domingo, 2 de junio de 2019

La comida a domicilio inunda de plástico a China

Repartidores de comida a domicilio de los servicios Meituan y Ele.me afuera de un edificio de oficinas en Shenzhen, China. (Lam Yik Fei para The New York Times)
 Repartidores de comida a domicilio de los servicios Meituan y Ele.me afuera de un edificio de oficinas en Shenzhen, China. (Lam Yik Fei para The New York Times)

 

PEKÍN — Lo más probable es que el legado físico perdurable del auge del internet en China no sean los centros de oficinas de cristal y acero ni los departamentos elegantes de las élites tecnológicas. Será el plástico.

El enorme crecimiento de las aplicaciones de entrega de alimentos a domicilio en China está inundando al país de contenedores, utensilios y bolsas.

 El sistema irregular de reciclaje no puede seguirle el paso al problema. La mayoría del plástico se desecha, se sepulta o se quema con el resto de la basura, dicen investigadores y recicladores.

Los científicos calculan que el negocio en línea de la comida a domicilio en China fue responsable de 1,6 millones de toneladas de basura de empaques en 2017, nueve veces más que lo desechado dos años antes.

 Eso incluye 1,2 millones de toneladas de contenedores de plástico, 175.000 toneladas de palillos desechables, 164.000 toneladas de bolsas de plástico y 44.000 toneladas de cucharas de plástico.

En conjunto, es más que el total de la basura comercial y residencial de todo tipo que se desecha cada año en la ciudad de Filadelfia. El total de 2018 alcanzó los dos millones de toneladas, según cálculos.
  
Aun así, la gente en China genera menos desperdicios plásticos per cápita que los estadounidenses. 

Sin embargo, los investigadores calculan que casi tres cuartos de los desechos plásticos de China terminan en rellenos sanitarios mal gestionados o al aire libre, donde fácilmente pueden llegar al mar.


A los océanos entra más plástico proveniente de China que de cualquier otro país. Al plástico le puede tomar siglos desintegrarse en el mar.


Los recicladores logran convertir parte del plástico que se desecha en China en material utilizable para alimentar a las fábricas de la nación. 

 El país recicla aproximadamente una cuarta parte de su plástico, según muestran las estadísticas del gobierno, en comparación con menos del diez por ciento en Estados Unidos.

Los recipientes de comida deben ser lavados antes de poder ser reciclados. Y son tan livianos que quienes hurgan en la basura tienen que juntar un gran número de ellos para reunir suficiente plástico para venderlo a los recicladores. (Na Zhou/The New York Times)

Los recipientes de comida deben ser lavados antes de poder ser reciclados. Y son tan livianos que quienes hurgan en la basura tienen que juntar un gran número de ellos para reunir suficiente plástico para venderlo a los recicladores. (Na Zhou/The New York Times) 


 No obstante, en China, las cajas de comida para llevar casi no se reciclan. Primero se deben lavar. Pesan tan poco que los recolectores deben reunir una gran cantidad para poder venderles lo suficiente a los recicladores.

"Trabajar media jornada solo por unos centavos no vale la pena", dijo Ren Yong, de 40 años, un recolector de basura en un edificio de oficinas del centro de Shanghái. Dijo que tiraba los contenedores a la basura.

Para muchas personas exhaustas o simplemente perezosas en las zonas urbanas de China, las principales plataformas de comida a domicilio Meituan y Ele.me están remplazando a los platillos caseros y los restaurantes como los medios principales para alimentarse.

 La entrega a domicilio es tan barata y las aplicaciones ofrecen descuentos tan generosos, que ahora es posible creer que ordenar el envío de una sola taza de café es algo cuerdo y razonable.

La transformación de la vida diaria ha sido veloz. Meituan dice que entregó 6400 millones de pedidos de comida el año pasado, un aumento de casi el 60 por ciento en comparación con 2017. 

Esos pedidos tuvieron un valor de 42.000 millones de dólares en total, lo cual significa que, en promedio, cada orden tuvo un costo de 6,50 dólares, casi lo suficiente para una comida decente para una persona en una gran ciudad china.

Ele.me —que significa "¿Tienes hambre?"— no ha revelado sus cifras. Sin embargo, en todas las principales aplicaciones de comida a domicilio en China se entregaron órdenes con un valor combinado de 70.000 millones de dólares en 2018, de acuerdo con la firma de análisis iResearch.
 
En contraste, se espera que las ventas de comida a domicilio en internet en Estados Unidos sumen 19.000 millones este año, de acuerdo con Statista. Uber dice que su servicio Uber Eats generó 7900 millones de dólares en pedidos a nivel mundial el año pasado.
 
 GrubHub informó que tuvo ventas de 5100 millones de dólares y 159 millones de pedidos en 2018, lo cual implicó un valor promedio por pedido de 32 dólares.



