Los virus no reúnen todas las características de los organismos
vivos. Son solo portadores de la información necesaria para fabricar las
moléculas de la vida. Se reproducen con “errores” o “mutaciones” lo que
les permite diversidad y poder perpetuar las formas de existencia más
convenientes como si vivieran, con su selección natural descrita por
Darwin.
Pero carecen de una estructura funcional que les permita una
adecuada utilización de la energía por medios propios. Solo lo pueden
hacer cuando están hospedados en una célula viva. Entonces es que usan
esas “facilidades” de sus anfitrionas, casi siempre dañándoles la salud y
convirtiéndolas en ajenas a la función para la que existían. Así nos
enfermamos con una “virosis”.
La molécula que los caracteriza tiene codificados todos los
componentes de las proteínas y se les llama como ARN o ADN, según el
tipo de virus. Presentan formas asombrosas, y a veces hasta elegantes, a
la vista con microscopios.
Eso se debe a que se han ido seleccionando
solo aquéllos cuyo ARN o ADN se asocia variadamente con proteínas y
otras moléculas de sostén, lo que les permite transitar establemente por los medios sin vida y además asociarse con las células que garantizan su reproducción.
Una molécula de estas, por si sola, lo tiene muy difícil, si no imposible, para que pueda hacerlo.
Ahora mismo la humanidad está frente a una virosis epidémica, un fenómeno biológico que puede afectar a todos los de nuestra especie homo sapiens en cualquier parte. Apareció una cepa para la que no hemos generado inmunidad porque mutó, se cambió, muy recientemente.
Se les llama coronavirus (Covid-19),
porque en las imágenes de microscopio se identifican proyecciones
puntiagudas en sus superficies externas que se asemejan a las puntas de
una corona. Son comunes de aves y mamíferos.
Cuando
mutan para permitir el contagio entre humanos pueden causar grandes
epidemias, las más recientes originadas en Arabia Saudita en 2012 y el sur de China en 2003.
El contagio de persona a persona parece que puede ocurrir
cuando son portados en minúsculas gotas de líquidos expelidos por los
enfermos al toser o estornudar, igual que los catarros comunes.
También podría ser por las manos que se llevan más tarde a las vías
respiratorias.
De hecho, no se conoce aún mucho acerca de esto. Sus
síntomas pueden ir desde ninguno, que son personas que tienen el virus y
lo trasmiten sin enfermar ellos mismos, hasta fiebre, tos y sensación
de ahogo. Puede llegar a matar al paciente en los casos más graves. Ya
ha provocado cientos de muertes.
La solución epidemiológica de los contagios cuando aparece un
brote de este tipo es la de aislar a los pacientes y hasta los lugares
donde se originan las enfermedades. El gobierno chino, una vez
identificado el problema, ha llegado a aislar a la ciudad de Wuhan
completa, que tiene tantos habitantes como toda Cuba.
Es la capital de
la provincia de Hubei, en el mismo centro de la China continental y su
historia es milenaria. Donde habitan muchas personas es mucho más
probable que ocurran brotes de esta índole, obviamente.
El aislamiento es una medida muy costosa y dolorosa, pero imprescindible,
si se quiere evitar una pandemia, una enfermedad que se extienda por
todo el mundo y aniquile a una proporción de personas muy alta.
Siempre que aparece algo que no se desea se busca su aislamiento,
para bien y para mal. La historia está llena de ejemplos más o menos
válidos y más o menos costosos.
Ahora tenemos que los neoconservadores pretenden erigir un muro en una frontera con miles de kilómetros para aislar vecinos iguales, pero en diferentes países.
Así quieren evitar “contagios” con personas que migran buscando mejores
condiciones de vida.
Es predecible que a este muro le espere tarde o
temprano un colapso similar al de todos en este mundo.
A propósito, cabe preguntarse: ¿por qué las medidas de
bloqueo a Cuba han tenido como forma recurrente y central, desde hace
seis décadas, la de impedir que los cubanos en la isla y los vecinos del
norte se vean en persona, compartan, intercambien, confronten ideas,
trabajen conjuntamente por fines de interés común, disfruten mutuamente
de sus diversos escenarios naturales y se “contagien” mutuamente?
Han llegado recientemente hasta arriesgar sus propios réditos
electorales elevando la altura del virtual “muro de la Florida”.
Están
dificultando al máximo e imposibilitando en muchos casos la convivencia
común y natural de las familias cubanas de la isla con las de la
península cercana.
También han reducido a un mínimo la posibilidad de
que una persona que viva en los EE.UU. ejerza sus enunciadas libertades y visite Cuba cuando y para lo que desee.
La causa que expresan son contrasentidos que carecen todos de la
lógica más elemental si se sale de un contexto mediático donde las
mentiras repetidas muchas veces se convierten para algunos en verdades.
Una es que así evitan que nuestro gobierno ingrese fondos para mantener
un estado represivo. ¡Como si se pudiera mantener un estado de esa
índole en la Cuba de los cubanos ni con todo el dinero del mundo! Esta
es esencialmente una ofensa a nuestra dignidad.
Batista
tuvo todo el apoyo de ellos para la represión más brutal y lo
derrocamos en menos de siete años. El otro argumento es que “no nos
portamos bien”, porque sostenemos a la Revolución Bolivariana.
Este,
además de igualmente insultante, se parece más a un chiste de mal gusto
que a una razón lógica si se conoce al menos algo de la idiosincrasia y
las realidades de cubanos y venezolanos.
Entonces, ¿por qué se empeñan en aislarnos? ¿Por qué no es
conveniente para ciertos personajes influyentes del sistema y los medios
de los EE.UU. que los ciudadanos de ese país conozcan a fondo a Cuba y a
los cubanos, con todas nuestras luces y también nuestras sombras?
¿Por qué se acaba de declarar por su presidente que eliminó el tímido
acercamiento y relación civilizada que se inició con la anterior
administración?
Todos tenemos nuestras propias respuestas y muchas de
ellas son inevitablemente coincidentes: Es el temor al contagio de que
las verdades le pasen la cuenta a tanta mentira histórica acerca de Cuba
y la Revolución de los cubanos.
Pero ese “contagio” no podrán evitarlo.
Deberían saberlo.
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