Resumen Latinoamericano, 4 de septiembre 2020.
Euskal Herria. La cárcel asesina: Hallan muerto al preso político vasco Igor González Sola en su celda en Martutene / Llevaba 15 años en prisión
El preso nacido en Bilbao, Igor González Sola, ha aparecido muerto en
su celda, en la cárcel de Martutene, donde había sido trasladado hacía
apenas dos meses.
Igor, te recordaremos!
Igor González Sola, preso político de Bilbo, ha aparecido muerto en
su celda de Martutene esta tarde. Había sido traído a Euskal Herria
recientemente, tras quince años de cárcel y habiendo superado ya las
tres cuartas partes de su condena.
Fuentes de Instituciones Penitenciarias citadas por la agencia Efe
han detallado que el cuerpo del preso bilbaino ha sido encontrado en su
celda, en la que estaba solo, en el recuento que se efectúa después de
comer, sobre las 17.00.
Los responsables de la cárcel, añade la fuente, han comunicado lo
sucedido a la familia y han dado parte al juzgado de guardia, que se
encuentra a la espera de conocer el resultado de la autopsia.
Se desconocen de momento más detalles sobre el fallecimiento, pero en 2009 ya trascendieron dos intentos de suicidio, cuando González Sola se encontraba preso en las cárceles de Granada y Badajoz.
Desde Etxerat han precisado que contaba con apoyo sicológico extrapenitenciario desde tiempo atrás.
Igor, guerrillero vasco asesinado en la prisión
En 2014 también se denunció que su madre, de edad avanzada, sufrió un golpe en la cárcel de Badajoz al ir a visitarle y se le denegó una ambulancia.
La última parte de la condena la había pasado en Soria, desde donde
fue trasladado a Martutene hace apenas dos meses, aunque no excarcelado
pese a todos estos antecedentes y a haber superado las tres cuartas
partes de condena que deben dar acceso a la libertad condicional.
El último preso político vasco fallecido en la cárcel fue Xabier Rey, de Iruñea, en marzo de 2018. Se quitó la vida en Puerto de Santa María.
Martutene o Puerto, enfermedad o suicidio, preso o familiar, la misma ruleta rusa
Cuando Xabi Rey se quitó la vida en Puerto hace dos años y medio, el
único consuelo era desear que fuera el último. Efectivamente era más un
deseo que una realidad. Mientras en prisión haya habiendo 230 personas y
familias sometidas a políticas excepcionales, la ruleta rusa irá
cayendo puntualmente en la casilla más negra.
La muerte de Igor González Sola en Martutene sacude conciencias, más
allá de quienes le llorarán. Muchos no lo harán, pero si se detienen un
momento a leer su historia concluirán rápido que es una mala noticia y
que además resultaba perfectamente evitable: con intentos de suicidio
previos, con quince años de cárcel acumulados, con tres cuartas partes
de condena cumplidas, ¿por qué no estaba en casa con los suyos?
¿Qué
tipo de justicia es la que le mantenía en Martutene, en plena pandemia?
¿Quiénes diseñaron este itinerario por Puerto, Granada, Badajoz, Soria…
en un retorno desesperantemente lento que ya no podrá concluir? ¿Alguien
puede sentirse satisfecho personal o políticamente por una noticia así?
Lo dijeron hace dos años los familiares de Xabi Rey, tras quitarse la
vida en Puerto. Lo dijeron hace tres los de Kepa del Hoyo, al que se le
quebró el corazón en Badajoz. Ojalá sus muertes fueran las últimas.
Sí,
debían serlo. No ha ocurrido así. El sufrimiento diario de los presos y
sus familias es algo diario e incesante, pero en ocasiones así se hace
plenamente evidente, explota en toda su crudeza.
El Gobierno del PSOE y
UP debería entender lo que le están diciendo los familiares, ¿por qué
traslados a Soria si pueden ser a Martutene? Y tiene que reflexionar
sobre esta muerte, ¿por qué Martutene si Igor González Sola tendría
estar en la calle, se mire por donde se mire?
Sobran divagaciones tras esta muerte. Puerto o Martutene, enfermedad o
suicidio, prisionero o familiar… No es dónde, cómo o quién, es qué: la
tragedia tocará a la puerta irremediablemente de cuando en cuando si se
mantiene a 230 personas en las cárceles, muchas de ellas sin
expectativas de salida, buena parte enferma o de edad avanzada, casi
todas en situaciones ilegales.
Eternizar esta situación es seguir dando
vueltas, aunque sea a menor ritmo, a su ruleta rusa y la de sus
familias.
Sinceramente es un milagro estadístico que ningún familiar haya
fallecido en las carreteras desde Nati Junco en 2007, con todas las
vueltas al mundo que han debido dar desde entonces madres, padres,
abuelos, hijas, amigos….
Y es un caldo de cultivo explosivo que aún haya
dos decenas de presos vascos gravemente entermos entre rejas, varios
con problemas sicólogos terribles tras torturas y aislamiento, algunos
con una edad que les sitúa en la diana del covid-19…
En la cárcel solo cabe sobrevivir, y a veces ni eso. La prisión solo
aporta dolor a una sociedad que lleva demasiadas décadas sufriendo por
la violencia política.
Hoy ya es tarde para Igor González Sola, pero aún
es tiempo para evitar más lágrimas.
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