sábado, 25 de julio de 2015

Niñas disfrazadas de mujer

 
 Sofia Mechetner desfilando para Christian Dior este mes en París.



Una modelo de 14 es la nueva musa de Dior, y a los 13, la hija de Cindy Crawford protagoniza editoriales de moda. El uso de menores en el sector reabre el debate sobre su idoneidad




Las niñas vuelven a las pasarelas para vender ropa de mujeres. ¿Se trata de versiones renovadas de Cenicienta? ¿nuevos cuentos de hadas? ¿Realmente suceden así las cosas? ¿Pero realmente es así? “Eso es un tópico”, comenta Sara Ziff, fundadora de Model Alliance, acerca del nuevo relato favorito de la moda, el de una israelí de 14 años que viajó a París en busca de una carrera como modelo, conoció al diseñador Raf Simons en una tienda de Dior y acabó encabezando el desfile de la casa de este mes en París.



 Lo sorprendente es que reaparecen una temporada después de que se celebrase la presencia de las más maduras en campañas como la de Céline con Joan Didion (80 años) y Saint Laurent’s con Joni Mitchell (71), junto con numerosos artículos que planteaban el acercamiento de la moda al dinero de los mayores. Y el péndulo del sector ha oscilado drásticamente en sentido opuesto.


Aparte del nuevo descubrimiento de Dior, Sofia Mechetner, Chanel ha anunciado que el rostro de su campaña de gafas será Lily-Rose Depp, de 16 años, hija de Johnny Depp y Vanessa Paradis. Y Kaia Gerber, hija de Cindy Crawford, ha posado para la edición de septiembre de CR Fashion Book, la revista de Carine Roitfeld, y para Vogue Italia. En una de las fotos, lleva botas de cuero con plataforma y caña alta de Versace; en otra, luce maquillaje ojos de gato, vestido de Prada y un mohín...  Tiene 13 años.




Brooke Shield de adolescente / The Granger Collection


Volvemos a los tiempos en los que Brooke Shields declaraba, a los 15 años: “¿Quieres saber qué se interpone entre mis Calvin y yo? Nada”, y al mundo de los noventa de la fotógrafa Corinne Day, una Kate Moss adolescente y la chica esquelética. Casi dos décadas después, ¿no va siendo hora de pasar página? Si algo deberían enseñarnos las exigencias cada vez más ruidosas de diversidad en la pasarela es que los consumidores prefieren ver modelos que se les parezcan.


Y la mayoría de los consumidores de moda para adultos son, por escandaloso que parezca, adultos en toda regla. Para ser justos, se ha avanzado algo desde entonces. Es innegable que, dentro del sector, por no mencionar en las leyes, se tiene más conciencia de la necesidad de proteger a las menores que trabajan en un mundo de mayores. Aun así, es revelador que el propio sector se refiera siempre a las modelos como “las chicas”; no las llaman “mujeres”.



Es más, se está construyendo una narrativa en torno a las modelos, en un esfuerzo por transformarlas de maniquíes sin nombre a personalidades. A Mechetner la “venden”, comenta Michelle Tan, directora de la revista Seventeen, como un “modelo de la audacia adolescente”. La historia de Kaia Gerber, cuenta, es la de “la realeza de Hollywood: la segunda generación”, mientras que la fábula de Lily-Rose Depp habla de que “el tío Karl la introdujo en la moda”. Karl Lagerfeld en otro tiempo tuvo como musa a la madre de Lily.


Ver un anuncio de Chanel no significa escarbar en la historia personal de la modelo. Ver un vídeo de un desfile no es ver la biografía de una maniquí. Es ver a una niña, como Mechetner, con un vestido semitransparente, parecido a un camisón victoriano. Ver un reportaje en una revista no es ver realidad. Es ver el mundo que el estilista y el fotógrafo han inventado. Y ahí radica el problema.


 Porque, explica Tan, aunque la moda haga todo lo posible para “no permitir que existan imágenes sin asegurarse de que hay también una conversación en torno a ellas”, esa conversación solo tiene un determinado alcance. Y en especial dado que la edad de una modelo no es tan obvia como su raza.


La moda es en esencia una industria basada en el engaño: la promesa de que simplemente con ponerse algo alguien va a parecer mejor, más elegante, más delgado, más poderoso de lo que realmente es. Después de todo, el traje se inventó para crear una ilusión de perfección física. Ese es el lado positivo, del que todos nos beneficiamos. Pero fingir que estas niñas son mayores, saben más y son más seductoras de lo que puedan ser a su edad es la parte negativa.


Al contrario que sus homólogas de la tercera edad, celebradas precisamente por tener la edad que tienen, y presentadas como una inspiración, estas niñas son alabadas porque no parecen tener la edad que en realidad tienen. Por mucho que las cuiden, esta diferencia entre realidad e imagen es preocupante.

Normas a cumplir

V.F.
Hace tres años, los 21 Vogue internacionales firmaron un pacto comprometiéndose a no usar modelos menores de 16 años (aunque ocasionalmente han eludido el compromiso, como con Kaia Gerber, quien recientemente salía en el italiano).


En 2007, tanto el Consejo de Diseñadores de Moda de EE UU (CFDA) como el Consejo de la Moda Británico emitieron directrices de salud que recomendaban firmemente que los diseñadores usen en los desfiles modelos de al menos 16 años.


En 2013, tras la presión de la CFDA y la Alianza de Modelos, el Estado de Nueva York aprobó una ley que establecía que todas las modelos menores de 18 años —edad mínima para desfilar en la pasarela Cibeles— deben ser tratadas como artistas infantiles, con todas las normativas relacionadas, desde la limitación de las horas de trabajo hasta cuentas fiduciarias, supervisión.


 http://elpais.com/elpais/2015/07/24/estilo/1437739552_462637.html







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