Macron, Putin y Merkel en una fotografía de 2017.
¿Adónde vas mundo?
Pequeño optimismo enmarcado en una enorme cautela, despierta la videoconferencia sostenida este 30 de marzo entre el presidente de Rusia, Vladímir Putin y su homólogo francés, Emmanuel Macron, así como la canciller alemana Ángela Merkel. Que se hayan referido a la posibilidad de unir esfuerzos para enfrentar la COVID-19, resulta, por sí solo, un estimulante resultado que se calza con la perspectiva de registrar y producir en Europa la Sputnik V, vacuna hasta el momento desdeñada en algunas capitales del Viejo Continente, bajo el absurdo de que le sirve a Moscú como exponente político.
Cuando el contagio se extiende de forma alarmante y los perjuicios económicos tras un año de pandemia se acumulan, surgen imponderables (el incumpliendo de grandes farmacéuticas con respecto a los contratos pactados por la Unión Europea con ellas) y situaciones irregulares como que el Reino Unido tiene inmunizado al 30% de su población y el resto de sus antiguos socios no llega al 10%, aunque se hayan preocupado por procurar el freno a la enfermedad. La urgencia parece haber derribado algún muro de malquerencia infundada.
En ese mismo tercer mes del 2021, se había registrado un hecho que da idea del encono con el cual se aprecian y enfocan las relaciones internacionales pese a la alta necesidad de remover caminos y enlazar voluntades.
Semejante a los cumpleaños que no reciben cotejo ni lisonja, aparecía el llamado de Rusia y China a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, convocando a trabajar con urgencia en el fortalecimiento de la confianza mutua y la salvaguarda del orden internacional, con base en las leyes existentes. "El mundo ha entrado en un período de cambio turbulento"-plantea el comunicado conjunto, acentuando, que la actual pandemia, la crisis que genera, acelera procesos y tendencias, agudizando turbias situaciones, entre ellas un desequilibrio en "el sistema de gobernanza global” no solo por su impacto en el desarrollo económico, pues coincide o precipita "nuevas amenazas y desafíos globales de manera continua".
El texto, su alarmado contenido, fue divulgado el martes 23 de marzo, al concluir una visita del canciller ruso Serguéi Lavrov a China tras conversaciones con su homólogo Wang Yi. Ambos remarcaron que si bien la democracia es "uno de los logros del desarrollo humano", no existe un solo modelo y es inadmisible "la injerencia en asuntos internos de estados soberanos so pretexto de promoverla".
"El desarrollo de las relaciones entre China y Rusia no apunta a ningún otro país. No somos como otros países a los que les gusta montar camarillas donde se conspira tácitamente", así afirma el acuerdo final de la cita en Geilin, ocurrida luego de las conversaciones sino-norteamericanas en Anchorage, Alaska, reflejadas por los enviados especiales de la prensa mundial como un acontecimiento más huraño que amable, pese a las declaraciones al término, cuando las partes parecieran referirse a respeto y positividad en las pláticas, deseándolo pero sin lograrlas. Ese acontecimiento y la cita de Sergue Lavrov con el también canciller chino ocurre, además, tras fuertes expresiones de la administración norteamericana contra Rusia, desde donde respondieron con irónica acritud.
Sobre la errónea práctica dominante que provoca un ambiente enrarecido de modo absurdo, el analista y diplomático hindú M. K. Bhadrakumar, alega: “Los estrategas americanos continúan ignorando la perspectiva de una alianza entre Rusia y China. Asumen alegremente que es posible contener y erosionar gradualmente a ambos países vía sanciones, restricciones comerciales, financieras, de inversiones y tecnología, y, simultáneamente, abatiendo su estabilidad interna con el financiamiento de la oposición a sus regímenes y adoctrinando en medios de guerra informativa a elementos pro occidentales”.
El enfoque resume de forma magistral una praxis de EE.UU. con malsano impulso bajo el gobierno Trump, al forzar el deterioro en la esfera comercial, con lesiones en los vínculos preexistentes entre productores y empresas chinas y estadounidenses, tejidas en el tiempo por conveniencia y voluntad de ambos. Desde etapas anteriores se vislumbró una especie de competencia ofuscada que llevó a Hilary Clinton, siendo secretaria de estado, a plantear una “ruta de la seda” norteamericana en contraposición al magno proyecto ya muy avanzado por China.
