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domingo, 27 de marzo de 2022

Lo que no te cuentan de Ucrania | Biden, Putin, los secretos y el otro RELATO


  

Lo que no te cuentan de Ucrania*

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*  Putin, los secretos y el otro RELATO




DONBASS (Subtítulos en Español) Documental de Anne Laure Bonnel. 2016


 

* DONBASS (Subtítulos en Español) 

Documental de Anne Laure Bonnel. 2016

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ANNE-LAURE BONNEL, JOVEN DIRECTORA Y MADRE FRANCESA,

 FIRMA UN DOCUMENTAL SOBRE EL DONBASS   

Aunque el documental del 2015, está solo en Francés, creemos en la importancia de difundirlo. Y si llegan subtítulos los incorporaremos.   Esta periodista francesa tambien ahora sale en una intervención muy reveladora en televisión aqui...

 https://youtu.be/C5jPAY33ghI Periodista francesa Anne Laure Bonnel: “no estoy con ningún bando. Estoy con los civiles… Asumo lo que digo: una bomba de Ucrania cayó ayer en una escuela y dos maestras fueron cortadas en dos”. C News.  Periodista francesa Anne Laure Bonnel: “no estoy con ningún bando. Estoy con los civiles… 

Asumo lo que digo: una bomba de #Ucrania cayó ayer en una escuela y dos maestras fueron cortadas en dos”. C News. ⬇️⬇️⬇️⬇️⬇️  Anne-Laure Bonnel, una joven directora y madre de familia francesa, decide acompañar a Alexandre, padre de origen ucraniano, en la región de Donbass, al este de Ucrania en una zona prorrusa.

 En el corazón de la guerra, captura las terribles imágenes de un conflicto mortal y un desastre humanitario sin precedentes. Donbass es una road movie inmersiva, un apasionante documental en un país desgarrado. Filmar la guerra no es filmar el combate. por Mary Josephson 1 de marzo de 2022  Si la guerra es un espectáculo, a menudo tendemos a olvidar lo que hay a su alrededor. 

En su fuera de campo, poblaciones enteras intentan vivir, o más bien sobrevivir.  Donbass les cede la palabra. A través de su documental, Anne-Laure Bonnel mira el conflicto en su universalidad y filma este "al lado" que no se nos muestra lo suficiente. 

 Más concretamente, en 2015 Anne-Laure Bonnel, una joven documentalista, periodista, profesora en la Sorbona, siguiendo su corazón, decidió acompañar a su padre desde Ucrania a la región de Donbass. En el corazón de la guerra, captura las terribles imágenes de un conflicto mortal y un desastre humanitario sin precedentes. 

La documentalista francesa recogió testimonios de personas que había conocido durante su estancia. Anne-Laure Bonnel mira el conflicto en su universalidad. La autora destaca que en el contexto de su trabajo en la película se centró en el rostro humano y el reverso de la guerra que se entrega a los espectadores, dejando fuera de alcance el contexto político.

 El director se infiltra así en la vida cotidiana de las poblaciones civiles. Prisioneras de esta situación, son las principales víctimas del conflicto. A través de su cámara, Anne-Laure Bonnel capta sus cicatrices, sus heridas, esas que no podemos ver pero que tienen grabadas en el corazón y en la mente: el miedo, el luto, el caos. 

Anne-Laure experimentó los horrores y las pérdidas de los hechos sangrientos: durante el rodaje, un técnico fue secuestrado y luego asesinado.  

 El conflicto ha matado a más de 10.000 civiles en once meses. A través de sus imágenes auténticas y vivas, Donbass parece una road movie en busca de valores olvidados. Pero según el autor de la película, es sobre todo una metáfora de la guerra que se ve a la altura de un hombre, lejos de toda consideración política.

 Es este llamado el que estuvo en el corazón de la presentación del documental en el Festival de Cine por los Derechos Humanos. 

  “Necesitamos ser capaces de enfrentar la violencia de la que es capaz el hombre para nunca olvidar lo que la guerra les hace a los hombres”, observa Anne-Laure Bonnel.   Hoy, el conflicto en el Donbass no ha terminado. 

A principios de junio se celebró por videoconferencia una reunión informal del Consejo de Seguridad de la ONU sobre el tema "Maidan y sus consecuencias para el Donbass", durante la cual A.-L.Bonnel, así como otros testigos del conflicto en el este Ucrania, presentó imágenes, testimonios o documentos auténticos que ilustran todo el dolor de la tragedia humana que sigue sufriendo la población civil del Donbass.

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domingo, 13 de marzo de 2022

La batalla decisiva no se libra en Kiev


 La batalla decisiva no se libra en Kiev  

 Como es bien sabido el pasado 24 de febrero Vladimir Putin anunciaba el inicio de una “operación militar especial” que tenía como objetivo “la desmilitarización y desnazificación” de su país vecino Ucrania.

 Como no podía ser de otro modo, en la era de la posverdad, un evento de semejante importancia ha activado una guerra aún más cruenta por el control del relato. Las propagandas occidentales antirrusas y la propaganda del Kremlin se han enzarzado en una guerra sucia de alta intensidad que contribuye a la confusión e incertidumbre generalizadas por parte de la ciudadanía. 

 Por suerte o por desgracia, la mayoría de nosotros los occidentales accedemos a una mirada muy parcial y sesgada desde plataformas que enmascaran consciente e inconscientemente las causas históricas de un conflicto de largo recorrido. Las tertulias copadas por los analistas más perezosos y mediocres concitan la atenta mirada de un público que no sabe si nos encontramos a las puertas de la Tercera Guerra Mundial, la vuelta a la Guerra Fría o si estamos simplemente presenciando los delirios de grandeza de un despiadado Zar moderno.  
Sin atender lo más mínimo a la deontología del oficio periodístico, los medios de comunicación han creado un marco o frame tan fácilmente desmontable como efectivo.  En este campo hay dos referentes. Por un lado, Teun van Dijk, lingüista que destaca por sus estudios en torno a la intersección entre discurso e ideología. En un artículo académico titulado “Política, ideología y discurso” (2005) el neerlandés sostenía lo siguiente: “Las situaciones políticas ‘no hacen’ simplemente que los actores políticos hablen de tal modo, necesitamos una interfaz cognoscitiva entre tal situación y la conversación o el texto, es decir, un modelo mental de la situación política. 

Estos modelos mentales específicos se llaman contextos”. De ello se extrae, que a la hora de analizar debidamente los diferentes posicionamientos no es suficiente con detenernos en las palabras, sino que a la fuerza debemos comprender cuáles son las claves enterradas, larvadas, las estructuras del contexto de dichos discursos. La dimensión contextual nos ofrece una serie de matices que las palabras por sí mismas no pueden aportarnos. 

 Por otro lado, el investigador norteamericano George Lakoff -citadísimo y muy poco leído-, uno de los científicos sociales más relevantes en el estudio de la lingüística cognitiva sostiene en su obra clásica No pienses en un elefante (2004) que los marcos o frames son: “estructuras mentales que conforman nuestro modo de ver el mundo”. Estos marcos prevalecen sobre los hechos objetivos y añade Lakoff: “una vez que tu marco se acepta dentro del discurso, todo lo que dices es sencillamente sentido común”. 

