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miércoles, 29 de junio de 2022

No a la OTAN, sí ¿a qué?

 

No a la OTAN, sí ¿a qué?

Para medir todo lo que ha cambiado en los últimos años basta pensar en el titular de El País del 21 de noviembre de 2010, durante la última cumbre de la Alianza Atlántica: "La OTAN entierra la guerra fría en Lisboa". 

Allí estuvo presente Medvedev, presidente entonces de Rusia, acogido por Obama como un "socio, no un adversario", el cual se mostraba dispuesto a "cooperar en defensa antimisiles", mientras el presidente de EEUU, por su parte, pedía al Senado de su país que ratificara el nuevo tratado sobre reducción de armas estratégicas (START) para "no echar a perder el clima de entendimiento  con Rusia". 

 Doce años después, en Madrid, el nuevo "concepto estratégico" de la Alianza no solo es inseparable de la invasión rusa de Ucrania sino que, en un nuevo marco de confrontación entre potencias, se configura, de la manera más "ambiciosa", para hacer frente a Rusia y, sobre todo, a China como potenciales amenazas para la "seguridad atlántica". 

Esto implica, obviamente, más miembros y aliados, más gasto armamentístico, más innovación en tecnología militar y más riesgo de nuevas guerras.

 En términos globales, el nuevo concepto estratégico supone una amenaza agravada para el cambio climático y para la desigualdad social. 

En términos geopolíticos, supone la definitiva sumisión de Europa a unos EEUU cuyos intereses son muchas veces divergentes -y así lo perciben los propios dirigentes- respecto de los del viejo continente. 

En cuanto a la "frontera sur", las políticas de defensa y seguridad serán las mismas, enfocadas a controlar el terrorismo y la inmigración; es decir, a "resolver bien" o aún mejor, sin salpicaduras de sangre, las matanzas de esos humanos que reivindican de facto, baqueteados y doloridos, el inalienable derecho al movimiento y la hospitalidad.  

Conviene -ahora bien- no incurrir en monoteísmos reduccionistas.

 ¿Es razonable denunciar este "nuevo concepto estratégico" de la OTAN? 

Sin duda. 

Lo que no es razonable es ignorar el mundo en que se produce.

 Cuando hablo de monoteísmo me refiero a la beligerancia monótona, introspectiva, de un cierto sector de la izquierda que sigue repitiendo los mismos mantras desde 1986, pero con mucho menos apoyo social. 

Una frase que resume bien este tipo de monoteísmo se la escuché hace poco a un respetable representante de la izquierda en unas declaraciones contra la cumbre de Madrid: "Si la OTAN no existiera, no habría habido guerra en Ucrania". 

La frase es equívoca, está equivocada y además es injusta. 

Es equívoca porque, para enfatizar la responsabilidad otanista, habla de "guerra en Ucrania" y no de "invasión rusa", induciendo la ilusión de que es la Alianza la que asedia y amenaza las ciudades ucranianas. 

Está equivocada porque, emborronando el origen ruso-imperial de la guerra, resta autonomía y agencia a la decisión ucraniana de resistir.

 Es "injusta", además, con la propia Rusia; al absorber todos los acontecimientos del mundo en la omnipotencia sin sombra de los EEUU y la OTAN, atribuye a Rusia un papel puramente periférico y reactivo, contrario a la autoconciencia orgullosa de Putin, quien no ha dejado de afirmar sin vergüenza su libre voluntad imperialista, entre la mística de la Tercera Roma y el pragmatismo de los recursos energéticos, de controlar su "patio de atrás". 

También más lejos y más allá. ¿Qué hace Rusia, por ejemplo, en Siria, en Mozambique, en Mali, en Libia? ¿Defenderse de la OTAN? 

 El "nuevo concepto estratégico" de la OTAN es nuevo; las protestas de cierta izquierda no. 

En las manifestaciones del domingo hemos escuchado las mismas consignas -decía- que en 1986, que en 1991, que en 2003, aunque repetidas en voz más baja y en más reducida compañía. No a la OTAN, vale. Pero sí, ¿a qué? ¿A la paz? Nadie está en contra de la paz. 

El último en hacer la guerra en nombre de la guerra fue Hitler; a partir de Hiroshima, prohibida la guerra por las Naciones Unidas, todas las intervenciones militares de EEUU se han querido humanitarias y democratizadoras; también ahora la de Rusia se pretende defensiva y desnazificadora.

 La propia Alianza Atlántica -dice Carmen Romero, vicesecretaria general de Diplomacia Pública OTAN- apuesta hoy en Madrid por una "disuasión reforzada con el fin de mantener la paz". 

No se puede oponer la paz abstracta como alternativa a una organización militar, porque incluso para la paz hace falta poder y cualquiera tiene más poder que nosotros. 

Nombrar la paz no es un ejercicio pacifista; para los que tienen poder suele ser, al contrario, uno de los protocolos de la guerra. 

  Nosotros seguimos con nuestro monoteísmo, espejo e himno de impotencia, incapaces de afrontar el mundo despiadado que se avecina o convencidos de que podemos conjurarlo con una jaculatoria. 

No a la OTAN. 

No a las bases. 

No a la guerra. 

En las manifestaciones del domingo no hubo una sola alusión a Ucrania o Rusia, ni en las consignas ni en el comunicado; solo los siempre coherentes Anticapis recurrieron -menos monoteístas- al viejo ninismo trotskista (Ni OTAN ni Putin), lo que está muy bien, a condición de recordar que la OTAN y Rusia se oponen y se refuerzan mutuamente,  que es Putin quien está invadiendo Ucrania y que la mayoría abrumadora de los europeos, mientras no se les ofrezca otra cosa, entre la OTAN y Putin prefieren sin dudas ni matices la OTAN. 

