Una oleada de denuncias públicas de abuso sexual contra mujeres
uruguayas apareció en las redes sociales en agosto. La Universidad, el
carnaval, la política y todas las áreas de la esfera pública están
siendo interpeladas.
Sputnik entrevistó a tres especialistas en género y
cultura sobre el fenómeno.
"Recuerdo
perfectamente la sensación de que se están masturbando en tu cuerpo,
recuerdo perfectamente que no quiso usar preservativo y que todo el acto
sexual fue súper violento", dice una de las publicaciones anónimas de
la cuenta uruguaya de Instagram Varones Carnaval.
No habría de ser preciso citarla, bastaría con decir que se trata de solo una de las cerca de 200 denuncias públicas que la página reúne, pero el peso de estas palabras, y de todas las otras, es una de las bases fundamentales del fenómeno.
Empezó a principios de agosto. Mujeres de la Facultad de Medicina hicieron un hashtag en la red social Twitter que rápidamente alcanzó el carácter de trending topic. La consigna: denunciar, de modo anónimo, los abusos que sufren a diario por parte de docentes y estudiantes varones.
De allí le siguió Derecho y después el carnaval,
que acaparó la atención mediática por tratarse de una de las
manifestaciones culturales más representativas de Uruguay. Pero hay más.
Varones del rock, varones del hip hop, varones
publicidad, varones de la Universidad de la República. Varones por cada
espacio en el que los varones habitan y, como lo comprueban los
testimonios de cientos de mujeres, ninguno libre de abusos.
Lo primero que impacta es la cantidad. En un heterogéneo rompecabezas
de relatos, tan amplios como lo es el rango etario de las denunciantes
—muchas de ellas menores de edad— y de los periodos en que se
mantuvieron los abusos denunciados, se repiten las mismas palabras:
"vergüenza", "miedo", "asco", "acoso", "abuso", "violación".
Aunque los escraches en redes sociales no son un
fenómeno nuevo, es quizá la masividad de las denuncias, recibidas de
forma organizada por los grupos de mujeres detrás de cada una de estas
cuentas, lo que ha hecho que, esta vez sí, el tema se haya puesto en el
orden del día de la prensa y de las instituciones. Para la periodista
cultural y letrista de murga Soledad Castro Lazaroff, el fenómeno
impactó más porque "han cambiado las condiciones de escucha" en la
sociedad.
"Acá hay un triunfo, o al menos yo lo
leo así, cultural del feminismo y de su potencia política. Una potencia
política que a veces es súper cuestionada porque no es una potencia
político partidaria pero sin embargo repolitiza la vida, mueve el piso,
incomoda, no te deja ir", dice a Sputnik.
La potencia, sin embargo, por sí sola no es suficiente. "Yo lo que no
creo es que eso sea algo que las mujeres puedan hacer solas. Las
mujeres necesitan disputar garantías, políticas públicas, pero me parece
que eso no depende solo del movimiento feminista", analiza Castro.
Allí
aparecen, de nuevo, las condiciones de escucha, tanto de la sociedad
como de las instituciones dentro y fuera del Estado.
Uno de los gestos más evidentes ha sido el pronunciamiento de la
Fiscalía General de la Nación, que se encuentra analizando más de 200
denuncias para determinar cuáles podrían considerarse un delito, según
informó al diario uruguayo El Observador la fiscal de Delitos Sexuales
Sylvia Lovesio.
Además, fue habilitado un número telefónico público por
la Unidad de Víctimas de Fiscalía para asesorar a las denunciantes en la
realización de la denuncia legal.
Por tratarse de denuncias anónimas a hombres que en varios casos son
referenciados con nombre y apellido, la discusión acerca del método por
el que han optado las mujeres detrás de las cuentas y las denuncias ha
sido el foco de discusión mediática.
Se pregunta si es válido el
escrache como metodología de denuncia, y si no es, acaso, injusto para
aquellos que quedan expuestos sin pruebas, sin poder contestar.
