Los ciudadanos chinos, con botellas en la cabeza ante el miedo al contagio por coronavirus
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Los ciudadanos recurren a medidas rocambolescas en una situación desesperada
Alentados por el miedo al coronavirus toman todo tipo de medidas de prevención
Se han tapiado barrios, sellado edificios y destruido carreteras para poner cerco al brote
El pánico al contagio por el temido coronavirus en China no cesa.
La situación, con más de 50 millones de personas confinadas a través de la cuarentena en Wuhan, epicentro de la epidemia, y las ciudades próximas, está provocando escenas de auténtico nerviosismo y pavor.
Alentados por el miedo, los ciudadanos se afanan en tomar todo tipo de medidas para protegerse de la infección.
La última: moverse por los espacios públicos con botellas de agua en la cabeza, literalmente.
Conseguir mascarillas se ha convertido en una quimera, en una misión imposible.
Se agotan en cada establecimiento, y donde queda alguna se producen
colas interminables donde cualquier atisbo o intención de colarse en la
fila acaba en pelea.
Cerco al coronavirus
Son medidas rocambolescas en una situación desesperada; cualquier forma de prevención es poca ante una amenaza que se ha cobrado ya más de un centenar de muertos.
El miedo es tal que en
las aldeas situadas alrededor de Wuhan los lugareños se han armado para
evitar que los ciudadanos del epicentro de la epidemia penetren en sus
tierras.
Con ese propósito, han levantado muros de ladrillos para aislarse de ellos y han destruido carreteras para impedir que nadie salga o entre más allá de su frontera.
No es la única medida de este tipo.
En algunas ciudades los barrios son tapiados ante el miedo a la propagación del coronavirus.
Bloques enteros han sido sellados ante el temor a que sus ocupantes puedan estar infectados.
El pánico está en todas partes, y los hospitales, como es de prever, son otro ejemplo palmario.
Desde Wuhan daban la vuelta al mundo las imágenes de unos sanitarios que, silla en mano, impidieron que escapase un paciente que dio positivo por coronavirus, el cual tras romper una cristalera pretendía abandonar el lugar. Pero nadie escapa a la cuarentena.
De ello se encargan agentes armados y ataviados con trajes especiales para no ser contagiados.
Y cuando ellos no están, son los propios ciudadanos los que conforman auténticas brigadas para poner cerco ante cualquier sospechoso de coronavirus.
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