El machismo consiste en el sometimiento y menosprecio de las
mujeres por considerar que los valores atribuidos a la feminidad tales
como la empatía, bondad, ternura, compasión, conciliación, etc. son
signos de debilidad.
Psicológicamente los machistas construyen su identidad introyectando características consideradas tradicionalmente masculinas como son la fuerza física, autonomía, competitividad, contención de la emotividad, etc. y reprimiendo y negando las consideradas femeninas.
Además, creen ciegamente en los estereotipos de género: para ellos un verdadero hombre no expresa ternura y una mujer no debería mostrar capacidad de liderazgo.
Estas actitudes dan lugar a individuos inmaduros: machitos egocéntricos, reprimidos emocionales y mujeres manipulables y carentes de autoestima.
Si pensamos que esta asimetría en la valoración de lo simbólicamente femenino respecto de lo masculino constituye el pensamiento dominante en una determinada cultura hablamos de Patriarcado.
Pero, ¿qué nos hace pensar que el Patriarcado aún sigue vigente en nuestra sociedad democrática y pluralista?
La atribución desigual de poder y reconocimiento de hombres y mujeres no es igual en todas las personas y en una misma sociedad hay individuos y colectivos que asumen los principios patriarcales sin pestañear (léanse, por ejemplo, las arengas de algunos líderes conservadores de la Iglesia Católica) frente a otros que, gracias sobre todo al movimiento feminista que desde el siglo XVIII lucha por la igualdad de derechos y el reconocimiento de las diferencias, van madurando a percepciones más justas y realistas.
Según un estudio realizado por Naciones Unidas publicado en 2014, a nivel mundial, más del 90% de los homicidas son varones y es un hecho demostrado que aquellas culturas con patrones machistas tienen una mayor tasa de violencia en general y contra las mujeres en particular, pero ¿y en España?
Según un estudio publicado por la Universidad de Murcia durante 2015 las mujeres representaron el 7% de autorías de homicidios y asesinatos frente al 93% de hombres. El año pasado 53 mujeres fueron asesinadas por sus parejas o exparejas. En lo que llevamos de años ya son 8, (afortunadamente se ha cambiado la denominación de violencia de género y también cuentan los cometidos por no parejas, como el caso de Diana Quer).
Respecto a las agresiones sexuales, según un informe de la ONU el 71% de las victimas de trata de seres humanos son mujeres y niñas. En España durante 2016 las mujeres denunciaron 1.249 violaciones, una cada ocho horas, se estima que entre el 50 y el 55% de las violaciones no se denuncian.
De las 502 victimas de pederastia registradas en España en
2015, el 69,5% eran niñas y el 30,5% niños siendo las detenciones
realizadas a mujeres por esa causa del 8,5% frente al 91,5% de hombre.
En países democráticos es legal comprar el cuerpo de una mujer para gestar niños aún cuando sabemos que las mujeres que permiten en sus cuerpo tal cosa lo hacen por falta de recursos económicos.
En España solo dos de cada diez hombres comparten en igualdad las tareas de cocinar y limpiar. Según el informe “la vida de las mujeres y los hombres en Europa” elaborado por Eurostat, en nuestro país el 95% de las mujeres cuida y educa a sus hijos diariamente respecto al 68% de los hombres, somos también las mujeres quienes cuidamos a las personas enfermas y mayores
. La contribución de los hombres a las tareas domésticas y trabajos de cuidados no aumenta de forma proporcional a la contribución de las mujeres al trabajo remunerado. No hace falta ser demasiado perspicaces para inferir que la percepción por parte de estos hombres
de que las tareas de cuidados son menos atractivas y valiosas esté detrás de esta asimetría. ¡Qué paradoja! Aquello que nos hace estar vivos y tener una vida digna de ser vivida se ve como menos importante que mejorar la rentabilidad de una multinacional.
En los libros de texto brillan por su ausencia las mujeres artistas, pensadoras y científicas, no solo porque se les negó o dificultó su derecho a aportar sus creaciones o descubrimientos sino porque además, a las que superaron todas estas barreras se las ningunea.
A pesar de que
las mujeres obtienen mejores rendimientos y tienen una presencia
universitaria mayor en casi todos los ámbitos y más de la mitad de las
que estudian doctorados son mujeres, solo hay un 16,8% de catedráticas.
El 70% de las profesionales sanitarias son mujeres pero su presencia en puestos de gran responsabilidad es mínima. En 2017 la brecha salarial de género se sitúa en el -23,50%. El desempleo es mayor en las mujeres, un 18% frente al 14,7% en 2017 y la temporalidad y precariedad también, según datos de la última EPA el 24% de mujeres tiene un contrato parcial frente al 7,1% de hombres.
Las mujeres aún siendo las que mayoritariamente sostenemos y cuidamos las vidas humanas y a pesar de persecuciones y prohibiciones también hemos creado cultura y enriquecido el espacio público y sin embargo, nos vemos invisibilizadas y relegadas en el imaginario patriarcal a roles pasivos y secundarios, seguimos siendo en gran medida musas, perchas y el alma del hogar.
Definidas no como identidades propias sino por nuestras relaciones con los otros: madres, esposas o amantes.
María Jesús Infante González
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