 Por ende, contexto discursivo y marco son dos elementos indispensables a la hora de analizar correctamente una situación comunicacional de por sí compleja, caleidoscópica y confusa. ¿Qué sucede entonces cuando al encender la televisión ponemos cualquier canal al azar y vemos cómo todos los colaboradores, tertulianos, expertos y periodistas defienden a ultranza un relato cerrado y monolítico? Lo que sucede es que ese relato se ha impuesto sobre el resto con los que competía, ese marco ha adquirido el estatus de sentido común compartido.

 Esto es exactamente lo que ha pasado con respecto al conflicto Rusia-Ucrania…  Este conflicto pone de manifiesto que los medios de comunicación de masas mainstream -ese fetiche del cuarto poder- se convierten en unos poderosos instrumentos en la configuración de la mentalidad dominante en las sociedades contemporáneas. Y, tal y como la historia se empeña en demostrarnos, es en los momentos de crisis cuando los medios de comunicación tienden a ser mucho más influyentes. 

 ¿Cuál es el relato dominante sobre la crisis actual en Europa del Este? A grandes rasgos sería algo así…  Tras algunas negociaciones fallidas entre los dirigentes de la OTAN, la Unión Europea, Ucrania y Rusia, Putin, el presidente de la Federación Rusa comienza de la nada y contra todo pronóstico (salvando las advertencias de los servicios de inteligencia norteamericanos) una guerra contra su país vecino. Una acción unilateral del dirigente ruso estaría por tanto violando las normas de ius cogens del Derecho Internacional al agredir a un país soberano con intereses propios. 

Por supuesto, la víctima de esta acción es un país menor -inerme- incapaz de hacer frente al embate ruso. Asimismo, al igual que Hitler hiciera con Polonia en el 39, Putin habría empleado la táctica militar de “guerra relámpago” (Blitzkrieg), es decir, una campaña rápida y efectiva que minimizaría los costes y el desgaste en cuanto a sus recursos económicos. 

Esta agresión, además sería de carácter imperialista y se justificaría por la nostalgia de una potencia que sueña con volver a ser lo que en un pasado cercano fue: el imperio continental de la URSS. 

Que esta agresión toma la forma particular de una invasión y que en relación con lo anterior esta invasión se justifica únicamente por el perfil psicológico de Vladimir Putin, un oscuro personaje y ex dirigente del KGB que gobierna con mano de hierro. En resumen, un loco y megalómano ultranacionalista con intenciones expansionistas.  

Veamos una a una esta serie de premisas.  En primer lugar, no. 

Putin no inicia una guerra de la noche a la mañana porque se despierte con el pie izquierdo. Quienes venimos siguiendo la situación en Europa Oriental advertíamos de la creciente escalada de tensión desde que en 2008 Ucrania pergeñara el plan de acción de entrada en la OTAN. Cuestión que fue descartada inteligentemente por el presidente Yanukóvich quien vio que aquello podría reportarle a su país consecuencias irreversibles. 

Es más, cuando los medios insisten en la idea de que Putin inicia una guerra es simplemente un insulto a la inteligencia pues el reconocimiento de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk son tan sólo la formalización de una guerra que estaba abierta desde abril de 2014: la Guerra del Donbáss. Es como ese primo tuyo que está saliendo con una chica desde hace años, toda la familia lo sabe y se acepta tácitamente, pero no se formaliza hasta que te llega la invitación a su boda (boda a la que por supuesto te da pereza ir). 

Tanto es así que existe un documento oficial, el llamado Protocolo de Minsk que fija como punto fundamental el cese de las hostilidades entre ambas partes. De hecho, la entidad que debía velar por el cumplimiento de dicho tratado es la OSCE (Organization for Security and Co-opetation in Europe), organización por supuesto poco sospechosa de ser pro-Putin. Pues bien, para que nos hagamos una idea de la intensidad a la que había llegado el conflicto en vísperas del ataque, la OSCE reportó entre el 18 y el 20 de febrero un total de 2158 violaciones del ‘alto al fuego’ (de las cuales 1100 serían explosiones).

 Por tanto, y sin entrar a valorar quién comienza la guerra en 2014, podemos constatar que Putin no inicia una nueva guerra, sino que, en todo caso, recrudece la existente. En esta línea, resulta algo grotesca la frase hecha que se ha popularizado recientemente entre la clase política y mediática: “la guerra de Putin” -dicen-… ¡No pienses en un elefante! 

Aunque a la mayoría de los analistas les dé lo mismo que a lo largo de estos 8 años ese conflicto se haya cobrado más de 14.000 vidas y les preocupe muchísimo los -aún no se sabe cuántos- heridos del edificio bombardeado en la zona residencial de Kiev. Imagen, eso sí que se esmeran en repetir en bucle una y otra vez en todos los telediarios para reforzar esa primera pata del marco: desde los despachos del Kremlin se comienza una guerra ex novo. 

En segundo lugar, parece llamativa la formalidad que se empeñan en defender los paletólogos de la Sexta y sucedáneos, a saber: que Ucrania es un país soberano con intereses autónomos. Baste ver las pretensiones de enfrentarse a la tercera potencia mundial por parte de Volodimir Zelensky el humorista venido a más, presidente de Ucrania… ¿A quién se le ocurre? Ningún país de la semiperiferia del sistema-mundo en su sano juicio osaría enfrentarse abiertamente contra Rusia si no contara o creyera contar con el apoyo incondicional de al menos otra superpotencia de calibre equiparable (en sus múltiples formas, sea EEUU, la OTAN o la Unión Europea…). 

Y es que conviene recordar que en geopolítica la soberanía energética es un factor determinante en la configuración de intereses del tablero mundial. En otras palabras, a Estados Unidos y sus socios argelinos, cataríes, noruegos, etc no les interesa lo más mínimo que prospere el proyecto del Nord Stream 2, un gasoducto que abastecería de gas ruso a toda Europa abaratando muchísimo los costes.

 Tanto es así que, en cuanto estalló el conflicto, la primera medida que tomó EEUU fue imponer durísimas sanciones a la empresa constructora de dicho gasoducto. El portavoz del Departamento de Estado norteamericano Ned Price se jactaba de ello: “Nuestros aliados alemanes tomaron la decisión de suspender definitivamente el gasoducto Nord Stream 2, que ha supuesto una inversión de 11.000 millones de dólares por parte de la Federación Rusa. 

Y como acaban de ver, el presidente Biden ha autorizado también sanciones a Nord Stream 2 AG y a sus titulares”. Resulta, entonces, cándida y tramposa la falsa dicotomía que se plantea en los platós de televisión: no se trata de los intereses autónomos y neutrales de Ucrania (formalmente soberana) versus los intereses imperialistas de Putin, sino del interés por parte de EEUU y la OTAN en torpedear ese proyecto (cuyo resultado acaba siendo la burda instrumentalización de Ucrania, empujándola a la guerra, país que se presenta como soberano y no como subordinado a los intereses de potencias que se encuentran a miles de kilómetros de ella).

