Recién terminada la Cumbre de Glasgow sobre Cambio Climático, mucho más decepcionante que esperanzadora por los leves acuerdos adoptados, en ‘El Asombrario’ queremos meter la cuña azul de la que tan a menudo nos olvidamos en la concienciación verde.
La protección de los océanos como pieza clave frente a la crisis climática; algo que la iniciativa ‘Because the ocean’ ha conseguido aportar con peso propio en el debate mundial y en estas cumbres del clima. La emergencia es clara. A fecha de hoy, sólo se ha protegido en torno al 1% del alta mar; el 7,7% si se cuentan las aguas jurisdiccionales de cada país.
El océano es víctima y verdugo en lo que se refiere al cambio climático. Víctima porque le afecta directamente el calentamiento global; verdugo, porque en un planeta donde tres cuartas partes son agua, debido a los impactos que sufre, se generan fallos en los sistemas oceánicos que exacerban los fenómenos meteorológicos extremos, se modifican las corrientes, se acidifica y se reduce su capacidad de absorción de carbono.
Dos recientes investigaciones ponen de actualidad el estado de nuestras aguas oceánicas.
En una de ellas, publicada en la revista Aquatic Conservation, en el contexto de la Cumbre del Clima de la ONU recién finalizada, los autores explican cómo los bucles de retroalimentación entre el océano y el clima están exacerbando el cambio climático y señalan: “Su ritmo se acelera en gran medida debido a los cambios en el océano, lo que provoca un continuo deterioro de la naturaleza y una alteración a escala planetaria del medioambiente, las personas y todo nuestro futuro”.
La otra nos habla del estado catastrófico de los arrecifes de coral, semilleros de la vida oceánica. Sólo entre 2009 y 2018 se han perdido un 14% de todos los que existían antes de esta fecha, según el mayor informe jamás realizado, Estado de los arrecifes de coral del mundo: 2020, publicado el pasado octubre.
Es la instantánea científica más detallada realizada hasta la fecha sobre los efectos que el aumento de las temperaturas marinas ha tenido en los arrecifes del Globo.
Estos arrecifes, pese a cubrir solamente un escueto 0,2% del lecho oceánico, son el hogar de al menos una cuarta parte de todas las especies marinas y proporcionan un hábitat crítico y una fuente fundamental de proteínas y otro componentes para medicamentos de los que dependen cientos de millones de personas, además de proteger las costas de inundaciones y mitigar el impacto de huracanes.
Sin embargo, la realidad es que, pese al papel protagonista –no sólo absorbe el 90% del exceso de calor terrestre sino también el 25% del CO2– de los más de 360 millones de km2 de océano terrestre, a fecha de hoy sólo se ha protegido en torno al 1% del alta mar y el 7,7% si se cuentan las aguas jurisdiccionales de cada país.
Los científicos, además, han comprobado que el hecho de ser el mayor sumidero de carbono del planeta está deteriorando su funcionamiento, lo que puede agravar el calentamiento global, así que en la COP26 volvieron a la carga y presentaron el documento
El océano olvidado. Por qué la COP26 debe exigir una mayor ambición y urgencia para abordar el cambio oceánico. “Sencillamente, no hay tiempo que perder. Los cambios que ya hemos introducido en el sistema oceánico se harán notar durante siglos y están agravando la crisis climática.
Todo lo que podamos hacer ahora para ayudarle a resistir el embate del clima nos servirá a nosotros porque es una cuestión de supervivencia humana”, asegura su autor principal, el profesor Dan Laffoley, destacado experto mundial en conservación oceánica de la UICN (Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza) .
Uno de los ejemplos que mencionan es la “estratificación”, un proceso por el que el agua caliente y el agua fría se separan al calentarse el océano, además de por el aumento de las precipitaciones también relacionadas con el cambio climático.
Un océano estratificado provoca que aumenten las olas de calor marinas y los fenómenos meteorológicos extremos, llegando a modificarse la circulación oceánica.
