Ciudadanos había creado la expectativa de que este domingo iba a ocurrir
algo políticamente grande en Madrid. Algo así como la puesta de largo
de En Marcha, la versión española del movimiento que condujo a Emmanuel
Macron a la presidencia de la República francesa. Una nueva plataforma
cívico-política capaz de ganar con autoridad las próximas elecciones
generales.
El marco suprapartidista que podría desarbolar
definitivamente al Partido Popular. El banderín de enganche que están
esperando muchos altos funcionarios para subir al caballo vencedor sin
que parezca un obsceno cambio de camisa. La poderosa máquina electoral
que podría resolver los múltiples empates del actual marasmo, así en
Madrid, como en Barcelona.
El aliado español que está esperando Macron para ejercer más presión sobre la Europa hanseática que se niega a mutualizar las angustias de los países endeudados.
El aliado español que está esperando Macron para ejercer más presión sobre la Europa hanseática que se niega a mutualizar las angustias de los países endeudados.
La gran maniobra
desde arriba para canalizar, sin riesgos estructurales, las ganas de
cambio de los de abajo. El Podemos de derechas –usted ya me entiende–
que un día imaginó el banquero Josep Oliu. ¡En Marche! ¡En Marcha!
Esa era la expectativa alimentada por el partido naranja. Hubo en
realidad otra representación. En el Palacio de Congresos de Madrid ayer
al mediodía salió en escena la versión española de Forza Italia. Una
Forza España sin magnate, pero con potentes apoyos mediáticos.
Potentísimos.
Una Forza España cuyo principal objetivo es chuparle la
médula al Partido Popular, hasta dejarlo sin sentido.
Forza Italia fue el primer partido nacional-populista de la derecha europea después del derrumbe de la Unión Soviética. Había caído el muro, pero los poscomunistas italianos iban en camino de ganar las elecciones gracias al vacío creado por el terremoto judicial Manos Limpias.
Los asesores de Silvio Berlusconi vieron el boquete que dejaba la vieja Democracia Cristiana y le dijeron a su jefe: ¡Es el momento, salta a la arena!. Lo hizo y venció. La serie de televisión 1992 (Sky Italia) lo explica maravillosamente bien. Una plataforma nacionalista con ribetes liberales que adoptaba sin complejos el grito de apoyo a la selección italiana de fútbol.
Berlusconi irrumpió en política rompiendo los atriles. El magnate se paseaba por el escenario con un micro inalámbrico como si estuviera en un plató de televisión. ¡Populista!, gritaban sus adversarios, ignaros de la novedad histórica que tenían ante sus narices. La televisión se iba a comer la política. Y después vendría internet. En eso estamos. Toda la política es hoy formato televisivo, encapsulado para la red.
Forza España se estrenó ayer en un escenario-plató. Bajo la batuta de
los periodistas Albert Castillón y Beatriz Pino , cinco ciudadanos
glosaron su amor a la España moderna. Un país en busca del orgullo
triturado por la crisis económica. Conmovedor testimonio de la joven
periodista Jimena Bañuelos, superviviente de un cáncer y satisfecha de
la sanidad pública. Emocionantes alusiones a una de las fechas
fundacionales del moderno patriotismo español: el día en que ETA asesinó
a Miguel Ángel Blanco.
Ninguno de los oradores mencionó que Blanco era concejal del Partido Popular. Un detalle que lo explica todo: Ciudadanos va a saco a por los votantes del viejo partido alfa. Emociones, lágrimas y llamamientos a una españolidad sin complejos. El orgullo de ser español después de la crisis. El rearme nacional ante el tirón independentista de Catalunya.
Ninguno de los oradores mencionó que Blanco era concejal del Partido Popular. Un detalle que lo explica todo: Ciudadanos va a saco a por los votantes del viejo partido alfa. Emociones, lágrimas y llamamientos a una españolidad sin complejos. El orgullo de ser español después de la crisis. El rearme nacional ante el tirón independentista de Catalunya.
La estrella del mitin fue Marta Sánchez, que volvió a cantar el himno
con esa letra que no está llamada subir al podio. La artista también
lloró y ahí el acto se deslizó por la pendiente. Atentos al dato que
sigue: Manuel Valls dio apoyo en vídeo sin ninguna mención a la alcaldía
de Barcelona. Faltaba sustancia. Faltaba nervio. Faltaba voluntad de
poder.
Albert Rivera hilvanó un discurso de frases cortas, con mucho orgullo y
poco programa. Tuvo un destello joseantoniano: “Yo no veo a trabajadores
o empresarios; sólo veo a españoles”. Rivera no es Macron, la
plataforma España Ciudadana todavía no está madura y las encuestas aún
les vienen grandes. Pero Ciudadanos marca la iniciativa política gracias
a la falla catalana. El Partido Popular no duerme, el PSOE les imita y
Podemos se ha perdido en un jardín de Galapagar. No es poco para Forza
España.
Enric Juliana, en La Vanguardia
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