Carola Chávez.─ Ellos tenían todo preparado, como preparan las
cosas ellos: mucho marketing, mucho cartelito diseñadito con sus frases
cursis y melodramáticas, con ese eterno llamado “de ahora si es verdad”,
con sus cadenas de whatsapp, con sus señoras “manetas” con gorritas
tricolor y koalas, siempre voluntarias para alimentar guarimberos, para
cerrar calles sin gente, para servir como falsos miembros de mesa
electoral… Tenían todo preparado, como ellos preparan las cosas, porque
ese domingo era el domingo definitivo, decían.
Decían también, pero a lo interno, que de ese domingo solo necesitaban
una foto. Una imagen impactante con miles de venezolanos en colas
eternas, todos apuñuñados con bajo el inclemente clima, desafiando a
esta cruel dictadura, tan cruel que les permitía hacer un plebiscito que
no aparece en ninguna parte de la Constitución. La imagen lo era todo,
una imagen que recorriera el mundo, que conmoviera a la “comunidad
internacional”, el sueño húmedo de los apátridas. Una imagen, una
solita, que vendiera la mentira de un pueblo entero movilizado contra el
gobierno de Nicolás Maduro.
Llegó el día: Más de 500 corresponsales extranjeros se acreditaron para
la puesta en escena. Las mesas montadas, las señoras manetas, con sus
gorritas, con sus koalas, con sus cadenitas con crucifijo de oro, ya
ocupaban sus puestos en las mesas. Cada punto de votación con varias
filas de sillas plásticas para hacer que las multitudinarias colas más
llevaderas. En el punto que instalaron en la Universidad Central, el
punto G del evento, para poder ordenar al gentío que esperaban, hicieron
un pasillo serpenteante con barandas de metal quita y pon, de esas que
se usan en la organización de eventos de masas ¡Luces, cámaras, acción!
Salieron temprano de sus casas y apartamentos a sus puntos cercanos.
Salieron con espíritu libertario a “defender la Constitución” que con su
voto estaban violentando. Salieron, llegaron, y votaron rapidito porque
“chama vayan, aprovechen que no hay cola”, decían por whatsapp a sus
amiguis que aun no habían salido. En un pase de Globovisión, estos
ojitos almendrados vieron cómo tres mujeres nada atléticas, sorteaban la
serpenteante baranda de la UCV cual pésimas corredoras de los 200
metros con vallas. Las desolada serpiente que debía canalizar un río de
gente, ante la sequía de votantes, se convirtió en un incómodo
obstáculo.
Para ese mismo día había un simulacro electoral convocado por el Consejo
Nacional Electoral. Un simulacro sin mayor trascendencia. Una necedad
del CNE porque la oposición está negada a participar en la
Constituyente, así que era un simulacro para chavistas y todos sabemos
que el chavismo ya no existe.
Pues ese chavismo inexistente salió de hasta debajo de las piedras. Yo
llegué a mi centro electoral, en el corazón de un municipio gobernado
por Primero Justicia, y me encontré con la sorpresa de un Punto Rojo que
era una fiesta, no dejaban de llegar chavistas de todos los rincones
del municipio. Una vaina loca porque, debo confesar, de alguna manera,
entre tantos trancazos, especulación, acaparamiento; entre tantas
amenazas, yo llegué a pensar que muchos compañeros podrían haberse
bajado del barco, ¡y vaya cómo me equivoqué!
Todos los centros de votación habilitados por el CNE se desbordaron de
gente, que no dejaba de llegar. Los centros del CNE tenían la foto que
el antichavismo necesitaba y que no lograba. Los antichavistas,
dominicales, sin un ápice de conciencia política, iban, los que iban,
votaban, y se largaban a la playa, a la casa, a la pastelería a
desayunar… Ninguno pensó en quedarse, aún viendo los puntos vacíos, tan
siquiera para hacer bulto, para esa foto que no salió. Ellos, los que
hablan de lucha, de calle sin retorno, ni quiera sacrificaron su domingo
para montar la escena que necesitaban.
Mientras tanto, el chavismo se sorprendía a si mismo regándose por las
calles, manteniéndose en colas kilométricas durante horas, hasta más
allá de la media noche, para simular un voto que haremos efectivo en dos
semanas. Fuimos tantos y tan contundentes, que la agencia de noticias
EFE, a falta de foto opositora, lanzó al mundo las imágenes de nosotros
en nuestras colas, diciendo que eran colas de opositores. Era tan burda
la mentira que luego fue discretamente desmentida, para que no se notara
mucho.
Salimos en un acto de conciencia colectiva que sorprendió hasta nuestra
dirigencia, a algunos hasta las lágrimas emocionadas. Salimos y nos
encontramos intactos, enormes, invencibles, como Chávez. Otra vez el
pueblo chavista crecido, firme, como cada vez que nos amenazan. Y es que
la oposición no aprende y se empeña en echarle leña a este fuego
ardiente.
La oposición nos veía sin querer vernos, veía sin querer ver las sillas
vacías en sus puntos cerrados a las 4 de la tarde, porque estaban vacíos
desde las 3. Sabían, sin querer saber, lo que ese domingo había pasado y
esperaban alguna pista del Psuv, alguna victoriosa cifra de
participación, para ellos entonces anunciar la suya superándonos. Pasada
la media noche, sin cifra chavista que les diera una pauta, cuando
menos ruido hiciera, anunciaron siete mágicos millones de votantes. Un
acto de prestidigitación electoral que el ex rector Vicente Díaz, en un
alarde de pueril torpeza que pretendió ser una alabanza, desnudó el
engaño: “7,2 millones en 14 mil mesas, lo máximo obtenido previamente
fue 7,5 MM con 45 mil mesas. Impresionante!” -dijo, “impresionante”
cuando la palabra adecuada era “imposible”.
Era tan imposible, que semejante victoria no fue celebrada por nadie. No
fuegos artificiales como en diciembre de 2015, ni cornetazos, ni
cacerolas. No hubo ni sonido de grillitos. El antichavismo había visto a
Rondón ese día y se sabía perdido. Y eso que lo que vieron fue solo la
puntica.
Entonces el desespero, los trancazos furibundos en sus urbanizaciones,
más violencia y más muertes espantosas, más amenazas. Entonces Trump y
la injerencia que los apátridas aplauden. “Ojalá bloqueen a Venezuela
para que se jodan los chavistas” -dicen unos bolsas en El Cafetal que
lloran y maldicen cuando no consiguen galletas Oreo.
Amenazas y promesas de perdonarnos la vida si retiramos la
Constituyente, en un tira y encoge de quienes, 18 años después, aún no
entendieron nada y siguen echándole leña a este fuego ardiente del
chavismo, a esta llamarada de Chávez, a este “ardimiento” que nunca se
apaga.
La mejor virtud de la oposición es que, por no querer darnos descanso, nos acostumbraron a no cansarnos.