Lo que hay que reprochar a las instituciones europeas es que no tengan otra cosa que proponernos; lo que hay que reprochar a la izquierda es que se contente con una "posición moralmente superior" en un mundo que se cae a pedazos y en el que ha renunciado a intervenir. 

La izquierda no es pacifista; la izquierda es inofensiva.

 Una izquierda inofensiva no puede defender a a los ciudadanos de nada: ni de la pobreza ni de los desahucios ni de la ultraderecha ni de la confrontación de bloques.

 Para ser pacifista hace falta mucho poder institucional y colectivo: para convencer, para movilizar, para hablar en futuro y en positivo.  Recuerdo que en diciembre de 2015, siendo candidato al Senado, el periodista Andrés Gil me puso en aprietos en una entrevista en eldiario.es preguntándome sobre la OTAN.

 Yo, que no me había leído el argumentario de Podemos, salí por peteneras de un modo, lo confieso, poco airoso. 

Descubrí entonces que personalmente estaba mucho más en contra de la OTAN que Podemos, cuyo programa de política exterior estaba diseñado por el lucidísimo Pablo Bustinduy y uno de cuyos candidatos era el muy respetable exJemad Julio Rodríguez. 

En 2015 Podemos entendía que, si quería gobernar, tenía que aceptar que ningún gobierno de España podría salirse de la OTAN y mucho menos disolverla y que, por lo tanto, había que utilizar el poder institucional, mientras la relación de fuerzas global no fuera favorable, para mitigar desde dentro sus efectos, poner piedrecitas en su camino y reforzar sobre todo la soberanía de la UE frente a los EEUU. 

Había otra alternativa, es verdad: renunciar a gobernar y seguir gritando "no a la OTAN" en uno de los angostos alvéolos de nuestro pequeño mundo paralelo. 

 Podemos tenía razón en 2015, con una OTAN en horas bajas, y hoy, cuando el 83% de los españoles están a favor de la Alianza y países democráticos, tradicionalmente neutrales, como Suecia y Finlandia, aspiran a incorporarse a ella, tendría mucha más razón.

 Si yo dijera "este no es el momento de salirse de la OTAN" se me reprocharía estar a favor de la organización. No es eso lo malo de esa frase. 

Lo malo de esa frase es que da por supuesto que está en nuestras manos -de la izquierda- salir o no de la OTAN e incluso disolverla.

 No está en nuestras manos.

 Somos totalmente inofensivos. 

Nos preguntamos "qué hacer" y respondemos cargados de razón: salirse, disolverla, decretar la paz, salvar el planeta.

 La misma izquierda que, no sin algún fundamento, considera irreformables las instituciones, está convencida, en cambio, de que, en un momento de bajísima movilización, puede derrocarlas negándolas en una pancarta -la misma pancarta que en mejores tiempos sirvió de bastante poco. 

 "Qué hacer" no es la pregunta. 

La pregunta es "qué podemos hacer". 

La propuesta del primer Podemos en 2015 es hoy más difícil de poner en práctica, con una OTAN reforzada, militar y socialmente, por la agresión rusa y orientada por EEUU hacia la confrontación con China, pero me temo que no hay otro camino: utilizar el poco poder institucional que le queda a la izquierda para defender la UE en el interior de una organización que la vuelve dependiente, vulnerable e irrelevante. 

La otra opción es dimitir de todos los cargos y sumarse a las manifestaciones, donde al menos estaremos "entre los nuestros", protegiendo nuestro prestigio izquierdista y nuestra "superioridad moral". 

En el mundo común, estrecho y ajeno, los problemas se multiplican y se agigantan: nueva confrontación entre potencias, nueva carrera armamentística, retrocesos democráticos en el corazón mismo del imperio estadounidense, cambio climático, crisis energética.  

En este contexto la OTAN, lo sabemos, forma parte de los problemas y no de la solución. 

Pero la cuestión no es la OTAN.

 Los problemas crecen, digamos, en racimo y no se pueden retirar, por tanto, uva a uva o grano a grano. 

No a la OTAN, no al imperialismo, no al capitalismo, ¿y sí a qué? 

Una de las paradojas de los mundos difíciles es que en ellos las soluciones son al mismo tiempo problemas agravados, de tal manera que no podemos, por decirlo así, salvar un país sin amenazar al mundo.

 Por eso pensar "qué podemos hacer con la OTAN" exige pensar también "cómo podemos ayudar a Ucrania" y "cómo podemos frenar a la Rusia imperialista sin dejarla fuera de la seguridad continental" y "qué podemos hacer con una China que no es una amenaza para Europa" y "qué podemos hacer con Turquía y con Arabia Saudí", y "cómo podemos defender ahí -y no en nuestra cabeza- la democracia y los DDHH", aceptando que ya no existe ese mundo añorado por cierta izquierda en el que los EEUU eran omnipotentes, la gente estúpida y nosotros moralmente superiores.

 Es la nostalgia del mundo bipolar y del mundo unipolar, mucho más estables e ideológicamente claros, la que de algún modo está entregando hoy Ucrania a Rusia y Europa a la OTAN. 

Ese mundo no existe. 

En éste, astillado y despiadado, necesitamos más inteligencia, más poder y alguna propuesta pacificadora concreta que mucha gente -mucha- pueda comprender, aceptar y defender.


 

sábado, 18 de junio de 2022

LA COMUNA DE PARIS (frente al republicanismo liberal)




* LA COMUNA DE PARIS

 (frente al republicanismo liberal)

*

 Entrevista de Luis Hernandez Navarro (Cruce de Palabras, TELESUR) a Nestor Kohan sobre los 150 años de la Comuna de París. 

El asalto al cielo de los condenados de la Tierra frente a la dominación capitalista. 

La verdadera democracia, basada en el poder de la clase trabajadora, frente al republicanismo liberal.

 La Comuna como alternativa revolucionaria frente a la republica parlamentaria burguesa.

