domingo, 2 de agosto de 2020

Si no protestamos la pesadilla de la pandemia no acabará nunca

 
Ni brotes, ni rebrotes, ni repuntes, ni mascarillas. Ayer Berlín celebró con una gigantesca manifestación de protesta el fin de la pesadilla iniciada por el gobierno de Angela Merkel con el pretexto de la pandemia.

Al final la policía intervino y cargó contra los últimos manifestantes. Los organizadores han sido denunciados porque los participantes no llevaban mascarillas, ni guardaron la debida distancia social.


Las cifras de participantes en la protesta son las mismas que las de la pandemia. Hay mucho para elegir. Según la policía fueron 17.000 y según los organizadores fueron 1.300.000.


 Como ven la diferencia es de casi cien veces, pero las fotos no dejan lugar a dudas de que ha sido la más importante de los últimos años.

El tratamiento de los medios, sobre todo fuera de Alemania, ha sido el silencio y, cuando no ha sido posible, la intoxicación habitual: conspiranoicos, negacionistas, extrema derecha e incluso “populistas”.



Lo mismo asegura la socialdemocracia, el reformismo y la izquierda domesticada, convertidos en los más fieles defensores de la ley marcial, lo mismo que en España.

No obstante, las pancartas y los gritos de los manifestantes tampoco dejan lugar a dudas. “El virus de la libertad ha llegado a Berlín”, era una de las consignas. 


“Somos la segunda ola”, decían otros. Muchos se centraban en las mascarillas: “Nos obligan a llevar bozal”.

Lo mismo que en España, el gobierno y sus “expertos” de pacotilla no paran de alarmar a la población con los “repuntes”, mientras en la calle hay quien no se lo traga y opina de manera muy diferente: los rebrotes son un humo muy poco espeso.


 “Falsa alarma”, era otra de las consignas más coreadas.

La policía recurrió a los megáfonos para instar a los participantes a respetar la “distancia social” y a llevar bozal, sin ningún éxito.


En Alemania el número de muertes que se atribuyen al coronavirus, 9.150 personas, es especialmente insignificante en relación a otros, como España. 


El rendimiento político obtenido de la misma es, pues, muy grande.

 Ahora tratan de estirarlo lo más posible con los fantasmagóricos “rebrotes” y las declaraciones constantes de los “expertos” en las cadenas de televisión.

La obligación de llevar mascarillas sólo alcanza al transporte público y a los comercios.



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