Respecto a los arrecifes de coral, la reciente investigación confirma que su decoloración está provocada por las elevadas temperaturas superficiales del mar, que favorecen su desaparición, como ya ocurrió con la muerte del 8% de los corales en 1998. Ahora han visto que el declive en la última década coincidió de nuevo con temperaturas elevadas en la superficie.
Impactante ha sido en esta cumbre COP26 el vídeo que Simon Kofe, ministro de Exteriores de Tuvalu, envió sobre su país-archipiélago del Pacífico Sur: una playa sumergida a causa del aumento del nivel del mar, una imagen no muy lejana de la que podríamos ver en pocos años en nuestra costa levantina, a tenor de las previsiones: Ya se sabe que en el Mediterráneo el nivel del mar ha aumentado 16 centímetros desde que existen registros y la mitad de ellos en sólo 30 años.
Como consecuencia, las costas mediterráneas se han erosionado y han retrocedido 0,5 m/año desde los años 80 del siglo pasado.
La ciencia aboga por diversas propuestas que los políticos deberían considerar: acelerar las soluciones a nivel planetario, aumentar la extensión de áreas marinas protegidas hasta un 30% del total, dejar de apoyar la sobrepesca, la extracción de recursos como petróleo o gas y otros minerales raros, impedir la contaminación por vertidos en lugar de subvencionarla –como se hace ahora–, impulsar la restauración de lo dañado, especialmente de los manglares, invertir más recursos en este tipo de acciones y, además, apoyarse en la ciencia para tomar las decisiones políticas.
Si todo ello ha estado presente en la COP26 de Glasgow ha sido gracias a la tercera iniciativa Because the ocean. Se trata de una plataforma impulsada por el Príncipe Alberto II de Mónaco de la que ya forman parte 41 países y que en esta cumbre han firmado, a la hora de escribir esta crónica, 18, entre ellos España.
De hecho, la vicepresidenta española y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha sido una de las voces en abordar el asunto de la protección oceánica, que impulsa desde hace años: “No habrá Green New Deal sin un Blue New Deal», señaló en un evento sobre los océanos celebrado en la cumbre. “Es una de las que más apoyo nos ha dado”, reconoce Remi Parmentier, secretario de la iniciativa.
Because the ocean lleva ya seis años trabajando en situar a los océanos en el foco de las cumbres climáticas, en concreto desde la COP21 que culminó con el Acuerdo de París.
“Con la primera declaración conseguimos que se hiciera un informe del IPCC específico centrado en el océano, el que se presentó en 2019; con la segunda, presentada en Madrid, que se incorporara en los compromisos nacionales de recortes de emisiones (los NDC), y ya lo está en 80 de ellos; y con esta tercera declaración se ha tratado de afianzar la presencia transversal del océano en todas las cumbres futuras.
El océano es la sala de máquinas del sistema climático y no puede quedar en un túnel aparte”, defiende Parmentier desde Glasgow, justo cuando acababa de firmar con el ministro de Colombia. Pero ¿a qué se comprometen con la firma?
Según el documento, a que se esforzarán en eliminar las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes del transporte marítimo internacional (utilizando hidrógeno, energía eólica, etcétera); fomentar el desarrollo de fuentes de energía renovables en alta mar, sin olvidar las posibles repercusiones en los ecosistemas marinos y costeros; promover la protección de la mitad del planeta, que es la alta mar, y la expansión de áreas protegidas hasta el 30% como mínimo y a acabar con prácticas que dañen la biodiversidad marina.
“Porque unos ecosistemas fuertes logran que el océano sea más resiliente”, recuerda Parmentier.
Desde luego, prácticas como la sobrepesca, la pesca de arrastre, el dragado o las prospecciones son claros ejemplos de lo que no hay que hacer para que no se convierta en un vertedero vacío de vida. Lo que está claro es que los océanos han aterrizados en las cumbres climáticas para quedarse.
“Queremos que tenga para siempre un papel transversal, que no vuelva al rincón en el que estaba”, concluye el secretario de la iniciativa. “Sabemos que en las negociaciones políticas, al final, se intercambian unas concesiones por otras, como se ve en los borradores que se presentan, pero ya no podemos estar en ese punto de intercambio con la salud del océano”.
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