sábado, 7 de abril de 2018

El gozo de la verdad


La tarde de ayer fue una tarde de gozo. Lo fue al menos para mí. Entiéndame bien, fue una tarde de gozo para los amantes de la Justicia y de la verdad, para todos aquellos que hervían de indignación al ver como el órgano supremo de la jurisdicción española construía un relato para hacer encajar en un tipo delictivo a personas cuya actuación no lo constituía.


 Más allá de cual sea el delito y quiénes sean esas personas, nadie que conozca los pilares sobre los que se asienta nuestra civilización y nuestra democracia podía descansar bien pensando en cómo la razón de Estado atropellaba a la razón a secas y cómo personas llamadas a ser justas concluían que el fin siempre justificaría cualquier medio.


Ayer tarde, unos lejanos jueces alemanes demostraron que el viejo dicho de “Aún quedan jueces en Berlín” sigue siendo aplicable, lo que honra y eleva al estado centroeuropeo. Unos jueces imparciales, que no tienen que salvar nada ni a nadie, que no tienen nada que ganar ni que perder, fallaron que no ha existido violencia alguna en el proceso independentista ilegal y que, por tanto, no entregarán a Puigdemont por tal delito. 


Eso significa que España no podrá juzgarle por él. Me produce alipori imaginar a los alemanes, los dioses del Derecho Penal conceptual, leyendo la increíble obra de ficción escrita por Llarena en papel timbrado. Eso ellos lo guardarán para su coleto pero la bofetada que le han infligido aún resuena desde el Rin al Manzanares.

 
El siguiente paso llegará del plat pays, dado que podemos asegurar con grandes probabilidades de acertar que Bélgica tampoco entregará a los consellers que allí siguen por el inexistente delito de rebelión. ¿Porque son malos? No, porque son justos. Ese delito no se ha producido como ya lo han dicho a gritos la inmensa mayoría de los catedráticos de Derecho Penal de este país. 


No hace falta ser un lince para verlo y les dejo a ustedes que rellenen la línea de puntos respecto a qué hay que ser para estar tan seguro de que las ilegalidades se convirtieron en crimen nada más aplicar el 155.


Todo esto tiene una parte también terriblemente triste porque afecta directamente a la credibilidad del sistema judicial español y, desgraciadamente, lo hará en su totalidad tanto a los órganos que se prestan a esta represión como a los que no han participado en ella. A lo mejor tenemos suerte y la cosa ha tocado fondo. 


Tal vez tras quedar noqueados por los puñetazos que van a recibir desde cuatro países europeos, nos planteemos que no podemos seguir eligiendo a los jueces del Tribunal Supremo de forma politizada y por un sistema de cuotas, que necesitamos un Supremo con los mejores juristas de España sin ataduras y sin deudas.


La papeleta que les viene encima no es manca. Ni siquiera es seguro que Puigdemont, el líder de “su” trama criminal no lo olvidemos, sea entregado por malversación. Los abogados han mandado traducir las actas del Congreso en las que el propio presidente del Gobierno y el ministro de Hacienda manifestaban taxativamente que ni un euro de dinero de los fondos públicos se usó para financiar el referéndum.


 España deberá además acreditar con documentación oficial,y no con informes de la Guardia Civil, de dónde se malversó dinero y cuánto. Tampoco es seguro que sea entregado pues por malversación y, además, este es un delito menor que no justifica ni la prisión preventiva ni la privación de derechos políticos. 


Cuando la misma respuesta, que la violencia es una mixtificación, llegue de Bélgica, de Escocia y hasta puede que de Suiza ¿en qué papel van a quedar los acusadores y los jueces españoles? Somos un espacio común de Justicia y España no va a poder seguir con tal planteamiento sin despertar los recelos sobre el funcionamiento de su Justicia en la Unión Europea. 


Ya lo he advertido otras veces, el artículo 7 se activa para los incumplidores de los principios fundamentales de la Unión, uno de los cuales es un Estado de Derecho digno de tal nombre.


Así no se hacen las cosas por mucho que te las aplaudan las masas acríticas y los más preocupados por castigar y reprimir y mantener el statu quo que por los principios y las verdades fundamentales. Si quieren que lo que han hecho los independentistas catalanes sea delito que lo legislen así y lo tipifiquen en el Código Penal y si existe una próxima vez, se lo aplican, pero lo que están haciendo es impropio de una democracia occidental.


Por último quiero felicitar a los defensores del Derecho y de los derechos humanos y la Justicia que tuvieron la previsión de ver que no sería posible obtener un juicio imparcial en España y que habría que buscarlo en instancias europeas. Ellos han hecho más por la Justicia y la verdad que los que se las dan de justicieros en suelo patrio. Mi reconocimiento y mi apoyo porque su lucha es la mía y la de millones de españoles de bien que no queremos ver pervertida nuestra democracia para conseguir una vendetta.


 Elisa Beni | El Diario | 05/04/2018






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