Operarios instalan un nuevo cable submarino
La multinacional conectará España con EEUU y Reino Unido con un nuevo
cable submarino en 2022 para mejorar sus servicios 'en la nube' en la
península
Grace Hopper fue una matemática nacida en 1906, pionera en la ciencia de
la computación. "Una gigante, la hacker de los hackers", se la define
en el primer vídeo-museo
que repasa los momentos cumbre de la cultura digital.
'Grace Hopper'
será también el nombre del cable submarino de más de 6.500 kilómetros de
fibra óptica entre el puerto de Bilbao y el de Shirley, en el Estado de
Nueva York (EEUU), que Google ha presentado este martes.
Se trata de
una infraestructura privada que la multinacional espera tener en
funcionamiento en 2022 y que cuenta con una ramificación hacia Bude, en
Reino Unido.
"Hoy día, el 98% del tráfico internacional de Internet circula a
través de cables submarinos.
Una vasta red que cruza el océano hace
posible que podamos compartir, buscar, enviar y recibir información por
todo el mundo a la velocidad de la luz", ha detallado la multinacional
en la presentación del 'Grace Hopper', que usará para dar "un mayor
soporte para la red que acoge los productos empresariales y de consumo
de Google".
A pesar de lo que evoca su nombre, 'la nube' no se sostiene en
satélites y antenas, sino en este tipo de cables que recorren los fondos
oceánicos y conectan con los centros de datos. Estos edificios son el
otro punto clave de la infraestructura de Internet, al albergar en su
interior los "ordenadores gigantes" donde almacenan las fotos, los
documentos y cualquier archivo mandado a 'la nube'.
De ahí la repetida
advertencia de que la nube no es más que el ordenador de alguien.
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No obstante, el futuro de la nube no es solo almacenar por ti.
También es pensar por ti.
La computación en la nube es una vía de
negocio que transfiere los procesos de cálculo a esos ordenadores
gigantes y que los Google, Amazon o Microsoft se están preparando para
extender a escala mundial.
En el sector privado la computación en la
nube será clave en la implantación de servicios que emplean algún
inteligencia artificial en empresas de ámbitos distintos al tecnológico.
Para el usuario medio, se espera que suponga la definitiva llegada del
Internet de las Cosas y la desvinculación de determinados servicios
digitales de los aparatos domésticos que hasta ahora los soportaban, que
serán sustituidos por suscripciones.
Un ejemplo es el del sector de los
videojuegos: la apuesta de empresas como Google es que las
videoconsolas pasen a ser solo un mando y un barato dispositivo de
transmisión conectado a la televisión.
En su plataforma Stadia no se
compran videojuegos, sino diferentes tipos de suscripciones que dan
acceso a unos juegos u otros durante un tiempo u otro.
Cuanto más cerca del usuario final y mejor conectados estén esos centros de datos, menor latencia y mejor servicio de cloud computing.
Con el 'Grace Hopper' Google cierra el círculo en España, puesto que la
multinacional ya anunció en junio la apertura de una nueva región de
centros de datos en Madrid, en alianza con Telefónica.
Hasta ahora
Bélgica, Finlandia e Irlanda eran los únicos países europeos con centros
de datos de Google. "Con esta nueva región, los clientes de Google
Cloud que operan en España se beneficiarán de la baja latencia y el alto
rendimiento de sus flujos de trabajo y datos alojados en la nube".
El Internet del fondo marino
Los servicios en la nube han vuelto a acelerar el despliegue de
infraestructuras digitales en los últimos años, tras un primer auge
entre finales del siglo XX y principios del XXI.
Fue entonces cuando se
tendieron muchas de las rutas de cable submarino que dan servicio a
Internet, como el primero que los tres que entran actualmente por España
a través del puerto de Bilbao.
Se ancló en 2002 y es propiedad de la
multinacional india Tata, que controla unos 500.000 de los 1,2 millones
de kilómetros de cables submarinos recorren actualmente los fondos
oceánicos.
Por regla general estos cables tienen la anchura de una manguera
de jardín. Si bien en las zonas próximas a la costa están enterrados
para evitar daños de anclas o actividades pesqueras, mar adentro están
posados directamente sobre el lecho oceánico.
Mapa de cables submatinos
Pese a su delgadez,
cuentan con varias capas de protección, ya que "los filamentos que
llevan las señales son extremadamente delgados, aproximadamente el
diámetro de un cabello humano", explican desde TeleGeography, una
consultora de telecomunicaciones que mantiene un mapa interactivo que muestra la distribución de esta infraestructura.
En total hay 406.
Tras un período de menor actividad, en los últimos años se ha retomado la construcción de estas infraestructuras pero por parte no de las empresas de telecomunicaciones como en un primer momento, sino de los proveedores de contenidos.
"Google, Facebook, Microsoft y Amazon son
los principales inversores en nuevo cable.
La cantidad de capacidad
desplegada por los operadores de redes privadas –como estos proveedores
de contenido– ha superado a los operadores de la red troncal de Internet
en los últimos años.
Ante la perspectiva de un crecimiento masivo del
ancho de banda, la propiedad de nuevos cables submarinos tiene sentido
para estas empresas", detalla la consultora.
El otro cable anclado en Bilbao es propiedad de Facebook,
Microsoft y Telxius y entró en servicio en 2018.
La península ibérica es
un foco importante de este nuevo desarrollo de cable, especialmente
tras el brexit, que dejó fuera de la UE a Reino Unido, uno de los dos
extremos de la gran autopista de datos trasatlántica trazada hace unos
20 años entre EEUU y Europa.
Uno de los hitos marcados en rojo por la
industria en esta nueva fase es la puesta en marcha del cable EllaLink,
que unirá Fortaleza y Praia Grande (Brasil) con Sines (Portugal) y se
extenderá tierra adentro hacia los hubs de Madrid y Marsella.
La
pandemia ha retrasado su puesta en funcionamiento hasta 2021.
La capital española es precisamente una de las ciudades que puede hacerse con una mayor cuota de mercado tras el brexit gracias a los centros de datos,
y aspira a meterse en el grupo de los cuatro polos de conexión digital
europeos junto a Fráncfort, Londres, Ámsterdam y París.
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