 En tercer lugar, esto no va de David contra Goliath. El sensacionalismo amarillista (que aguarda agazapado esperando sacar tajada de cualquier conflicto) junto con la buena y emotivista propaganda ucraniana es otro de los elementos básicos del marco dominante con respecto a la crisis. Pareciera que por el mero hecho de que Ucrania es un país mucho menos influyente que la todopoderosa Rusia tenga la razón moral en este conflicto. No importa quién esté detrás ni qué apoyos recabe, simplemente tiene la razón de antemano. 

Además, ni siquiera Ucrania es una entidad política y cultural tan unitaria y homogénea como pretenden que creamos. De hecho, la guerra del Donbáss a la que aludíamos anteriormente estalla precisamente por el hecho de que hay una comunidad enorme de ucranianos rusófonos que no se siente parte de la excluyente política de “ucranización”: ni están integrados ni se pretende que lo estén. 

No obstante, ¿Cuántas imágenes vemos a lo largo del día de la represión de las autoridades rusas contra los manifestantes que se oponen al ataque? Y, sobre todo, a lo largo de estos años, ¿cuántos medios han alzado la voz en contra de la persecución que padecen las minorías étnico-lingüísticas en la Ucrania del Este? Sencillamente, se omite esta información… Y es que esta lógica resistencial, esta cultura de la víctima ad hoc está instalada en lo más profundo de nuestro ser colectivo.

 Las imágenes de Zelensky con sus soldados emulan -forzadamente- la icónica y heroica imagen de Salvador Allende durante los bombardeos de 1973 con el fusil al hombro, precipitándose hacia su inexorable destino, entregando su vida por el pueblo chileno… Solemos apoyar al débil contra el fuerte, al pardillo contra el matón. El historiador Alejandro Rodríguez de la Peña en su último libro sondea las razones de este fenómeno en la historia de la humanidad. 

En su opinión, esta actitud hipócrita y farisea se deriva de una inversión del legado cristiano. Suele referirse a la frase de Chesterton: “ideas cristianas que se han vuelto locas”. De tal modo que la “compasión” propiamente cristiana se ha ido deteriorando hasta ser no más que una fachada. Nos solidarizamos con Ucrania como lo haríamos en el fútbol con el Alcoyano. 

Cuando un forofo ve un partido en el que no juega su equipo se decanta por aquel que le genera más simpatía: en un 95% de las veces lo hará con el equipo pequeño que juega contra el grande… La camiseta técnica militar (verde caqui) del presidente ucraniano en todas y cada uno de sus discursos y arengas a la nación, el encuadre en televisión con la bandera de fondo, los video-selfie patrullando la capital, el tono épico y su chorro de voz grave e inquebrantable… 

Cada detalle forma parte del marco mediático: Zelensky es el héroe que se enfrenta al villano. Este ejemplo nos demuestra que los gabinetes de comunicación no descansan ni durante la guerra. En cuarto lugar, presentar la ofensiva rusa como una guerra relámpago no tiene sentido. Para poder hacer ejercicios acrobáticos con el lenguaje y la Historia, y más concretamente para establecer una analogía funesta entre Adolf Hitler y Vladimir Putin, se nos ha vendido que desde el primer momento la intención del dirigente ruso era culminar su “invasión” cuanto antes. 

De ahí que desde la madrugada del primer ataque se hiciera un extraño hincapié en cómo la ofensiva había “suprimido”, “inhabilitado”, “desactivado”, “neutralizado” (escojan el verbo que prefieran) las defensas antiaéreas ucranianas. También desde el primer día que comenzara la contienda oímos hablar de un “inminente ataque” sobre la capital, Kiev, que nunca acaba de llegar… 

Continuamente, escuchamos cómo “se ha ralentizado” el avance de las tropas rusas en Mariupol, Járkov, Sumy o tal o cual óblast. ¿Por qué? ¿Es que acaso la resistencia presentada por los ucranianos está siendo mucho mayor de la esperada? ¿Es que acaso Rusia no cuenta con el poderío militar suficiente como para aniquilar a Ucrania de un plumazo? 

La estrategia de los medios de comunicación es muy sencilla: jugar con las expectativas. Si vendo desde el primer día que Rusia prepara un ataque inminente y decisivo sobre la capital y, además, que este es el plan urdido por Putin, todo el tiempo que se prolongue (de forma natural) el desarrollo del conflicto será tiempo que se le arranca a la imagen de poderío militar de la ex Unión Soviética. 

La realidad es que Rusia debe ir con mucho cuidado para implicar al menor número posible de civiles, de ahí que los bombardeos estén tasados y el avance sea cauteloso: cuesta creer que haya gente tan ingenua como para no ver que un ejército como el ruso puede mediante apoyo aéreo, morteros, empleo de drones y misiles de alta precisión precipitar la caída de Kiev. 

Tendríamos que esperar a la 7ª jornada del conflicto para que Moscú anunciara su bombardeo a la capital, y cito: “Urgimos a los ciudadanos ucranianos involucrados en las provocaciones nacionalistas contra Rusia y también a los residentes de Kiev que viven cerca de estaciones eléctricas que abandonen sus casas”. En este sentido los ataques se están perpetrando con un bisturí, son selectivos y rehúyen las innecesarias bajas civiles.

 Y ello, a diferencia del objetivo de la guerra relámpago se hace a expensas de una mayor exposición de las tropas y desgaste económico. Es como si el presidente ruso tuviera que hacer la guerra a contrarreloj para satisfacer a los afanados periodistas. Así, cualquier escenario en que Putin no logre la rendición de Ucrania en el primer día es una derrota catastrófica equiparable al bochornoso papel de EEUU en Vietnam. 

En quinto lugar, ¿se trata realmente de una agresión imperialista? No. Hablamos del corazón mismo de la geopolítica. Quienes defienden esta afirmación parecen haber olvidado las enseñanzas de la Guerra Fría. Estados Unidos organizó activamente y sin despeinarse prácticamente todas las contrarrevoluciones en América Latina, de la mano de la CIA, por miedo a que zonas geográficas cercanas cayeran bajo la zona de influencia de la Unión Soviética.

 Como caso paradigmático, claro, tenemos la llamada Crisis de los Misiles de Cuba en 1962. Porque no hay país en el mundo que se precie que considere aceptable que su vecino le apunte con misiles de largo alcance. ¿Se imaginan que Rusia o China instalaran bases militares en la Isla de Guam, en la Península del Yucatán, en México o en Canadá? 

Según el Base Structure Report (BSE) de 2018, un informe anual que publica el Departamento de Defensa de los EEUU (y está al alcance de todo el mundo), existen: “585.000 instalaciones militares norteamericanas (edificios, estructuras y estructuras lineales), ubicadas en 4.775 lugares en todo el mundo, cubriendo aproximadamente 26.9 millones de acres”, lo equivalente a algo más de 27 millones de campos de fútbol.

 Por alguna extraña razón hemos aceptado esa superioridad moral estadounidense bajo la cual, cualquier amenaza a su seguridad -por remota que esta sea- se convierte potencialmente en un conflicto internacional. Quizá sea el rodillo cultural que ha supuesto la industria de Hollywood. O quizá sea el derivado de que las instituciones supranacionales que conocemos fueran creadas a partir de los Consensos de Washington como piezas indispensables para la política exterior de EEUU. 

