Si la realidad fuera una película, ésta sería una gran superproducción de Hollywood y el mundo estaría salvado. Si todo lo que estamos viviendo fuera una ficción, el coronavirus ya hubiera sido eliminado a balazos y los artífices de su creación purgarían su culpa en una prisión de alta seguridad.
En este supuesto largometraje, tendríamos héroes a los que alabar y villanos a los que perseguir. El virus lo hubiera creado la yakuza en un fumadero de opio, o tal vez un ruso sin alma en un búnker siberiano, o puede que un malvado narcotraficante cubano, primo de Fidel Castro, en un laboratorio clandestino en medio de la selva.
Ante semejante amenaza, la comunidad científica se habría visto superada y el futuro del mundo quedaría en las manos de un ex policía alcohólico de Chicago o en las de un apuesto presidente con un pasado glorioso en el cuerpo de marines.
Nuestro héroe americano, sin miedo a nada ni a nadie, se enfrentaría al mal a cara descubierta y ,con la única ayuda de su privilegiado cerebro y la fuerza de sus poderosos bíceps, salvaría al mundo, a la chica que le gusta y a una anciana desvalida que pasaba por allí.
Las pocas víctimas, en el caso de que las hubiera, serían enterradas en Arlington, con honores fúnebres, salvas, banderas y demás parafernalia, al son del Amazing Grace. Pero no, para desgracia de los adoradores del monstruo capitalista, la vida no es una película y los estadounidenses no son héroes.
Fuera de las pantallas no va a venir a salvarnos Bruce Willis o Mel Gibson, y el presidente no es Harrison Ford, sino un descerebrado llamado Donald Trump. Para más escarnio, los chinos y los rusos envían ayuda humanitaria, y los perversos comunistas cubanos mandan médicos.
En el país de las oportunidades la gente se muere en la calle y es enterrada en fosas comunes. No hay gloria, ni épica, en esta tragedia humanitaria, el becerro de oro está desnudo y agonizante. Es la cruel realidad del capitalismo, tanto tienes, tanto vales, incluso después de muerto.
Aquí no caben los finales felices. Fuera de las pantallas, el sueño americano es una pesadilla.
América Latina
No hay comentarios:
Publicar un comentario