Mientras Joe Biden, el nuevo presidente electo de los Estados Unidos, se plantea iniciar el cierre de la política republicana en una serie de retos y frentes abiertos, la Administración de Trump, sin reconocer al recién elegido presidente, intenta aferrarse a su poder. Trump sigue siendo el presidente del país hasta el 20 de enero, en que debería producirse el relevo entre ambos mandatarios. Son más de dos meses en los que Trump se empeña ciegamente en impugnar los comicios. Tiempo en que incluso incluso bloquea los mensajes que los líderes mundiales le están enviado a Joe Biden, el nuevo presidente electo.
El pasado miércoles, la cadena de televisión CNN informaba de que el Departamento de Estado se negaba a entregar a Biden y a su equipo docenas de mensajes enviados por líderes y jefes de Estado extranjeros. La administración Trump le ha negado a Bilden el acceso a los fondos, la información y los contactos necesarios para comenzar ordenadamente esa tarea. Y, en diferentes Estados, ha presentado demandas en disputa por el conteo de votos, alegando un supuesto fraude electoral generalizado, sin ninguna evidencia que lo demuestre.
Para ganar las elecciones en los tribunales, Trump debería darle la vuelta al escrutinio en Pensilvania, Georgia y Nevada o Arizona, en los que Biden ya ha sido declarado ganador o lidera el escrutinio de forma clara. Según los últimos conteos, Biden cuenta con 290 delegados en el colegio electoral, por encima de la cifra mágica de 270 que otorga la victoria, mientras que Trump solo alcanza 217 y no muestra el mínimo gesto para normalizar el relevo.
En una conferencia de prensa, Rudy Giuliani, ex gobernador de Nueva York y abogado personal de Donald Trump, al enterarse de que los canales televisivos otorgaban la mayoría a Joe Biden, que sería el ganador de las elecciones, preguntó, medio indignado: “¿Quién declaró el resultado? ¡Dios mío, todos los canales! […] Los canales no pueden decidir las elecciones”. Sus expresiones en tono burlesco se volvieron virales, poniendo de manifiesto el esperpento aparecido en los Estados Unidos.
Poco después, el abogado añadía sin ningún rubor que Donald Trump “no va a ceder la Presidencia”, según informaba el medio VTV Canal 8, porque, como explicaría posteriormente en Fox News, la cadena conservadora, “hay pruebas contundentes de fraude, al menos en 3 ó 4 estados, y posiblemente en 10”.
A partir de estas declaraciones Giuliani, el “abogado maravilloso” de Trump, anunció que entablaría demandas en estos estados. Y la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Kayleigh McEnany, repetía la negativa del presidente de aceptar la derrota en las elecciones y redoblaba las acusaciones de fraude electoral, de las que no presentó prueba alguna. La portavoz insistió en que los republicanos quieren “que se cuente cada voto legal y que se descarte cada voto ilegal”, lo que llevó a la cadena Fox News a dejar de emitir la rueda de prensa. La decisión de cortar la emisión fue del presentador, no de los altos mandos, según el Washington Post, que cita a personas familiarizadas con el programa.
Una decisión que volvió a poner el foco sobre Fox News, propiedad del magnate Rupert Murdoch, tras una semana en la que tomaba distancia de Trump. En gran medida, el canal de noticias trataba con prudencia las denuncias de fraude electoral masivo mantenidas por el mandatario sin aportar pruebas. Dos días antes, el editor de política de Fox News, Chris Stirewalt, también se pronunció sobre las afirmaciones infundadas de la campaña de Trump. “Demandas –dijo Stirewalt– de las que todavía no hemos visto ninguna prueba de que haya algo mal”.
La decisión de Fox desató la furia de Trump, según recogió The New York Times, que describió cómo la noticia cayó como un auténtico jarro de agua fría en la Casa Blanca, donde el ambiente era optimista después de que Florida se tiñera de rojo. “Fue una noche de llamadas airadas de Trump a los gobernadores republicanos”, cuenta el medio estadounidense, según el cual Jared Kushner, yerno del presidente y asesor principal, también estuvo en contacto con Murdoch, el dueño de Fox News, durante el transcurso de la noche.