Estados Unidos es el cowboy, el dueño del rancho que tiene un patio trasero intocable y un destino manifiesto que legitiman cualquiera de sus incursiones -por injustificadas que sean-. En un reciente y durísimo discurso, Putin se lamentaba: “Todo lo que hacían nuestros llamados socios EEUU en los años anteriores, supuestamente, era por garantizar sus intereses y su seguridad. A miles de kilómetros de su territorio nacional, hicieron las cosas más duras sin ninguna autorización del Consejo de Seguridad de la ONU.

 Yugoslavia fue bombardeada, ¿con qué pretexto? ¿Con autorización del Consejo de Seguridad? ¿Dónde está Yugoslavia y dónde está Estados Unidos? Destruyeron el país. Sí, había un conflicto interno, tenían sus propios problemas, pero ¿quién les dio el derecho a atacar una capital europea? Nadie. Simplemente lo decidieron y los aliados les siguieron y les adularon. Ahí está el derecho internacional. ¿Con qué pretexto EEUU entró en Irak? 

Desarrollo de armas de destrucción masiva en ese país. Entraron y destruyeron el país y crearon un semillero de terrorismo internacional. Y luego resultó que estaban equivocados. Dijeron: ‘Nuestra inteligencia nos ha fallado’. ¡Vaya! Destruyeron el país porque la inteligencia les fallo -se ríe-. Y listo. Esa fue toda la explicación. Resulta que ahí no hubo ninguna arma de destrucción masiva, nadie la preparaba. Al contrario, cuando hubo fueron destruidas, como debe ser. ¿Y cómo entraron en Siria? ¿Con autorización del Consejo de Seguridad? EEUU hace lo que quiere”. 

Ucrania en concurso con la OTAN lleva tensando la cuerda amenazando la integridad y seguridad de Rusia durante meses. Seamos francos, Estados Unidos jamás hubiera permitido algo remotamente parecido e incluso, podríamos aventurarnos a especular con que su respuesta habría sido mucho más dura. Tal y como declarara -a raíz de lo acontecido- el ministro de Asuntos Exteriores de China Wang Yi: “las preocupaciones de seguridad de Rusia deben tenerse en cuenta y recibir una solución”. 

No es nostalgia, sino memoria. En febrero de 1990, tres meses después de la caída del Muro de Berlín, el secretario de Estado norteamericano James Baker, prometió -aunque de palabra- a Mijaíl Gorbachov no acercar el espacio de influencia de la OTAN al Kremlin, cito textualmente: “con la seguridad de que la jurisdicción de la OTAN no avanzaría ni un centímetro más hacia el este desde sus fronteras de aquel momento”. No obstante, aquel episodio quedó en agua de borrajas cuando entraron en la OTAN los países del antiguo Pacto de Varsovia.

 Si bien es cierto que el trauma de la desintegración de la URSS supuso para Putin “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”, no es menos cierto que Estados Unidos se comporta desde la consabida Doctrina Monroe de 1823 como un actor internacional al que -por designio divino- se le ha encomendado -con ayuda de sus socios menores- la tarea de pacificar, civilizar, democratizar y culturizar a los países indóciles y que se muestran díscolos frente a su intrusiva política exterior. 

En esa línea se mueven las declaraciones del primer ministro de Países Bajos, Mark Rutte para quien la “invasión” es “impropia entre países civilizados”. Sea como fuere, el pueblo ruso no olvida los sucesivos compromisos que se han ido rompiendo en esta materia por parte de los gobernantes occidentales. Por otro lado, para aquellos agoreros que agitan sus banderas anticomunistas e invocan el miedo, conviene saber que, en clave interna, Putin se ha mostrado manifiestamente crítico con Lenin, por ejemplo, al punto de que personalidades de la talla de Sergey Obukhov (secretario del Comité Central del Partido Comunista de la Federación Rusa) expresen su descontento: “No es su primer sentimiento anticomunista y la historia no le perdonará eso”.

 Por tanto, es algo problemático reducirlo todo a una suerte de nostalgia ultranacionalista que tiene por objeto reconstruir la grandeza de la URSS. No es tan evidente que sea Rusia quien tenga una vocación de expandirse hacia Occidente, sino que es la Unión Europea quien -a hurtadillas- está arrinconando paulatinamente a Rusia, expandiéndose hacia Moscú. 

En cuanto a la supuesta invasión resulta francamente difícil definir la agresión como tal.

 Incluso en la literatura especializada en Relaciones Internacionales existe controversia sobre este término, cuesta dar una definición cerrada y concisa. Asimismo, muchos autores no ven nítidos los límites entre la fase de “invasión” y la de “ocupación”. Es más, la Asamblea General extraordinaria de la ONU que en las últimas horas aprobaba la resolución de condena a la ofensiva rusa (por 141 votos sobre 193) ha adoptado un texto que se refiere a estas acciones como “la agresión de Rusia contra Ucrania”.

 Sin embargo, el bombardeo mediático ha instalado en la opinión pública que estamos frente a una incontrovertida invasión. ¿Alguien acaso se ha preguntado si la Federación Rusa tiene voluntad seria de anexionarse Ucrania? ¿Acaso tenemos una bola de cristal que nos permita escrutar los sueños, anhelos y deseos de Putin? ¿Realmente Rusia quiere ocupar de forma prolongada y tomar el control efectivo del país? ¿Podemos constatar que haya una intención inequívoca de favorecer un golpe de Estado que cambiara el gobierno de Zelensky por uno de signo favorable o títere?

 Quizá esto último se pueda defender cogiendo con pinzas las irónicas declaraciones del propio presidente Putin del pasado 25 de febrero cuando instaba a las Fuerzas Armadas de Ucrania a que “no permitan que los neonazis y nacionalistas radicales utilicen a sus hijos, esposas y ancianos como escudos humanos.

 Tomen el poder en sus propias manos, será más fácil para nosotros llegar a un acuerdo con ustedes que con esta banda de drogadictos y neonazis”. Por último, no me voy a detener demasiado en este punto, el aspecto -me atrevería a decir- más decisivo en la configuración del marco comunicativo dominante con respecto al conflicto es el de haber logrado hacer creer que Vladimir Putin es algo así como un genio maléfico, un loco peligroso con ansias expansionistas. 

La caracterización del personaje se basa en la supuesta personalidad volátil, sin escrúpulos, imprevisible, irracional y, sobre todo, autoritaria del mandatario ruso. Henry Kissinger, ex secretario de Estado de Richard Nixon, asesor de sucesivos presidentes norteamericanos y junto con Zbigniew Brzezinski uno de los personajes más decisivos en la deriva de la política exterior de EEUU, acuñó al respecto la “teoría del loco”. 

Según esta teoría/estrategia se persigue que el líder adopte una impostura irracional e imprevisible para infundir miedo y respeto entre el resto de los dirigentes. Sin embargo, bajo esa apariencia está la estrategia y la mesura. Está claro que en un panorama en que se perciben las brechas de los consensos de las democracias liberales occidentales y, en donde, cada vez con más fuerza aparecen alternativas nacional-populares, iliberales esta figura se encarna con mayor frecuencia entre la clase política internacional. 

Basta pensar en hiperliderazgos como Donald Trump, Jair Bolsonaro, Kim Jong-un, Nicolás Maduro, Recep Erdogan o el propio Vladimir Putin. La mirada cortoplacista, economicista y electoralista de las democracias burguesas -fundadas en un pensamiento débil- no pueden competir con estos locos modernos. 

