La Audiencia Nacional ha ascendido a Carrero Blanco a los cielos más aún
que la bomba de ETA y ha tirado a la Justicia española a una cuneta con
el resto de las víctimas del franquismo. Eso han hecho tres jueces de
la Audiencia, Juan Francisco Martel, Carmen González y Teresa Palacios,
que han condenado a la tuitera Cassandra Vera a un año de cárcel por sus
chistes sobre el presidente del gobierno franquista al que consideran
víctima del terrorismo. Niego la mayor. Carrero no es víctima del
terrorismo, es verdugo de un régimen terrorista, que es justo lo
contrario.
Todo está al revés en esta insostenible, incongruente y grotesca
sentencia propia de un sistema totalitario, no de una democracia. Se
juzga en serio el humor, la libertad de expresión se castiga con cárcel y
se llama terrorismo a la sátira, terrorista a quien bromea y víctima a
la mano derecha de un dictador. Es un insulto a las verdaderas víctimas,
las del franquismo, y a sus familias, que no han podido ver cómo se
juzga a sus torturadores y asesinos, pero tienen que leer que uno de los
máximos responsables del régimen merece “respeto y consideración”. Él
no lo merece porque no es víctima y por tanto tampoco lo son sus
familiares. Respeto y consideración merecen los muertos en las cunetas,
no el régimen que los enterró allí.
Argumentan los magistrados que las víctimas del terrorismo lo son
siempre con “independencia del momento en el que se perpetró el
sangriento atentado”. Mentira. Es una aberración separar los hechos del
contexto, un juez lo sabe tanto como un historiador. Los atentados
contra el nazismo en la Segunda Guerra Mundial no son terrorismo, son
actos de heroica resistencia, lo mismo que el asesinato de Carrero
Blanco fue un acto de sabotaje a una dictadura genocida. ETA se
convierte en terrorista después. Entonces, el terror lo perpetraba el
Estado franquista. Estos jueces no condenan sólo a una inocente sino que
reescriben la Historia para indultar al fascismo.
Pero no sólo la Historia y la moral dicen que el atentado de Carrero no
fue terrorismo, lo dice la Ley de Amnistía de 1977 que exoneró a sus
responsables, como eximió de culpas al franquismo. Ahí nace la gran
paradoja que convierte este proceso en kafkiano. Se llama terrorismo a
lo que la legalidad española no reconoce como tal y se condena a una
persona por bromear sobre una dictadura que no puede ser condenada pese a
sus crímenes. Es una broma de muy mal gusto que la criminal termine
siendo una ciudadana y no el criminal al que se refiere. Estos jueces
castigan con pena de prisión a una tuitera, en un país en el que Billy
el Niño está libre.
La sentencia no es sólo un peligroso retroceso en las libertades, es un
retroceso temporal hasta el franquismo. Hay jueces, políticos y policías
que atufan a pasado y quieren devolvernos al Estado policial. En los
últimos meses, estamos viendo cómo se persigue como terrorista a quien
ejerce la crítica o la sátira. Uno de cada tres casos de terrorismo que
se juzgan hoy en España, son casos de libertad de expresión. Ahora que
ETA no mata, matemos al mensajero, hagamos que la gente sienta miedo de
nosotros. Esta sentencia da miedo, sí, porque es una advertencia para
que nos estemos callados y seamos sumisos.
Dicen los magistrados que la tuitera es culpable de "desprecio,
deshonra, descrédito, burla y afrenta" a las víctimas. Pero son ellos
los que desprecian la verdad, deshonran su profesión y generan
descrédito hacia la Justicia con una sentencia que es una burla a la
inteligencia y una afrenta a la libertad. Carrero no es la víctima, la
víctima es Cassandra, a la que esta sentencia -si el Supremo no lo
remedia- le destroza la vida, la inhabilita para ser profesora como
quería y le va a hacer perder la beca con la que estudia. La víctima es
el Estado de derecho, las víctimas somos nosotros.
Javier Gallego, en eldiario.es
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