Lejos de ceder a la presión de los asesores de Trump, la cadena se mantuvo firme en su decisión sobre Arizona y refutó la insistencia del equipo del presidente. Arnon Mishkin, analista y responsable de la mesa de decisiones de Fox News, defendió en una conexión con el equipo de presentadores que estaba “absolutamente seguro” sobre el anuncio. Tras Fox, Associated Press –estándar del recuento en el país– también adjudicó Arizona a Biden, mientras otros medios como The New York Times y CNN no declararon un vencedor debido a los votos por correo que quedaban por contar.
La cadena conservadora también fue crítica con el discurso de Trump cuando, aprovechando la incertidumbre en plena noche electoral, salió sin pruebas a decir a la prensa que las elecciones eran un “fraude”, se presentó como ganador y aseguró que iría al Tribunal Supremo para revocar su derrota. “Estamos ganando todo.
Esto es un récord, no ha habido nada igual”, mantuvo Trump. Chris Wallace, moderador del primer debate presidencial y periodista de Fox News conocido por sus entrevistas, comentó: “Esta es una situación extremadamente inflamable y el presidente acaba de lanzar una cerilla sobre ella”.
Desde entonces, el canal fue objeto de ataques de los fervientes seguidores de Trump, quienes vieron la negativa de Fox a distorsionar la verdad sobre las elecciones como una traición. “Fox es una mierda” y “Fox, una vergüenza” fueron algunas de las consignas coreadas por los partidarios de Trump. En las redes sociales, algunos de sus seguidores escribieron que creían que varios reporteros de Fox se habían vuelto “completamente izquierdistas”.
En Twitter, los simpatizantes del presidente calificaron a Fox News como “fake news” (noticias falsas). Y la cadena fue igualmente criticada por una flotilla de medios más pequeños pro-Trump.
El sábado, 31 de octubre, día en el que se declaró finalmente la victoria de Biden, la cadena contó con un desfile de invitados, incluidos republicanos prominentes como Karl Rove, aislando, según The Guardian, aún más al presidente y sus partidarios. No obstante, no hubo una completa unanimidad en los contenidos emitidos por la cadena. El miércoles, 4 de noviembre, Ingraham afirmó que los demócratas estaban tratando de “destruir la integridad” del proceso electoral “con estos esfuerzos de registro por correo”.
Y el presentador, Sean Hannity, aunque no llegó a respaldar las afirmaciones de Trump sobre un presunto fraude en las elecciones, sí expresó sus dudas sobre la votación. Jeffrey McCall, profesor de comunicación de la Universidad DePauw (Indiana), sostuvo en declaraciones a la agencia AFP que Fox News siempre ha tenido dos caras: por un lado, presentadores estrella, más editorialistas que periodistas y ultraconservadores, y por otro, una redacción más moderada.
A su juicio, el tratamiento de las elecciones estos últimos días y el anuncio de la victoria de Biden en Arizona indicaban “los esfuerzos de Fox News para funcionar de manera tan independiente como sea posible de los editorialistas”. Trump ya llevaba meses manteniendo una relación pública de amor y odio con Fox News. El presidente veía la cadena con frecuencia, tuiteaba vídeos de sus programas, participaba en algunos de ellos y elogiaba a algunos de sus presentadores.
Sin embargo, se sentía cada vez más frustrado con el canal de noticias, cuestionando algunas de sus decisiones, arremetiendo contra Wallace por su papel en el primer debate, y quejándose de que la cadena no era tan favorable para él como lo era cuando se postuló por primera vez para el cargo. Y, mientras afrontaba su salida de la Casa Blanca, Trump juraba vengarse de la cadena que impulsó su carrera política, según asesores cercanos citados por el Washington Post, “quizás atacando públicamente a Fox o socavando su modelo de negocio al apoyar a la competencia”, de acuerdo con el medio estadounidense.
Trump se defiende con uñas y dientes.
