China, primera economía mundial: algunas consideraciones
China acaba de ser reconocida como primera potencia económica mundial en un reciente informe del FMI, basándose en su gross economic output
en términos reales de bienes y servicios, siendo de US$ 17,6 trillones
frente a US$ 17,4 trillones de los EE.UU (power purchase parity / PPP).
Es por ello que los analistas económicos y políticos ya empiezan a
evaluar las consecuencias geopolíticas que la supremacía económica china
traerá, así como sus consecuencias para el orden internacional.
De
igual manera, los teóricos de las relaciones internacionales vuelven a
los trabajos de A. F. K. Organski sobre la Teoría de la Transición del
Poder (años 50´s y 60´s).
Para evaluar este hecho propongo algunas consideraciones al respecto:
1)
Lo único que se está contabilizando aquí son cifras económicas macro,
no se dice nada sobre la distribución del PBI Per Cápita chino que es
incluso más bajo que el peruano (US$ 9,123 frente al nuestro, de US$
11,000), ni de su aún bajo nivel de calidad de vida (también están más
abajo que nosotros en el Índice de Desarrollo Humano, que es la única
cifra que de verdad importa). Fuera de Hong Kong, Shanghai y algunas
otras ciudades más, el resto del país sigue "business as usual".
2)
Fuera de sus tradiciones milenarias y su historia, China no ejerce
mayor atractivo cultural como estilo de vida alternativo al consumismo
capitalista Made in USA (basta mencionar sus problemas de explotación
infantil, trabajo esclavo e inexistencia de vida política legal fuera
del Partido Comunista). En pocas palabras, mientras que aún una buena
parte del mundo quiere vivir como gringo, casi nadie fuera de China
quiere vivir como chino.
3) China
tiene relaciones vecinales complicadas, varias de ellas involucran
desde el reconocimiento de fronteras marítimas (Islas Spratly con
Vietnam, Senkaku/Diaoyu con Japón, explotación económica del Mar del Sur
de China con Indonesia), el estatus irresuelto de Taiwán, y una
asolapada carrera armamentista con la India (teniendo a Pakistán como
estado proxy). Estados Unidos neutralizó a sus dos únicos potenciales
enemigos continentales en el siglo XIX (asegurando de paso su hegemonía
absoluta en el Hemisferio Occidental).
4)
Los BRICS como bloque avanzan aún a paso lento, y su principal problema
son las ambiguas relaciones de cooperación y conflicto que China
mantiene con la India.
En sus relaciones con Rusia, la situación sí es
favorable debido a la crisis en Ucrania (una crisis absurda e
innecesaria generada por ciertos halcones necios en Washington y
Bruselas) y a la necesidad rusa de diversificar su comercio exterior y
exportaciones de hidrocarburos; sin embargo, esta es una situación a la
que Rusia ha sido empujada y obligada.
Mucho menos es la norma entre el
resto de países BRICS.
5) El poder
militar chino sigue siendo una quinta parte del estadounidense (que por
cierto, sigue equivaliendo a la mitad de todo el gasto militar mundial),
y sus prioridades están orientadas a mantener el equilibrio regional en
Asia Oriental, a diferencia de los Estados Unidos, que son la única
potencia realmente global que hay en el mundo, con todo lo que ello
implica.
6) Lo más importante: Más que
en un mundo de Post-Guerra Fría, seguimos viviendo en un mundo
post-1945; un mundo formado bajo principios, normas jurídicas,
organismos internacionales y reglas de juego de clara inspiración
estadounidense.
A pesar de todas sus contradicciones y problemas
inherentes, este sistema supo responder a tanto al desafío geopolítico
que en su momento representó la Unión Soviética sin llegar a una III
Guerra Mundial, a la vez que logró capear las diversas crisis
financieras sucedidas en los últimos 20 años sin llegar a un descalabro
económico global (en palabras de Daniel Drezner, “el sistema funcionó”).
Hasta el momento, a pesar de algunas propuestas controversiales
realizadas por China en los últimos meses (como la creación de
organismos alternativos al FMI y al Banco Mundial para financiar
proyectos en Asia Oriental, así como acuerdos de integración económica
alternativos a los propuestos por EE.UU, como el TPP); su pragmática
Política Exterior siempre ha evitado confrontar de manera directa a los
Estados Unidos, con quien comparte la relación económica bilateral más
importante del planeta.
Por todas estas razones, es bastante
remota la perspectiva de un Nuevo Orden Internacional basado sólo en el
poder económico de China; más aún cuando ni siquiera tenemos la certeza
de que estén interesados en asumir las responsabilidades globales
derivadas de un proyecto como ese.
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