Por seguir con palabras de Kissinger y aprovechando el poco rigor que los contertulios emplean en sus analogías entre Putin y Hitler, me tomo la libertad de comparar a Putin con Stalin: “Stalin, al contrario que Hitler, tenía una paciencia inaudita. A diferencia de los jefes de las democracias occidentales, en cualquier momento estaba dispuesto a emprender un minucioso estudio de las relaciones de poder  

 Stalin buscó implacablemente el interés nacional soviético, desembarazándose de todo lo que le parecían hipócritas bagajes morales o apegos sentimentales. Stalin fue, sin duda, un monstruo; pero en la dirección de las relaciones internacionales él fue el realista supremo: paciente astuto e implacable, el Richelieu de su época -diría Kissinger-”. Sinceramente, creo que estamos en posición de hablar de Putin en los mismos términos. 

Puede que los expertos de barra de bar proyecten en Putin el descontento y frustración que profesan a su decadente clase política, pero a un estadista no se le puede juzgar con maniqueísmos y vagos juicios morales. Putin encarna hoy al “realista supremo”. Quizá sea este el terrible miedo que infunde en quienes tratan continuamente de crear la sospecha de lo reprobables que son sus conductas e incluso juzgan los hechos a la luz de su personalidad, a la luz de su psique, ad hitlerum. 

Esta no es ni pretende ser una defensa de su figura, pero sí una justa fotografía de la manipulación a la que nos somete un discurso único dominante enquistado en los medios de comunicación. No se trata de cambiar el marco atlantista hegemónico por uno de signo inverso de carácter rusófilo. 

Este artículo, en definitiva, se propone polemizar tanto el modelo mental -predominante- de la situación política (contexto) que se ha cocinado entre bambalinas como el sentido común que se deriva de este.  La creciente actitud beligerante por parte de la Unión Europea nos muestra cómo los marcos no sólo son marcos de percepción, sino que devienen en hechos y actitudes concretas, en marcos de actuación. 

Pero aún habrá quienes -tras haber leído este artículo- sigan creyendo a pies juntillas que la cuestión del framing es una mera estrategia más del marketing político, una inocua herramienta del discurso… 

A ellos les diría -parafraseando aquello de Clinton- ¡es el marco, estúpidos!







viernes, 11 de marzo de 2022

El TREMENDO RIDÍCULO de SALVINI en POLONIA (¡NO OS LO PODÉIS PERDER!)


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El TREMENDO RIDÍCULO de SALVINI en POLONIA

  

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 (¡NO OS LO PODÉIS PERDER!)

 

 



GUERRA DE UCRANIA

 

GUERRA DE UCRANIA: BASTA YA DE MENTIRAS, MEDIAS VERDADES Y DESINFORMACIÓN

 

El engaño de hoy será el lamento de mañana. Por ello, no solo hay que describir lo que está sucediendo desde múltiples puntos de vista, sino que también es necesario intentar alcanzar las razones por las que acontece. No es sencillo y, seguramente, no lo consiga debido a las múltiples limitaciones que poseo, pero es lo que he intentado hacer. Este es el resultado en quince puntos. No es una lectura cómoda ni corta, pero creo que necesaria.

1.- Ni Estados Unidos ni Europa están en contra de la guerra. Sin duda, este es el mayor embuste de todos, pues el ‘No a la guerra’ realmente es ‘No a la guerra de Ucrania’. Pruebas de ello, tanto presentes como pasadas, hay en todo el planeta: Yemen, Palestina, Siria, Irak, Afganistán, Sahel, Libia, Argelia… De hecho, la mayoría de las armas vendidas a Arabia Saudí para la matanza de Yemen, por no decir todas, han provenido de países de la OTAN, destacando muy especialmente España, más de 1.300 millones de euros desde que comenzó el conflicto (al menos 932 millones hasta 2017; 270 millones entre 2018 y 2019; y 103,4 millones de euros entre 2020 y 2021, el primer semestre), que con las corbetas se convertirán en más de 3.300 millones de euros. La OTAN, y España, no solo han armado al agresor, sino que se han lucrado hasta límites absolutamente obscenos. En Yemen han perecido, según la ONU, más de 377.000 personas, de ellas, más de 120.000 niños menores de 5 años. Como los cuarenta que fueron aniquilados en un autobús escolar. La coalición aliada de la OTAN ha bombardeado colegios, hospitales o mercados.

2.- Europa exhibe un comportamiento supremacista y racista con respecto a los refugiados. La Unión Europea ha decidido que solo protegerá a los refugiados ucranianos de la guerra de Ucrania, por lo que una mujer, un anciano o un niño que se refugie de la guerra de Ucrania pero no sea ucraniano quedará excluido. Por si no fuera suficientemente obsceno desamparar a refugiados de la guerra de Ucrania por el hecho de no ser ucranianos, lo cierto es que a los refugiados sirios se les vendió por entre 3.000 y 6.000 millones de euros a Turquía y en España u otras partes de Europa se apalean a migrantes que intentan cruzar la frontera y se les devuelve vulnerando los derechos. Incluso en las fronteras de Polonia y Lituania con Bielorrusia, recientemente se apalearon migrantes. Muchos de ellos provenientes de guerras de la OTAN, como Irak o Afganistán.

3.- Europa está sometida a Estados Unidos, no es independiente. Los propios líderes europeos han expresado en múltiples ocasiones que deben tomar el control de la política exterior (Emmanuel Macron, por ejemplo). Además, existen miles de militares y decenas de bases norteamericanas en Europa. Ningún ente, nacional o supranacional, puede ser soberano si no controla su política exterior, carece de ejército propio o sus fuerzas militares están subordinadas militarmente a otro país y tiene en su propio territorio bases y militares extranjeros (solo en Alemania, más de 30.000 militares norteamericanos). Solo el engaño mediático impide que muchos europeos comprendan realmente su estado de sumisión a Estados Unido. Tal es el estado de sumisión europeo que en la reciente crisis fue Estados Unidos y no Europa quien dialogó con Rusia.

4.- La OTAN es una organización militar que instala bases militares y armas. Por lo tanto, es comprensible que Rusia se sienta amenazada por la expansión de la OTAN. Tal es la situación, que el actual jefe de la CIA, William J. Burns, aseveró en los años noventa que “la hostilidad hacia la temprana expansión de la OTAN se siente casi universalmente en todo el espectro político interno aquí [en Rusia]”. En 1997, medio centenar de expertos en geopolítica firmaron una carta en la que aseveraron que «Creemos que el actual esfuerzo liderado por Estados Unidos para expandir la OTAN… es un error político de proporciones históricas» que «perturbará la estabilidad europea». Esta información tiene poco de sospechosa, pues lo ha explicado Ronald Suny, profesor de Historia y Ciencias Políticas de la Universidad de Michigan en la BBC.