Ídem con respecto a evitar que Rusia continuara encumbrándose una vez recuperado su destruido aparato militar y ganado un desarrollo económico de suficiencia, al tiempo que se estaba proyectando, notablemente, con su exitosa ayuda a Siria, para vencer al Daesh. Mérito que a Donald le gustaba auto atribuirse.
Siempre hubo y casi seguro existirán diferencias entre áreas geográficas y estados, pero eso no impidió ni tiene motivos suficientes para malograr relaciones sobre los grandes problemas, la paz, el desarrollo, muy difíciles o improbables si no hay puntos de contacto básicos y un razonable entendimiento que capacite un orden internacionalmente multipolar más justo, democrático y proporcionado.
Para que algo de ese cariz se obtenga. Estados Unidos y en gran medida Europa, tiene que adaptarse a las transformaciones operadas en quienes se tienen como adversarios repudiables, pero mejor pudieran ser eficaces compañeros de viaje en tiempos tan interdependientes.
Esos a los cuales percibe Occidente como enemigos –según se afirma en la estrategia de seguridad norteamericana, tanto de la anterior administración como de la actual- están en capacidad de favorecer grandes objetivos mundiales si en lugar de confrontaciones se concitara la cooperación.
En los años de postguerra la economía norteamericana emergió fortalecida del destructivo evento mundial, con 40% del PIB planetario, pero en este momento ese rating descendió al 15%, mientras colosos como China y la India, ascendieron portentosamente y el gigante asiático, en particular, ya supera en varios renglones a los estadunidenses.
Rusia también demostró ser capaz de recuperarse y tanto es de ese modo que los castigos económicos impuestos desde el 2014 se han estado esfumando gradualmente y hoy se constata un fortalecimiento en la estabilidad financiera y logros en sectores algo rezagados como el agrícola, que en este instante permiten cubrir la demanda interna y registrarse en calidad de exportador neto de alimentos en el 2020, etapa durante la cual consiguieron colocarse por encima de Arabia Saudita en lo referido a suministro de petróleo a los mismísimos EE.UU.
La República Popular China, lleva decenios asombrando por su estabilidad en un constante y ancho crecimiento, sumado a un desarrollo tecnológico de alto vuelo. Tienen un sistema defensivo a tener en cuenta, propulsado por la presencia injustificada de gran parte de las fuerzas aeronavales estadounidenses en el Mar de China Meridional.
Parafraseando a algunos analistas bien enterados, desde 1972, cuando Richard Nixon acepta el plan de Kissinger procurando un acercamiento interesado con China, para presionar a la URSS, ha llovido mucho y se ha sembrado y crecido asaz. Pareciera que los calificativos gruesos del secretario de estado Anthony Blinken y otros, indican que se desea separación sin probar recursos de mayor lustre.
Con Rusia otro tanto, permitiendo suponer que hay algo o bastante de codicia al constatar los avances de las dos potencias. Cuando Donald Trump amenazó a las empresas europeas participantes en el gasoducto Nord Sgtream 2, se dedujo que su visión de comerciante se estaba proyectando en política exterior. Pero no, la hipótesis de que se debe comprar gas de esquisto norteamericano y no concluir una obra casi concluida, dejarla inoperante como si fuera un juguete, se mantiene en activo.
Alemania, que es una de las naciones con mayor empeño en ese suministro de energético más barato, cercano y fiable, negocio del cual participa profusamente, se ve en apuros para desobedecer a Washington, de donde provienen muchas órdenes y escasos vectores de generosidad.
Por eso, la trascendencia del encuentro virtual entre la Merkel, Macron y Putin. Si no solo se limitan al aspecto retórico de las determinaciones expuestas habrá una evidencia de que es preferible el entendimiento que la confrontación. Será más fácil dilucidar el asunto del SarCov2 y, valga citarlo, el entuerto con respecto a Irán y el pacto nuclear abandonado por la Casa Blanca.
Y no serán las únicas cuestiones a dilucidar buenamente, incluso si solo les asiste el más barato pragmatismo, porque el intento de seguir dominando la economía y la política global, imponiéndose a todos, en todas partes es, cada vez, menos recomendable.
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