Marruecos y España: una relación “familiar” sometida a un permanente chantaje
Juan Carlos I y Hassan II se trataban de “hermanos” y sus hijos Felipe VI y Mohamed VI se tratan de “primos”, particular familia, con Estados Unidos como patriarca, que no atraviesa su mejor momento.
Como el anterior jefe del Estado español, Juan Carlos I, y el anterior jefe del Estado marroquí, Hassan II, se trataban de “hermanos”, sus hijos Felipe VI, jefe del Estado español, y Mohamed VI, su homólogo marroquí, se tratan de “primos”, y alguna vez han mostrado incluso su intención de llegar convertirse también en “hermanos” el uno del otro. Sin embargo, estos días las relaciones entre España y Marruecos –particular familia con los Estados Unidos de América como patriarca– no atraviesan su mejor momento.
Para comprender lo que está pasando estos días en Ceuta –que Marruecos haya permitido cruzar su frontera con la ciudad africana bajo soberanía española a varios miles de marroquíes en situación vulnerable, muchos de ellos menores de edad– hay que volver la vista, además de a Estados Unidos, al Sahara Occidental, y sobre todo remontarse en el tiempo.
El Sahara Occidental –territorio africano ubicado en el extremo occidental del desierto del Sahara– es una antigua colonia española cuyo proceso de descolonización fue interrumpido en 1975 –con Franco agonizando y el futuro Juan Carlos I preparándose para suceder en la Jefatura del Estado español al general golpista–, cuando España, su entonces potencia administradora, lo abandonó tras la Marcha Verde, dejándolo en manos de Marruecos.
Al año siguiente –en 1976–, el Frente Polisario proclamaba la independencia del territorio, creando la RASD (República Árabe Saharaui Democrática), que no obstante sólo controla una pequeña parte ubicada al este –la denominada Zona Libre–, pues Marruecos controla el resto, permaneciendo gran parte de la población saharaui refugiada en territorio de Argelia.
Pero ¿por qué abandonó España el Sahara Occidental, entregándoselo así a Marruecos?
Un informe de la CIA fechado el 6 de noviembre de 1975 –el día del comienzo de la Marcha Verde, dos semanas antes de la muerte de Franco– y desclasificado hace unos años revela que el futuro Juan Carlos I pactó con Hassan II la entrega del Sahara Occidental a Marruecos para garantizarse el apoyo de Estados Unidos.
“El príncipe Juan Carlos dijo ayer al embajador Stabler [Wells Stabler fue embajador de Estados Unidos en España entre 1975 y 1978] que Madrid y Rabat acordaron que los manifestantes [de la Marcha Verde] se adentrarán unos kilómetros en el Sahara español y permanecerán un tiempo en la zona fronteriza, de la que se han retirado las tropas españolas. El príncipe añadió que se permitirá a una delegación simbólica de unos 50 marroquíes llegar hasta la capital territorial de El Aaiun”, sostiene el informe.
En vísperas de su coronación, el todavía príncipe Juan Carlos de Borbón –que sabía que mantener su reinado dependería en gran medida del apoyo de la CIA, auténtico cerebro de la Transición del franquismo al régimen del 78, y de Estados Unidos, histórico aliado de Marruecos– temía una revuelta en el Sahara Occidental capaz de extenderse al territorio español peninsular y acabar derivando en algo parecido a la portuguesa Revolución de los Claveles, poniendo en peligro su reinado.
Marruecos rompe el alto el fuego con el Frente Polisario
45 años después de la Marcha Verde –el pasado mes de noviembre–, Marruecos rompía el alto el fuego que había pactado en 1991 con el Frente Polisario y lo hacía con la irrupción de su Ejército en el paso del Guerguerat tras una manifestación pacífica de saharauis; una ruptura del alto el fuego que se unía a sus reiterados incumplimientos de las resoluciones de la ONU que establecen la necesidad de un referéndum de autodeterminación para el Sahara Occidental.
Al mes siguiente –el pasado mes de diciembre–, el anterior jefe del Estado estadounidense, Donald Trump –del Partido Republicano–, declaraba que reconocía la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental, una declaración presidencial que su sucesor, Joe Biden –del Partido Demócrata–, no ha revertido ni prevé revertir.
Cinco meses después –el pasado mes de abril–, el político saharaui Brahim Ghali, presidente de la RASD y secretario general del Frente Polisario, ingresaba en un hospital de Logroño para ser tratado de covid.
Al mes siguiente –este mes de mayo–, Marruecos emitía un duro comunicado en el que advertía a España de que ello tendría “consecuencias”, pues “la preservación de la asociación bilateral” entre ambos Estados –otrora, familia– es “una responsabilidad compartida” que “se nutre del compromiso permanente de salvaguardar la confianza mutua, una cooperación fructífera y la salvaguarda de los intereses estratégicos de dos países”.
Dicho de otra forma: primo, si no respetas mis posiciones sobre el Sahara Occidental, yo tampoco respetaré las tuyas sobre Ceuta y Melilla. Y lo que es más importante: como aquel lejano mes de noviembre de 1975, el patriarca –Estados Unidos– está conmigo.
A pesar de las resoluciones de la ONU que establecen la necesidad de un referéndum de autodeterminación para el Sahara Occidental, España viene apoyando la postura de Marruecos sobre el Sahara Occidental, y viene haciéndolo para que Marruecos no le dé problemas con Ceuta y Melilla. Por eso si la declaración de Trump no revertida por Biden, es decir el reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental, acabara consolidándose frente a las resoluciones de la ONU, Marruecos ya no necesitaría el respaldo de España en su conflicto con el Sahara Occidental y se sentiría libre para poner su punto de mira en las dos ciudades africanas bajo soberanía española.
Lo que está pasando estos días en Ceuta se comprende mejor teniendo en cuenta el permanente chantaje de Marruecos sobre España, eje de un conflicto político y diplomático en el que los saharauis son utilizados como moneda de cambio y ahora también miles de marroquíes en situación de vulnerabilidad, muchos de ellos niños, son utilizados como medida de presión.
A muchos saharauis lo que está pasando estos días en la ciudad africana bajo soberanía españolales recuerda la Marcha Verde de noviembre de 1975, cuando no precisamente niños sino el Ejército marroquí invadió el Sahara Occidental, y sólo desean que España, su entonces potencia administradora, no abandone a ceutíes y melillenses como los abandonó a ellos hace 45 años.
Los derechistas y ultraderechistas españoles que, después de haber aplaudido sin descanso las políticas de Trump corren ahora –en el mejor de los casos inconscientes de que el anterior jefe del Estado estadounidense el principal responsable de lo que está pasando estos días en Ceuta– a sacarse fotos con la cabra de la Legión darían para un capítulo aparte. Como siempre.
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