A ver si se puede oír esto:
Por
la razón y el sentido común podemos decirle a este régimen que
padecemos, a todos esos planes de economía futurista que nos invaden
desde lo alto, desde donde Estado y Capital (que son lo mismo en todas
partes) mandan y nos mandan encima que estemos informados y preocupados,
como si nos fuera la vida en lo mismo que les va a Ellos: en el futuro
de su dinero, de su euro o de su dólar o de su yen o como se llame, en
el futuro de las ventas demenciales de sus averiados productos, de esos
que están llenando de basura los sitios donde se podría –quién sabe–
vivir.
Podemos porque se puede decirle que no,
simplemente que no, sin necesidad de proponer nada a cambio (ya la gente
sabe por lo bajo cómo apañarse sin Ellos o puede irlo sabiendo a medida
que tenga que hacerlo): sólo hay que perder un poco el miedo personal y
dejarse decirlo, porque ya está bien de que nos traten como a idiotas
acojonados, que tiemblan por su futuro, que no piensan más que en la
seguridad (¡ja!) que puede darles una cuenta corriente, en tener para
pagar y seguir comprando chismes inútiles a costa de venderse y matarse
por un puesto de trabajo de los que Ellos promocionaron y crean y nos
obligan a tener o no tener, como a idiotas que están llenos de eso que
tanto nos animan a tener: sueños e ilusiones personales (¡ejem!), y que
por tanto, no se enteran de nada de lo que están haciendo. Todos los
días por todos los medios, tratan de demostrarnos que eso es lo que
somos: unos auténticos individuos (Ellos dicen “personas”, que es una
cosa muy santa), y que no hay más en la gente que eso.
La
penuria de cada día, la miseria que vemos dentro y fuera, hay que verla
-nos dicen- como si fueran el bienestar y la riqueza mismos por el
miedo a perderlas, a quedarse sin ello. No hay más que ver esos lamentos
que se promocionan por ahí, que hacen a tantos salir indignamente a
reclamar más empleo, más educación, más sanidad pública a las calles,
olvidados de que tal vez no hace mucho, antes de que les informaran
sobre recortes y demás amenazas futuras, ellos mismos podían haber
estado echando pestes de todo eso que llaman empleo, educación o
sanidad, lo mismo públicos que privados. Es lo que está mandado pensar:
que hay que dar gracias al señor y seguir así, progresando en lo mismo,
porque, si no, podríamos volver a las cavernas. Pero qué pasa si en vez
de engañarnos sin lo que ellos nos venden, que bien mirado, no puede ser
nada de verdad bueno ni deseable para nadie. Todo el mundo sabe que son
sustitutos. Sirven para llenar unas vidas contabilizadas previamente,
que consisten en un tiempo vacío en que temer o esperar un futuro y otro
futuro, que eso no merece llamarse ni vida, que es una existencia
abstracta y sosa a más no poder. El dinero acaba con las cosas.
Para
perder ese miedo, no hace falta más que dejarse pensar y decirlo, el
alivio y el ahorro que sería para todo el mundo no tener que seguir
contribuyendo a sostener tanta insensatez, que no haya papeles que hacer
a todas horas, que no haya que ir a ningún sitio por obligación, ni
trabajo ni vacaciones ni semana laboral que engorden los bancos, que no
haya oficinas ni bancos ni ministerios ni más ventas de pisitos,
automóviles y demás inutilidades. ¡Eso sí que sería economía de la
buena, sin estados ni fronteras, la de la gente viviendo en la tierra,
libre de todos esos estorbos de Estado, Trabajo, Dinero, Familia, libres
del Hombre y su Historia! ¿No sentís cómo tiemblan los padres de la
patria eterna, los ejecutivos creyentes en el Futuro? Quien diga que no
se puede será que tiene algún interés en mentir, porque poderse, claro
que se puede, que nada de verdad lo impide.
Sólo
que a la gente le han dicho que algún gobierno de lo alto, algún orden
tiene que haber, hecho de leyes y policías, porque si no, el caos, la
ley de la selva y el comerse los unos a los otros. Pero no puede ser tan
tonta la gente para creerse eso ni dejar que nadie se lo crea ¿no?,
porque eso nunca se ha visto más que en fantasías o películas: el único
caos y la única jungla que conocemos son éstos que han producido la
administración de los estados al servicio del Dinero con toda violencia
impuesta, los tenemos delante cada día sus horrores, sólo con fijarnos
en el tráfico mismo. El miedo a los fantasmas de lo que podría pasar si
no nos defendieran las leyes y sus fuerzas armadas de esos fantasmas que
ellos mismos fabrican para asustarnos, sólo ese miedo vano, esa fe en
que estamos seguros contra los fantasmas de las guerras y hambrunas que
salen por televisión, parece ser más que nada lo que permite que la
pesadilla real continúe.
Pero no puede hacerse
creer por siempre a la gente que el terror en que “vivimos” es normal.
Como decíamos al principio, aparte del miedo personal que nos han
metido, vive entre la gente la razón y el sentido común que pueden
decirle que no a toda esa organización del Dinero sin miedo ninguno,
porque es horrible y mentirosa, y caiga quien caiga. Algún día habrá que
despertar y decirlo ¿no?: pues que sea ahora. ¡Abajo la mentira!
¿O
es que no se piensa que a lo mejor las mujeres y sus hombres, libres
del dinero, podrían vivir y dejar vivir? Porque lo que es con Él…
Otro
día seguiremos razonando, que ya se sabe que no se derriba el régimen
de un soplo, pero mientras tanto cabe acá abajo corroer la fe en las
mentiras que lo sostienen y dejarlo que se hunda.
¡Salud y a ello!
Agustín García Calvo
Recuperado de Grupo de Estudios José Domingo Gómez Rojas
Publicado anteriormente en: Antología “Foto-grafías de Agustín García Calvo”, publicada en el segundo número de Revista Erosión, 2013, y en la edición n°20 de BICEL, boletín interno de la Fundación Anselmo Lorenzo, 2012
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