 El papel central de las mujeres revolucionarias y los maestros, junto a la la clase trabajadora. 

La Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) como Primera Internacional. 

Enseñanzas e inspiraciones para las luchas contemporáneas en Nuestra América y en todo el mundo.   




martes, 14 de junio de 2022

Canarias: El incierto futuro de una dependencia alimentaria suicida

  

La gravedad del escenario que se está configurando alrededor de Canarias es tal, que se multiplican los potenciales conflictos que podrían poner en peligro el actual estatus   

En el año 2012, cuando aún estaban muy presentes los efectos del crisis económica iniciada en 2008, publicábamos en Canarias Semanal un artículo en el que alertábamos del gravísimo riesgo que suponía para el Archipiélago el desarrollo de una dependencia alimentaria que se traducía en la importación de más del 90% de los alimentos de consumo básico que la población requiere para su subsistencia diaria.  

La reflexión que entonces proponíamos sobre la catástrofe social que se podría producir en las islas “si cualquier tipo de acontecimiento externo paralizase los suministros que impiden que muramos de hambre” cobraría posteriormente aún más sentido con el estallido de la pandemia del coronavirus, que evidenció la fragilidad del “monocultivo” del Turismo.  

Es hoy, sin embargo, cuando la creciente inestabilidad política que se está generando en el Norte de África, con el propio Gobierno español como importante factor desestabilizador, pone de manifiesto que un escenario de desabastecimiento generalizado del Archipiélago no se puede considerar tan solo como una fantasiosa distopía, sino que se dibuja como una posibilidad real que, sin embargo, está pasando desapercibida.  

En un somero y apretadísimo resumen, la región en la que se encuentra ubicada Canarias está sometida en este momento a una guerra silenciada entre el pueblo saharaui y Marruecos; un incremento de las hostilidades entre el propio reino alauita -apoyado por EE.UU. e Israel – y Argelia, gran potencia militar de la zona que, a su vez, cuenta con el apoyo de Rusia y acaba de romper su tratado de amistad con el Estado español en respuesta a la entrega del Sáhara perpetrada por el Gobierno de Pedro Sánchez; una disputa entre potencias por el control del Sahel, con Rusia y Francia como principales protagonistas y, como “gran colofón”, a los planes para instalar una base militar de la OTAN en el Archipiélago, en el marco de esta disputa geopolítica por el control del Continente, que convertiría a las islas en un blanco militar directo. 

La gravedad del escenario que se está configurando es tal, que se multiplican los potenciales conflictos que podrían afectar al normal arribo de  las importaciones a los puertos canarios o encarecer estas importaciones hasta el punto de provocar una crisis sin precedentes. 

 El artículo que ahora recuperamos, con  este motivo, es una aproximación inicial y somera  a un tema particularmente complejo  -con diversas aristas económicas, sociales y políticas interrelacionadas– que tan solo apunta, sin desarrollarlo,  el problema de la  superpoblación del Archipiélago, reconocido recientemente por el propio Ejecutivo autonómico. 

 En Canarias  han pasado de residir algo más de 300.000 personas a principios del siglo XX a más de 2,2 millones en la actualidad lo que, unido al efecto sobre nuestros recursos escasos de los más de 10 millones de turistas  que visitan las Islas cada año, convierte en un objetivo prácticamente inalcanzable, sin cuestionar las bases mismas de nuestra sociedad, la superación de la dependencia alimentaria, o energética, del Archipiélago. 

 Pese al carácter de mero esbozo introductorio del presente texto, la importancia de situar en la “agenda” un tema tan esencial para nuestra propia supervivencia justifica su nueva publicación con el propósito, esperemos que no infructuoso, de propiciar el debate colectivo.   

  CANARIAS ANTE EL RETO DRAMÁTICO DE UNA DEPENDENCIA SUICIDA  

(Publicado originalmente en noviembre de 2012)  

   Canarias importa el 92% de los alimentos de consumo básico que la población requiere para su subsistencia diaria. Este preocupante dato era recordado esta misma semana por la prensa local.

 Y, como sucede cada cierto tiempo sin que ello tenga ninguna consecuencia práctica, no han faltado las voces de algunos políticos institucionales sobre el enorme peligro que esta dependencia alimentaria supone para las Islas.

  El consejero insular de Agricultura, Ganadería y Pesca del Cabildo de Tenerife, José Joaquín Bethencourt, por ejemplo, calificó este riesgo como absolutamente “suicida”. Mientras, medios que hasta hace bien poco ridiculizaban a quienes se atrevían a alertar sobre los catastróficos efectos que una situación de desabastecimiento provocaría en el Archipiélago descubrían, repentinamente, esta amenaza.  

La dependencia alimentaria de Canarias, sin embargo, está lejos de ser un hecho novedoso y, en términos porcentuales, se sitúa en torno al 90% desde hace años.  

A nivel internacional, esta realidad es resultado de la imposición de un modelo agroalimentario exportador controlado por un pequeño puñado de multinacionales que dominan el comercio de granos y la producción y distribución de semillas, herbicidas y fertilizantes y destruyen inmisericordemente las economías y los ecosistemas locales para garantizar su propia expansión. 

 La situación particular del Archipiélago Canario, no obstante, es también responsabilidad de la casta política que, en representación de una burguesía local que ha sobrevivido históricamente como agente comisionista de actores económicos foráneos, terminó por imponer en las islas un monocultivo turístico insostenible y especialmente depredador.

 Y que,  pese a legitimarse ante la población por su supuesta defensa de la canariedad, estrangula la producción autóctona y subvenciona el negocio de la importación.

  EL VERDADERO SENTIDO DE LA SOBERANÍA ALIMENTARIA. 

MÁS ALLÁ DE LOS HUERTOS URBANOS  

Con el estallido de la crisis económica se ha producido un aumento sustancial de la conciencia ciudadana en torno a la debacle que se produciría en las Islas si cualquier tipo de acontecimiento externo paralizase los suministros que impiden que muramos de hambre. 