En la hora pico, los repartidores dejan los pedidos en el vestíbulo de los edificios de oficinas para ahorrar tiempo. (Na Zhou/The New York Times)


En la hora pico, los repartidores dejan los pedidos en el vestíbulo de los edificios de oficinas para ahorrar tiempo. (Na Zhou/The New York Times)

En todo el mundo, la conveniencia de ese tipo de servicios conlleva costos que fácilmente pueden pasarse por alto. Como, por ejemplo, las controversias laborales. 

O las vías públicas, que se vuelven más peligrosas con todos los repartidores entregando la comida en motocicleta. 

Los desperdicios plásticos también son fáciles de ignorar, aunque se generen y se manejen mal a una escala titánica.

China alberga una cuarta parte de todo el plástico que se desecha al aire libre.

 Los científicos calculan que el río Yangtsé vació 367.000 toneladas de residuos plásticos al mar en 2015, más que cualquier otro río en el mundo, y el doble de lo que vertió el Ganges en India y Bangladés. 

Los ríos que ocupan el tercer y cuarto lugar de los más contaminantes en el mundo también se encuentran en China.

Las aplicaciones de comida a domicilio quizá estén animando indirectamente a los restaurantes a usar más plástico. 

Los restaurantes en China que hacen negocios a través de Meituan y Ele.me dicen que dependen tanto de la calificación de los clientes que preferirían usar contenedores más pesados o cubrir una orden en una capa adicional de plástico que arriesgarse a recibir una mala reseña debido a un derrame.

"Meituan está profundamente comprometido con reducir el impacto ambiental de la comida a domicilio", dijo la empresa mediante un comunicado, y señaló iniciativas como permitir que los usuarios elijan no recibir utensilios desechables.

El gigante del comercio electrónico Alibaba, propietario de Ele.me, rechazó hacer comentarios.


Un tiradero de basura en Pekín. Incluso después de que los trabajadores examinan la basura en busca de material reciclable, a menudo los recipientes de comida permanecen. (Na Zhou/The New York Times)


Un tiradero de basura en Pekín. Incluso después de que los trabajadores examinan la basura en busca de material reciclable, a menudo los recipientes de comida permanecen. (Na Zhou/The New York Times)
  
El torrente de basura quizá no sería un problema tan grande si China no estuviera en medio de un esfuerzo monumental, aunque defectuoso, para arreglar su sistema de reciclaje. El reciclaje desde hace mucho ha sido un asunto sórdido y no regulado en el país. 

Se ha visto impulsado menos por la virtud ecológica que por las oportunidades de negocio que representa la extracción de valor de los desechos de la gente.

El gobierno ahora quiere una industria de reciclaje que no afecte al medioambiente y que no enferme a los trabajadores. La transición no ha sido sencilla.

China hace poco prohibió que se importaran al país muchos tipos de desperdicios, con la esperanza de que los recicladores se enfocaran en procesar el material nacional. 

   Eso acabó con un negocio lucrativo para esos recicladores y provocó que las ciudades estadounidenses buscaran nuevos lugares de desecho para su cartón y su plástico. 
 
Algunas ciudades se han visto obligadas a acabar con sus programas de reciclaje.

Otras políticas quizá causen sin querer que se recolecten menos materiales reciclables de las casas y las oficinas en China. 

En Pekín, muchos recolectores que realizan este trabajo han sido víctimas de una agresiva campaña del gobierno para "mejorar la calidad de la población de la ciudad", un eufemismo para la expulsión de los trabajadores migrantes del campo.


Un trabajador clasificando basura afuera de un edificio de oficinas en Pekín. (Na Zhou/The New York Times)


Un trabajador clasificando basura afuera de un edificio de oficinas en Pekín. (Na Zhou/The New York Times)

Para limpiar el aire sucio en Pekín, el gobierno también ha ido tras "pequeñas empresas dispersas que contaminan" en la región de la capital. Los inspectores desde entonces han cerrado cientos de talleres sucios que limpiaban y procesaban desperdicios plásticos.

No todos lamentan la pérdida. Durante años, Mao Da, un investigador del medioambiente, ha estudiado la industria del plástico en el condado de Wen'an, cerca de Pekín.

 Los trabajadores ahí solían clasificar la comida y los desperdicios médicos a mano, dijo.

 El material no reciclable quedaba sepultado en fosas cerca de tierras agrícolas.


Los recolectores de basura de las grandes ciudades muchas veces no recogen los recipientes de plástico de la comida para llevar. (Na Zhou/The New York Times)


Los recolectores de basura de las grandes ciudades muchas veces no recogen los recipientes de plástico de la comida para llevar. (Na Zhou/The New York Times)

"Era una catástrofe de salud pública y del medioambiente", dijo Mao.

No obstante, hasta ahora, las medidas no han logrado que las grandes empresas de reciclaje administradas de manera profesional llenen ese vacío. En cambio, ha provocado que todo el negocio quede en el limbo.
"Hay menos personas que recogen desperdicios, menos personas que lo transportan y menos personas que lo procesan", dijo Chen Liwen, fundador de Zero-Waste Villages, una organización sin fines de lucro que promueve el reciclaje en las zonas rurales de China.


"El índice total de reciclaje definitivamente ha caído".



  Por Raymond Zhong y Carolyn Zhang



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