5.- En la primera fase, la muerte de civiles en la guerra de Ucrania benefició en múltiples términos a Europa, Estados Unidos y la OTAN. Es cruel, es duro, pero es la realidad geopolítica. Cada muerto en la guerra de Ucrania, al menos en los primeros días, sobre todo los civiles, beneficiaron a Occidente. Es por ello por lo que Rusia extremó en la medida de sus posibilidades el bombardeo de civiles, incluso avisando con antelación de sus objetivos. Los muertos en Ucrania fueron una losa geopolítica, pero también política, para Rusia, dado que, cuanto mayor sea la cifra, mayor será el desgaste internacional, pero también el desgaste interno. Desde Occidente se asevera que han fallecido más de 10.000 rusos en lo que va de guerra, de ser así, será un golpe terrible para Rusia. Y de continuar un desgaste semejante, el gobierno ruso podría encontrarse en serios problemas. Sin embargo, en los últimos días, la situación podría haber tornado o podría hacerlo en una fase posterior, ya que Rusia podría optar por el bombardeo de civiles masivos para rebajar la moral ucraniana y desgastar a la población. Esta es una situación que está por ver, pero hay múltiples medios que llevan días denunciando esta práctica. El problema, en este caso, radica en la baja fiabilidad de los medios de comunicación y las informaciones oficiales ucranianas. No es lo mismo bombardear de forma indiscriminada que cometer errores y, tristemente, ello es algo que muchos pueden llegar a descubrir. De ocurrir, no solo estaríamos ante un crimen de guerra y un acto brutal e injustificado, también ante un episodio infame.

6.- El escenario más beneficioso para la OTAN es un conflicto estancado temporalmente. De nuevo, nos encontramos con una aseveración perversa, pero este es el escenario preferido a nivel geopolítico. De hecho, ya en fechas anteriores a la guerra varios medios insinuaron que Ucrania se podría convertir en el ‘Afganistán’ del siglo XXI. Incluso, hoy mismo, en El País juguetean con la idea. Pero ello solo es posible en un conflicto estancado, en el caso de ser conquistada militarmente, el pueblo ucraniano, a priori, no debería comportarse como el afgano. Primero, por la proximidad en múltiples sentidos, lo que facilitaría su asimilación; y, segundo, porque carecen de la experiencia afgana, un país que lleva décadas en guerra.

7- Europa podría parar la guerra, pero no lo hace porque ello supondría un esfuerzo económico que no está dispuesto a asumir y que afectaría de forma más considerable a las élites europeas. Tal y como sostienen expertos en la BBC, si hay una medida que podría terminar con la guerra en Ucrania esa es el corte del gas ruso, pero ello provocaría un escenario inflacionista cuyo mayor impacto debería ser asumido por las élites europeas, pues la ya de por sí existente inflación haría insostenible que tal golpe fuera asumido por los estratos bajos y medios europeos. Además, provocaría que los países más ricos debieran financiar a los más pobres. Ni los europeos más adinerados ni los países más ricos están dispuestos a ello. Eso es lo que les importa la guerra de Ucrania y los ucranianos.

8- Occidente está engañando a los europeos para fortalecer la OTAN y aumentar el gasto militar.Europa gasta 198.000 millones de euros al año, casi cuatro veces más que Rusia, que gasta 51.200 millones de euros, y tiene entre 400.000 y 500.000 militares más que Rusia. Por lo tanto, ni necesita más gasto militar ni necesita más militares, sin embargo, los políticos occidentales están aprovechando la guerra para aumentar el gasto militar a costa del gasto social (en tres años, solo el gasto militar de Alemania será casi un 50 % más que Rusia). Por el contrario, la solución real para pacificar Europa pasa por la independencia de Europa, la creación de una asociación paneuropea, incluyendo un ejército europeo y el restablecimiento de relaciones con Rusia. Ello no quiere decir convertirse en un felpudo de Rusia, sino dejar de ser el ariete de Estados Unidos. Y si se prefiere seguir dependiendo de Estados Unidos, existen alternativas energéticas para dejar de depender de Rusia, como las bombas de calor o las energías renovables. Alternativa que fortalece a Europa, aunque por sí mismas no resuelven la cuestión esencial del conflicto. 

9- Occidente está aprovechando la guerra para aumentar la censura y emprender una caza de brujas. Cerrar medios de comunicación, tal y como se señala en un medio como RTVE, no es combatir la desinformación, es censurar. La desinformación se combate con información veraz e independiente, algo que, como vemos, escasea, y mucho, en los medios occidentales, los españoles incluidos. Esta circunstancia, que ya se vivió en Estados Unidos tras el 11S, no va a traer nada bueno a Europa.

10.- Antes o después la guerra, los ucranianos dejarán de importar en términos mediáticos y Ucrania se convertirá en un estorbo geopolítico. Esta es una aseveración basada en mi propia experiencia y la información existente en lo que he leído y analizado. Los medios de comunicación necesitan estímulos nuevos, y la guerra en Ucrania hoy es el mayor estímulo existente, pero, antes o después, la gente comenzará a cansarse del tema y ello provocará que los medios rebajen su atención y, poco a poco, marginen lo que sucede en Ucrania. Un día, antes de lo que muchos piensan, Ucrania será un reporte sin relevancia en los medios. Incluso desaparecerá. Desde el punto de vista geopolítico, Ucrania se convertirá en un estorbo, porque lo cierto es que solo es un producto de ‘usar y tirar’. Ciertamente, solo hace falta haber leído libros de historia para comprobarlo. De hecho, con el paso del tiempo y en función de futuros acontecimientos, puede que ni siquiera ocupe más atención para historiadores o analistas de lo que ocupan otros conflictos.

11.- Europa no hizo todo lo posible por alcanzar la paz. No forzó a Ucrania a cumplir los acuerdos de Minsk y permitió que gran parte de la ciudadanía rusa de Ucrania, más de ocho millones de personas, sufriera todo tipo de violaciones. Literalmente, como el resto de Occidente, se olvidó de una guerra que no comenzó hace unos días, sino hace ocho años. Tampoco llegó a un entendimiento respecto de la seguridad europea ni comprendió la magnitud de lo que podría suceder: realmente la neutralidad de Ucrania no merece todo lo que está sucediendo y lo que queda por suceder. Creo que muchos no son conscientes. Haber cedido en la neutralidad de Ucrania habría sido lo más razonable y si hubiera habido más demandas, ello sería diferente. Eso no quiere decir ni mucho menos que se haya producido un genocidio en el Donbass, lo que hoy parece falso, pero la población de origen ruso ha sido duramente presionada en estos años, lo que ha dejado más de 14.000 fallecidos en estos años. No es una cifra para tomarla a la ligera. A pesar de ello, ni Europa ni los medios de comunicación han hecho nada por esta población ni por este problema.

12.- Rusia ha cometido un crimen invadiendo Ucrania. Sin duda, la invasión rusa de Ucrania es un crimen que no debe pasarse por alto. No solo por lo que ha supuesto, sino por cómo se ha realizado. Una intervención que, incluso en términos geopolíticos, puede llegar a constituir un error fatal, aunque para ello es necesario tener paciencia, pues los tiempos geopolíticos no son los humanos. Geopolíticamente, una anexión del Donbass o incluso del sur y el este de Ucrania, siempre que ello se hubiera realizado de forma rápida e indolora, podría haber sido relativamente aceptable, pero una invasión en toda regla que, incluso fracasada la operación rápida, persiste aun a riesgo de generar una guerra cruel que provocará millones de refugiados y desplazados y una cantidad todavía indeterminada de fallecidos y heridos es por completo inaceptable. No solo a nivel legal, moral o político, sino a nivel geopolítico.

