Mario Puzo definió en su novela el Padrino la máxima consigna de la mafia: honrarás a tu padre y nunca mencionarás su nombre en vano. No deshornarás a la familia.
En la vida uno no elige a la familia: le viene dada por herencia de sangre o por herencia simplemente. Bien lo saben los ex dirigentes de Izquierda Unida en Madrid, Ángel Pérez y Gregorio Gordo: la familia es sagrada. Va por delante de todo.
Cualquiera que discrepe en la familia es un traidor, un paria y su castigo es el destierro y la condena a vagar por el desierto en busca de otro partido más a la izquierda de IU o navegar rumbo a la Ítaca centrista. Tania Sánchez y Mauricio Valiente, los primeros candidatos a las elecciones de Madrid, los han vivido en sus propias carnes y han tenido que emanciparse creando sus propias familias, buscando comodidad, tranquilidad e independencia.
Al final en política el individuo es irrelevante, prescindible. lo importante es el legado, dejar una huella imborrable en la historia. Como lo dejaron Lenin y lo bolcheviques al tomar el poder tras la situación excepcional de la guerra, el derrumbamiento del aparato del estado con deserciones masivas de soldados, el descrédito de las opciones más moderadas y el activismo disciplinado de los bolcheviques.
Tras expulsar a los mencheviques y socialistas revolucionarios Trotsky les despidió así: “Sois
unos penosos individuos aislados; estáis corruptos; ya no pintáis nada.
Marchad ahora mismo a donde pertenecéis, ¡al vertedero de la
historia!”.
La historia se repite
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