El porqué del escrache
El sistema adoptado es sencillo. Detrás de cada página se encuentran
mujeres organizadas para recibir y publicar la denuncia con el criterios
de respetar, sin excepciones, la voluntad de la víctima.
Varones Carnaval es, en este sentido, el caso más emblemático.
El
equipo tiene una metodología que hace explícita en su cuenta de
Instagram: leen la denuncia, dialogan con la denunciante, que en varios
casos ofrece insumos como conversaciones vía redes con el victimario, y
luego publican la placa, con la previa lectura y aprobación de la
denunciante.
El porqué del escrache no es evidente para muchos. Desde el punto de
vista legal, acusar sin pruebas fehacientes de un delito a una persona
puede tener como consecuencia una demanda por difamación e injurias. Por
otra parte, el contenido de muchas de las publicaciones no implican
delitos en sí mismos, sino que refieren a actitudes y situaciones
inapropiadas ocasionadas por ciertos hombres en determinados espacios.
Ivana Manzolido, profesional de la Red de Abogadas Feministas, define
estos casos como "reproches éticos". La red está compuesta por seis
mujeres abogadas que se han puesto a disposición de las víctimas para
asesorar y acompañarlas en el proceso de realizar la denuncia formal.
Según ella, el escrache dice algo que las mujeres, por otras vías, no se
animaban a decir.
"Las mujeres de alguna manera estamos
diciendo 'queremos ser libres, vivir sin violencia, no queremos que nos
siga pasando lo que nos pasa, no queremos que esto en este ámbito, que
es tan machista y que legitima estas conductas siga pasando'. Un montón
de mujeres que de alguna manera en solitario no pudieron gritar
encontraron en las voces de otras mujeres la manera de hacerlo", explica
a Sputnik.
El porqué del escrache no es evidente para muchos. Desde el punto de
vista legal, acusar sin pruebas fehacientes de un delito a una persona
puede tener como consecuencia una demanda por difamación e injurias. Por
otra parte, el contenido de muchas de las publicaciones no implican
delitos en sí mismos, sino que refieren a actitudes y situaciones
inapropiadas ocasionadas por ciertos hombres en determinados espacios.
Por muchos años estuve expuesta a situaciones donde creía que no
merecía otra cosa o que bueno, la cosa funcionaba así, porque pasaba en
mi grupo de amigas", dice una de las denuncias, "lo cuento porque no
quiero que le pase a ninguna", se lee en otra. En referencia a un hecho
que ocurrió cuando era menor, otra más explica que recién "de grande" se
dio cuenta de que lo que vivió fue abuso: "hoy lo decido contar porque
seguro a más chicas de acá les pasó".
Soledad
González pertenece al colectivo feminista Cotidiano Mujer y a la
Intersocial Feminista, organización que nuclea a 20 de estos colectivos
en Uruguay. Según ella, optar por la denuncia pública, o el escrache, "habla de la desidia que hay desde el Estado para atender este problema".
"Si vos no tenés ningún camino institucional que pueda contener,
guiar, direccionar una denuncia por las vías institucionales es porque
no tenés nada. El único canal que se ve claramente es el de la Fiscalía,
y para quienes estamos cerca", dice a Sputnik, y añade que no es lo
mismo pensar en la denuncia legal para alguien que conoce los mecanismos
que para jóvenes que viven con miedo y desconocen estas modalidades.
La Intersocial recibe consultas y asesora a diario a las mujeres que
quieren denunciar. Desde la nueva ola de denuncias públicas, muchas se
han acercado a la organización y desde allí se las ha derivado a la red
de abogadas y también a Fiscalía. "En este momento estamos desbordadas.
No tenemos un servicio, no tenemos financiamiento", explica, y añade que
las organizaciones sociales suplen desde hace años el rol que deberían
estar cumpliendo las instituciones estatales. La falta de asignación
presupuestal para la Ley de Violencia basada en Género (19.580) es uno
de los ejemplos que da.
