domingo, 12 de abril de 2020

EN ESTADOS UNIDOS SE MUEREN EN LAS CALLES Y LOS ENTIERRAN EN FOSAS COMUNES

 

  Si la realidad fuera una película, ésta sería una gran superproducción de Hollywood y el mundo estaría salvado. Si todo lo que estamos viviendo fuera una ficción, el coronavirus ya hubiera sido eliminado a balazos y los artífices de su creación purgarían su culpa en una prisión de alta seguridad.  


En este supuesto largometraje, tendríamos héroes a los que alabar y villanos a los que perseguir. El virus lo hubiera creado la yakuza en un fumadero de opio, o tal vez un ruso sin alma en un búnker siberiano, o puede que un malvado narcotraficante cubano, primo de Fidel Castro, en un laboratorio clandestino en medio de la selva. 


Ante semejante amenaza, la comunidad científica se habría visto superada y el futuro del mundo quedaría en las manos de un ex policía alcohólico de Chicago o en las de un apuesto presidente con un pasado glorioso en el cuerpo de marines. 


Nuestro héroe americano, sin miedo a nada ni a nadie, se enfrentaría al mal a cara descubierta y ,con la única ayuda de su privilegiado cerebro y la fuerza de sus poderosos bíceps, salvaría al mundo, a la chica que le gusta y a una anciana desvalida que pasaba por allí.  


Las pocas víctimas, en el caso de que las hubiera, serían enterradas en Arlington, con honores fúnebres, salvas, banderas y demás parafernalia, al son del Amazing Grace.  Pero no, para desgracia de los adoradores del monstruo capitalista, la vida no es una película y los estadounidenses no son héroes.


 Fuera de las pantallas no va a venir a salvarnos Bruce Willis o Mel Gibson, y el presidente no es Harrison Ford, sino un descerebrado llamado Donald Trump. Para más escarnio, los chinos y los rusos envían ayuda humanitaria, y los perversos comunistas cubanos mandan médicos.


  En el país de las oportunidades la gente se muere en la calle y es enterrada en fosas comunes. No hay gloria, ni épica, en esta tragedia humanitaria, el becerro de oro está desnudo y agonizante. Es la cruel realidad del capitalismo, tanto tienes, tanto vales, incluso después de muerto. 


  Aquí no caben los finales felices. Fuera de las pantallas, el sueño americano es una pesadilla.


 





Varios empresarios e inversores presionaban a Trump para convencerle de que se volvieran a abrir centros de trabajo y locales de ocio en EEUU a pesar del coronavirus.

EL DIARIO.ES

 

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