Stephen Hawking muere a la edad de 76 años.
Stephen Hawking murió este miércoles a la edad de 76 años después de
complicaciones debido a la esclerosis lateral amiotrófica, una
enfermedad neurodegenerativa progresiva.
El físico teórico y cosmólogo de fama mundial fue mejor conocido por
su trabajo en los agujeros negros. Hawking teorizó que, contrariamente a
la creencia científica prevaleciente de que los agujeros negros eran
inevitables para todas las formas de materia y energía, en realidad
emitieron una forma de radiación, ahora conocida como radiación de
Hawking.
También jugó un papel clave en el esfuerzo matemático por
unificar la teoría general de la relatividad de Einstein con el campo
emergente de la física cuántica.
Sus hijos, Lucy, Robert y Tim, dijeron: “Estamos profundamente tristes de que nuestro amado padre haya fallecido hoy.”
“Fue un gran científico y un hombre extraordinario cuyo trabajo y legado perdurarán por muchos años”.
Elogiaron su “coraje y persistencia” y dijeron que su “brillantez y humor” inspiró a personas de todo el mundo.
“Una vez dijo: ‘No sería mucho un universo si no fuera el hogar de la gente que amas’. Lo extrañaremos para siempre “, dijeron.
Biografía
A
los 74 años, Stephen Hawking se sienta en el escenario durante el
anuncio de la iniciativa Breakthrough Starshot en Nueva York el 12 de
abril de 2016
El 8 de enero de 1942, día en que se cumplieron trescientos años de
la muerte de Galileo, nació Stephen Hawking en la ciudad de Oxford. Como
tantas otras de clase media, su familia soportaba con entereza los
rigores de la Segunda Guerra Mundial; hacia el final de la contienda, un
cohete V2 alemán cayó a pocas decenas de metros de su casa en Highgate,
al norte de Londres.
Tras cursar estudios secundarios, Hawking ingresó
en el University College de Oxford, donde se licenció en 1962 con los
títulos de matemático y físico. Por esa época era un chico de vida
normal, cuyas singularidades eran únicamente su brillante inteligencia y
un gran interés por las ciencias.
Pero en 1963, en el transcurso de una sesión de patinaje sobre hielo,
el joven Stephen resbaló y tuvo dificultades para incorporarse. De
inmediato se le diagnosticó un trastorno degenerativo neuromuscular, la
ELA o esclerosis lateral amiotrófica.
Los médicos supusieron que la
enfermedad iba a acabar con su vida en pocos años; sin embargo, se
equivocaron.
Naturalmente, la vida de Stephen no fue la misma a partir
de entonces, pero
sus limitaciones físicas no interrumpieron en ningún momento su actividad intelectual; de hecho, más bien la incrementaron.
En octubre de 1962 había iniciado sus estudios de doctorado en el
Trinity Hall de Cambridge. Solicitó trabajar con Fred Hoyle, pero el
célebre astrónomo tenía demasiados pretendientes y la petición fue
denegada; muchos años después, el propio Hawking vería el lado positivo:
de haber sido aceptado, probablemente se hubiera visto obligado a
defender la teoría del estado estacionario de Hoyle, desacreditada tras
el descubrimiento de la radiación de fondo de microondas en 1965.
Mientras cursaba su doctorado se casó con Jane Wayline (1965), con
quien tendría tres hijos. Tras casi veinticinco años de vida en común,
en 1990 la pareja se separó y el científico se fue a vivir con Elaine
Mason, una de las enfermeras que lo cuidaba y con la que cinco años más
tarde contrajo matrimonio; esta segunda relación se prolongaría hasta
2007.
Después de obtener el título de doctor en física teórica (1966),
su pasión por el estudio del origen del universo fue en aumento, y sus
investigaciones se centraron en el campo de la relatividad general,
particularmente en la física de los agujeros negros, descrita por
primera vez por Robert Oppenheimer en 1939.
Ciertamente, Hawking no sólo es comparable con Albert Einstein por su
popularidad: al igual que el formulador de la teoría de la relatividad,
Stephen Hawking se planteó la ambiciosa meta de armonizar la
relatividad general y la mecánica cuántica, en busca de una unificación
de la física que permitiese dar cuenta tanto del universo como de los
fenómenos subatómicos.
En 1971 sugirió la formación, a continuación del big bang, de
numerosos objetos denominados «miniagujeros negros», que contendrían
alrededor de mil millones de toneladas métricas de masa, pero ocuparían
sólo el espacio de un protón, circunstancia que originaría enormes
campos gravitatorios, regidos por las leyes de la relatividad.
