lunes, 24 de julio de 2017

Retratos a precio de humillación




No deberíamos dedicar ni un solo segundo a valorar este tipo de cuestiones, y no porque no tengan importancia sino especialmente porque la tienen, y solo consiguen que nos hierva la sangre. No, no deberíamos, porque sus retratos nos retratan como sociedad.


Se trata, sí, también de la cantidad de dinero público malgastada en hinchar todavía más los ya voluminos egos de sus señorías, pero sobre todo se trata de señalar la falta de vergüenza y ética de estos supuestos servidores públicos con tanto apego al culto a su persona.


A tanto ha llegado el despropósito en este circo de la demencia, que se llegó a presumir en su día de lo austero que había sido Manuel Marín (expresidente del Congreso) por haber elegido una fotografía y no una pintura. Una fotografía que debía estar impresa en papel de oro porque nos acabó costando la ‘módica’ cantidad de 25.000 euros (cuatro millones doscientas mil pesetas). Y aún así, es lamentablemente cierto que el gasto estuvo muy por debajo de la media.


Nuestros egregios próceres (ministros, presidentes de Congreso y Senado, presidentes del Gobierno y demás ralea) se auto-otorgaron, al iniciar el tan brillante y próspero periodo democrático tras la muerte del dictador (entiéndase la ironía), el privilegio de poder encargar un retrato a su autor preferido y sin límite de presupuesto. Y así, grosso modo, los aproximadamente doscientos sinvergüenzas que han hecho uso de la prerrogativa, nos han salido, actualizando el valor, a una media de 60.000 euros por retratito, lo que redondeando vendría a resultar un gasto de unos 12 millones de euros (2000 millones de pesetas, que se percibe mejor) para que sus caretos pendan de las paredes de tan democráticas instituciones.


Obviamente la media no hace justicia, porque los ha habido más modestos y también más presuntuosos. Entre estos últimos cabe destacar a Álvarez Cascos, que pretendía gastar 194.000 euros (32 millones de pesetas) en su retrato, pero que por haber trascendido la información, tuvo que moderar sus aspiraciones. Tampoco han sido demasiado austeros José Bono, José María Aznar, Felipe González o Rajoy (quien por cierto cuenta ya con cinco retratos distintos), pues cada uno de sus retratitos nos ha costado entre los 70.000 y los 90.000 euros.


El último de los afortunados retratados ha sido Jesús Posada, que ha quedado ligeramente por encima de la media con 66.000 eurazos: 11 millones de pesetas por un retrato que en una buena tienda de fotografía nos saldría (no olvidemos nunca que lo pagamos nosotros) por unos 60 euros (10.000 pesetas), y que haría exactamente el mismo papel.


1,4 millones de hogares con todos sus miembros en paro, 2,6 millones de personas en situación de pobreza severa, casi 14 millones de habitantes en riesgo de pobreza, y muchos más que no pueden llenar siquiera la nevera con productos de una mínima calidad y que tiemblan cuando llegan las facturas de los suministros básicos y, mientras tanto, con el dinero de todos (también con el de esa gente que malvive), los que se supone que están ahí para dar un servicio a la sociedad se dedican a gastar ingentes cantidades de dinero para ver a un mierda colgado en una pared.







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