RE-EVOLUCIÓN
– 28/06/2019
Algunas de las noticias
aparecidas en medios occidentales suelen llevar en su seno una
invisible carga de ironía y sarcasmo, suficiente para dejar a esas
plataformas a la altura del ridículo más lamentable.
Una de ellas es la que
revela que un militar (piloto, al parecer) de la comitiva del
dirigente ultraderechista brasileño Jair Bolsonaro, fue detenido en
Sevilla con 39 kilogramos de cocaína.
¿Alguno de esos medios
se ha atrevido a comentar el hecho, tratando de investigar la posible
conexión de ese neofascista con el narcotráfico en Latinoamérica,
del que Álvaro Uribe, muy amigo de Mario Vargas Llosa o Felipe
González, es uno de sus principales capos?
Esos medios, dominados
por empresarios afines a un régimen que defiende los genocidios de
la OTAN y la violación de los derechos fundamentales en medio mundo,
contratan trabajadores de fácil adquisición para que permanezcan
mudos ante los códigos de comportamiento ideológico de la
corporación que les paga un sueldo, por cierto bastante miserable.
¿Se imaginan si ese
arresto hubiera tenido como protagonista a un miembro de la comitiva
de los presidentes de Venezuela, Cuba, Rusia, China, Nicaragua, Irán
o Bolivia?
Me imagino a los
Cebrianes, Indas, Losantos, Marhuendas, Callejas, Henares, Preciados,
Almeidas y demás tertulianos, vociferando y tejiendo una enorme red
en la que encerrarían a los mandatarios de esas naciones, sus
familias, fuerzas armadas y gobierno en pleno.
Pero no. Contra Bolsonaro
ni una palabra, ni una sombra de recelo, aunque millón de veces más
peligroso que Abascal, porque este último no detenta ni una micra de
poder ejecutivo, mientras que el enemigo público número 1 de Lula,
de la justicia y la democracia en Brasil, hace y deshace a su
albedrío, con el mismo desparpajo y la impunidad de que goza la
extrema derecha en Argentina o Colombia.
A los habituales
comentaristas mentados les trae al pairo el hambre, la miseria, los
miles de asesinatos de mujeres que se cometen en aquel continente,
los crímenes contra líderes sociales, sindicalistas, periodistas y
defensores/as de DDHH que se perpetran, con una inusitada frecuencia,
en México, Colombia, Honduras, El Salvador, Guatemala, Perú,
Brasil, Argentina, Haití, etc.
A esos tertulianos/as no
se les escucha ni una sola palabra sobre la probable conexión entre
el mandatario Jair Bolsonaro y los 39 kilos de cocaína o el nexo
entre ese cargamento y el ejército brasileño, donde como en las
FFAA colombianas y mexicanas, existe una dependencia conocida y
palmaria con el narcotráfico y el crimen organizado.
La hipocresía, doble
moral, ausencia de ética e inquina contra todas las revoluciones en
América, les delatan como miembros de otro VOX, virtual pero muy
mediático, donde claman contra aquel partido y sus máximos
representantes, mientras muestran una cobardía monumental cuando se
nombra a Trump, los monarcas de Arabia Saudita o Qatar, Macron, Iván
Duque, Juan Guaidó, Netanyahu o Theresa May.
La mentira es mala
consejera, pero a todos y todas los/as nombrados, les supone una
buena cantidad mensual con la que comprar el vestuario para el
próximo programa, aunque su desnudez deontológica no hay quien la
vista.
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