13.- Es criminal usar bombas de racimo o termobáricas como ha usado Rusia en Ucrania, tal y como han denunciado múltiples organizaciones. Tal y como aseveran diferentes organizaciones humanitarias, Rusia ha usado bombas de racimo y termobáricas, lo que constituye una violación flagrante de múltiples legislaciones. Un nuevo crimen. Crimen que, en el caso, de bombardear masivamente a los ucranianos resultaría todavía más grave.

14.- Ucrania no es un estado nazi, pero sí existe permisividad con neonazis y extremistas. Es falso que Ucrania sea un estado nazi, pero es innegable que la permisividad existente en el país con los nazis y los neonazis, especialmente en la última década, ha sido absolutamente obsceno. Ni Europa ni Estados Unidos ni la OTAN han tomado medida alguna para erradicar a la extrema derecha de Ucrania, como tampoco se ha tomado en otros países. Pero el problema es que en Ucrania han existido hasta milicias paramilitares ultraderechistas, algo que sería impensable en el resto de Europa –incluso, la BBC reconoce la existencia de estas milicias–. Incluso en España. Por desgracia, de nuevo, no es un episodio aislado. Occidente ha mostrado siempre una alarmante complicidad y comodidad con los nazis, neonazis y ultraderechistas. Baste señalar la presencia de nazis durante la segunda mitad del siglo pasado en América Latina (y en España), la ‘Operación Gladio’ en Europa o cómo en la actualidad se expulsan demócratas en España, como el cabo Santos, firmante de un manifiesto antrifranquista, mientras se protegen todo tipo de ultraderechistas, neonazis incluidos. Ello, con el beneplácito de la OTAN, pues un neonazi dirige la inteligencia de la unidad española encargada de los bombardeos, y de la Unión Europea, a la que se le preguntó por la cuestión en el año 2021.

15.- Vladímir Putin no es Hitler, pero debe ser juzgado por un Tribunal Penal Internacional… como Bush, Blair, Aznar, M. Rajoy, Pedro Sánchez y una incontable cantidad de líderes y políticos occidentales que han cometido múltiples crímenes y han sido responsables de auténticas matanzas, como la cometida por Arabia Saudí y sus aliados en Yemen. Y hay muchos más conflictos que deberían ser juzgados, como Afganistán, Siria, Libia… Pero no existe voluntad alguna, de hecho, lo que sucede es que no hay justicia, hay un bando ganador que pretende juzgador todos los crímenes cometidos por los derrotados sin asumir responsabilidad alguna por los suyos. En este contexto, la Corte Penal Internacional se ha convertido en una herramienta fallida, como la ONU o muchas otras en el mundo. Instituciones, en la mayoría de los casos, completamente desacreditadas.

ANEXO: Los medios de comunicación occidentales han desinformado. Uno de los ejemplos lo encontramos en El País, medio de referencia en España. Este diario ha dado cobertura a mensajes alarmistas e irreales, como que ‘Putin es Hitler’ o ‘pretende conquistar Europa del Este hasta llegar hasta la antigua Alemania Oriental’. Pere VilanovaLluís Bassets o Anne Applebaum lo suscribieron en los primeros días. Incluso, Javier Cercas aprovechó la coyuntura para relacionar Ucrania con Catalunya, una auténtica obsesión para él. Es cierto que entre estos escritos se pueden leer joyas como las escritas por Eliane BrumAna Iris Simón o Máriam Martínez-Bascuñán, curiosamente mujeres, pero la línea dominante en todo momento, casi apabullante, ha sido la versión oficial de la OTAN. Estas columnas solo son pequeñas luces en la inmensidad de la oscuridad informativa del diario y su total falta de imparcialidad y objetividad. De hecho, El País es un diario cuya propiedad en la actualidad la ostentan diferentes poderes económicos, como fondos de inversión norteamericanos. Con todo, lo peor es que el nivel del resto de medios, en general, es todavía más lamentable, lo que deja muy claro el nivel que existe en España.

NOTA: A las 21:19 horas, advertido el error, se ha eliminado al final del primer párrafo «A pesar de ello, Estados Unidos quiere vender 60.000 millones más en armas a Arabia Saudí, cuyo gasto anual en armamento es superior al de Rusia», pues el enlace se refería al año 2010, no a la actualidad. Lamento profundamente el error.

 

  https://www.luisgonzalosegura.es/guerra-de-ucrania-basta.../

 


 

jueves, 10 de marzo de 2022

Circula en Facebook, en el marco de la invasión a Ucrania por parte de Rusia, la imagen de una niña llorando

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Circula en Facebook, en el marco de la invasión a Ucrania por parte de Rusia, la imagen de una niña llorando en el piso agarrando una muñeca y con quien aparenta ser su madre tirada sin vida. Sin embargo, esto es falso ya que la fotografía no tiene relación con este conflicto.

El posteo en Facebook fue compartido más de 9,4 mil veces, según los datos aportados por la propia red social.

Tras utilizar la herramienta de búsqueda inversa TinEye, se puede determinar que la primera referencia que aparece de la imagen corresponde al año 2010 bajo el título “Escena de La fortaleza de Brest”, en inglés.       

 

 La fortaleza de brest (pelicula completa)

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  La batalla de la fortaleza de brest también conocido como la Defensa de la fortaleza de brest fue un enfrentamiento bélico acontecido en junio de 1941 en el contexto de la invación de la alemania nazi a la unión soviética Durante la segunda guerra mundial pese a la fortaleza fue finalmente capturada por la wehrmacht los soviéticos ofreciero, en una férrea Defensa alargando al asedio más de lo esperado

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La Fortaleza de Brest es una estructura ubicada en la actual Bielorrusia que en 1941 fue el escenario de una batalla entre los nazis, que habían iniciado la invasión de la Unión Soviética, y el Ejército Rojo.

El sitio de fact-checking en español AFP Factual también verificó esta desinformación y publicó el perfil de la plataforma de producciones audiovisuales IMDB con información sobre la película “Fortress of War” (Fortaleza de guerra), una coproducción de Rusia y Bielorrusia dirigida por el ruso Aleksandr Kott

La película “La Fortaleza de Brest” fue estrenada en 2010 y está ambientada en esa batalla.

Dentro del sitio web oficial se pueden encontrar una serie de fotografías de la película, entre las que figura la que corresponde a la imagen viral.

 

Este chequeo es parte de la iniciativa Third Party Fact-checker de Facebook en la Argentina. En los casos de fotos y videos trabajamos con imágenes trucadas o sacadas de contexto y siempre analizamos en conjunto las imágenes junto con el texto con el que fueron presentadas.



La fiesta geopolítica de Estados Unidos que pagará Europa

 

 

La fiesta geopolítica de Estados Unidos que pagará Europa

 
La ‘cena geopolítica de los idiotas’ con la que Estados Unidos, el alma de la fiesta, y su amigo, Europa, pretendían humillar a Rusia, y aprovecharse de ella, terminó en desastre. En guerra. Y, aunque están por ver las consecuencias de este desaguisado, lo que es seguro es que la fiesta acabó de mala manera.
 