Así como sobre el efecto igualmente crítico que tendrá en Canarias el incremento de los precios de todos los productos importados como consecuencia del inminente cénit de la producción mundial de petróleo y gas natural, que repercutirá en los costes de transporte de mercancías. 

 Paralelamente, un concepto acuñado en los países superexplotados de la periferia capitalista, la “soberanía alimentaria”, comenzaba a hacerse común en el discurso de diversas organizaciones ecologistas y sociales de las Islas. 

La soberanía alimentaria, que incide en la necesidad de priorizar la producción para el consumo doméstico, es la forma en la que a partir de la última década del pasado siglo XX se manifestó la vieja reclamación de los pueblos de poder controlar sus recursos naturales y definir políticas agrícolas y pesqueras que garanticen su supervivencia y sean ecológicamente sostenibles. 

 En ese contexto histórico, la reivindicación de la “soberanía alimentaria” surgió como reacción a los devastadores efectos provocados en la mayor parte del planeta por el modelo agrícola industrial potenciado por la FAO. 

En plena fiebre neoliberal, las empresas transnacionales del sector y las grandes potencias que las respaldan lograron imponer la apertura de los mercados de los países del Tercer Mundo, para inundarlos más tarde con sus productos subvencionados. 

Al tiempo, utilizaron organizaciones como el FMI, el BM y la Organización Mundial del Comercio para conminar a estos países a reconvertir sus tierras de cultivo dedicándolas a la agricultura industrial de exportación.

 Como consecuencia de ello, millones de personas se vieron obligadas a dejar el campo, sumándose al resto de excluidos que malviven en las ‘villas miseria’ de las grandes urbes de las naciones subdesarrolladas por éstas y otras políticas neocoloniales.  

En estos países, por tanto, el reclamo de esa parcela básica de soberanía ha estado asociado a la lucha tradicional por la reforma agraria y la reapropiación de las riquezas naturales por parte de las comunidades.

 En su trasvase a los naciones del llamado Primer Mundo, sin embargo, el concepto de soberanía alimentaria se ha desprovisto, en la mayoría de los casos, de este contenido político revolucionario, dando lugar a una práctica perfectamente asumible por el sistema e incapaz de responder a las propias expectativas que genera.

 Lejos de organizarse políticamente con la finalidad de conquistar una redistribución justa de la tierra o el agua, lo que implica necesariamente enfrentar a los poderes económicos dominantes y el Estado que los ampara, los defensores occidentales de la soberanía alimentaria suelen centrar sus esfuerzos en el aprovechamiento de los espacios residuales aún no conquistados por el mercado capitalista. 

La expresión más conocida de esta práctica es el desarrollo de los llamados huertos urbanos en sus diversas modalidades. 

Experiencias que, aun pudiendo proporcionar una salida existencial a grupos reducidos y mostrar que otro tipo de agricultura es posible, dejan intacto el problema esencial. 

 ¿Cómo podría siquiera aspirarse a una soberanía alimentaria en sociedades como la canaria, con más de 2 millones de habitantes, sin poner a disposición de la colectividad las grandes extensiones de tierra dedicadas al negocio de la exportación o la construcción descontrolada? 

 ¿TOMAR “LAS SOBRAS” O RECLAMAR LAS RIQUEZAS COLECTIVAS?  

Canarias, con un modelo económico del pelotazo construido a partir de los años 70 sobre los pies de barro del ladrillo y el turismo -controlado por un puñado de turoperadores foráneos-, solo tiene cultivada actualmente el 10% de su superficie total. 

 Y tomando como referencia solo la superficie agraria útil en la actualidad, unas 130.000 hectáreas,  un 60% de ese suelo cultivable se encuentra sin uso. 

La agricultura y ganadería de supervivencia, que durante siglos fue una válvula de escape para paliar la secular miseria de la población isleña cuando ésta se encontraba más adaptada a las dimensiones y los recursos potenciales del Archipiélago, ha sido prácticamente finiquitada. 

Y la superpoblación, junto a la propia actividad del turismo de masas, multiplican exponencialmente la demanda de estos recursos y la tensión a la que se somete a unos ecosistemas frágiles y ya ampliamente degradados. 

 A estos factores estructurales, que complican hasta límites no suficientemente ponderados el sostenimiento de esta actividad económica, cabe sumar el maltrato sistemático del gobierno regional a los agricultores y ganaderos que aún producen para el consumo interno, denunciado recurrentemente por sus portavoces y asociaciones. 

 El Gobierno regional no sólo no les ofrece el apoyo necesario para continuar desarrollando su actividad productiva, sino que atenta contra su subsistencia subvencionando las importaciones de productos que ellos podrían proporcionar a los mercados del Archipiélago.  

Entre los beneficiarios de este modelo –sostenido hasta el momento gracias a las ya menguantes subvenciones de la UE – se encuentran también los grandes propietarios de terrenos dedicados a cultivos de exportación como el plátano o el tomate. 

Dos producciones que ejemplifican a la perfección, al igual que el monocultivo turístico, el tipo de economía impuesto en las Islas por intereses extranjeros y ajenos a las necesidades básicas del pueblo canario.  

Se trata, en su conjunto, de un conglomerado económico que concentra en manos de una pequeña minoría la mayor parte de los recursos del Archipiélago y aquellos que llegan desde el exterior. 

Una realidad que convierte en una pura quimera cualquier reclamación de soberanía alimentaria no integrada en un proyecto político que reclame también la propiedad colectiva de las riquezas básicas de Canarias. 

 Avanzar hacia ese objetivo, desde luego, requeriría desarrollar un nivel de organización popular a años luz del que actualmente existe en las Islas.

