viernes, 21 de junio de 2019

Cuando 12.000 sin papeles españoles llegaron a la rica Venezuela en los años 50


 
Más de 120 barcos canarios ilegales cruzaron el Atlántico entre 1948 y 1952 en búsqueda de una vida más próspera. Los últimos supervivientes relatan un viaje lleno de penurias, sin agua ni comida y a merced de los temporales. Debían pasar la cuarentena en La Orchila, pero en pocos meses ganaban “fortunas” y se adaptaban con gran facilidad al país donde “todo era demasiado barato”.


Es la misma historia pero contada en dirección contraria. Sucedió hace 65 años cuando los españoles se lanzaron al mar, aprovechando los alisios, los mismos vientos que ayudaron a Colón, para alcanzar una mejor vida.


Bordeaban la costa africana hasta Cabo Verde y de allí se internaban en el océano hasta llegar a Venezuela. Casi siempre a La Guaira y Carúpano, aunque también llegaron a Margarita y a Trinidad.


Era un mes de viaje que costaba unas 5.000 pesetas, una fortuna para la época. Sabían que pasarían trabajo, que casi siempre era suficiente para todos y que probablemente serían detenidos por la policía venezolana al llegar a tierra firme.


Pero el riesgo valía la pena. La dictadura de Francisco Franco en España atravesaba su peor momento y en Canarias no había trabajo, ni mucho menos dinero. Muchas familias vivían del autocultivo y también llegaron a pasar hambre.


Ajena a esa realidad de profunda depresión y miseria, Venezuela era entonces un país en el que la prosperidad estaba garantizada. Lo decían los primos, lo repetían los vecinos en las siete islas canarias.


Apenas con un mes de trabajo, podían recuperar las 5.000 pesetas que debían pagar por el pasaje. El bolívar entonces tenía una cotización casi paritaria con el dólar estadounidense y la economía gozaba de un crecimiento interanual del 10%.
Venezuela no era otra cosa que la tierra prometida y por eso los marineros y pescadores de las islas comenzaron a ver negocio en la organización de los viajes transoceánicos con hasta 200 personas a bordo de motoveleros. Los viajeros embarcaban con comida y agua calculada para 30 días.


 Casi todos llevaban sólo una pequeña maleta. Después de más de un mes de travesía, durante la cual muchos de ellos llegaron a afrontar peligrosos temporales, llegaban a Venezuela, la tierra de la que todos hablaban en Canarias, el país desde donde los emigrados enviaban grandes cantidades de dinero a sus familias.



El Gobierno venezolano entendió las ventajas de la mano de obra española, dispuesta a trabajar en los campos en los que no querían operar los campesinos nacionales. Por ello, firmó un convenio con el Gobierno del dictador Francisco Franco para permitir la inmigración legal a partir de 1952.


Pero hasta esa fecha, la clandestinidad era el único camino para alcanzar tierra venezolana. Fueron más de 120 barcos los detenidos. En Canarias se calcula que, por todas las vías, más de 12.000 canarios llegaron sin papeles a Venezuela.


“Venían por los pueblos. Iban diciendo: pasaje a Venezuela por 5.000 pesetas. Allá consigues trabajo fácil y ya empiezas a mandar dinero rápido”, nos cuenta José Hernández, un canario que partió de La Gomera el 9 de agosto de 1950 en el barco El Telémaco hacia Caracas en conversación telefónica hace un par de años. José, con sólo 17 años, viajó con su padre y otros 169 inmigrantes.


“Mi padre vendió una finca buena que tenía. Le pagaron 10.000 pesetas. Y dio 5.000 por su pasaje y 4.500 por el mío”, recordaba José, el más joven de los tripulantes de El Telémaco, en diciembre pasado, en Los Teques, donde vivió gran parte de su vida.


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