miércoles, 13 de septiembre de 2017

Es tan grave que lo único sensato es tomarlo con humor



 Es desesperante ver hasta qué punto llega la necedad y/o el despotismo no solo de los beneficiarios de la sagrada unidad de la patria, sino, y esto es lo más triste, el de los numerosísimos enajenados afectados por el síndrome de Estocolmo; los mismos que sufren las consecuencias del franquismo sociológico y su alma mater, la de los reyes de lo mundano y los príncipes de la Iglesia.


Ese mismo credo que potencian y reproducen. Pero es lo que hay, y seguir intentando no querer asumir que es nuestra realidad es todavía más necio.


Por eso mismo me parece interesantísimo lo que está ocurriendo con este conflicto territorial, y de intereses y competencias en lo que hasta ahora era el Estado español. No hay nada mejor para despertar del sueño a los alelados que agitar la cuna a lo bestia.


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 Intervención del diputado de ERC Gabriel Rufián en el Congreso de los Diputados


Me refiero, claro está, a que la vida es sueño, a que todo es al final una cuestión de confianza y voluntad de creer, desde el valor del dinero a los límites y la soberanía de un territorio. Me refiero a que el que manda lo hace siempre que el resto le conceda esa potestad.


Porque nada existe en política más allá del crédito que nos merezca el propio sistema. No es el voto siquiera el que determina lo democrático que es un sistema en el que la educación y los medios de información y comunicación pertenecen a los déspotas disfrazados de demócratas.

Contra la voluntad de un pueblo decidido solo cabe el recurso de los tiranos: la fuerza. Ahí se acaba toda ensoñación de democracia. Porque ¿qué pasará si los mossos, a pesar de las apariencias, finalmente acatan la legalidad catalana y no la de los unionistas y no retiran las urnas? ¿Cómo van a evitar Rajoy y sus mariachis que Cataluña se convierta de facto, con o sin reconocimiento externo, en una nueva legitimidad estatal?

En este mundo todo lo sólido (todo lo que hemos pretendido sólido de forma infantil) se desvanece a poco que se ponga un mínimo empeño. El rey siempre ha estado desnudo; la legitimidad del Estado siempre ha sido de cartón-piedra, y lo demuestra el hecho de que ha bastado ponerla en cuestión con un mínimo de firmeza para convertirla en un plastón chorreante.

Lo demás me interesa más bien poco. Los países son una entelequia, las identidades comunes un constructo, y los patriotismos sentimentales (no los pragmáticos), sean de aquí o de allá, son cosa de gente adocenada que ni ha entendido por dónde le llueven las hostias ni lo va a entender aunque se lo dibujen en vivos colores.


Y la burguesía no va a dejar de mandar y dirigir a su conveniencia los designios de los pueblos. Pero me encanta que ante un sistema injusto un pueblo tenga el valor de rebelarse solo por la esperanza de un entorno mejor, incluso aunque solo fuera por egoísmo (y creo sinceramente que esto es lo último).


 El valor es un bien escaso, una rara avis, un impulso digno de mención. Y los soberanistas, con sus dirigentes a la cabeza (que son los que se la están jugando), están dando un ejemplo de valor y dignidad que ya quisiéramos en esta España: Una, monárquica, cateta y franquista.

Por eso, lo mejor es tomárselo con humor, y que al menos se vean por un momento reflejados en su indignidad.


 http://iniciativadebate.net/2017/09/13/es-tan-grave-que-lo-unico-sensato-es-tomarlo-con-humor/




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