 Pero es, pese a su innegable dificultad, el gran reto que hoy se presenta como ineludible para superar no sólo la dependencia alimentaria sino una situación de emergencia social sin salida dentro del sistema capitalista y a la que, en consecuencia, no pueden dar respuesta ninguna de las fuerzas políticas integradas en el arco parlamentario.

 En eso consiste, en definitiva, la secular lucha de los pueblos por conquistar su soberanía.  

 

Canarias ocupa el 6º lugar del mundo en el índice de intensidad turística. 

El gráfico adjunto muestra la evolución de los millones de turistas que visitaron el Archipiélago cada año entre 2010 y 2021, con la caída crítica provocada por la pandemia del coronavirus en los años 2020 y 2021.






martes, 7 de junio de 2022

Elon Musk y la censura-exclusión en internet


Elon Musk y la censura-exclusión en internet

 Elon Musk, posiblemente el hombre más rico del planeta Tierra, y uno de los llamados magnates de la tecnología, ha estado en la palestra recientemente gracias a la compra que hizo, o que estaría por concretar (al día de hoy 06-06-2022), de la famosa red social conocida como Twitter. Es uno de los globalistas más notables, y por tanto un impulsor del nuevo orden mundial corporocrático-totalitario en vías de consolidación. 

Como empresario prominente de sectores altamente tecnológicos, su fortuna se ha acrecentado considerablemente en los últimos años, gracias a la evolución de la cuarta revolución industrial o creciente digitalización-robotización de la sociedad, en especial desde el 2020, con el inicio de la pandemia por COVID-19 y la aceleración de las transformaciones en el marco del cambio climático. En este contexto Musk, cada vez más arrogante por su gigantesca riqueza, se ha creído incluso uno de los dueños del mundo, codeándose con otros personajes elitescos y hasta influenciando en diversos ámbitos en las políticas nacionales y globales. 

De manera que no sorprende su vinculación con eventos de gran impacto para el presente y futuro de la humanidad, como la emergencia sanitaria por el nuevo coronavirus, la guerra en el este europeo y otros conflictos bélicos internacionales, y otras coyunturas.  En cuanto a la red social arriba mencionada, Musk ha prometido, por ejemplo, que potenciará la libertad de expresión en dicho sitio electrónico y que cualquiera tendría acceso a la red. Ahora bien, considerando que el globalista es uno de los sujetos de mayor influencia en el mundo, al servicio del Statu Quo, es evidente que la exclusión y la censura de todos aquellos escritos que cuestionen al nuevo orden mundial.corporocrático-digital-totalitario, fomentado en parte por Musk y generador de mayor desempleo, pobreza y exclusión en general, es lo único que será potenciado por el personaje en cuestión.

 A continuación, una muestra de lo que espera a Twitter bajo el liderazgo del “defensor” de la libertad de expresión Elon Musk:  “’Invertí en Twitter porque creo en su potencial para ser la plataforma para la libertad de expresión en todo el mundo, y creo que la libertad de expresión es un imperativo social para una democracia que funcione’”, dijo Musk en su carta de oferta a Twitter. “’Sin embargo, desde que hice mi inversión, ahora me doy cuenta de que la empresa no prosperará ni cumplirá con este imperativo social en su forma actual. Twitter debe transformarse en una empresa privada’”

   “Por ejemplo, Musk podría buscar exigir nombres reales en las cuentas.

 O tal vez puede continuar permitiendo seudónimos pero requerirá una identificación con foto o la integración con servicios de terceros donde los usuarios ya son conocidos 

   El diagnóstico de Musk puede reflejar las experiencias de un tipo de usuario muy particular, pero sucede que este usuario pronto controlará el diseño de la plataforma. Como parte de su solución para luchar contra los bots de criptomonedas, Musk quiere que sea más fácil separar las cuentas reales de las falsas bajo su propuesta de ‘autenticar a todos los humanos reales’.  

Si el objetivo es garantizar que cada cuenta esté vinculada a una persona de carne y hueso, la plataforma necesitará alguna forma de verificar que son reales. Una posibilidad es una expansión del programa de verificación existente de Twitter.  Actualmente, para recibir una insignia azul en sus cuentas, los usuarios deben proporcionar un enlace a un sitio web oficial al que están afiliados, una dirección de correo electrónico oficial o una forma de identificación emitida por el gobierno. Musk podría no requerir identificación, pero requerir que los usuarios usen sus nombres reales.

  También podría explorar otros métodos, como vincular cuentas a tarjetas de crédito o confiar más en CAPTCHA para derrotar a los bots, dijo Jillian York, directora para la libertad de expresión internacional en el grupo de derechos digitales Electronic Frontier Foundation  .  

Sea cual sea el método que elija, York y otros expertos dijeron que es probable que Musk se enfrente a desafíos que se dividen en dos categorías principales: acceso y privacidad.  El acceso consiste en garantizar que todas las personas que deseen utilizar Twitter puedan acceder a la plataforma. Con un sistema que vincula las cuentas a las tarjetas de crédito, por ejemplo, York dijo que Twitter correría el riesgo de excluir a todos aquellos que no las tienen. 

Tal vez son demasiado jóvenes para tener una tarjeta de crédito o tienen mal crédito y no pueden ser aprobados. Tal vez no les guste que las transacciones de sus tarjetas de crédito se intercambien con intermediarios de datos o simplemente prefieran usar efectivo por razones culturales. Vincular la autenticación al crédito al consumidor ‘excluiría a millones de personas’, dijo York.  

Luego está el tema de la privacidad. Si bien muchos usuarios pueden sentir que no tienen nada que ocultar, un sistema que obliga a los usuarios a enviar su información de identificación personal crea un único punto de falla. No solo más usuarios tendrían que confiar en Twitter para no abusar de su información personal, sino que Twitter en sí mismo se convertiría en un objetivo mucho más importante para los gobiernos represivos (que podrían usar demandas legales para obligar a Twitter a entregar la información) o los ciberdelincuentes motivados por el robo de identidad  

Incluso una política de nombres reales podría resultar desafiante. Facebook tiene algo de experiencia con esto; la empresa se vio obligada a realizar cambios en su política de nombres en 2015 después de que los críticos señalaran que las víctimas de abuso y otros grupos vulnerables tenían buenas razones para usar seudónimos. 