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 La ‘cena geopolítica de los idiotas’ con la que Estados Unidos, el alma de la fiesta, y su amigo, Europa, pretendían humillar a Rusia, y aprovecharse de ella, terminó en desastre. En guerra. Y, aunque están por ver las consecuencias de este desaguisado, lo que es seguro es que la fiesta acabó de mala manera.  

Fue hace treinta años cuando Rusia, en sus momentos más bajos, fue invitada a un gran evento por el popular Estados Unidos, que tan espabilado como acostumbra, pensó que el mejor sitio para celebrar el convite sería la casa de Europa, ese amigo falto de autoestima que va allá donde lo hace el líder y hace cuanto este quiere. Aunque termine pagando los platos rotos, como en esta ocasión. 

 Antes de acudir a la cena, a Rusia le prometieron que sería una noche de hermandad y, como vive en el mismo edificio que Europa, pensó que sería fantástico mejorar la relación con su vecino y establecer una amistad sincera con Estados Unidos. Incluso pensó, a raíz de las incontables promesas que recibió, que podría formar una asociación con Europa, al fin y al cabo, son los dos propietarios más poderosos del edificio y Estados Unidos vive en otro barrio.

  Por ello, la creación de una asociación paneuropea fue la ilusión con la que Rusia acudió al festín. Sin embargo, de lo que realmente se trataba era de una cena de los idiotas, en la que Rusia era el idiota. Y Europa, el pardillo, que ni siquiera atisbaba las intenciones de Estados Unidos y que, además, ponía la casa, la cena y la cama, porque Estados Unidos duerme en el apartamento de Europa siempre que le place, aun cuando después desprecia a Europa a su conveniencia.

   Como, por aquel entonces, Rusia tenía debilidad por el alcohol, acudió con unas copas de más. A lo Yeltsin, ya saben.

 Por ello, en la primera parte de la cena, hasta el año 2004, no solo se rieron de ella, sino que Estados Unidos, mientras Europa se desternillaba jocosa, le fue hurtando esto y aquello. 

Para cuando Rusia recuperó algo del sentido y comenzó a encontrarse mejor, física y mentalmente, ya era tarde, pues tan solo conservaba una camiseta interior, los calzoncillos y los calcetines (Bielorrusia, Ucrania y Georgia). Pero, aun así, ni siquiera pidió a Estados Unidos y Europa que le devolvieran lo hurtado, sino que no continuaran riéndose de ella y que no le quitaran lo que le quedaba, pues le sería imposible regresar de esa guisa a su casa. 

 Sin embargo, Estados Unidos, alma de las fiestas y líder universitario, no estaba por la labor, mientras que Europa, ahora algo asustada por las consecuencias, dado que el ambiente se estaba enrareciendo y aquello estaba ocurriendo en su casa y con un vecino, intentó tibiamente calmar la situación, pero para ello debería echar de su casa a Estados Unidos y convertirse en un ente con voz propia. 

Y eso era demasiado para alguien tan tóxicamente dependiente.    Rusia, se puso seria, y comenzó a elevar el tono. Quería que la trataran con respeto, que no hubiera más fiestas para idiotas en las que volviera a ser el centro de las burlas. 

No quería más humillaciones. Y, además, exigió que no se les ocurriera a Estados Unidos o a Europa arrebatarle los calzoncillos, la camiseta interior o los calcetines. De lo contrario, respondería con dureza.  Estados Unidos y Europa replicaron con un delirio en términos geopolíticos: los calzoncillos (Ucrania), la camiseta interior (Bielorrusia) y los calcetines (Georgia) tienen voluntad propia y pueden decidir con quien quieren estar… y si quieren estar con nosotros [Estados Unidos y Europa], Rusia debe aceptarlo. 

 Rusia no daba crédito a esta broma de muy mal gusto, delirante por completo en términos geopolíticos, y aseveró que, si intentaban quitarle lo que le quedaba de ropa, respondería con contundencia. Aun así, Estados Unidos, y Europa ahora ya forzada, comenzaron a quitarle la camiseta interior, los calzoncillos y los calcetines, mientras se reían de Rusia con acusaciones de intransigente por no permitirlo. 

Aquello era un insulto de tal magnitud que Rusia amenazó con cortar los suministros a Europa. Como respuesta, Estados Unidos y Europa amenazaron con mobbing a escala planetaria a Rusia en caso de no dejar desnudarse por completo. No obstante, Estados Unidos y Europa formaban parte de la pandilla más guay de los alredores. 

 Rusia no se amilanó: no solo elevó el tono, sino que consiguió retener Bielorrusia y Georgia y sujetó bien fuerte con las manos Ucrania. A Estados Unidos y a Europa le importan muy poco el destino de Bielorrusia, Ucrania y Georgia, y, llegado el caso, no tendrán problemas en tirarlas a la basura, pues de lo que se trata es de humillar a Rusia, de someterla.

 De acosarla hasta que acepte el papel que Estados Unidos le designe. Incluso, llegado el caso, no tienen inconvenientes en incorporar a Rusia a la pandilla, siempre que haga lo que quieren, se deje someter a las humillaciones y desprecios que sean necesarios o permita que la usen tal y como el líder pretende. Es decir, lo mismo que hace Estados Unidos desde hace décadas con Europa.  La situación se tensó tanto que finalmente Rusia usó la fuerza y recuperó toda su ropa interior y parte de la dignidad perdida.

 Y, aunque en un estado deplorable, ahora nadie es capaz de saber hasta qué punto las relaciones entre Europa y Rusia podrán mejorar. Resulta también impredecible si a raíz de lo sucedido ambas vivirán un enfrentamiento constante en su propio edificio, algo que produciría unas consecuencias que nadie sabe muy bien cómo puede terminar. Pues el objetivo de Estados Unidos es que Rusia se someta y, para ello, es capaz de presionar a esta hasta desestabilizarla. 

Pero desestabilizar a un vecino que tiene un arsenal en su casa es, se mire como se mire, una muy mala idea.  Pero eso a Estados Unidos le da igual, porque antes de la cena, Europa estaba pensando en que ya no quería una relación tóxica con Estados Unidos, sino una amistad normal, y Rusia, tras el disgusto, ya no tiene en la cabeza ayudar a China, uno de sus mejores amigos y el mayor enemigo de Estados Unidos, sino en volver a casa y pensar en lo sucedido. Y aunque pensara en ayudar a China, ahora su gran preocupación es Europa.  

Así pues, el más beneficiado del enfrentamiento y la enemistad entre Europa y Rusia es Estados Unidos: Rusia no podrá ayudar a China o no lo hará en las mismas condiciones, al menos hasta que no se arregle con Europa, de lo que ya se encargará Estados Unidos que no suceda. 

Y, Europa, por su parte, se encuentra, de nuevo, sumida en sus peores temores y en plena recaída psicológica, por lo que no podrá abandonar la tóxica relación que mantiene con Estados Unidos, que ha vuelto a su casa a dormir tranquilamente mientras Europa y Rusia no saben muy bien cómo terminará todo (las bolsas europeas se han desplomado, el barril de petróleo supera los 100 dólares y el gas se ha disparado. Y solo es el comienzo).