron un modelo 3D que simula la propagación del coronavirus que emana del tracto respiratorio al toser. De acuerdo con los resultados preliminares, la carga patógena permanece en el aire varios minutos. Cortesía de: Aalto University, Finnish Meteorological Institute, VTT, University of Helsinki; Mikko Auvinen, Antti Hellsten

Para realizar el estudio, cuatro instituciones académicas —Universidad de Aalto, el Instituto Meteorológico de Finlandia, el Centro de Investigación Técnica VTT de Finlandia y la Universidad de Helsinki— modelaron de forma independiente un escenario en el cual una persona contagiada tose en un supermercado, en un pasillo flanqueado por estantes, teniendo en cuenta las condiciones de ventilación.

Los resultados obtenidos fueron los mismos para las cuatro entidades académicas: la nube de partículas se extiende rápidamente desde donde se encuentra la persona que tose y termina diluyéndose al cabo de varios minutos.

La distancia que toma esta nube depende del tamaño de las partículas. Los investigadores crearon el modelo tomando como referente partículas de menos de 20 micrómetros, lo que impide que éstas caigan al suelo rápidamente.
 La tos seca, síntoma típico de covid-19, tiene normalmente un tamaño de partículas menor a 15 micrómetros. 

"Si alguien infectado con coronavirus tose y se aleja, deja partículas extremadamente pequeñas en suspensión que portan el coronavirus. 

Y estas partículas podrían terminar en el tracto respiratorio de otras personas cercanas", precisa el profesor asistente de la Universidad de Aalto, Ville Vuorinen.
 

La propagación del virus en la sociedad se ha estudiado de forma minuciosa.

 Los modelos de estos investigadores muestran que la limitación del movimiento en "puntos nodales" como tiendas, restaurantes y transporte público, puede "frenar o incluso suprimir" la expansión de la enfermedad.

De acuerdo con los investigadores, estos resultados confirman la necesidad de mantener la distancia y evitar lugares que reciben un importante flujo de personas, en el contexto actual de propagación del coronavirus.