Los cambios en Facebook elevaron el nivel de exigencias al reportar un nombre falso y permitieron a los usuarios dar razones a la empresa por las que evitan usar sus nombres reales.  Esto apunta a lo complejo que puede ser traducir un principio que suena simple como ‘autenticar a todos los humanos reales’ en una característica funcional del producto. 

El problema no es el objetivo o la motivación; es que los humanos son criaturas complicadas con circunstancias personales que rara vez encajan perfectamente en cajas”     “Libertad de expresión: ¿para todos?  Twitter es bastante más pequeña que otras redes sociales.

 Sin embargo, las investigaciones muestran que tiene una influencia desproporcionada ya que los tuits son especialmente rápidos y virales, y se reproducen en los medios tradicionales.  Los tuits que se destacan para cada usuario son el resultado de un algoritmo que busca maximizar exposición y clics, y no tienen como objetivo enriquecer la vida del usuario con puntos de vista interesantes o respetuosos. 

 Musk ha sugerido también que abrirá el acceso a los algoritmos usados por Twitter. Una mejora en transparencia. Pero una vez que Twitter sea una compañía privada, el grado de transparencia que quiera mantener dependerá únicamente de lo que él decida. 

 Irónicamente, Musk ha acusado al CEO de Meta (anteriormente Facebook), Mark Zuckerberg, de tener demasiado control sobre el debate público.  Y, sin embargo, el propio Musk ha intentado en el pasado reprimir los puntos de vista de los que han sido críticos con él.

  Hay pocas pruebas en las que basarse para creer que de verdad pretende crear un espacio libre e inclusivo en Twitter, y menos aún para pensar que los cambios que haga sean por el interés común”.


 

 

miércoles, 1 de junio de 2022

La desglobalización caótica: ¿Sólo una consecuencia de la guerra?

 


La desglobalización caótica: ¿Sólo una consecuencia de la guerra?

La semana pasada, la élite global se reunió en el Foro de Davos, en Suiza. Dentro de las lujosas instalaciones en las que se produjo esta reunión entre los empresarios, políticos y propietarios de medios de comunicación sistémicos, una palabra se convirtió en el eje de todos los debates: “desglobalización”. 

 El comienzo de la guerra en Ucrania, junto a los enormes daños provocados por la pandemia a las cadenas globales de suministros y la creciente tensión militar y económica entre los dos grandes bloques geopolíticos de nuestro tiempo (el agrupado entorno a la potencia declinante, los Estados Unidos, y su alianza militar, la OTAN; y el que empiezan a vislumbrar las potencias emergentes, como Rusia y China) ha puesto en peligro el proceso de globalización de la economía vivido por el sistema capitalista desde los años setenta. 

 La globalización fue el marco fundamental en el que se desarrolló la economía planetaria de las últimas décadas. 

Se articuló entorno a un puñado de organizaciones supranacionales de índole económico (como el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial de Comercio y el Banco Mundial), pero también alrededor de la función de gendarmería y seguridad atribuida al omnipresente Ejército norteamericano y a sus fuerzas auxiliares (la OTAN). 

Ha sido un ensayo de mercado global hegemonizado por las grandes transnacionales de los países de Occidente y los fondos de inversión. 

La libertad irrestricta para los flujos de capitales y de mercancías, corría paralela a un aumento sostenido del comercio internacional y una creciente acumulación por desposesión, por la vía de la mercantilización de los bienes comunes y la privatización de los servicios públicos, junto a la deslocalización de las actividades productivas y la generalización del discurso neoliberal en la totalidad de las instituciones políticas y académicas. 

 Quizás sea aún pronto para hablar del fin de la globalización. Pero lo cierto es que sus presupuestos políticos y económicos parecen haber saltado por los aires desde el fin de la brutal sacudida provocada por la pandemia de Covid-19. 

Un informe de Accenture, publicado en el marco del Foro de Davos, y basado en una investigación en la que también colabora Oxford Economics, avisa de que el colapso presente de las cadenas de suministros globales puede llegar a provocar pérdidas de hasta 920.000 millones de euros en el PIB de la zona euro, con un impacto potencial de hasta el 7,7 % del PIB potencial europeo para 2023. 

En 2021, las pérdidas atribuibles a los cortes de las cadenas de suministros ya alcanzaron los 112.700 millones para Europa.  

Ya antes de la guerra la escasez de materiales clave para la economía global, como los semiconductores, unida al bloqueo del sector logístico y al inicio del proceso inflacionario, provocaron fuertes tensiones al comercio mundial. 

La guerra ha venido a significar la puntilla para el paradigma globalizador: un horizonte de grandes bloques políticos y económicos enfrentados durante varias décadas impone la necesidad de la relocalización de la producción estratégica y de nuevas exigencias para la sostenibilidad y seguridad de las cadenas de suministro internacionales.  

Las empresas ya se lo están planteando. 

En el Foro de Davos se han sucedido las presentaciones de proyectos empresariales que mencionan la repatriación de actividades económicas para salvaguardar la seguridad de los suministros y la consonancia con los proyectos geopolíticos de los gobiernos concernidos.

 Según declaraciones de Christophe Weber, consejero delegado del grupo japonés Takeda, al diario económico Expansión, “se trata de eliminar el riesgo en cadena de suministro   decir que la globalización ha terminado sería simplificar mucho, pero la globalización que la gente tiene en mente ya no existe  la globalización que existía hace unos años, el comercio sin restricciones y la idea de que el mundo es plano, se ha terminado.”  