Sus estudios sobre los miniagujeros negros lo llevarían a combinar
por primera vez la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica para
resolver el problema de estudiar estas estructuras de dimensiones muy
reducidas y de densidad extraordinariamente elevada, sobre las que no se
creía que se pudiese obtener algún conocimiento.
En 1974 propuso, de acuerdo con las predicciones de la física
cuántica, que los agujeros negros emiten radiación térmica hasta agotar
su energía y extinguirse. Hawking ha explorado asimismo algunas
singularidades del binomio espacio-tiempo.
En 1974 Hawking fue designado miembro de la Royal Society y, tres
años más tarde, profesor de física gravitacional en Cambridge, donde se
le otorgó la cátedra Lucasiana de matemáticas (1980), que había sido
dictada por tan egregias figuras como Isaac Newton y, más recientemente,
Paul Dirac. Hawking continuaría ocupando dicha cátedra hasta su
jubilación en 2009.
Pero a medida que los logros intelectuales y los reconocimientos se
iban sucediendo en su vida (ha recibido innumerables premios y
doctorados honoris causa), también avanzaba el proceso degenerativo de
su enfermedad.
Primero la inmovilidad de sus extremidades lo llevó a
depender de una silla de ruedas; después la parálisis se extendió a casi
todo su cuerpo; en 1985 contrajo una neumonía que obligó a los médicos a
practicarle una traqueotomía, tras lo cual perdió completamente el
habla.
A partir de entonces sólo pudo comunicarse mediante un
sintetizador conectado a su silla, pero ni siquiera eso lo desmoralizó:
escribió otros siete libros y siguió publicando artículos e impartiendo
conferencias.
Un gran divulgador
Stephen Hawking. Foto: Reuters
Resulta una gran paradoja, sin duda, que un hombre que se involucró
plenamente en la tarea de clarificar los conceptos científicos para el
público medio (a diferencia de la mayoría de sus colegas, Hawking optó
decididamente por la divulgación) se haya tenido que enfrentar duramente
con la dificultad de poder comunicarlos.
No obstante, gracias a su
empeño y tenacidad, no ha dejado de salvar los escollos que se derivan
de sus discapacidades físicas.
En 1989, en ocasión de su visita a España para recibir el premio
Príncipe de Asturias, Stephen Hawking subrayó la importancia de que los
ciudadanos de a pie posean las nociones científicas suficientes para
participar en los debates que abren los nuevos avances científicos y
tecnológicos, evitando que todo quede en manos de los expertos.
Ése es el mensaje que se descubre en algunos de sus libros más
famosos, como Historia del tiempo: del big bang a los agujeros negros
(1988), que ha sido traducido a treinta y siete idiomas y del que en
pocos años se vendieron más de veinte millones de ejemplares.
En su propósito de hacer llegar el libro a un público amplio, Stephen
Hawking renuncia a las fórmulas y a las exposiciones para
especialistas, pero no abandona el tratamiento riguroso de la cuestión.
Procede primero a una amplia exposición de las ideas cosmológicas
actuales (el big bang y la expansión del universo), así como de los
principales hallazgos de la física de las partículas, que explican a
nivel subatómico cómo es la materia y las fuerzas que la gobiernan.
Hawking pone de manifiesto la sorprendente convergencia de estas dos
vías de investigación, que han dado nacimiento a una nueva disciplina:
la astrofísica de las partículas.
En
Historia del tiempo el autor aborda también, manteniendo
siempre el tono de alta divulgación, temas como los agujeros negros y,
además del origen, el posible destino del universo.
Tampoco elude la
pregunta que se formula el hombre común cuando se enfrenta a estas
cuestiones: el papel de Dios en todos esos fenómenos, así como la
creación del universo, punto en el que Stephen Hawking abandona el
tratamiento rigurosamente científico para aventurarse en los inciertos
caminos de la especulación metafísica.
Otro libros posteriores, como
Agujeros negros y pequeños universos (1994),
El universo en una cáscara de nuez (2002) o
El gran diseño
(2010), manifiestan una intención divulgativa todavía mayor que sus
libros precedentes.
Respecto a su bibliografía más especializada, sus
esfuerzos para describir desde un punto de vista teórico las propiedades
de los agujeros negros, así como la relación que estas propiedades
guardan con las leyes de la termodinámica clásica y de la mecánica
cuántica, han quedado recogidos en obras como
The Large Scale Structure of Space-Time (1973, en colaboración con G.F.R. Ellis),
Superspace and Supergravity (1981) y
The Very Early Universe (1983).
(Con información de
BBC/
Huffington Post)