Ante la inminente victoria de Joe Biden, candidato demócrata, Trump, candidato republicano, siguió insistiendo en que el proceso electoral era “un fraude” y, pese a no tener prueba de ello, pidió paralizar el recuento de votos. Otras cadenas estadounidenses, como CBS, NBC o ABC, cortaron también la emisión del discurso de Donald Trump en el que acusó de “fraude electoral” y “corrupción”.
El candidato republicano apuntó que, si se cuentan “los votos legales”, él ganaría las elecciones, pero, si se cuentan “los ilegales”, vencería el candidato demócrata. Fue entonces cuando varias televisiones decidieron dejar de emitir su discurso. “Nos vemos nuevamente en la posición inusual de no solo interrumpir al presidente de Estados Unidos, sino también de corregirle”, señaló Brian Williams, presentador en 'MSNBC', apuntando que las declaraciones del republicano “son falsas”.
Terry Moran, periodista de 'ABC News' recordó que “esto no es un reality de televisión, sino unas elecciones estadounidenses”. Y exigió que, para hacer este tipo de acusaciones, se “necesitan evidencias”. Por su parte, Fox News, llegó a desmentir las palabras del actual presidente y apuntó: “No hemos visto nada que constituya un fraude o un abuso del sistema”.
Los medios no fueron los únicos que trataron de frenar el discurso de Trump, también lo hicieron las redes sociales. Y, en no pocas publicaciones del presidente, apareció el siguiente mensaje: “Alguna parte o todo el contenido compartido en este Tweet ha sido objetado y puede ser engañoso respecto de cómo participar en una elección u otro proceso cívico”.
Al contrario de Trump, la historia de Biden parece más coherente. Comenzó a implicarse en política a los 29 años, cuando tomó posesión de su escaño en el Capitolio. A punto de cumplir los 78, el sustituto de Trump se convierte en el presidente más anciano de la historia de EE.UU. Pero el demócrata no llega solo.
Con él llega la senadora Kamala Harris, de 56 años, exfiscal general de California, la primera negra y primera persona de origen asiático en ser elegida vicepresidenta. “Puede que sea la primera mujer en ocupar este cargo, pero no seré la última.
Porque todas las niñas que están viéndome esta noche ven que este es un país de posibilidades”, proclamó Harris en su discurso de presentación de Biden, al que elogió como una persona “con un gran corazón” capaz de “sanar” a un país en duelo y dividido.
Hija de un inmigrante de Jamaica, economista, y de una bióloga llegada de India, Harris comenzó su intervención rindiendo homenaje al desaparecido congresista John Lewis. “Él decía que la democracia no es un estado, es un acto, que solo es tan fuerte como nuestra voluntad para luchar por ella”, recordó la vicepresidenta electa.
Vestida con un traje de chaqueta de blanco en honor a las sufragistas que hace 100 años lograron la aprobación del sufragio femenino en Estados Unidos, Harris rindió homenaje a todas las mujeres, en especial a las afroamericanas y a su desaparecida madre, que allanaron su camino hasta llegar a este día.
Primeras prioridades de Biden y Harris.
Tras los fuegos artificiales y las celebraciones pertinentes, Biden y Harris se han puesto de inmediato a trabajar, poniendo en marcha la transición, lo acepte o no Trump. El presidente electo formó un grupo de trabajo sobre la pandemia del coronavirus para empezar a perfilar una estrategia nacional.
Ante la amenaza del Covid-19, que ya se ha cobrado la vida de más de 235.000 estadounidenses, Trump ha sido incapaz de ponerse de acuerdo sobre cómo buscar un equilibrio entre las consideraciones de salud pública y la necesidad de mantener funcionando la economía.
En cambio, para Biden esta es la primera gran tarea del 46º presidente de EE.UU. “Me presenté para el cargo para restaurar el alma de América, reconstruir la espina dorsal de esta nación, hacer que EE.UU. vuelva a ser respetada en el mundo y unirnos como nación”, explicó Biden. “Tenemos que dejar de tratar a nuestros oponentes como enemigos.