Sin embargo, cerca del 30 % del valor añadido total de la economía europea depende de las cadenas internacionales de suministro, ya sea porque permiten el acceso a fuentes de materias primas baratas o porque facilitan vender la producción en otros mercados.

 La desglobalización es un problema. 

La crisis de oferta provocada por la guerra y el colapso comercial impulsan la inflación muy por encima de lo esperado y la previsible reacción “austeritaria” de los halcones neoliberales amenaza con provocar una fuerte recesión global. 

El alza de los precios de la energía estrangula el crecimiento europeo y las sanciones contra Rusia, unidas a la situación bélica en Ucrania, bloquean el suministro de alimentos a los países del Sur.  

Las sanciones desplegadas por la guerra de Ucrania han provocado un frenazo en seco de las economías occidentales, agravado por los problemas con el Covid 19 en la República Popular China. 

El PIB de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo económico (OCDE), que representan cerca del 60 % de la economía mundial, se frenó al 0,1 % entre enero y marzo. 

El PIB norteamericano cayó un -0,4 %, Italia cae otro -0,2% y la débil subida de Alemania (0,2 %) es insuficiente para compensar el terreno perdido (un -0,3 %) durante el avance de la variable Ómicron, en diciembre pasado.  

Las noticias de empresas que se plantean la relocalización de actividades o la búsqueda de suministros alternativos en países ahora aliados y considerados seguros, aunque sus costes sean mayores, empiezan a hacerse comunes en los medios. 

Lo mismo ocurre con las preocupantes declaraciones políticas que parecen alimentar un escenario global de gran pugna, caliente o fría, entre Occidente y los países emergentes. 

Biden afirma que defenderá militarmente Taiwán y la Unión Europea se plantea enviar barcos a Odessa para exportar el grano ucraniano, pese a la creciente posibilidad de incidentes descontrolados que hagan escalar la situación hasta un punto de confrontación bélica abierta. 

Es difícil imaginar un escenario en el que la sucesión de guerras y tensiones, quebrando la comunidad internacional en dos grandes bloques antagónicos, pueda ser compatible con la economía global abierta y la expansión ilimitada del comercio mundial que vimos desplegarse en las décadas pasadas. 

 Algunos nunca fuimos adeptos al paradigma globalizador y neoliberal. 

Pero haremos mal en interpretar lo que está sucediendo como una reafirmación de las tesis basadas en la soberanía productiva o la recuperación de un keynesianismo a escala nacional.

 La desglobalización presente corre paralela al momento más dulce para los grandes fondos de inversión transnacionales.

 Los fondos de capital riesgo viven un tremendo auge en todo el mundo.

 Ahora acumulan cerca de 10 billones de dólares en activos (sumando infraestructuras, deuda, energía, inmuebles y participaciones en empresas) y se espera que en 2026 lleguen a los cerca de 18 billones.

 Las grandes fortunas aprovechan la crisis para crecer y acumular, en economías que viven una desglobalización limitada y caótica que no toma la forma de una recuperación de las soberanías nacionales ni de la pujanza de las fuerzas populares, sino de una reordenación de las fuerzas económicas en dos grandes bloques en crisis y sometidos a una sucesión de tensiones tempestuosas.  

Otra globalización es posible, decíamos en los movimientos sociales de los años 90. 

No fue así, y ahora nos toca parar la gran guerra que ya ha comenzado, respetando la soberanía y la seguridad de los pueblos, y construyendo puentes de solidaridad y cooperación que permitan enfrentar los grandes problemas compartidos, como la pobreza, la desigualdad, la explotación o la crisis ecológica.

  Por José Luis Carretero Miramar para Kaosenlared


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lunes, 30 de mayo de 2022

¿Quiénes son esos "españoles de bien" a los que quiere armar Abascal?

 

¿Quiénes son esos "españoles de bien" a los que quiere armar Abascal? 

 

 ¿Quiénes son esos "españoles de bien" a los que quiere armar Abascal? 

¿Qué ocurre con el resto de españoles que ni le compran el discurso al líder de Vox? 

"Nadie lo acusa, señor Abascal, de ser el culpable de la matanza de Texas, ni siquiera de ser el responsable.



 Solo le recordamos lo que usted defiende y el peligro que conlleva Vox por ello: alfombra roja para quienes piensan como usted, “españoles de bien”, y criminalización y marginación para quienes no lo hacen"


https://www.publico.es/publico-tv/publico-al-dia/programa/1009907/los-tres-pies-al-gato--armar-a-espanoles-de-bien-por-ana-pardo-de-vera



  

lunes, 23 de mayo de 2022

CUMBRE DE LAS AMÉRICAS

 

 CUMBRE DE LAS AMÉRICAS

 En Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll, una benévola Morsa invita a un grupo de almejas a un banquete del cual serán el plato principal. Al convite de la Morsa se asemejan estas Cumbres en las cuales un país  hegemónico  convoca a otros para devorarlos. Oficialmente las monta la Organización de Estados Americanos,  residenciada en Washington, en el antiguo edificio de la Unión Panamericana, cuyo presupuesto depende en más de 60% del aporte estadounidense, y a la cual el Ché definió como “Ministerio de Colonias de Estados Unidos”. 

En efecto, la OEA esgrime contra todos los países de Nuestra América una Convención Interamericana de los Derechos Humanos en virtud de la cual deben acudir anualmente a Washington a ser acusados por una Comisión Interamericana de los Derechos Humanos y juzgados por una Corte Interamericana de los Derechos Humanos. Estados Unidos astutamente evitó suscribir la mencionada Convención, pues ser sentenciado por un organismo internacional lesionaba su soberanía. Por idéntico motivo la República Bolivariana de Venezuela, por decisión unánime de todos sus Poderes, se retiró en 2017 de la OEA. 

