Mientras una delegación brasileña al completo ha dado positivo tras
reunirse con el presidente de los Estados Unidos en su mansión de
Florida, el magnate neoyorquino parece gozar de una salud de hierro
El embajador de Brasil en Washington, Nestor Forster, ha dado positivo por coronavirus días después de cenar con el presidente norteamericano, Donald Trump, en su lujosa mansión de Mar-a-Lago, en Palm Beach, Florida. Fabio Wajngarten, jefe de prensa de la delegación carioca, estuvo en aquella reunión con el magnate neoyorquino y también ha dado positivo por covid-19.
Además, una tercera persona que asistió a una recaudación de fondos
para la campaña electoral de Trump organizada en la mansión de Florida
también cayó enfermo. Por lo visto, todo aquel que se reúne con Donald
Trump para despachar sobre algún tema termina en el hospital o en
cuarentena, mientras el fortachón magnate neoyorquino parece gozar de
una salud de hierro.
¿Cómo puede ser que el millonario presidente siga
sano como una lechuga cuando todos los que han estado a menos de un
metro de él han caído como moscas? ¿Ha dicho la Casa Blanca toda la verdad sobre este asunto?
La versión oficial del Gobierno norteamericano es que el presidente
republicano se ha sometido al test de detección de la enfermedad y ha
dado negativo, pero entre sus colaboradores de la Casa Blanca corre el
runrún de que o bien la prueba no fue del todo fiable o sencillamente
alguien se está guardando algunos datos.
La cuestión es que, desde que
estalló la crisis epidémica, cada vez que el jefe toca el timbre y
ordena a algún asistente, asesor o funcionario que suba al Despacho Oval,
un escalofrío recorre la espalda de más de uno. El miedo al contagio
planea por la Casa Blanca y hay razones para desconfiar.
Más aún tras
saberse que los senadores Rick Scott y Lindsey Graham, además del alcalde de la ciudad de Miami, Francis Suárez,
que también tomaron parte en reuniones con Trump, decidieron someterse
de forma voluntaria a la cuarentena e incluso alguno ha dado positivo.
El pasado 10 de marzo, cuando el coronavirus se expandía desbocado
por todo el mundo, la Casa Blanca emitía un comunicado para asegurar que
el presidente no se sometería al test, y eso a pesar de que había
tenido estrecho contacto con varios congresistas que sí se pusieron en
cuarentena por haber estado “cerca de personas supuestamente
contagiadas”, según informa la CNN.
“El presidente de
Estados Unidos no se ha sometido a la prueba del covid-19 porque ni ha
tenido un contacto prolongado y cercano con ningún caso confirmado ni ha
presentado ningún síntoma”, transmitió el Gobierno de Washington.
Sin embargo, las alarmas se dispararon cuando el Ejecutivo brasileño de Jair Bolsonaro
informó sobre el estado de salud de sus funcionarios. “El embajador de
Brasil, Nestor Forster, ha sabido esta noche que ha dado positivo por
covid-19. Siguiendo el consejo médico, el embajador Forster extenderá su
cuarentena, a la que ya se había sometido como medida de precaución,
por otras dos semanas”, informó en Twitter la Embajada brasileña.
Días después de aquello, y contra todo pronóstico, Trump superaba sus
reticencias a someterse al test y anunció que se haría la prueba
“bastante pronto”. “No sé si estuve expuesto (al coronavirus durante el
encuentro con Wajngarten), pero no tengo ninguno de los síntomas. Creo
que lo haré igualmente (aunque no tenga síntomas). Bastante pronto.
Estamos mirando el calendario”, añadió un tanto ambiguamente el líder
estadounidense.
Lo que no ha aclarado Donald Trump es por qué no se ha sometido a un
régimen de aislamiento preventivo, como recomiendan las autoridades
sanitarias en casos de personas que supuestamente han estado en contacto
con positivos.
Y ahí es donde empiezan las sospechas. El anuncio
posterior de que el presidente norteamericano ha dado negativo en los
análisis no ha tranquilizado demasiado a su entorno.
El único comunicado
oficial que se ha dado a conocer sobre la salud del presidente fue el
que trasladó el médico presidencial, Sean Conley, quien
en una notificación difundida por la propia Casa Blanca aseguró:
“Divulgo la siguiente información con permiso del presidente Trump.
La
pasada noche, después de una detallada conversación con el presidente
sobre las pruebas para el covid-19, él decidió proceder”. A lo que
siguió que la prueba había dado negativo.
Pese a todo, los médicos empiezan a saber por su triste experiencia
que aunque en un primer momento el test puede ser favorable al paciente,
si el análisis se repite días después puede dar positivo sin ningún
problema. No consta que Trump se haya sometido a esa segunda prueba de
control y seguridad.
Por el momento, la única documentación médica sobre el test negativo
del hombre más poderoso del mundo que se ha aportado físicamente a los
medios de comunicación es la notificación del médico personal de la Casa
Blanca. El certificado lleva como título “POTUS (en
inglés las siglas de “Presidente de EE.UU”) COVID-19 test”, y está
estampada con el sello dorado del facultativo, una figura de larga
tradición en la política estadounidense.
La certificación se antoja
escasa, teniendo en cuenta que no sería la primera vez que el magnate de
los negocios neoyorquino se guarda un as en la manga o no dice
exactamente toda la verdad, como ya quedó acreditado en su reciente
juicio de impeachment (proceso de destitución del que finalmente salió airoso gracias a la mayoría parlamentaria republicana).
Tampoco ayuda demasiado a la verosimilitud de la versión de Trump el
hecho de que el presidente se haya tomado la pandemia como una especie
de gripe más o menos grave.
Incluso ha quitado importancia al hecho de
que en estos momentos Estados Unidos sea el país con mayor número de
personas contagiadas del mundo y se ha aventurado a asegurar que a
mediados de abril, cuando hayan expirado las medidas restrictivas,
podría ordenar la vuelta a la normalidad para no dañar la economía.
Es
lo que el inquilino de la Casa Blanca conoce como “abrir” el país de
nuevo a la actividad industrial.
De todas maneras, y por si acaso, el Gobierno de Washington ha
anunciado que tomará la temperatura a todos aquellos que estén cerca de
Trump y del vicepresidente estadounidense, Mike Pence.
También a los periodistas, aunque el presidente odie a más de uno. Y es
que nadie puede asegurar que “el bicho” no se haya quedado a vivir una
temporada en el Despacho Oval.
https://diario16.com/los-indicios-que-hacen-sospechar-del-…/
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