No son nuestros enemigos. Son americanos”, insistió, evitando polemizar o citar directamente a Trump, que sigue sin aceptar su derrota. “El pueblo de esta nación ha hablado.
Nos ha dado una victoria clara y convincente, una victoria para el pueblo”, dijo Biden el mismo día que se cumplían 48 años de su elección como senador. “Me presenté para el cargo para restaurar el alma de América, para reconstruir la espina dorsal de esta nación, para hacer que EE.UU. vuelva a ser respetada en el mundo y unirnos como nación”, explicó.
“Tenemos que dejar de tratar a nuestros oponentes como enemigos”, insistiendo, conscientemente en que deberá gobernar un país tan dividido o más que hace cuatro años, cuando Donald Trump fue elegido presidente.
Se acerca el fin de la era Trump.
Hoy Biden planea revertir la decisión de Trump, que anuló no menos de un centenar de normas medioambientales y la salud pública promulgadas durante el mandato de Barack Obama, de quien Biden fue vicepresidente. El elegido nuevo presidente americano instaura un nuevo código ético en la Casa Blanca. Y desea nombrar a un responsable de la producción y distribución de pruebas, futuras vacunas y material médico.
Para desempeñar esta labor, el equipo de transición de Biden, liderado por su asesor, Ted Kaufman, ya ha recibido los permisos de seguridad pertinentes a la hora de informarse sobre los pormenores de todos estos ámbitos tratados. Será durante esos dos meses cuando el presidente entrante llevará a cabo el proceso de selección de su equipo de gobierno. Pero el equipo de transición de Biden continúa recibiendo acceso limitado a los recursos gubernamentales.
La pantanosa transición de Trump a Biden tiene pocos paralelos históricos. Solo en 1860-1861, cuando los estados del Sur se separaron antes de que Abraham Lincoln asumiera el cargo, y en 1932-1933, cuando Herbert Hoover trató de socavar a Franklin D. Roosevelt y evitar que implementara sus políticas del New Deal. Pero incluso si Trump y sus acólitos se oponen a una transferencia de poder, Lawrence Douglas, profesor de Derecho, Jurisprudencia y Pensamiento Social en el Amherst College, sigue considerando inconcebible que el presidente de un solo mandato se atrinchere de forma beligerante en el Despacho Oval, negándose a salir.
Pese a haber perdido la reelección, no cabe olvidar que Trump ganó más de 70 millones de votos y, en los próximos años, podría ejercer una autoridad importante sobre sus votantes. “Le seguirá diciendo a decenas de millones de estadounidenses que la presidencia de Biden es ilegítima y que, básicamente, los demócratas han cometido un golpe”, señala Douglas. “Lo podría sin dudas allanar el camino para un resurgimiento del Trumpismo, o del propio Trump, para 2024”.
Es evidente que Biden hereda un gobierno dividido que, en los últimos años, ha tenido problemas para cooperar y llegar a acuerdos. Pero “es una persona decente que tratará de unir a los estadounidenses”, señala Douglas. “Si tendrá éxito en eso, es algo que todavía está por ver.
La propia Administración Trump humilla al presidente al admitir que no hubo fraude: “No hay prueba de fraude” decía el pasado viernes el propio comité del Gobierno de Trump.
Dicho comité, de nombre completo “Comité Ejecutivo del Consejo de Coordinación Gubernamental de Infraestructura Electoral (CCG)”, dependiente del Departamento de Seguridad Nacional, afirma que las elecciones del 3 de noviembre fueron “las más seguras de la historia”. “No hay prueba de que ningún sistema de votación haya eliminado o perdido votos”, son las palabras exactas de dicho comité.
Biden logró a su favor un total de 77,32 millones de votos por los 72,18, aventajando por tanto en más de 5 millones a su rival. Por el bando demócrata hablaba la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, quien pidió a los republicanos: “Dejen ya este circo y pónganse a trabajar en lo que realmente importa al pueblo estadounidense: la salud y la seguridad económica”.
