15 años de condena por quemar un cajero, 50 años pide la
fiscalía por una riña de bar. Da la casualidad que la denuncia fue
interpuesta por unos guardias civiles de permiso, romper la
mandíbula, fracturar el cráneo, violar a una joven para después
estrangularla. Intentar descuartizarla... cuesta solo 9 años de cárcel, y
pasado este trance, estamos ejerciendo nuestra profesión de médico.
¿Conclusiones? Un cajero vale más que una mujer, y una lesión no se
condena en función de la gravedad de esta sino en función de quien
denuncia y quien es el acusado.
Mire usted por donde que yo soy mujer, perteneciente a las “clases
populares”, además de Iruña.
Seguramente para algunas personas soy
malpensada. Son cosas de la envidia que tienen los pobres hacia quienes
han triunfado en la vida y tienen una buena posición social. Pero desde
el minuto cero, cuando me enteré del asesinato, lo tuve muy claro.
Le pueden llamar enajenación, consecuencias del alcohol, eufemismos
les llamo yo. La realidad es que ¿cómo una enfermerilla, ni tan siquiera
eso, aspirante a enfermerilla, se atreve a decir no a un señor médico,
hijo de reputado cirujano, médico residente en la clínica del Opus? Esas
cosas pesan, y mucho.
La violación y asesinato de Nagore, como todas las violaciones, no
son actos dirigidos a satisfacer el deseo sexual, por el contrario, son
actos para reafirmar una condición de poder de un hombre sobre una
mujer.
Y si en una sociedad estratificada como es esta, ese hombre es un
médico, y la mujer es estudiante de enfermería, los dos de una
institución en la que los médicos están endiosados, y el resto están
varios peldaños por debajo, es fácil imaginar la indignación y la ira
que sintió el asesino cuando Nagore no se sometió. Pero no nos
equivoquemos, no es enajenación, es machismo.
Es machismo, y son los valores predominantes en esta sociedad
desigual. Siempre hay alguien por debajo a quien someter, y a las
mujeres, en esta sociedad ultracatólica, machista y patriarcal, nos han
querido relegar a los niveles más inferiores.
Es por eso que Nagore
cometió una osadía, y el asesino se creyó con la potestad de hacérselo
pagar.
Y es por eso mismo por lo que al chico bien, deportista, de padres
influyentes, que pagaron a un buen abogado, le cayó una condena mínima
por homicidio en lugar de asesinato. Al fin y al cabo ella se lo busco
al ir a su casa, ebria, ¿qué es lo que esperaba?
O eso lo que piensan muchos, posiblemente los mismos que piensan que
“La Manada” son unos pobres chavales un poco descerebrados pero al fin y
al cabo buenos hijos.
Y puestas a malpensar, imaginamos que a una familia con influencias,
no le ha resultado difícil buscar un hueco para ese buen hijo que tuvo
un desliz.
Ya se sabe, cosas de la juventud. Y seguimos imaginando que
no faltaron compañeros caritativos que le hicieron un hueco en su
plantel de empleados y le contrataron como médico en una clínica
psiquiátrica.
Claro que todo esto son imaginaciones, pero lo que es REAL es que esa
clínica le contrató, sabiendo sus antecedentes, le tenía en plantilla
como médico, y una vez ha saltado el escándalo, le han borrado de su
página web y han aclarado que no está atendiendo a pacientes, sino en
trabajos de investigación.
Y lo que también es real, es que la
credibilidad de una clínica que contrata como médico a un violador,
torturador y asesino machista queda más que en entredicho.
Y lo que también es real es que ellos tienen su sistema de
injusticia.
Perdón, justicia quería decir, pero nosotras también tenemos
nuestra propia concepción de la justicia y no vamos a permitir que un
criminal pueda ejercer alegremente la medicina.
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