domingo, 16 de enero de 2022

Calores, climas y soponcios

 

*Calores, climas y soponcios

 *No te alarmes, solo vamos a hacerte una PCR (prueba de cociente rústico): coloca, por orden de importancia para ti, estos tres elementos: chocolate, móvil, sexo. Tómate tu tiempo.

 Y después, quédate solo con uno, con uno solo. Piensa, piensa…, que hemos de llegar al fondo del asunto. Y, si es preciso, hasta el centro mismo de la Tierra. 

Sin embargo, cuando te revelan la combinación secreta de la caja de Pandora, ya no sabes qué hacer, ni con la caja ni con la combinación. 

En fin, si has de esperar a la Navidad para comer con tu sagrada familia, vaya mierda de familia que tienes, ¿no? ¡Ay, perdón!, qué familia tan ocupada tienes, oye. 

Y metidos en fiestas, los regalitos para los críos: uno, que es el de la ilusión; otro, que es el didáctico, y otro más, que es el que necesita. Si te lo puedes permitir, con tres regalos basta (menos consumo y más cariño).  

Vayamos, ahora, a la portada del diario El País, del domingo, 2 de enero de este año; en un cinquillo inferior leemos: “Bruselas admite como verdes la energía nuclear y el gas natural. 

La Comisión Europea ha lanzado su polémica propuesta para modificar la clasificación de las energías verdes con vistas a los inversores e incluir en ella la energía nuclear [Francia] y el gas natural [Alemania] como fuentes de energía necesarias para la transición hacia una generación sin emisiones de CO2”. Admitido pulpo como animal de compañía. 

Perfecto, como no están dispuestos a mejorar la realidad del mundo (perjudicaría el negocio), cambian primero la clasificación y luego la normativa.

 ¡Escucha, Manolín, tírate un pedo y píntalo de verde! 

He aquí el milagro de la transición energética. 

Es que las coles (de Bruselas), pequeñitas pero matonas, ya se sabe, producen flatulencias. 

 En la última cumbre para tratar el cambio climático –COP26–, celebrada en Glasgow, wow!, del 1 al 12 de noviembre de 2021, algunos plutócratas llegaron con su avión privado o su yate particular, sin importarles la contaminación que provocaban. 

Nada, les pillaba de paso y se acercaron a ver qué se cocía. “Hemos mantenido vivo el objetivo de 1,5 ºC [el incremento de la temperatura del planeta].

 Sin embargo, diría que esta es una victoria frágil”, Alok Sharma, político conservador británico y presidente de la COP26. Sí, estamos en ello (las decisiones no son vinculantes). 

Y de la regeneración de la Tierra, ya ni hablamos. 

 En la última conferencia del G-20 (je, je), celebrada en Roma, del 30 al 31 de octubre de 2021, los principales líderes mundiales –nuestro Pedro Sánchez asistió como invitado– declararon que se iban a esforzar por contener el calentamiento global, no pasar de 1,5 ºC, en comparación con los niveles preindustriales. 

Y como palpable demostración de su firme compromiso, lanzaron –igual que entusiasmados turistas– una monedita de euro a la Fontana de Trevi, convertida, para tan distinguida ocasión, en imaginaria hucha de las pensiones.

 La fotografía de familia quedó cojonuda. Y, al final, todos, más contentos que unas Pascuas.

  El mundo podría salvarse, sin duda, aunque resulta más rentable dejar que se hunda poco a poco.

 ¡Adelante, y que la economía rule, aquí o en Marte! 

Ya lo dice el refrán: muera Marta, muera harta. Feliz fin del mundo y próspera eternidad.  En el mismo número citado anteriormente del diario El País, encontramos un extenso artículo firmado por Javier Sampedro. 

De él extraemos un par de jugosos y esperanzadores fragmentos: “Marte es nuestro segundo vecino más cercano, después de Venus, que es un infierno todavía peor. 

Si los humanos somos una especie expansiva, curiosa y aventurera, como hemos demostrado en la Tierra, y por tanto nuestro futuro está en las estrellas, Marte será un primer destino casi obligado, aunque solo sea por nacionalismo cósmico”. 

Y este otro, igual o más lustroso: “Vivir en un solo planeta es la versión astronómica de poner todos los huevos en la misma cesta.

 Un científico tan sobrio como Martin Rees, astrónomo real y expresidente de la Royal Society de Londres, calcula que, mientras no colonicemos un segundo planeta, nuestra probabilidad de sobrevivir a nuestras propias invenciones no supera el 50%. 

Como tirar una moneda al aire. Esto en sí mismo ya supone un argumento, bien que taciturno, para viajar a nuestro mundo vecino”.

 Sin comentarios marcianos. 

Yo ya me he comprado un casco de astronauta en Lidl. Pues eso: Luna, Marte, Miércole, Jueve…

  Por Luis Sánchez Verdeguer

 

No hay comentarios: