viernes, 1 de noviembre de 2019

La guerra de Sebastián Piñera y su gobierno en Chile

 


El pueblo ha perdido el miedo, incluso con las fuerzas armadas en la calle. Rompen el círculo del terror impuesto por la dictadura neoliberal. La necesidad de mantener viva la mentira del éxito del modelo neoliberal en Chile, obliga a sus socios a una piñata, lanzar loas a la decisión de Piñera por el paquete de medidas paliativas. 


Gobiernos amigos, que participarán en Chile en la cumbre de La Alianza Para el Pacifico los días 16 y 17 de noviembre, le cubren las espaldas. Todos sacan tajada, apoyar a Sebastián Piñera y criminalizar las protestas es la consigna. Culpables, las víctimas. La necropolítica se impone. 



 Mientras el pueblo chileno se desangra y sus recursos se venden al mejor postor, Sebastián Piñera declara que el país está en guerra “contra un enemigo implacable, que no respeta a nadie ni a nada, que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite”. Empresario de la generación pinochetista, realizó su fortuna en tiempos de la dictadura. Su hermano José, quien ocupó las carteras de Trabajo, Previsión Social y Minería con Pinochet, fue su mentor y escudo.


 La dictadura fue el espacio donde creció al amparo de los crímenes de lesa humanidad. Su condición de hermanísimo era suficiente. Sebastián no desaprovechó la ocasión. Defraudó, robó y acumuló capital gracias al negocio de las tarjetas de crédito, convirtiéndose en uno de los hombres más ricos de Chile. Mientras tanto, José, el ministro, privatizó la seguridad social, liberalizaba el mercado laboral y creaba el sistema privado de pensiones, para regocijo de bancos y financieras.


Reconocido como gurú de las pensiones privadas, el gobierno de José Maria Aznar lo llamó, prestando sus servicios al Partido Popular. Sin empacho, en colaboración con Alejandro Weinstein, patrocinado por la CEOE y el Círculo de empresarios, publico el recetario: Una propuesta de reforma del sistema de pensiones en España. Manual de culto de la derecha española.


 Tampoco perdió el tiempo en Chile, redactando en 2005, el libelo contra el gobierno constitucional de Salvador Allende: Una casa dividida, como la violencia política destruyó la democracia en Chile. 


Sus recomendaciones finales han marcado el quehacer de su aplicado hermano: “He escrito este ensayo como una contribución a la causa de que nunca más se quiebre la democracia en Chile, para lo cual estimo imprescindible conocer las razones que la destruyeron y concordar hacia el futuro tres principios fundamentales para una convivencia pacífica: a) bajo ninguna circunstancia, con ninguna justificación, y en ninguna forma, un grupo debe propugnar, y mucho menos iniciar, la violencia como mecanismo de cambio económico, social o político bajo un régimen democrático, b) iniciada la violencia por algún sector, ella debe ser atajada de inmediato por el gobierno de ese momento, dentro de la ley pero aplicando toda la fuerza de la ley, y c) el rechazo a los que propician y ejercen la violencia, y el apoyo al gobierno que la combate con mano firme, debe contar con el apoyo unánime y decidido de la sociedad política y sociedad civil.”


 Y, Sebastián, alumno aventajado, considerándose el mayor baluarte de la democracia, opta por decretar el Estado de Emergencia y el toque de queda ante las movilizaciones populares y protestas ciudadanas, primero contra la subida del ticket del metro y ampliándose a todo el sistema neoliberal imperante en Chile desde 1974.


 Así, las fuerzas armadas toman el control, disparando a quema ropa, violando a mujeres, torturando y reprimiendo como hicieron tras el golpe de Estado y los años que duró la tiranía. Según el informe del Instituto Nacional de Derechos Humanos, en estos cinco días, hasta el 23 de octubre, han sido detenidas 2410 personas, de las cuales 274 son mujeres, 980 hombres y 200 adolescentes.


 Sólo en Santiago suman 168 mujeres, 586 hombres y 74 niños, niñas. En cuanto a los heridos, reportan 535 personas, de las cuales 210 por arma de fuego. Muertos, contabilizan 18, entre ellos un menor.  Es su guerra. La continuidad del modelo económico y social, entre la dictadura militar y los gobiernos emergentes es completa. En Chile rige la Constitución de 1980, redactada durante la dictadura.


 La desigualdad social, la pobreza extrema, el robo a manos llenas por la plutocracia, de la cual Piñera forma parte, constituye uno de los mayores escándalos de la historia de Chile. No pocos ministros de la Concertación, socialistas, ex comunistas, radicales, ex del MIR, socialdemócratas, en fin, quienes se subieron al proyecto neoliberal, obtenido regalías y privilegios políticos, se han enriquecido sin pudor y a costa de corromperse y esquilmar al pueblo.


 Son sus vivos representantes los expresidentes Patricio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz Tagle, Ricardo Lagos, Michelle Bachelet y el actual administrador del orden, Sebastián Piñera.  Hoy, tras días de represión, Piñera pide perdón, y lanza un paquete de medidas parche. Su argumento es insultante: no fue consciente de los problemas y sus consecuencias, y agrega, tampoco lo fueron sus predecesores en el gobierno. Insultan la inteligencia del pueblo chileno.


Todos han sido los artífices de la pobreza, el hambre, la injusticia social, los sueldos de miseria, la sobre explotación y asesinato de los dirigentes del pueblo Mapuche.  Piñera, el empresario, no sabe cómo amasó su fortuna. Dice desconocer que es la economía de mercado, sus leyes, las formas de explotación que prevalecen. Las que han aprobado y rigen la política económica del país.


Entonces que renuncien todos por idiotas, ineptos y corruptos. ¿Acaso no son conscientes de sus consecuencias?  Chile se ha vendido. 


Los chilenos no son propietarios de sus riquezas, del subsuelo, de sus aguas, flora y fauna. Endesa controla las hidroeléctricas, Banco de Santander y BBVA los ahorros, Telefónica las redes, Repsol los hidrocarburos, Prosegur, la seguridad. Por no mencionar los productos de consumo perecedero, en manos de compañías estadounidenses, canadienses y europeas. Otro tanto ocurre con Monsanto en fertilizantes, semillas y soya.


La educación en manos privadas y los medicamentos se los reparten las ocho grandes de Estados Unidos, Suiza y Francia. Hoffmann-La Roche, Pfizer, Johnson & Johnson, Sanofi, Novartis, Gilead Sciences, Merck. Incluso los parques naturales han sido vendidos. Una parte importante de la Patagonia está en poder de Benetton. ¿No son conscientes?


Marcos Roitman Rosenmann, Público




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