 2  Si cupieran dudas acerca de la orientación de estas Cumbres, basta revisar sus sedes y  mandatarios  huéspedes. La I sesiona en 1994 en Miami, “show window” del modo de vida estadounidense, convocada por Bill Clinton, descuartizador  militar de Yugoslavia, Checoeslovaquia y Haití. La II se reúne en 1998 en Chile, presidida por Eduardo Frei Ruiz-Tagle, heredero del pinochetismo. La III opera en 2001 en Quebec, alojada por Jean Chretien, mandatario sumiso a las políticas de su poderoso vecino, y es sacudida por masivas protestas anti globalización. 

La IV sesiona en 2004 en Monterrey, frontera mexicana con la potencia norteña, bajo la presidencia de Vicente Fox, mandatario identificado  con intereses y políticas de ésta. La V, para variar, sesiona en 2005 en Mar del Plata, Argentina, bajo la presidencia de Néstor Kirchner, y resulta el gran fiasco para Estados Unidos. Sus turiferarios llevaron para ser aprobado “fast-track”,  sin examen ni  discusión, el ALCA, monstruoso tratado hemisférico de Libre Comercio que pretendía la entrega masiva al capital estadounidense de los recursos naturales, estratégicos y turísticos de Nuestra América, permitía la incondicional exoneración de impuestos de los empresarios y la eliminación de los derechos laborales y sindicales de trabajadores latinoamericanos y caribeños.

 Las delegaciones lo rechazaron de plano. Participación protagónica tuvo la  venezolana, siguiendo  instrucciones del Presidente Hugo Rafael Chávez Frías.




    3 Amoscados, los funcionarios de la OEA tardaron cuatro años en convocar otra Cumbre en 2009, en la ex colonia británica de Trinidad y Tobago bajo la presidencia del neocolonialísimo Patrick Manning. Para seguir pisando bajo seguro,  en 2012 congregaban  otra en Colombia,  ocupada por nueve bases militares estadounidenses declaradas e infinidad de otras disimuladas en sus aeropuertos y enclaves estratégicos. Para mayor seguridad, la OEA reúne la VII Cumbre en 2015 en Panamá, país secesionado de Colombia por una intervención yanqui,  de nuevo sembrado de bases militares estadounidenses en violación de los acuerdos Carter-Torrijos, dolarizado y presidido por el también dolarizado Juan Carlos Valera. La Cumbre del 2018 es reunida en  la ciudad sede del tristemente célebre Grupo de Lima, y presidida por Martín Vizcarra, ex vicepresidente del todavía más tristemente célebre ex Presidente Pedro Pablo Kuczynski, depuesto por corrupción. 

 4  Así, se entiende que los preparadores  de la IX Cumbre de las Américas en 2022 intenten pisar firme convocándola para Los Ángeles (ciudad que arrebataron a México junto con más de la mitad de su territorio en 1845), dirigida por su propio Presidente Joe Biden, y sólo con  delegados de países que consideran suyos. En el magistral relato “Confesión de un Ególatra”, Otrova Gomás describe el banquete que  un engreído se dedica, y cuyo único invitado, previsiblemente, es él mismo. Creyéndose todavía  Primera Potencia del Mundo, Estados Unidos sólo admite debatir consigo mismo, o con reflejos suyos. Así como impone presidentes auto-elegidos, aspira a una Auto-Cumbre.  

  5  Como en la de Hamlet, en la locura de la Morsa y de la OEA hay un sistema. La IX Cumbre se convoca para comprometer a Nuestra América como instrumento en el Holocausto estadounidense contra Rusia y China. Cada vez que Estados Unidos se mete en un pleito serio, busca el respaldo del Patio Trasero. Para ello lanzó cuando la Segunda Guerra Mundial la política del “Buen Vecino”. Nada de invitar almejas que no se dejen comer, ni países que no  se definan como incondicionales.

 Por ello, a mucha honra, se excluye del Banquete del Ególatra a Cuba, Nicaragua y Venezuela. Pero no están solas. El  Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, señala: “¿Cómo es que convocamos a una Cumbre de las Américas, pero no invitamos a todos? ¿Entonces de dónde son los que no están invitados? ¿De qué continente? ¿De qué galaxia? ¿De qué satélite? 

Si hay exclusión, si no todos son invitados, habrá una representación del gobierno de México, pero no iría yo”. Xiomara Castillo, Presidenta de Honduras, cuyo esposo Manuel Zelaya fuera depuesto por golpe del Comando Sur, afirma que una Cumbre no sería tal “si no estamos todas las naciones”. Funcionarios de Brasil  informan que  el Presidente  Bolsonaro  considera no asistir. El  de Argentina manifestó que asistiría, pero  que debían ser invitados todos los mandatarios de la región. El presidente temporal de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) manifestó: “Le pido a los organizadores lo que López Obrador ha pedido: que inviten a todos los países latinoamericanos”. 




Los países de la Comunidad del Caribe (Caricom) no asistirán a la Cumbre  si se excluye de la cita a alguna nación. Y Luis Arce, Presidente de Bolivia, víctima apenas repuesta de sangrienta intervención de Estados Unidos perpetrada mediante la OEA, afirmó que  “Una Cumbre de las Américas que excluye a países americanos no será una Cumbre de las Américas plena, y de persistir la exclusión de pueblos hermanos, no participaré de la misma”, pues “si se desconoce el pluralismo, se ignora el principio de autodeterminación y se veta la participación de países hermanos”.  

6  Para el momento en que escribo, aparentemente no asistirán a la Cumbre los Presidentes de Antigua y Barbuda, Bahamas, Belice, Bolivia, Brasil, Cuba, Dominica, Granada, Guatemala, Guyana, Honduras, Jamaica, México, Nicaragua, Vicent y las Granadinas, Santa Lucía, Surinam, Trinidad y Tobago, y Venezuela. No han confirmado asistencia Chile ni Perú.  Con la unipolaridad, va en vías de extinción la incondicionalidad.