"No es solo decir frases. Lo que no
tenés es ninguna decisión con impacto real sobre la vida de las mujeres,
ninguna, y eso es un horror. Hay personas que tienen responsabilidad
sobre ello, y no es una responsabilidad difusa, es estatal. Pero en los
hechos no pasa. Realmente no logro entender. Me sorprende el ninguneo
hacia los reclamos feministas. No entiendo bien qué creen los políticos y
las políticas que hacemos en la calle el 8 de marzo", sostiene
González.
La denuncia formal, las consecuencias y el cambio
Manzolido asegura que no condena al escrache. Sin embargo, la abogada
advierte y exhorta a las mujeres a hacer la denuncia judicial, ya que
es "la mejor manera de visibilizar determinadas cuestiones",
especialmente si existen delitos, "y acá hay delitos muy graves
mencionados".
A ella le preocupa, principalmente, las consecuencias negativas que
puedan traer la denuncia pública para la integridad física y psicológica
de las denunciantes. "Hay denuncias que son anónimas para mí y para vos
y quizá para la mayoría de la gente, pero para ese varón que están
denunciando no es anónima. Él sabe quién está diciendo eso, y eso puede
exponer a esa mujer a un riesgo", subraya.
De hecho, varias de las
páginas han recibido denuncias anónimas para que den de baja sus
contenidos.
Sin embargo, en tanto las denuncias públicas se vuelvan formales,
Manzolido es optimista respecto a las consecuencias que pueda haber
hacia los imputados. "Hay varios varones identificados de manera muy
clara por diferentes mujeres. Diferentes mujeres que mencionan una misma
forma de relacionamiento de este varón con respecto a las mujeres.
Aparecen patrones de conducta: menores de edad, dentro de un auto,
trancando la puerta, despertaban y no sabían dónde estaban, cuestiones
complejas que más de una mujer denunció", ejemplifica. Si todo esto
llega a fiscalía, existen posibilidades de condenar a los autores por
los crímenes cometidos, dice.
A la ola de denuncias públicas en Uruguay le preceden movimientos
anteriores. En España, el caso de cinco hombres que en julio de 2016
violaron en grupo a una joven de 18 años en los Sanfermines en Pamplona
desencadenó un masivo movimiento bajo la consigna de "La manada somos
nosotras".
Argentina también tuvo su destape público en el ámbito de la cultura luego de que a fines de 2018 la actriz Thelma Fardín denunciara una violación
por parte de su entonces compañero de elenco en una serie de televisión
para adolescentes Juan Darthés.
Ella tenía 16 años, él 45. Las tres
mujeres contestan de manera unánime que nada de esto es nuevo.
"No solo decimos basta las uruguayas sino que se viene diciendo desde
antes y en todos lados. Lo que no tuvo es esta visibilidad que tiene
hoy, porque fue muy grande la cantidad de denuncias en Instagram contra
situaciones de distinto tipo de abuso", analiza González.
Si el debate se reduce al método, a lo legítimo de hacer público algo
que no tiene, legalmente, pruebas suficientes, se ignora el problema de
fondo, asegura Castro. Los feminismos aparecen, una vez más, para
interpelar a los sujetos, a quienes abusan y a quienes saben y deciden
callar. Pero por sí solos, dice, los feminismos no pueden hacerlo todo.
"Vos ahí tenés un espejo gigante, y si lo que vos elegís es ver cuán
sucio está el espejo y no ver tu imagen el problema es tuyo. Lo que pasa
con el feminismo es que te obliga a mirarte y hay muchas personas que
no están dispuestas a mirarse.
Te pregunta, ¿vas a ver la oscuridad que
te atraviesa, la violencia que te atraviesa? ¿Sos capaz, sos lo
suficientemente noble como para hacerlo?", añade.
La pregunta es para
todos los espacios sociales, para las personas, individuales,
organizadas, y para las instituciones.
"Las pibas nos callamos más",
responden muchas. Ahora, resta la respuesta de quienes tienen el espejo
delante.
Una oleada de denuncias públicas de abuso sexual contra mujeres uruguayas apareció en las redes