Petroleros al frente de la política medioambiental o la
energética, lobistas de los seguros o la educación privada al frente de
la sanidad o la educación pública, racistas declarados al frente de la
justicia o la política de seguridad
En el último Saturday Night Live presentado por el gran Bryan Cranston, durante un sketch memorable, Donald Trump nombra al protagonista de Breaking Bad,
Walter White, director de la DEA, la conocida agencia federal
antidrogas y narcotráfico. El nuevo zar antidroga explica cómo no espera
tener problemas para ser designado, pese a haber fingido su propia
muerte porque es el tercer miembro del gabinete que lo ha hecho, y
cuánto le gusta Trump, porque es un hombre que actúa primero y pregunta
después; ambos están de acuerdo en que "es tiempo de que América vuelva a
cocinar".
Es un broma, pero no lo parece a la vista
de la sucesión de nombramientos efectuados por el presidente del pelo
naranja. Petroleros al frente de la política medioambiental o la
energética, lobistas de los seguros o la educación privada al frente de
la sanidad o la educación pública, racistas declarados al frente de la
justicia o la política de seguridad. Walter White, el narcotraficante
accidental, encaja como un guante, tiene un título superior en química y
además una cultura media superior.
El premio nobel de economía John Keneth Galbraith acuñó
en los setenta el concepto "tecnocracia" para dar nombre a la evidencia
de cómo los mismos burócratas dirigían alternativamente el gobierno, las
grandes burocracias públicas y las grandes corporaciones privadas.
Trump completa el círculo que nos devuelve a la vieja plutocracia, donde
sólo accedían al gobierno los propietarios y sus oficiales, para
gobernar únicamente para ellos mismos.
"Frente a un modelo de sociedad
del bienestar de gobierno y funcionamiento democrático para una sociedad
que busca promover la igualdad y la horizontalidad, se oponen ahora
como deseables e inevitables la necesidad y el ideal de un gobierno
plutocrático, privatizado en manos de los propietarios de la riqueza,
operado por tecnócratas y al frente de una sociedad organizada sobre
relaciones jerárquicas y piramidales" (Los ricos vamos ganando. Deusto,
2015).
Al sueño de aquella "sociedad en red" que
alumbró el principio de este siglo le sucede ahora la pesadilla del
retorno a la "sociedad piramidal", donde los dueños de la riqueza
devienen de nuevo señores, únicos y verdaderos titulares de derechos y
sujetos exclusivamente a su propia ley, mientras los no propietarios se
ven reducidos a la condición de vasallos, cuyos derechos dependen de la
voluntad de los señores y su capacidad de pago.
No se
trata sólo de un paso más. Estamos ante un salto espectacular en la
evolución desde los modelos de las "sociedades del bienestar" hacia ese
modelo de "sociedad neofeudal". USA ya lo ha dado, Europa se lo está
pensando mientras, por ejemplo, los ministros de economía de medio
continente compiten por ofertar más y mejores derechos de pernada a las
grandes corporaciones que buscan feudos alternativos a la City
postBrexit, o cada vez escuchamos a más magnates proclamar en público
aquello que antes sólo se atrevían a preguntar en privado: ¿por qué vale
vuestro voto lo mismo que el mío?
Él éxito es la
nueva legitimidad. Lo justifica y lo ampara todo mientras el supuesto
fracaso de todos los demás la mejor coartada para privarles de sus
derechos, señores y vasallos, ganadores y perdedores; los ganadores se
lo llevan todo y los perdedores deberían estar agradecidos.
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