Víctor Sampedro resume en su artículo “La incomunicación anti-política”, aparecido en Público el pasado miércoles. Desvela el alcance último de su proyecto: minar la democracia hasta cuestionar su primer y último fundamento, el mandato popular expresado en las urnas. Y resume en cinco puntos:
Uno: “Quien gana dos veces consecutivas a los pronósticos no es un candidato antisistema. Al contrario, demuestra que rentabiliza como nadie el sistema mediático en el que se desenvuelve. La posibilidad de un colapso electoral ha evidenciado su degradación”.
Dos: “Trump no practica la comunicación política: no deja hablar y ni siquiera escucha al censo electoral. En su último debate televisado fue preciso cerrarle el micrófono para poder oír a Joe Biden”.
Tres: “Trump no ha recibido cobertura informativa, propiamente dicha. Trump produce pseudoinformación: noticias que parecen serlo, pero no lo son. Ni noticias ni verdaderas. El término fake news le hace el juego. Porque fake news are no news. Apenas propaganda y relaciones públicas disfrazadas de información”.
Cuatro: “Trump no odia a los periodistas. Si así fuese, les habría expulsado de la Casa Blanca y de sus actos de campaña. Sabe que les necesita y se sirve de ellos. Pero Trump insulta y desprecia a los reporteros que recogen sus declaraciones o retransmiten sus eventos. Expulsa, acalla o retira el micrófono en las ruedas de prensa a los compañeros díscolos. Usa a los más conformistas, acosa a los díscolos y les denigra a todos”.
Y cinco: “Trump y sus imitadores no se desempeñan en la democracia, la degradan y escenifican como un burdo remedo donde puedan presentarse como marcas ganadoras. La pantomima democrática se llama pseudocracia: el régimen del poder de la mentira. Impera allí donde esta se normaliza como comunicado oficial y pseudoinformación”.
Melania Trump, el pasado 11 de noviembre.
La pareja se conoció en 1998, cuando ella era una joven modelo de 28 años y él un magnate inmobiliario de 52 (y cuatro hijos y dos divorcios). Su pérdida de mandato podría acarrear no solo consecuencias profesionales, sino también personales. Según ha declarado un exasistente de la Casa Blanca, peligra incluso su matrimonio.
Según la cadena CNN, que recurre a fuentes familiares, la exmodelo habría aconsejado a su esposo que aceptara la derrota, algo que también habría hecho su hija y asesora Ivanka Trump, así como el marido de esta, Jared Kushner. Sin embargo, sus hijos mayores, Donald Jr. y Eric, querrían que siguiera luchando e incluso acudiera a los tribunales.
Quien fuera su mejor amiga y asesora durante años, Stephanie Wolkoff, autora de un crítico libro publicado hace pocas semanas, asegura en el Daily Mail que la pareja tiene “un matrimonio puramente transaccional”.
Wolkoff detalla que la pareja duerme en habitaciones separadas dentro de la Casa Blanca (como ya había desvelado la reportera de CNN Kate Bennett) o que la eslovena está negociando un acuerdo de separación que asegure que su único hijo en común, Barron, de 14 años, obtenga un porcentaje sustancioso de la fortuna del presidente, calculada por Forbes en unos 2.100 millones de euros, según cálculos de septiembre.
Wolkoff asegura que no es la única que habla de una pareja rota. Omarosa Manigault Newman, quien fuera estrella de realities televisivos y asesora de Trump durante 11 meses —un tiempo que aprovechó para escribir un jugoso libro—, afirma que “Melania está contando los minutos hasta que él abandone el cargo y ella pueda divorciarse”.
Ahora que Trump no ha renovado como presidente de Estados Unidos, sólo le queda esperar a que abandone el Despacho Oval para iniciar así los trámites de divorcio, según afirma Stephanie Wolkoff.
La misma asesora revela que Melania habría firmado una cláusula que le impide divorciarse mientras dure el mandato de su marido para no entorpecer su carrera política. De confirmarse, Melania Trump podría recibir hasta 50 millones de dólares en un acuerdo de divorcio, según la abogada Jacqueline Newman.
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